Hoy os voy a contar un suceso
ocurrido en Francia en 1812 y seguro que a más de uno le va a sonar a otro
golpe de Estado del que se ha realizado una película, no hace muchos años.
Nuestro personaje de hoy fue un
militar francés llamado Claude François de Malet. Nació en 1754 en la localidad
francesa de Dole, que fue la antigua capital del Franco Condado. Una zona
cercana a Suiza.
Al proceder de una familia noble,
en su juventud, se alistó como mosquetero del rey. Un regimiento donde todos
sus integrantes tenían la consideración de oficiales del Ejército.
Desgraciadamente, para él, Luis
XVI, disolvió estas unidades a causa de problemas presupuestarios.
En 1790, tras la Revolución
Francesa, a su padre no le gustó nada que la apoyara y, por tanto, le
desheredó. No obstante, él fue nombrado comandante de la Guardia Nacional en su
ciudad natal.
Al iniciarse las guerras,
causadas por las múltiples coaliciones contra la República Francesa, se ofreció
para servir en el Ejército como voluntario y fue destinado, con el grado de capitán,
a un regimiento de Infantería.
Le licenciaron varias veces, por exceso
de oficiales, y otras tantas se volvió a
reenganchar. En 1799, ya figuraba como Jefe del Estado Mayor del Ejército de los
Alpes.
Allí su unidad consiguió varias
victorias, por lo que varios oficiales fueron condecorados y, él en concreto,
fue ascendido a general de brigada.
Posteriormente, luchó varios años
en Suiza, hasta que se firmaron los tratados de paz de Luneville y Amiens.
En 1799, se produjo el famoso
golpe de Estado llamado del 18 de Brumario, por el que Napoleón logró tomar el
poder.
En el referéndum, que se hizo
para confirmarle en el cargo, Malet, votó en contra, porque no le gustaban nada
los dictadores y también, en 1804, se pronunció en contra de la creación del Imperio.
Napoleón tomó nota y a partir de
ahí, su estrella se fue apagando y, desgraciadamente, su carrera militar cayó en declive.
Por ello, lo fueron enviando a
guarniciones dentro de Francia, donde no podría destacar nunca. Incluso, le
dieron el cargo de comandante de la Legión de Honor.
Además, como seguía presumiendo
de oponerse al emperador, en 1805, le dieron de baja en el Ejército.
Por otra parte, fracasó dos veces
en su intento de ser elegido diputado por su región, el Jura.
Más tarde, fue designado
gobernador de Pavía. El problema es que chocó con el hijastro de Napoleón,
Eugene Beauharnais, que era el virrey de Italia y lo expulsó de ese territorio.
Éste le acusó de varios cargos, como
el de hacer propaganda a favor de los republicanos,
por el que le tuvieron encerrado casi un año, hasta mayo de 1808, sin ni siquiera
molestarse en llevarle ante los tribunales.
Al siguiente año, pasó de nuevo
por la cárcel, por ser sospechoso de pertenecer a una Logia Masónica
anti-bonapartista y republicana.
Parece ser que lo consideraron
sospechoso de una conspiración republicana que, en 1808, durante la estancia de
Napoleón en España, llenaron París con carteles proclamando la caída del
régimen. No obstante, salió en libertad sin cargos.
Se comenta que, en 1809, estuvo
diseñando otra operación parecida, durante la estancia de Napoleón en Viena.
Posteriormente, estuvo bajo
arresto, en el sanatorio psiquiátrico del Dr. Dubuisson, hasta que se fugó en octubre de 1812. Eso me recuerda
a lo que hicieron con muchos opositores en la extinta URSS.
Algunos dicen que le fue posible
contactar con conocidos monárquicos, como el abate Lafon, Polignac o Ferdinand
Bertier, con los cuales pudo organizar su plan.
El 23/10/1812, puso en marcha un
plan, que había ideado en sus largas estancias en la cárcel. Por aquel entonces,
el emperador, se hallaba, con el grueso
del Ejército, haciendo la campaña de Rusia. Así que Malet y sus compinches
dieron un golpe de Estado.
