Muchas veces, cuando paseamos por
una ciudad con tanta historia como Madrid, no tenemos en cuenta que, en ciertos
lugares de la misma, se produjeron hechos que cambiaron la Historia de España.
Hoy vamos a hablar de uno de ellos.
Esta vez, nos vamos a situar en
la segunda mitad del siglo XIX. En 1865, a causa de la crisis, la Hacienda
española sufre un gran déficit, que cada año va a más.
Parece ser que, en este contexto,
el Gobierno publicó que se quedaría con
un 75% de los bienes del Patrimonio Real y cedería el resto a la reina Isabel
II. Lógicamente, eso motivó una ola de elogios, por parte de los parlamentarios
moderados, o sea, lo que ahora llamaríamos conservadores, que eran los del
partido en el poder.
Sin embargo, el famoso político republicano
Emilio Castelar, que tiene una estatua en el Paseo de la Castellana y que
también era catedrático de Historia, publicó dos artículos, donde atacaba esta
“donación”, al considerar que la reina se apropiaba de unos bienes que eran de todo
el Estado.
Como era de esperar, esos
artículos no tardaron en ser censurados. Sin embargo, como ocurre hoy en día,
también llegaron al pueblo en forma de pasquines que se repartían por todas
partes.
Evidentemente, eso encolerizó al
Gobierno y le ordenó al rector de la antigua Universidad Central de Madrid, que
destituyera fulminantemente a Castelar de su puesto en la misma.
Como el rector, Juan Manuel
Montalbán, en un gesto que le honra, se negó a cumplir esa orden, el ministro
no tardó en cesarlo y también a Castelar de su cátedra en esa Universidad.
Aparte de que se dictó una orden de captura y prisión contra Castelar.
Por lo visto, la cosa se estaría
poniendo muy fea, porque el Gobierno llegó a declarar el estado de guerra, para
prevenir altercados de todo tipo. No hay que olvidar que, en aquella época, era
normal ver gente armada por la calle.
A partir de ahí, se desarrollaron
unos hechos cada vez más graves. Por una parte,
el Gobierno nombró a uno de sus partidarios para ocupar ese puesto de
rector, que había quedado vacante.
Por otro lado, los alumnos y la
mayoría de los profesores de esa Universidad se solidarizaron con los represaliados
y empezaron las protestas.
Aparte de ello, varios
catedráticos dimitieron de sus puestos. Los más conocidos fueron Nicolás
Salmerón y Miguel Morayta. El primero es famoso por haber sido uno de los
presidentes de la I República y el segundo por haber
escrito una Historia de
España, que fue muy famosa, en su tiempo.
No obstante, a pesar de las
amenazas del ministro de la Gobernación, los estudiantes convocaron una
serenata en la Puerta del Sol, en apoyo de los profesores represaliados.
A la marcha de los estudiantes
hacia la Puerta del Sol, se les unieron obreros y miembros del Partido
Progresista, que, en ese momento, estaba en la Oposición.
Siguiendo las instrucciones del
ministro de la Gobernación, la Guardia Civil, junto con unidades de Caballería
y de Infantería, que les estaban esperando en la Puerta del Sol, cargaron
contra los manifestantes, disparándoles y utilizando la bayoneta calada. Parece ser que la mayoría de los disturbios tuvieron lugar en la calle Montera, a la altura del número 32, donde estaba entonces la sede del Ateneo.En ese
enfrentamiento se produjeron 14 muertos y 193 heridos. Curiosamente, la mayoría
de las víctimas ni siquiera eran manifestantes, sino gente que circulaba por la
plaza en ese momento. Este acontecimiento es conocido como la Noche de San Daniel.
Parece ser que las consecuencias
de estos hechos llegaron hasta el Consejo de Ministros, donde se enfrentaron directamente
el ministro de Gobernación, Luis González
Bravo, con el de Fomento, Antonio
Alcalá Galiano. El resultado fue que a este último, en la mitad de la
discusión, le dio una angina de pecho que le llevó a la tumba.
