Siempre se ha dicho que España es
un país diferente. Lógicamente, esa afirmación es muy exagerada, pero se podría
decir que podría ser cierta, a la vista de algunos episodios de nuestra
Historia.
Para empezar, hay que saber que
en la Península Ibérica fue uno de los primeros lugares de Europa donde se
utilizaron cañones para la guerra. Ese fue uno de los avances que nos trajeron
los musulmanes. Desgraciadamente, primero los usaron contra los cristianos en
la reconquista de Sevilla. Aun así, esa ciudad fue tomada por el rey Fernando
III el Santo, en 1248.
Parece ser que donde más los
utilizaron los musulmanes fue en la defensa de Niebla (Huelva) en 1262.
Posteriormente, ya la utilizaron
ambos bandos en los varios sitios que
sufrió la estratégica ciudad de Algeciras (Cádiz), también durante la
Reconquista, durante el siglo XIV.
Con esto, sólo pretendo decir que
siempre hubo una gran tradición artillera en España. Tanto en los combates en
tierra como en el mar.
Más tarde, el uso de la
artillería se generalizó en Europa durante la larga guerra de los Cien Años
(1337-1453). Varios autores afirman que algunos nobles que lucharon en esta
guerra, previamente, habían luchado en la Reconquista, en España, y ahí habían
conocido el uso de esas armas de fuego.
Una vez introducidos en el tema,
vamos a ver qué ocurrió en España, para que alguien tomara la decisión de
suprimir nada menos que el arma de Artillería del Ejército español. Algo que
hoy nos parecería absolutamente descabellado.
La Artillería española siempre ha
tenido fama de tener un elevado nivel técnico. No hay que olvidar que por la
Academia de Artillería, situada en Segovia, han pasado muy buenos profesores.
Entre ellos, podríamos destacar
al famoso científico francés Louis Proust. Uno de los padres de la Química moderna, que estuvo unos años dando clases a
los cadetes de ese centro de enseñanza militar.
Parece ser que entre ellos
existían algunas tradiciones, como la que llamaban la “escala cerrada”. Esto
consistía en que, al finalizar sus estudios, los nuevos oficiales hacían una
solemne promesa, antes de abandonar la Academia, de no aceptar ascensos, salvo
los que les correspondieran por su antigüedad en el escalafón de su Arma.
Así que, cuando en los demás
Cuerpos del Ejército, los oficiales eran recompensados con ascensos por méritos
de guerra, los de Artillería, sólo aceptaban condecoraciones de diversos tipos.
También, durante muchos años, los
que terminaban sus estudios en esa Academia,
aparte de su despacho (título) de oficial de Artillería, también les entregaban
el de ingeniero industrial, con el que también podrían trabajar en la vida
civil. Por cierto, eso fue algo que nunca gustó a los ingenieros industriales
civiles.
Sin embargo, mientras duró la
guerra contra los franceses, España, dio un vuelco. Las Cortes se reunieron en
Cádiz para proclamar que la soberanía estaba en manos del pueblo y no del rey y
ellos, que eran los representantes de ese pueblo, redactaron y promulgaron en
1812 la famosa Constitución de Cádiz.
En 1814, cuando volvió Fernando
VII, que sólo pensaba ser un rey absolutista, como lo habían sido sus antecesores
en el trono, lo primero que hizo fue suprimir esa Constitución y todas las
normas emanadas de las Cortes de Cádiz.
Sin embargo, en 1820, tras el
pronunciamiento del coronel Riego a favor del liberalismo, que fue acompañado
por casi todo el Ejército, no le quedó más remedio que jurar esa Constitución.
En cambio, en 1823, la absolutista
Santa Alianza no quiso tolerar que en un país de Europa volviera a triunfar el liberalismo.
Según ellos, eso podría poner en peligro la seguridad de Europa y volver a las
guerras de los tiempos de Napoleón. Así que encargó a Francia que invadiera
España para liberar al rey a fin de que volviera a reinar como un monarca
absoluto.
Esas tropas, denominadas
popularmente como los Cien Mil Hijos de San Luis, no tuvieron demasiados
problemas para invadir España y llegaron a tomar Cádiz. Algo que nunca
consiguieron las tropas de Napoleón. También hay que decir que la resistencia
fue muy inferior a la de la Guerra de la Independencia.
Precisamente, la famosa Plaza del
Trocadero, en París, debe su nombre a la toma del fuerte del Trocadero (Puerto
Real, Cádiz), cuya conquista permitió la toma de la ciudad de Cádiz y la
liberación del rey, que había sido trasladado hasta allí por los políticos liberales.