Aprovechándose de que en aquella
época no estaban tan desarrolladas las comunicaciones, publicaron una gran
cantidad de panfletos, donde se daba a conocer la muerte de Napoleón, durante su
estancia en Rusia. Lógicamente, todo era falso.
De todas formas, los británicos,
que eran aliados de los rusos, llevaban mucho tiempo publicando en sus
periódicos las cuantiosas pérdidas humanas que estaba costando la campaña de
Rusia. Así que no era de extrañar que también hubiera perecido el mismo emperador.
Evidentemente, los implicados en
ese complot, trataron de convencer a la población de que había que formar, inmediatamente,
un gobierno para que no se produjeran desórdenes en Francia a causa del vacío
de poder.
El gobierno propuesto por ellos
lo formaban las siguientes personas: el duque de Montmorency-Laval, Alexis de
Noailles, el general Moreau, Lazare Carnot, el mariscal Augereau, el político
Bigonnet, el conde Frochot, el diputado Florent Guiot, el filósofo Antoine
Destutt de Tracy, el mismo general Malet, el vicealmirante Truguet, el senador
Volney y el senador Garrat.
Contaron con el apoyo de las
fuerzas de la Gendarmería de París y el grupo de la Guardia Nacional destinado
en París.
Lo cierto es que esta gente no
estaba al tanto de lo ocurrido y sólo pretendía obedecer las órdenes de sus superiores.
De hecho, el coronel Soulier,
jefe de la Guardia Nacional en París, que dormía en su cuartel de Popincourt, fue
despertado por su ayudante a las 4 de la mañana. Le comunicó que venía a verle
un emisario con malas noticias sobre Napoleón.
Este emisario, que decía venir en
nombre del Senado, era nada menos que
Malet, el cual se presentó como general Lamotte. Llevaba en su poder una serie de documentos falsos en los que se decía
que Napoleón había muerto el 7 de octubre en Rusia, aunque la noticia había
llegado a París el día 22.
En ese mensaje se decía que los
senadores habían decidido nombrar un gobierno provisional, para que el vacío de
poder no diera lugar a una guerra civil, con el fin de disputarse el trono.
Las órdenes para el coronel Soulier
eran detener a una serie de personajes: el ministro de la Guerra, el ministro
de la Policía, el primer ministro, el gobernador militar de París, el ayudante
del mismo y el prefecto de la Policía de París. Del mismo modo, le informaba que acababa de ser ascendido a
general.
También le ordenaban poner en
libertad a los generales Lahorie y Guidal para comandar sus tropas y proceder a
esos arrestos.
Al mismo tiempo, ordenó que se
tomara el Ayuntamiento de París para que se pudiera reunir allí,
inmediatamente, el nuevo gobierno.
A pesar de que lograron la movilización de los 1.200 hombres de la Guardia Nacional, los planes no se cumplieron
correctamente, porque los generales liberados no hicieron caso a Malet. Se dedicaron
a buscar a los de la lista para encerrarlos, pero dejaron libres al primer ministro
y al ministro de la Policía. Un gran error que les costaría muy caro.
No obstante, a las 08.30 de la
mañana, ya habían encarcelado a los principales jefes de la Policía y Lahorie
había tomado el cargo de ministro de la Policía.
Uno de los principales enemigos a
batir en este golpe de Estado fue el general Pierre Hulin, gobernador militar
de París. Malet fue a su casa para arrestarlo, pero éste le hizo muchas
preguntas, que el otro no supo contestar, y se defendió. Hulin recibió un
disparo en la cabeza y lo dejaron tirado en el suelo, pensando que estaba a
punto de morir.
No obstante, se apoderaron del
sello de la I División, para estamparlo en los documentos redactados por los
implicados en ese complot.
El momento crucial fue cuando
Malet fue a hablar con el coronel Doucet, ayudante de Hulin. Éste desconfió
cuando le presentó los documentos, pues conocía a Malet y sabía que había
estado encerrado en un manicomio.
Además, había podido leer un
documento de Napoleón, fechado en el día posterior al que decían que había
muerto. Así que le hizo pasar solo a su despacho.
Cuando se quedaron solos, Doucet,
que había llamado a su ayudante Laborde,
derribaron a Malet y aprovecharon para atarlo y amordazarlo.
