ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

viernes, 4 de noviembre de 2016

LA TOMA DE LA BASTILLA



Seguramente, a todos nos enseñaron de pequeños que los revolucionarios franceses atacaron un 14 de julio de 1789, la fortaleza de la Bastilla con el único propósito de quebrar el Antiguo Régimen. Si seguís leyendo este artículo, ya veréis que eso no es del todo cierto.
El rey Carlos V de Francia, que reinó entre 1364 y 1380, en plena Guerra de los Cien años, se encontró un reino absolutamente desolado. Así que tuvo que reconstruirlo y, además, recobrar el prestigio de la monarquía francesa.
Una de sus decisiones fue construir un castillo para defender la muralla este de París de los posibles ataques de los ingleses o sus aliados. El nombre de “bastilla” significa entrada fortificada.
Estaba situado junto a la puerta de San Antonio. Por ello, siempre se le llamó Bastilla de San Antonio.
La fortaleza se construyó entre 1370 y 1383. Estaba compuesta por ocho torres y un foso, que se llenaba con agua procedente del Sena.
Medía 68 m de largo por 37 de ancho. Los muros tenían 23 m de alto y el grosor de los mismos era de 3 m. Las mazmorras estaban situadas dentro de cada una de las 8 torres.
Aunque, desde el siglo XV, ya fue declarada prisión, por sus muros pasó buena parte de la Historia de Francia. Incluso, durante unos años, estuvo en poder de los ingleses.
El lugar debería de ser muy seguro, pues el mismo rey Carlos V de Francia se hizo un pequeño palacio justo al lado, donde residió durante casi todo su reinado.
Incluso, durante el reinado de Enrique IV, se utilizaron algunas de sus cámaras para depositar en ellas el tesoro real.
En 1550, se construyó un bastión, para mejorar la defensa de las murallas, principalmente, contra el uso de una nueva arma, los cañones de Artillería.
Parece ser que, en el siglo XVII, Luis XIV, dio orden de demoler algunas de las murallas de París, dejando la fortaleza como estaba inicialmente.
Reforzando su carácter de monarca absoluto, destinó ese castillo para hacer encerrar allí, sin previo juicio, a todo aquel que le estorbara en su labor de gobierno.
Anteriormente, dicen que también fue la prisión favorita del famoso cardenal Richelieu, donde solía encerrar a todo aquel que le causara alguna molestia.
El procedimiento era muy simple. Aquel al que se le ocurriera perturbar al rey o al Estado, recibía un documento, llamado “lettre à cachet”, por el cual se le ordenaba su ingreso en esa prisión. Voluntariamente o por la fuerza.
Realmente, era una forma elegante de quitarse a la gente del medio. Parece que las condiciones de encierro no eran muy penosas. Concretamente,  a las personas dotadas de mayores medios económicos, se les permitía amueblar las celdas a su gusto y hasta tener criados a su servicio. Evidentemente, esto no estaba al alcance todos los prisioneros.
La verdad es que a los reyes de Francia les debería de gustar este lugar de detención, pues entre los siglos XVII y XVIII, pasaron más de cinco mil personas por sus celdas.
El primer prisionero que tuvo el dudoso honor de inaugurar esa prisión fue Hugues Aubriot, intendente del rey Carlos V. Precisamente, fue este personaje el que ordenó la construcción de esa fortaleza, por orden del rey. Parece ser que fue detenido por sospechar que mantenía relaciones de tipo financiero con los judíos.
Se puede decir que Luis XIV fue el rey que más la utilizó. Se cree que envió a esa prisión a más de 2.300 personas.
El más famoso de los encarcelados por este monarca fue Nicolás Fouquet. Antiguo ministro de Finanzas. A este desgraciado no se le ocurrió otra cosa que construirse un palacio, que podría competir en lujo con los del rey y, encima, para rematar el escarnio, no se le ocurrió otra cosa que invitarle a la inauguración del mismo.
Obviamente, al rey no le gustó nada esta competencia y, sobre todo, el ver que había construido una cúpula a la entrada del edificio. En aquella época, sólo podían tener cúpulas las iglesias y los palacios reales. Así simbolizaban que, por encima de su poder sólo estaba Dios.
Dicho esto, tras otra visita de la familia real, al final del verano de 1661, donde el ministro se puede decir que tiró “la casa por la ventana”, por lo que se refiere a sus agasajos a la corte, el cabreo del monarca fue en aumento y ordenó su inmediato arresto.