Curiosamente, el duque de
Angulema, jefe de las tropas francesas que invadieron España, fue premiado con
el título de Príncipe del Trocadero, por haber vencido en esta guerra.
Evidentemente, en cuanto que
Fernando VII se vio libre, volvió a las andadas y esta vez ejerció una cruel
represión contra todo lo que oliera a liberal. Lógicamente, lo primero que hizo
fue abolir otra vez la Constitución de Cádiz. Aparte de ello, en los 10 años
que le quedaban de vida, se cree que ordenó la muerte de unas 30.000 personas.
Parece ser que entendió que no podía
confiar en el Ejército, por verlo demasiado liberal. Así que no se le ocurrió
otra cosa que disolverlo y se quedó tan ancho.
Nada menos que unos 10.000
oficiales se quedaron en la calle y algunos de ellos pasaron muchas penurias a
nivel económico.
Algo más tarde, creó unos
Tribunales de Purificación, a donde deberían presentarse todos los oficiales
que quisieran volver a ocupar su puesto. Evidentemente, se les hacía un estudio
a conciencia y además se les pedía que probaran que eran partidarios del rey.
Parece ser que el nuevo Ejército
no se llegó a organizar hasta mediados de 1831 y estaba formado solamente por
los oficiales que habían sido aprobados por esos tribunales.
Esta se podría considerar la primera
disolución del Arma de Artillería, aunque lo que realmente se disolvió fue todo
el Ejército español.
Curiosamente, en 1823, durante la
invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, al ver los profesores de la
Academia de Artillería de Segovia que los franceses iban a llegar muy pronto
hasta ese centro militar, optaron por evacuar el mismo, dirigiéndose a la
ciudad de Badajoz, que entonces era una de las ciudades con las mejores
fortificaciones de España. Allí permanecieron, siguiendo con sus clases, hasta el final de ese año, cuando recibieron
la orden de regresar a Segovia.
Puede parecer extraño que unos
alumnos de una academia militar tuvieran que huir de allí, pues, en principio,
su centro no parecía un importante objetivo militar. Sin embargo, durante la
Guerra de la Independencia, los generales franceses, mandaron un destacamento
de sus mejores tropas a la Academia para requisar los manuales que se
utilizaban en la misma. No olvidemos que Napoleón era un oficial de Artillería
y sabía que allí se custodiaban los manuales más avanzados de la época, que
trataban sobre ese tema.
Por otra parte, tampoco deberíamos
de olvidar que la Academia de Artillería de Segovia es el centro de enseñanza
militar que lleva más tiempo en funcionamiento, a nivel mundial. Ya ha cumplido
250 años, pues fue creada en 1764.
Para comprender cómo tuvo lugar
la segunda disolución de la Artillería española, creo que deberíais de leer mi
anterior artículo, dedicado a la sublevación del Cuartel de San Gil.
En resumen, en 1866, los
progresistas, liderados por el general Prim, decidieron dar un golpe de Estado
para intentar hacer abdicar a la reina Isabel II.
Parece ser que había mucho
malestar entre los suboficiales por el trato que les daba el Gobierno, así que
los golpistas les atrajeron con mucha facilidad.
El único oficial de ese cuartel
que se puso del lado de los golpistas fue el capitán de Artillería Baltasar
Hidalgo de Quintana Trigueros, el cual
puso a los suboficiales en contra de sus mandos. Así que, cuando empezó la
sublevación, los oficiales pretendieron defenderse y los suboficiales los mataron
a casi todos.
Como también entregaron armas a
muchos civiles, el centro de Madrid se convirtió en un campo de batalla, donde
llegaron a combatir hasta los capitanes generales. Tras la derrota de los
sublevados, vino la consiguiente represión que dio lugar a que 66 personas
fueran juzgadas y ejecutadas.
Aunque no pudieron capturar a ese
capitán, sin embargo, los oficiales de Artillería siempre le consideraron como
el responsable de la muerte de sus compañeros.
Tras la revolución de 1868,
volvió a España y siguió con mucho éxito su carrera militar. Seguramente, mucho
tuvo que ver en ello estar emparentado de uno de los políticos más importantes
del momento, Joaquín Aguirre.
En 1873, se le destinó a
Cataluña, como general de división, para combatir en la guerra contra los
carlistas. Así que, en cuanto se enteraron los oficiales artilleros, se
dedicaron a enviar solicitudes de baja al Ministerio de la Guerra.