Acto seguido, Doucet, ordenó a la
Guardia nacional que volviera a sus cuarteles y, en su lugar, movilizó los
efectivos de la Guardia Imperial, que siempre fueron absolutamente leales al
emperador, y con ellos recuperó el orden en la capital.
Se puede decir que a las 9 de la
mañana, el golpe, había fracasado. Posteriormente, Doucet, fue a liberar a
Savary, ministro de la Policía, y redactó un informe para el ministro de la
Guerra.
Como siempre suele ocurrir en muchos
casos, Clarke, el ministro de la Guerra, fue a ver a la emperatriz, para
contarle lo sucedido, y se atribuyó todo el mérito de haber derrotado a los
golpistas.
Luego, hubo una fuerte discusión
entre los ministros de la Policía y de la Guerra, pues el segundo había
declarado la ley marcial, argumentando que era una sublevación militar
y todo
el poder habría de recaer en el gobierno militar.
En cambio, fue Savary, el
ministro de la Policía, el que ordenó la detención de los generales Malet,
Lahorie y Guidal, el mismo 23/10/1812.
El mismo ministro Clarke, que
debería de ser un trepa de mucho cuidado, escribió al mismísimo Napoleón,
informándole del golpe. Haciendo gala de su imaginación, le contó que se
trataba de una gran confabulación contra el régimen y que, seguramente, la
mayoría de los culpables aún no habrían sido capturados. Incluso, dejó
traslucir que desconfiaba hasta del ministro de la Policía.
En ausencia de Napoleón, Clarke,
hizo lo que le dio la gana e instauró, en la práctica, un verdadero régimen dictatorial.
Organizó aprisa y corriendo un
Consejo de guerra, presidido por su antecesor en el cargo, Dejean. Como fiscal
impuso a Pierre Fanchot, uno de los funcionarios a su cargo.
Evidentemente, organizó este
Consejo de guerra para obtener una excusa legal para fusilarlos. De hecho,
parece ser que cuatro días antes de que empezara el mismo, ya había organizado
los pelotones correspondientes.
El mismo día 31 ordenó el
fusilamiento de 21 personas, en la llanura de Grenelle. Entre los que se
encontraba una víctima del golpe, el coronel Soulier.
A pesar de que Savary había
intentado que las responsabilidades recayeran exclusivamente en Malet, Lahorie
y Guidal, sólo se salvaron de la pena capital el coronel Rabbe, jefe del
regimiento de la Guardia, en París, y un
soldado de la Guardia Nacional.
Aunque un miembro del tribunal
protestó por las acusaciones contra las autoridades militares, el
implacable
Clarke, dio orden de investigar las actividades de todos los mandos militares
asentados en los alrededores de París y arrestar a todos los que pudieran
infundir, por su conducta, alguna sospecha.A Napoleón, que se encontraba en Rusia, le llegaron, casi al mismo tiempo, los informes de Clarke y de Savary.
En cuanto al primero, ya sabemos lo
que decía y las “medallas” que se intentaba ponerse a sí mismo. Incluso, que
habían tenido que ser los militares los que habían defendido al Estado, porque
la Policía no había estado a la altura de las circunstancias.
En cuanto al segundo, le había remitido
un texto, donde detallaba muy claramente lo que había pasado y sólo le echaba
la culpa a Malet. Incluso, sospechaba, que los generales Lahorie y Guidal
habían sido engañados por el mismo Malet.
Napoleón pensó que un golpe tan
temerario no podría ser obra de un único hombre. Así que le pareció más verosímil
la versión de Clarke.
No obstante, emprendió,
enseguida, el camino de vuelta a París, para enterarse de lo ocurrido e
intentar que el tema no fuera conocido por la mayoría de la población. Supongo que
para que nadie se diera cuenta de la debilidad del régimen y de la facilidad
con que se podría derrocarlo. Concretamente, el 05/12, entregó a Murat el mando
del Ejército en retirada, cuando ya estaban de regreso en Vilna.
Lo creyera o no, a Napoleón le
interesaba decir que el intento había sido obra de un militar loco, para que la
gente no pensara que el Ejército estaba lleno de golpistas, cuando ya se acercaban
los aliados, para invadir Francia.
Llegó a París la noche del 18/12.