Se le acusó de una posible malversación de fondos públicos y de ofender a la figura del rey. Éste, ni siquiera quiso aceptar el palacio, cuando Fouquet se lo ofreció, como pago por su libertad. Evidentemente, luego se lo confiscó. Es posible que escriba otro artículo sobre este personaje, que tuvo una vida muy novelesca.
Otro de los más famosos detenidos en la Bastilla, fue el famoso hombre de la Máscara de hierro, del cual se han escrito multitud de novelas, sin llegar nunca a conocer su identidad.
Los detenidos que se hallaban en esa prisión se encontraban en una completa indefensión legal. El motivo aducido era que no estaban penados, sino que estaban siendo investigados por cualquier cosa y solían estar una media de 3 años encerrados entre sus murallas. Siempre a disposición de la Policía para poder interrogarles tranquilamente.
También muchos protestantes franceses figuraron entre los detenidos en la Bastilla, pues Luis XIV, que era muy católico, abolió el Edicto de Nantes, que había servido para acabar con las guerras de religión en ese país.
Aparte de ello, allí fueron a parar presos de toda clase. Durante los reinados de Luis XV y XVI se enviaron menos presos, sin embargo, hubo más por delitos de opinión, como los relacionados con la censura de imprenta y miembros de ciertas sectas religiosas, como los llamados jansenistas.
Hasta el mismo marqués de Sade pasó por esos calabozos y no fue liberado, tras la toma de la fortaleza, porque, unos días antes,  había sido trasladado a otra prisión fuera de París.
Por lo visto, en aquella época, estaba muy de moda que las personas nobles que molestaran a sus familias, fueran detenidas y llevadas a esta fortaleza. Incluso, en muchos casos, tras la petición expresa de alguno de sus familiares. Parece ser que esto fue lo que le ocurrió al marqués de Sade, pues fue encerrado a causa de una denuncia de su suegra.
Incluso, el archiconocido Voltaire, pasó un año por sus mazmorras a causa de haber escrito una sátira contra el duque de Orleans.
No obstante, también aprovecharon esta fortaleza para encerrar en ella a muchos enfermos mentales. No sabemos si ya lo eran antes de entrar o enfermaron tras sus muros.
Parece ser que la vida en la Bastilla no era tan desagradable como se suele mostrar en las películas.
Evidentemente, las clases altas, tenían las mejores habitaciones, situadas a media altura de cada torre. Las celdas de los pisos altos eran las peores, por hacer en ellas mucho frío o calor, según la estación del año.
En cambio, las del piso bajo se utilizaban como celdas de castigo, por ser frías y húmedas.
El trato tampoco era malo. Parece  ser que los guardianes eran pocos y no se metían mucho con los presos. Incluso, las comidas eran de buena calidad y muchas veces, los presos de los estamentos privilegiados, solían comer junto al gobernador de la fortaleza.
En la época de Luis XVI, antes de proceder a liberar a un prisionero, se le hacía firmar un documento por el que se le obligaba a no divulgar nada sobre el interior de esta fortaleza, ni la vida que habían tenido durante su encarcelamiento. Incluso, en muchos casos, se les otorgaba una pensión, como indemnización por su cautiverio.
Ciertamente, durante el siglo XVIII, se hizo una campaña contra el poder absoluto del rey que, en muchas ocasiones, daba lugar al encierro en esa prisión.
A raíz de estas críticas, se fueron atenuando las condiciones del cautiverio. Así, desde el Gobierno, ordenaron que se les suministraran periódicos a los presos y pudieran comunicarse por correo con sus familias.
Incluso, se modificaron las famosas “lettres à cachet”. Ahora figuraba en las mismas la acusación por la que el rey había ordenado su detención y el tiempo estimado de cautiverio.
Llegados a un punto en que Francia era un reino que estaba casi en quiebra, se propusieron recortes por todas partes. Más o menos, como ahora. En 1788, dado que ya era muy caro mantener esta fortaleza y sólo albergaba ya a 7 presos, se propuso su demolición y, ceder su lugar a una plaza decorada con columnas y fuentes ornamentales.
En 1789, como el Estado estaba sin dinero, el rey accedió a la reunión de los Estados Generales, que luego pasó a ser la Asamblea Nacional. Este parlamento no se había reunido desde el siglo XVI.
Como la situación se fue radicalizando, cada vez más, y al pueblo no se le resolvían sus problemas con prontitud, por todas partes cundió el desorden. El Gobierno ordenó el traslado de refuerzos militares a la capital, llegando a reunirse 15 regimientos y casi todos formados por soldados extranjeros. Así que se produjeron mayores conflictos de orden público.
