Habitualmente, cuando se habla de
asesinatos reales, lo normal, es acordarse del ocurrido con los zares rusos,
sus familiares y sus sirvientes, en Ekaterimburgo.
Quizás, mirando algo más atrás,
podríamos pensar en las ejecuciones de Luis XVI y su esposa, María Antonieta.
Sin embargo, a pesar de que los
monarcas a quien dedico este artículo gobernaban en un Estado europeo, no
tenemos muchas noticias de ellos.
Si habéis leído mis anteriores
artículos, sobre el origen de la Primera Guerra Mundial, os habréis enterado
que, en 1882, el noble Milan Obrenovic, se convirtió en Milan I de Serbia.
Su reinado no convenció en
absoluto a sus súbditos, pues estuvo repleto de escándalos financieros, que
fueron muy aireados por la prensa opositora nacionalista.
La sociedad serbia se dividió
entre el Partido Progresista, que apoyaba la alianza con el Imperio
Austro-Húngaro, y el Partido Radical, que miraba hacia Rusia.
Milan intentó recuperar su
popularidad por todos los medios posibles, incluso declarando la guerra a los
Estados vecinos, por cualquier discusión territorial. Esta era una forma de
atraerse al sector nacionalista serbio, que estaba en auge. No obstante, el conflicto
acabó en una derrota para Serbia.
Su estrategia de supeditar su política
a la que le venía dictada desde Viena, nunca fue bien vista en Belgrado y
menos, tras la amplia victoria del Partido Radical, partidario de una alianza
con Rusia, para poder restaurar la mítica Gran Serbia medieval.
En 1889, cuando ya vio todo perdido,
abdicó en la persona de su hijo, aunque sólo tenía 13 años. Así que se formó un
Consejo de Regencia, hasta la mayoría de edad del nuevo monarca.
Alejandro I fue mucho peor que
Milan. Dos años después se declaró mayor de edad y disolvió el consejo de
regencia. Gobernó junto a su padre hasta 1894, cuando tomó todo el poder.
Como los radicales tenían
mayoría, disolvió el Parlamento y encarceló al líder del Partido Radical,
Pasic. De esa forma, el monarca, gobernó de una manera dictatorial, apoyado por
una parte del Ejército y por su padre, que había vuelto del exilio y al que
nombró jefe del Ejército.
Formaba y disolvía gobiernos a su antojo. Parece ser que en 10 años, Serbia, tuvo trece gobiernos. Lo cual es todo
un record. Ni siquiera dejaba que los presidentes eligieran a sus ministros. Lo
hacía directamente el rey.
También dio completas garantías a
Viena de que su país iba a seguir siendo su aliado. Lo cual no gustó nada a sus
súbditos.
Evidentemente, en Belgrado
proliferaban los grupos de tipo nacionalista a los que no gustaba nada esta
política y pensaban que lo mejor era un acercamiento a Rusia para favorecer su
expansión hacia la Gran Serbia.
La política de la dinastía
Obrenovic, a favor de los intereses de Viena, cada vez era peor aceptada por la
población.
Tampoco era del gusto de sus
súbditos que los periódicos estuvieran censurados y que la Policía controlara
la vida social del país.
Así que la mayoría de los
nacionalistas miraron hacia otra posible dinastía, la de los Karadjeorgjevic,
como recambio a la dinastía reinante.
Los cabecillas del complot para destronar
a Alejandro I fueron el político radical Pasic y el líder de los jóvenes
oficiales, Dragutin Dimitrijevic, del que hablaré en otro artículo. No hará
falta decir que ambos estuvieron apoyados por Rusia.
Otro asunto que quebró las
relaciones entre padre e hijo fue el de la boda del monarca. Alejandro había
prometido casarse con una princesa europea. Así que su padre y el primer
ministro visitaron varias cortes para negociar un posible enlace.
Mientras tanto, y sin previo
aviso, el monarca, anunció que se casaba con su amante, Draga Masin, una mujer
12 años mayor que él, que había sido dama de la corte de su madre y además era
viuda.
Lógicamente, esto no sentó nada
bien a los negociadores. Así que tanto
su padre como el primer ministro, dimitieron de sus respectivos cargos. Luego,
lo hizo el resto del Gobierno.
La verdad es que la nueva reina
siempre fue muy impopular. De ella se dijo de todo, como que era hija de un
loco y una borracha. O que se inmiscuía demasiado en las tareas de Gobierno y
que prevalecía su voluntad sobre la del rey.
También se dijo que había
divulgado que estaba embarazada, para acallar esos rumores, y luego se demostró
que todo era falso.