Todos estos acontecimientos
provocaron una gran crisis política, que llevaron a la caída del gobierno de
Narváez.
Hasta entonces, la gente pensaba
que el problema no era la reina Isabel II, sino los políticos que formaban sus
gobiernos. De ahora en adelante, empezó a pensarse que la única manera de hacer
progresar al país era obligar a la reina a dejar el trono.
A mi modo de ver, Isabel II, que
era una reina, que nunca estuvo preparada para asumir tal responsabilidad,
tenía una mentalidad muy conservadora. Así que, prácticamente, nunca permitió
que los progresistas o liberales llegaran al Gobierno. De esa manera, a estos
no les quedó otra que conspirar continuamente contra ella.
Esta vez, la reina ofreció al
Gobierno al general O’Donnell y éste le ofreció un puesto en el mismo al
general Prim. Sin embargo, el partido progresista no se dejó engañar y prefirió
seguir como hasta entonces. O sea, sin participar en la política y denunciando
la ilegitimidad de los gobiernos de turno.
La situación económica se agravó
tras conocerse la crisis en el sector de los ferrocarriles, que también hizo
caer a algunos Bancos. Parece ser que se habían efectuado fuertes inversiones
en el tráfico ferroviario, pero la gente no solía utilizarlo porque los
billetes eran muy caros y porque todavía no se tenía la costumbre de viajar.
Esta vez, la idea fue realizar un
movimiento, donde se concentraran civiles y militares, cuyo claro objetivo era
expulsar a Isabel II del trono de España. El cabecilla de ese movimiento fue el
famoso general Prim. También se hallaba Sagasta entre los políticos que se
unieron a ese movimiento.
La idea era comenzar el 26 de
junio de 1866. La primera unidad en sublevarse tendría que ser la Artillería,
que estaba destinada en el cuartel de San Gil y a ésta se uniría otra unidad de
Infantería, radicada en el antiguo y famoso Cuartel de la Montaña. Ambas situadas
en zonas muy próximas al Palacio Real.
El cuartel de San Gil estaba en
la calle Leganitos, la cual llegaba entonces, aproximadamente, hasta donde está
el monumento a don Quijote y Sancho Panza, en la Plaza de España. O sea, el
cuartel ocupaba la mitad de lo que es
ahora la Plaza de España.
Mientras que el cuartel de la
Montaña estaba situado donde ahora se halla el Templo egipcio de Debod, dentro del
Parque del Oeste.
Parece ser que los insurrectos no
tuvieron mucha suerte a la hora de convencer a los oficiales. Así que se
dedicaron a atraerse a los suboficiales y a la tropa.
El nerviosismo llegó a tal punto
que, por miedo a ser descubiertos, en el Cuartel de San Gil, decidieron
comenzar la sublevación 4 días antes de lo acordado. Parece ser que el único
oficial de ese cuartel que se unió a los sublevados fue el capitán Baltasar
Hidalgo de Quintana y Trigueros, que era seguidor del general Prim y fue el que
los convenció para que se sublevasen contra sus propios mandos.
Ocurría que en el seno de la
Artillería había un profundo descontento entre los suboficiales, motivado
porque los oficiales no permitían el ascenso de los primeros, pretextando que
no tenían la formación suficiente al no haber pasado por la Academia de
Artillería. No hay que olvidar que uno de los requisitos para estudiar en esa Academia era que los padres del alumno fueran nobles.
La idea de los suboficiales
sublevados era apresar a los oficiales de guardia y encerrarlos en el cuartel
para seguir con la sublevación por la calle. Sin embargo, parece ser que un
teniente se defendió, disparando con su arma y eso provocó una matanza, donde
murieron varios oficiales y suboficiales.
No pudieron matar a todos los
oficiales, así que dos de ellos, que resultaron heridos, consiguieron escapar y
llegar hasta el Ministerio de la Guerra, situado junto a Cibeles, donde
avisaron de lo ocurrido en su cuartel.
Posteriormente, se dedicaron a
repartir armas entre los milicianos, lo que hizo que se produjeran tiroteos por
algunos lugares céntricos de Madrid.