A la mañana siguiente, reunió a su Gobierno. Posteriormente, se reunió durante
dos horas a solas con Savary.
Así se dio cuenta de que Clarke era
un simple trepa y que era un hombre en quien no se podía confiar.
No obstante, Clarke, permaneció
en su puesto, porque a Napoleón no le interesaba montar una crisis ministerial
en esos delicados momentos, pero ya nunca más se fio de él.
Parece ser que Clarke siempre fue
un tipo muy trabajador y muy buen administrador. Sin embargo, tenía en su
contra ser un tipo demasiado ambicioso. Se podría decir que era
el típico
cortesano adulador.
Aparte de otros temas, la función
principal de Clarke fue alistar soldados para enviar bien hacia España o hacia
Rusia.
Hasta se dedicó a recorrer los
hospitales para ver si de allí podría sacar a algunos soldados con destino a
Rusia. Es más, llegó a formar nuevas unidades de la Guardia Nacional a base de
ancianos, enfermos y cojos. En total, le proporcionó a Napoleón unos 450.000
soldados para la campaña de Rusia.
Clarke, solía tener un contacto
casi diario con Napoleón. Cuando éste se internó dentro de Rusia, los correos
imperiales se espaciaron más y el ministro empezó a gobernar a su antojo.
Como las órdenes de Napoleón ya
no llegaban de forma regular, el poder pasó a estar exclusivamente en manos de
tres hombres: el primer ministro, Cambaceres; el ministro de la Policía, Savary
y el ministro de la Guerra, Clarke.
Cambaceres era un viejo amigo de
Napoleón y su principal cometido era ayudar a la emperatriz, para actuar como
regente, en ausencia de Napoleón.
Savary era un veterano, que había
luchado en Austerlitz, España y Friedland, aparte de un hombre con gran
habilidad diplomática. También tuvo el acierto de mantener la excelente red de
espías que había creado su antecesor, Fouché.
Clarke quería tener mayor
autoridad que Savary y aprovechó la ocasión para intentar que el emperador
picase en el anzuelo y cesara al otro
del cargo.
De hecho, Savary, se encontraba
en una posición muy incómoda, pues no se había enterado del complot y había
sido capturado en su propia casa por unos cuantos amotinados. Algo inapropiado
para un ministro de la Policía.
Por otra parte, el emperador, a su regreso, se dio una vuelta por París, para
que la gente dejara de rumorear sobre su muerte en Rusia.
Menos mal que no tomaron como
rehenes ni a la emperatriz, ni al heredero, llamado rey de Roma. Precisamente,
el diligente Clarke, había dado las órdenes precisas para que, en caso de emergencia,
la Guardia Imperial, trasladase a la emperatriz y al heredero, fuertemente
escoltados, hasta Saint Cloud.
Lo único que, en verdad consiguió
el golpe de Malet fue dividir al Gobierno y hacer que los ministros se pelearan
entre ellos, por ganarse el favor del emperador, olvidándose de ejercer las funciones administrativas que tenían
encomendadas.
Después de todo lo que os he
contado, ¿No os recuerda este golpe al que pretendió dar contra Hitler, el
coronel von Stauffenberg?
Aquí si discrepó con tu comentario final. El golpe de Malet no consideraba la eliminación de Napoleón, Stauffenberg si consideró y era absolutamente necesario la eliminación de Hitler para que su golpe sea exitoso.
ResponderEliminarLa verdad es que nunca se ha sabido con exactitud lo que pretendía Malet, ni quién financió ese golpe. Todo el mundo sabe que, tras un golpe militar, existe una trama civil, que no suele aparecer a primera vista.
EliminarLa gran diferencia entre esos dos momentos históricos es que Hitler se hallaba en su país y, por tanto, había que eliminarlo. Mientras que Napoleón se hallaba en Rusia y se le podían haber cerrado las fronteras para dejarlo en el exilio.
Lo curioso de este golpe y que dejó claramente asombrado a Napoleón, fue la facilidad con que un tipo estuvo a punto de quitarle el poder, con una simple jugada de farol. Así que estaba muy claro que el Estado, que había fundado Napoleón, no podría sobrevivir tras su marcha. Como así fue.
Saludos.