Ruiz Zorrilla, que entonces era el Presidente del
Gobierno, se escandaliza por esta actitud y no se le ocurre otra cosa que
reorganizar la Artillería partiéndola en dos. Creando una escala facultativa,
que se dedicaría a las tareas de tipo técnico, y otra táctica, que sería la que
se dedicaría a combatir en el frente.
De esa manera, pondría en la
calle a la mayoría de los oficiales, porque se necesitarían muy pocos para esas
tareas técnicas. Por el contrario, ascendería a los suboficiales a oficiales, para
ocupar esos puestos que habrían quedado vacantes. Aparte de que cedería muchas
de las instalaciones de ese Cuerpo a los de Infantería y Caballería.
Este Real Decreto lo presenta
Ruiz Zorrilla al rey Amadeo I de Saboya. Sin embargo, éste como buen militar,
se lleva las manos a la cabeza, porque no puede creer lo que ve.
No obstante, al final, lo firma,
porque el presidente le amenaza con la dimisión de todo el Gobierno en bloque.
El monarca, tras haber firmado ese documento, le comunica que esa ha sido la
gota que ha colmado el vaso y que abdica y se vuelve a Italia.
Ese mismo día, tras la marcha de
los reyes camino de Italia, las Cortes
proclaman la I República española, aunque los que menos había en ese parlamento
eran republicanos.
En septiembre de 1873, tras la
llegada de Emilio Castelar a la presidencia del Gobierno de la I República, se
restaura el Arma de Artillería, tal y como estaba antes de la “ocurrencia” de
Ruiz Zorrilla. Algo que a Castelar le agradecieron todos los artilleros.
Incluso, desfilaron en su comitiva fúnebre, el día de su entierro.
Ahora nos encaminamos a la
tercera disolución de la Artillería. Parece ser que en 1891, la Junta Central
del Cuerpo de Artillería, decidió recoger en un documento encuadernado las
firmas de todos los oficiales, donde se oponían a cualquier tipo de ascenso,
que no fuera por riguroso turno, dentro del escalafón de ese Cuerpo.
Eso es lo que se ha denominado la
“escala cerrada” y, por lo que se ve, es algo que prometían todos los
artilleros, cuando acababan sus estudios en la Academia. Creo que algo parecido
hacían también los de Ingenieros.
En septiembre de 1923, el general
Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, dio un golpe de Estado
incruento y se hizo con todo el poder. Imponiendo una dictadura militar en
España.
Parece ser que en 1926 uno de los
muchos pelotas que hay en los ministerios, le dijo que iba a hacer las
gestiones necesarias para darle el título de “coronel honorario de Artillería”, algo que le alegró mucho.
Lo que ocurrió es que, cuando los oficiales artilleros se enteraron de ello, se
opusieron en bloque a ese proyecto y, como sabemos, esas cosas no les gustan nada a los dictadores.
Así que, unos días después, firmó
un Real Decreto por el que se liberaban a los militares de cualquier promesa
que hubieran firmado, obligándoles a aceptar las medallas y los ascensos
concedidos por cualquier medio. Estaba muy claro a quién iba dirigida esta
“flecha”.
A pesar de las protestas de los
artilleros, al mes siguiente, se aprueban las normas por las que se concederán
los ascensos en el Ejército.
Todo esto sólo hizo que
presentara su dimisión el jefe de la Sección de A rtillería del Ministerio
de la
Guerra. Así que, en agosto, su sucesor
en el cargo, intentó hacer ver al dictador las inquietudes de la Artillería,
pero éste no quiso escucharle. Después de varias reuniones, Primo de Rivera,
ordenó el arresto domiciliario de ese militar.
A principios de septiembre,
aparecen publicados en lo que ahora se llama el Boletín Oficial del Estado, dos Reales Decretos, que
parecen increíbles para un país civilizado.
En el primero de ellos se declara
el estado de guerra en todo el territorio nacional. En el segundo, se da la
orden para una nueva disolución del Arma de Artillería. Los únicos no afectados
por este decreto son los que se hallan en Marruecos, luchando en la Guerra de África. Incluso, se
cierra la Academia de Artillería.
Parece ser que el traspaso de las
instalaciones a otras unidades se hizo de forma pacífica. Sólo hubo dos
excepciones. En la ciudadela de Pamplona se registró un pequeño tiroteo, que
costó las vidas de un oficial y un soldado de Artillería.