La situación se convirtió en
caótica, y así siguió durante todo el día. El Alto Mando del Ejército tuvo que
emplearse a fondo para luchar contra los insurrectos. Se pudieron ver por las
calles hasta 5 capitanes generales y 3
tenientes generales luchando contra los sublevados.
El mismo general Serrano tuvo que
salir apresuradamente de su casa en la calle Barquillo y se dirigió a un
cuartel de Artillería, situado frente al Retiro a fin de ponerse al frente de
esas tropas.
Los rebeldes también fracasaron
en su intento de asaltar el Palacio Real, bien defendido por unidades de la
Guardia Real, que habían recibido refuerzos de otras unidades próximas.
La sublevación fracasó, porque no
se unió ninguna otra unidad al regimiento de Artillería del Cuartel de San Gil.
Así que fueron retrocediendo hasta su base.
El propio general Serrano se puso
al mando de las tropas que fueron cercando a los insurrectos, cuyo último foco
de resistencia fue el mencionado Cuartel de San Gil. Tuvieron que utilizar la
Artillería y al día siguiente lo asaltaron las fuerzas al mando del marqués del
Duero. Otro al que también le han dedicado una estatua en el Paseo de la
Castellana.
Parece ser que la rebelión se
convirtió en una auténtica masacre. Hubo unos 200 muertos y 300 heridos. Aparte
de ello, se apresaron a unos 1.750, entre civiles y militares.
En pocas palabras, el centro de
Madrid se convirtió en un auténtico campo de batalla, con muchas calles
bloqueadas por medio de barricadas.
Entre los políticos, las alarmas
se encendieron cuando comprobaron el alcance de este movimiento insurreccional.
Se le llegó a calificar como de una “revolución social”. Algo que, según
decían, había que cortar de cuajo.
Realmente, la represión fue brutal
y al saberse que la reina estaba
empeñada en fusilar a todo el que hubieran pillado empuñando un arma, esto sólo
valió para aumentar la antipatía popular hacia ella y los Borbones.
Parece ser que, en los días
posteriores, fueron fusiladas 66 personas. La mayoría de ellos suboficiales y
soldados del Cuartel de San Gil. Previamente, les hicieron un consejo de guerra
en un cuartel de Ingenieros, que se hallaba enfrente de la puerta principal del
Parque del Retiro.
No obstante, también fusilaron al
antiguo general carlista, Juan Ord óñez de Lara, que les había estado disparando desde la
ventana de un edificio.
Las ejecuciones tuvieron lugar
delante de una tapia, que había tras una
antigua plaza de toros, que estaba situada junto a la Puerta de Alcalá. Más o
menos, donde empieza la calle Serrano y ahí los fusilaron.
Llama la atención la crueldad
mostrada por la reina, algo que no era muy normal en ella. No sé si tendría
algo que ver que en esos sucesos alguien mató al coronel Federico Puig Romero,
que era el jefe de ese regimiento de Artillería.
La verdad es que sigue sin
saberse cómo fue el asunto, ni quien lo mató. Sin embargo, las autoridades
dijeron que, entre los fusilados estaba el que mató a este militar. La
singularidad de este militar es que se cree que fue uno de los múltiples
amantes de la reina y hasta dicen las malas lenguas que podría ser el padre del
rey Alfonso XII y no Puigmoltó, como se venía afirmando habitualmente. Parece
ser que existe una carta de Alfonso XII a los hijos de Puig, donde les llama
“hermanos”. Incluso, la reina, otorgó más ayudas a la familia de este coronel, que a las del resto de los oficiales muertos en ese suceso.
Estos hechos provocaron la caída
del general O’Donnell y el regreso al Gobierno del general Narváez. Parece ser
que el primero no se llevaba muy bien con la reina.
La cosa no acabó aquí, sino que
continuó teniendo trascendencia a lo largo del tiempo. Antes he mencionado que
el único oficial de Artillería que se puso del lado de los sublevados fue el capitán
Baltasar Hidalgo de Quintana.
