Muchas veces hemos oído lo mal
que lo pasan las modelos que desfilan, actualmente, por las pasarelas.
Parece ser que las presionan
demasiado para estar siempre muy delgadas y, muchas de ellas, da pena ver la
cara de anémicas que tienen.
En este artículo, me voy a
referir a una gran modelo, que fue muy famosa en su época, aunque ahora casi
nadie se acuerde ella.
Audrey Marie Munson, que así se
llamaba, nació en 1891 en Rochester, en el Estado de Nueva York.
De pequeña, tuvo la desgracia de
que sus padres se divorciaran cuando ella sólo tenía 8 años. Así que ella y su
madre se fueron a vivir a la localidad de Providence, en el Estado de Rhode
Island.
Por lo que se ve, la niña ya
apuntaba hacia el mundo de las artes escénicas. Así que su madre la llevó a
Nueva York, donde encontró para ella un puesto en una comedia que se
representaba en Broadway.
Parece ser que un fotógrafo, muy famoso
por entonces, llamado Félix B. Herzog, la descubrió en 1909, cuando ella y su
madre estaban mirando unos escaparates en la conocida Quinta Avenida, de Nueva
York.
Inmediatamente, la llevó a su
estudio y le hizo una serie de pruebas a fin de que trabajara como modelo para
él.
Unos años antes, Herzog, había conseguido
un gran éxito con su fotografía “La historia de Isolda”, que algunos críticos
la compararon con alguna de las grandes obras pictóricas.
Gracias a este encuentro, su
imagen se hizo muy popular, ya que no sólo posó frecuentemente para su
descubridor, sino que también lo hizo para varios artistas, amigos del
fotógrafo.
Desgraciadamente, no pudo
trabajar mucho tiempo para Herzog, porque éste falleció tres años después a
causa de las complicaciones de una operación.
Nunca fue especialmente bella,
sin embargo, tenía un cuerpo digno de las imágenes del mundo clásico
greco-romano.
Por ese motivo, sirvió de
inspiración a muchos pintores y escultores de la época. Parece ser que posó
desnuda por vez primera para el escultor Isidoro Konti. Utilizó su cuerpo como
modelo para realizar una escultura sobre las famosas tres gracias, encargada
por el Hotel Astor, de Nueva York.
Como su imagen, cada vez, se
hacía más y más popular, en 1915, su cuerpo figuró en la mayoría de las esculturas
que se hicieron para la Exposición Internacional Panamá-Pacífico, celebrada en
San Francisco. Llegó a ser conocida como “La chica de la exposición” o “La
venus de América”.
La industria del cine, que
acababa de nacer, también se fijó en ella y, de ese modo, llegó a trabajar en
cuatro películas mudas.
En 1915, hizo su debut en el
cine, siendo la primera mujer que apareció desnuda en una película, pues hacía
de modelo de un escultor, que era su actividad habitual.
Parece ser que fue todo un
escándalo en USA. Los censores no se atrevieron a prohibirla, porque les
dijeron que así posaban las modelos de las esculturas del Renacimiento y
también deberían de prohibir las obras de esa época.
No obstante, el tema suscitó un
gran debate en la sociedad, porque ya en 1896, se había podido ver un beso en
el cine, aunque sólo fue durante unos segundos, y también se montó otro gran escándalo.
Por otro lado, el ver un cuerpo femenino
desnudo en la pantalla atrajo a mucha gente y tuvo una buena recaudación en taquilla.
Parece ser que en una de las
escenas cumbre de esa película, titulada “Inspiración”, salía con todo su
cuerpo rebozado de barro húmedo.
En el mismo año ocurrió una cosa
que nunca ha sido explicada. Parece ser que su madre le presionó para que se
casara con un multimillonario llamado Hermann Oelrichs Jr.
Ella no estaba por la labor y, como no hacía más que perseguirla, en
1919, acusó al millonario, en una carta enviada al Departamento de Estado USA,
de encabezar una red de espías alemanes y de haberla expulsado de la industria
del cine. Por lo que dijo estar dispuesta a abandonar su país y retomar su
carrera en el Reino Unido. Parece ser que el tipo también era productor de cine
y estaba emparentado con los Vanderbilt.
Desde luego, no se puede negar
que esta mujer levantaba pasiones. Por aquel entonces, vivía con su madre, en una
casa que les había alquilado el doctor Walter Wilkins, en Nueva York.
Lo cierto es que este doctor se enamoró
locamente de ella y no se le ocurrió otra cosa que quedarse viudo de una forma
muy rápida. O sea, cargándose a su mujer.
Por alguna extraña razón, madre e
hija, habían salido de viaje antes de que se cometiera el crimen y cruzaron la
frontera de Canadá.
La Policía las buscó por todos
los USA, hasta que una agencia de detectives las encontró en ese país. Como se negaron
a regresar a Nueva York, los agentes fueron allí a interrogarlas y nuestro personaje
declaró que no había tenido ninguna relación con el criminal, salvo la del
arrendamiento. Además, les dijeron que se habían ido de esa casa por exigencia
de la Sra. Wilkins.
No hará falta decir que el doctor
en cuestión, fue juzgado, condenado y, cuando iba a ser ejecutado en la famosa
silla eléctrica, lo encontraron ahorcado en su celda.
Desgraciadamente, a partir de
1921, su estrella se fue apagando y no encontraba trabajo por ninguna parte,
porque la prensa no hablaba muy bien de ella. Los artistas ya no hacían cola
para retratar a la que habían llamado “la modelo perfecta”. De hecho, era una
mujer esbelta. Medía 1,77 cm, bastante alta para la media de su época.
No obstante, llegó a rodar otra
película, donde también hacía de modelo desnuda, que se tituló “Sin miedo a las
polillas”, donde se contaba su vida.
A mediados de 1922, nuestro personaje,
intentó suicidarse, al ingerir un compuesto de mercurio. Parece ser que eso fue
lo que le dañó la mente.
En 1931, al cumplir los 40 años,
su salud mental había empeorado y su madre solicitó a un juez que autorizara su
entrada en un manicomio.
Yo no sé si esos centros,
realmente, sirven para mucho o no. Lo cierto es que esta pobre mujer permaneció
encerrada en ese lugar nada menos que 65 años.
Llegó a vivir hasta los 104 años.
Os recuerdo que, en España, la
mayor condena penal es de hasta 30 años o 40, si se asesina a dos o más
personas. Sin embargo, ella no había cometido ningún crimen.
Parece ser que ni siquiera tenía
visitas y fue encontrada allí, en 1984, por una sobrina. Cuando ella ya había
cumplido los 93.
Nuestro personaje de hoy murió en
febrero de 1996 y fue enterrada sin ni siquiera una lápida que la identifique, en el panteón de su
familia en New Haven, Nueva York.
Afortunadamente, una cosa muy
buena que tiene el arte es que, aunque los artistas y sus modelos un día
desaparecen, sus obras perduran y ellos son recordados por los vivos.
Sólo en Nueva York, se la puede ver en 15 esculturas
que adornan los lugares públicos de esa ciudad. Una de esas esculturas mide más
de 7 metros de alto.
En su época, su rostro apareció
en todo tipo de carteles, anuncios y hasta en las monedas de curso legal. Todo ello
ha hecho que, hoy en día, su figura sea inmortal.
Uah!! Me ha encantado esta entrada. Felicidades por el magnífico trabajo de fondo que hay y muchas gracias por compartir de forma tan amena estos trocitos de historia. Me quedo por aquí sin duda.
ResponderEliminarUn saludo,
Sara
Me alegro mucho que te haya gustado.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, saludos y ¡¡FELICES FIESTAS!!