En la Academia de Segovia, el
claustro de profesores, encabezado por el director de la misma, se negaron a
entregar esas instalaciones al gobernador militar de esa plaza. Tras unas
cuantas horas de discusiones, llegaron a convencerlos y salieron de allí. No obstante,
tuvieron que responder ante un consejo de guerra, que condenó a muerte al
director de la Academia y a diversas penas al resto de los profesores.
Posteriormente, la pena de muerte le fue conmutada por el rey por la de cadena
perpetua.
Parece ser que esta nueva
disolución, que produjo la expulsión de todos los oficiales de este Arma, les
supuso graves problemas económicos a estos. Afortunadamente, a mediados de
noviembre de 1926, se publicó un nuevo Real Decreto, donde se invitaba a todos
los oficiales, que así lo decidieran, a reingresar en el Ejército.
Obviamente, a partir de ese
momento, el personal del Arma se encontraba muy desanimado a pesar de que la
propia Academia reinició sus cursos en enero de 1927.
Evidentemente, cambiaron
el cuadro de profesores por otro más afecto al dictador. Aparte de ello, los
nuevos cadetes no harían todos sus 5 años de estudios en la Academia de Artillería, sino tres en la General y dos en la de cada Cuerpo o Arma , pasando la de Artillería a ser solamente un centro militar y, en
menor medida, un centro técnico, como lo
había sido hasta ese año.
Parece ser que el mismo Primo de
Rivera pasó ese año por la Academia para presidir el acto de la entrega de
despachos a los nuevos tenientes, junto al ministro de Instrucción Pública, que
les entregaría los títulos de ingenieros industriales, como se solía hacer entonces.
En un momento de distensión,
estuvo charlando con el nuevo director de la Academia y le preguntó si los
nuevos tenientes habían vuelto a firmar la famosa promesa de no aceptar los
ascensos. El otro le dijo que no, pero no era cierto, porque el número 1 de la
promoción había ido recogiendo las firmas de los demás y tenía el documento
custodiado en su taquilla.
Volviendo a nuestro tema, a
finales del año 1928, se monta un complot contra el régimen, dirigido por el
político, José Sánchez Guerra. Parece ser que la idea era que la sublevación se
iniciara en Valencia, donde él pensaba que contaría con la colaboración del
capitán general de esa región militar.
El intento de golpe se dio el
29/01/1929, pero fue un fracaso total. Ninguna unidad se sublevó, salvo el regimiento
de Artillería destinado en Ciudad Real. Supongo que lo haría por no haber
recibido las noticias sobre el golpe. Así que, desde Madrid, enviaron unas
tropas para sofocar esa sublevación y detener a todos los mandos implicados en
ella. También se detuvo en Valencia a Sánchez Guerra, porque se negó a huir al
extranjero. Incluso, el capitán general de Valencia fue relevado de su puesto. El
regimiento fue dado de baja por orden gubernamental.
Así que a mediados de febrero de
1929, el dictador, publicó otro Real Decreto, con la firma del rey, por
supuesto, donde se disolvía de nuevo el Arma de Artillería. No obstante, en la misma
norma se indicaba que todos los oficiales interesados en regresar a su puesto
tendrían que solicitarlo antes del 1 de junio de ese año y jurar su adhesión al
rey y al Gobierno de la dictadura.
Mientras tanto, esos militares, otra
vez tuvieron que buscarse el pan, dando
clases de ciencias en escuelas y academias privadas o preparando a los opositores.
Esta vez no se dictó ninguna pena
de muerte, sino condenas de cárcel para los sublevados, las cuales fueron, posteriormente,
rebajadas y luego amnistiados, con la llegada del nuevo gobierno del general
Dámaso Berenguer.
Espero que os haya gustado, aunque creo que me ha quedado un poco largo.
En que se inspiro Hollywood cuando rodó Orgullo y Pasión?. De donde salio ese gran cañón?. Lo vi cuando tenia menos de 10 años y quede fascinado cuando demolían a cañonazos las Murallas de Avila, claro que ahora pensaría en una tragedia si hubiera sido realidad. Curioso articulo.
ResponderEliminarAh casi me olvido: Una Feliz Navidad ! y que el próximo año nos continúes regalando mas artículos.
Pues la verdad es que no sé de dónde lo sacarían. Igual se lo prestó la Armería del Palacio Real. Lo cierto es que vi esa película hace mucho y no me gustó nada, aunque confieso ser un gran admirador de las películas de Cary Grant.
EliminarMe alegro que te haya gustado este artículo y también te deseo UNA FELIZ NAVIDAD Y UN GRAN AÑO 2018.
Me ha resultado muy interesante aún que conocía los hechos muy claros en este articulo
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario.
EliminarSaludos.