Evidentemente, esto nunca se lo
perdonaron sus antiguos compañeros y siempre lo consideraron responsable de la
muerte de esos jefes y oficiales a manos de los sublevados. Parece ser que,
como logró escapar, desde el exilio, escribió una carta explicándoles los
motivos por los que se había sublevado, pero así y todo no le perdonaron.
En 1868, tras el éxito de la
Gloriosa, liderada por Prim, Serrano y Topete, regresa a España, donde es
ascendido a coronel y también se le nombra ayudante de Prim. Precisamente,
estuvo luchando en la famosa batalla de Alcolea, a las órdenes del general
Serrano. Poco a poco va ascendiendo, llegando en 1872 a mariscal de campo,
equivalente a general de división.
Con la llegada al trono del rey
Amadeo I de Saboya es nombrado capitán general del País Vasco y Navarra. Parece
ser que en ese destino volvió a coincidir con algunos antiguos compañeros artilleros
y surgió el conflicto.
De hecho, Hidalgo, se enfadó
mucho cuando vio que no se presentó ningún artillero a su toma de posesión en
su sede de Vitoria. Así que dimitió de su cargo.
En 1873, fue destinado a Cataluña
como mariscal para combatir en las guerras carlistas y tenía mando directo
sobre unidades de Artillería.
Aunque parezca mentira, el
nombramiento de Hidalgo cayó tan mal entre sus antiguos compañeros que se
pusieron todos de acuerdo, salvo los que se hallaban de servicio en las
colonias, para pedir la dimisión o el
retiro. Hasta el director general de Artillería dimitió de su puesto.
Incluso, la misma Academia de
Artillería, situada en Segovia, cerró sus puertas y, durante un tiempo, los
cadetes siguieron recibiendo sus clases en un palacete cedido por un noble, aunque
acudían todos vestidos de paisano.
Esto era más importante de lo que
pudiera parecer a primera vista, porque los artilleros eran a la vez los
ingenieros industriales que diseñaban y fabricaban las armas utilizadas por el
Ejército.
Así que los artilleros amenazaron
al Gobierno y a éste, presidido por Ruiz Zorrilla, no se le ocurrió otra cosa que proponerle al
monarca que disolviera la Artillería. Parece ser que esto fue la gota que colmó
el vaso y, acto seguido, el monarca abdicó y regresó a Italia.
Durante la I República, a Hidalgo
no le fue mal y ocupó varias capitanías
generales. Precisamente, durante este periodo republicano, fue Emilio Castelar
el que restableció el Cuerpo de Artillería tal y como estaba antes de esa
disolución. Parece ser que, cuando erigieron su estatua en el Paseo de la
Castellana, los artilleros encargaron que se le colocara un cañón, como
agradecimiento de la Artillería.
Sin embargo, tras la llegada de
Alfonso XII, la cosa fue a peor. No sé si sería porque le culpaba de la muerte
del coronel Puig.
El Gobierno ordenó su
apresamiento y su encierro en varias cárceles militares. Así estuvo, de un lado
para otro, durante todo el reinado de Alfonso XII.
Sin embargo, durante la regencia
de María Cristina, viuda de Alfonso XII, la situación cambió radicalmente.
Volvieron a darle puestos de importancia y hasta consiguió ser ascendido a
teniente general. Además fue presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina
y también, durante varios años, fue senador por la provincia de Badajoz. Murió
en 1903.
Excelente artículo, en línea con las investigaciones llevadas a cabo por la investigadora María Nieves Michavila Gómez en su libro Voces desde el más allá de la historia, avalado por la catedrática Isabel Burdiel. Siempre es bueno que la verdad poco a poco se abrirá camino. Muchas gracias por tan buen artículo.
ResponderEliminarMe alegro mucho que le haya gustado este artículo, aunque no estoy muy de acuerdo con las ideas que aparecen en el libro que menciona.
EliminarDe todas formas, le animo a que lea otros artículos del blog, que estoy seguro que le resultarán igual de interesantes.
Muchas gracias por su comentario y saludos.