Parece ser que la madre del rey
afirmó que ella era estéril y los rusos enviaron unos médicos a Belgrado, para
reconocer a la reina, los cuales
confirmaron que el embarazo era falso.
Incluso, se insinuaba que los
militares consideraban que era una vergüenza que el rey estuviera casado con
una mujer de la que decían que tenía un pasado inmoral. De hecho, ningún
general quiso ser ministro de la Guerra en el nuevo Gobierno.
A pesar de que la noticia de la
boda no fue bien acogida en Viena, sin embargo, la ceremonia se llevó a efecto,
tras un inesperado apoyo de la misma,
por parte de la corte de Rusia.
El rey, para congraciarse con su
pueblo, intentó acercarse al Partido Radical, que era el mayoritario. Sin
embargo, este partido le dio de lado, culpándole de la mala situación económica
del país. También romperían la coalición de Gobierno con los progresistas.
Realmente, el gran problema es
que el rey, que estaba muy influido por la voluntad de la reina, quería
gobernar casi como un rey absoluto y el Partido Radical no se lo permitió. Aparte
de que el rey era proclive a Viena, mientras que los Radicales lo eran a San
Petersburgo.
A continuación, se formó un
Gobierno presidido por un general a las órdenes del rey. Las protestas de la Oposición
fueron contestadas con una gran represión. También se afirmaba que el rey
estaba en un estado de locura.
Tampoco tuvo nunca el apoyo
decidido de las potencias de la zona, como el Imperio Austro-Húngaro y Rusia,
aparte de llevarse muy mal con los Estados vecinos. Incluso, se enemistó con el
káiser alemán, tras el fiasco de su propuesta de matrimonio con una princesa
alemana.
Ni siquiera pudieron conseguir en
la corte que la pareja real fuera recibida por otra corte extranjera. El rey
pretendió acercarse tímidamente a la corte rusa. Sin embargo, no obtuvo el
apoyo esperado y, además, perdió el de Viena.
Hacia 1901, empezaron los
preparativos para intentar que abdicara. Dos años después, tras conocerse los
planes del rey para limpiar el Ejército de militares desafectos a su persona,
los preparativos se aceleraron.
La noche del 06/06/1903, un grupo
de rebeldes rodearon el palacio real y sometieron a la guardia del mismo.
Parece ser que uno de los oficiales de la guardia, llamado Petar Zivkovic, fue
el que les abrió las puertas del edificio. Con el tiempo, este oficial llegaría
a ser primer ministro de Yugoslavia.
Utilizaron granadas de mano y
artillería para obligar a los monarcas a salir de su escondrijo. Al cabo de un
tiempo, los localizaron en un pasadizo secreto y les prometieron que no les
harían daño, si salían voluntariamente.
En cambio, nada más asomarse, dispararon
decenas de veces contra ellos e, incluso, les remataron con sus sables. Los
cadáveres de los reyes fueron lanzados desde una ventana al jardín del palacio.
En el incidente, también murieron
el primer ministro, el ministro de la Guerra y los hermanos de la reina. El ex
rey Milan había muerto en Viena dos años antes.
Parece ser que los reyes ya
habían tenido conocimiento de un futuro golpe contra ellos gracias a la
información de un agente ruso. Incluso, se cree que el ministro de la Guerra
también fue informado de ello.
Los gendarmes y militares que
escucharon esos disparos y detonaciones no actuaron, porque fueron engañados
por los oficiales sublevados. Les dijeron que actuaban en nombre del rey, el
cual les había ordenado que detuvieran a la reina y la llevaran al exilio.
A la mañana siguiente, los cadáveres
de los monarcas fueron trasladados, dentro de sus ataúdes, a la Iglesia de San
Marcos, en Belgrado. Allí tuvieron lugar sus funerales y les dieron sepultura
alrededor de las 3 de la madrugada.
Los confabulados nunca tuvieron
una postura en común, salvo la de derrocar a los reyes. A muchos de ellos les hubiera
gustado fundar una república, pero eso ya sabían que no era del gusto ni de
Rusia ni del Imperio. Así que buscaron un candidato en la familia rival, los
Karadjeorjevic , y proclamaron como rey a Pedro I de Serbia.
No se trató sólo de un cambio de
dinastía, sino que éste trajo también un cambio de política exterior, pues
Serbia pasó a ser un aliado de Rusia y no del Imperio, como lo había sido hasta
ese momento.
También, la nueva política, dio alas
a los nacionalistas, para que aumentaran sus exigencias territoriales. Lo cual
produjo más inestabilidad en esa zona de Europa.
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