Los amantes de la historia agradecemos siempre las nuevas aportaciones, como es el caso de los datos que usted incluye en este artículo sobre el coronel Puig, extraídos del libro Voces desde el más allá de la historia, que sienta las bases para trabajos de futuros investigadores.
ResponderEliminarEs muy loable la labor llevada al cabo por María Nieves Michavila, puesto que invita al seguimiento de la historia desde un punto de vista más crítico, ayudándonos a cuestionar a aquellos historiadores al servicio del poder y ofreciéndonos todas sus versiones y múltiples contradicciones sobre los sucesos acaecidos en el Cuartel de San Gil y el asesinato de Federico Puig Romero, por supuesto, también como tataranieta del mismo, la versión que le llegó por vía oral a través de sus antepasados, especialmente de su abuela, nieta de Federico Puig Romero .
Es importante la labor que llevas a cabo en este magnífico blog, que nos acerca a la historia; pero también las investigaciones de María Nieves Michavila, que cuestionan la historia, ofreciéndonos datos precisos y asientos de archivos que nos abren el camino a nuevas investigaciones. No se trata de estar de acuerdo o no, puesto que no se trata de eso, sino de llegar a la verdad de lo sucedido y sus consecuencias.
Muchas gracias por este esplendido blog de historia.
Paco arenas
Yo no sé si Vd. sabe que, desde inicios del siglo XX, el estudio de la Historia pasó a ser una disciplina científica tan válida como otras muchas. Así que no sólo hay que aportar nuevos datos, lo cual es muy importante, sino también saber interpretarlos adecuadamente, demostrando la importancia de los mismos.
EliminarCreo que la autora se dedica a otra rama científica. Así que debería de saberlo, igual que yo.
Como comprenderá, ya hemos pasado de esa fase donde alguien decía algo y era como si dijese “esto es así, porque lo he dicho yo” y todo el mundo decía “amén”, como en las misas. No se puede intentar sacar cosas donde no las hay a base de conjeturas precipitadas.
Por ejemplo, ¿qué le parecería si alguien encontrara un botón en el suelo y dijera este botón pertenece a un abrigo del tal tipo, el hombre que lo llevaba medía y pesaba tanto, era rubio, con ojos azules y además era zurdo?
Estas conclusiones eran muy típicas en las novelas de Sherlock Holmes, pero, al menos, allí se veía que este personaje razonaba cómo había llegado a esa conclusión.
Confieso que me he leído el libro que mencionaba y no me ha convencido en absoluto, pues llega a una serie de conclusiones que me parecen muy forzadas y no se sustentan en unas bases que puedan ser probadas.
Supongo que habrá a quien le guste ese tipo de Literatura, pero a los que nos dedicamos a la Historia no, porque tiene unas conclusiones que parecen más basadas en conjeturas que otra cosa.
Lo siento, me gustaría tener una opinión más favorable, pero es lo que pienso sobre ese tema.
Muchas gracias por su comentario y saludos.
Me ha gustado mucho el artículo. Es muy completo y añade información novedosa: lo referente al coronel Puig, su asesinato sin resolver, la posible relación que mantuvo con la reina Isabel II, la carta de Alfonso XII dirigida a los hijos de este coronel diciéndoles hermanos lo que lleva a presuponer que pudiera ser hijo del coronel Puig, las represalias de este monarca contra Hidalgo…
ResponderEliminarEstos datos son dados a conocer por primera vez en el libro Voces desde el más allá de la historia, que también he leído y me causó muy buena impresión. Aunque usted tiene una opinión distinta, pese a todo incluye los resultados de la investigación de la autora, lo cual se agradece porque muestra que está al corriente de las nuevas investigaciones y proporciona información más completa que otros blogs sobre el mismo tema.
Muchas gracias por aportanr tanto a los amantes de la historia. Saludos
ResponderEliminarCelebro que le haya gustado mi blog. Así que le animo a leer otros de mis artículos y a hacer los comentarios que quiera. Todos serán bien recibidos.
EliminarMuchas gracias por su comentario y saludos.