Como el pueblo se hallaba, prácticamente, desarmado y no podía luchar contra estas fuerzas militares, se creó una milicia burguesa, antecedente de la Guardia Nacional. El problema es que no tenían armamento. Así que, primero, se dirigieron a los Inválidos, donde robaron algunas armas, sin oposición alguna, por parte de los soldados allí acantonados. El problema es que, salvo los fusiles, a esas armas  se las podría calificar como de museo.  No obstante, allí no encontraron la munición correspondiente.

Posteriormente, les llegó la noticia de que las balas y la pólvora habían sido depositadas en la Bastilla. Así que hacia allá se encaminaron unas 900 personas. La mayoría de ellas, pertenecientes al pueblo llano.
En vísperas de este asalto, el gobernador de la Bastilla, De Launay, había tomado algunas medidas. Una de ellas fue solicitar el refuerzo de 32 efectivos de las guardias suizas, que se sumarían a los 82 soldados de guarnición en esa fortaleza. También había dado orden de bloquear todas las puertas y revisar los 30 cañones situados en sus murallas.
Su punto débil era que sólo tenían víveres para dos días y no contaban con un pozo para poder disponer de agua.
Este episodio me recuerda otro que tuvo lugar durante la Guerra Civil española. En Madrid, los milicianos consiguieron que el Gobierno les repartiera fusiles. Sin embargo, los militares que estaban a favor del golpe guardaron los cerrojos de estas armas en el cuartel de la Montaña. Por eso, se produjo el asalto a ese recinto militar.
En París, una vez reunida la multitud alrededor de la fortaleza, De Launay, el gobernador de la misma, permitió la entrada de unos cuantos, en representación de todo el grupo. Eso fue sobre las 10 de la mañana. Al poco rato, salieron.
Sobre las 12 del mediodía, entraron otra vez los representantes.
Esta vez, le exigieron al gobernador la entrega de las armas y la pólvora, que tenía bajo su custodia. Éste se negó, porque no había recibido ninguna orden por parte de la corte.
Hora y media después, la tensión hizo que algunos revolucionarios empezaran a disparar contra la fortaleza, siendo contestado el fuego desde las almenas.
Poco más tarde, llegó un grupo de soldados que se habían sublevado y se unieron a los revolucionarios. Este grupo portaba unos cuantos cañones con los que dispararon a las pue
rtas de la Bastilla. La situación estaba cada vez más tensa, porque los revolucionarios habían tenido muchas bajas entre sus filas.
El gobernador sabía que no podría aguantar mucho tiempo, porque no disponía ni de agua ni de víveres suficientes. Así que intentó capitular, amenazando con hacer explotar los barriles de pólvora, si no se aceptaban sus condiciones. Mientras ocurría esto, alguien consiguió que se bajara el puente levadizo de una de las puertas y por allí entraron los revolucionarios.
Otros dicen que el gobernador sacó una especie de bandera blanca, hecha con un  pañuelo, por una brecha de la fortaleza. Después, se abrieron las puertas y la gente entró en la fortaleza. Eso ocurrió sobre las 17.30 horas.
De Launay fue llevado detenido hacia el Ayuntamiento de París. Sin embargo, durante el camino fue increpado por la
muchedumbre. Cuando él fue a darle una patada a un cocinero, los revolucionarios le clavaron sus bayonetas. Posteriormente, un carnicero, le cortó la cabeza y la clavaron en una pica. Al igual que ocurrió con otros militares que habían defendido esa fortaleza. Luego, desfilaron mostrando las cabezas cortadas por el centro de París. No obstante, la mayoría de los soldados, que habían luchado dentro de la fortaleza no sufrieron ningún daño, al ser escoltados por los militares sublevados franceses.
Luis XVI, que estaba en su palacio de Versalles, no conoció esta noticia hasta las 8 de la mañana del día siguiente.
Cuando le despertó el duque de la Rochefoucauld-Liancourt y le contó lo ocurrido, el monarca, preguntó:
“¿Esto es una rebelión?”
El duque le contestó: “No señor, no es una rebelión, es una revolución”.
De esa manera, el Pueblo, destruyó uno de los iconos del Absolutismo, aunque, como ya he dicho antes, el Gobierno tenía pensado derribar esta fortaleza de todos modos, porque ya no servía para nada.
También, en el campo, los revolucionarios, asaltaron las residencias de los nobles, quemaron los archivos y las oficinas de los recaudadores de impuestos. Así que eliminaron el régimen feudal que aún subsistía y la Asamblea Nacional se limitó a darle validez legal.
Algo más tarde, se tomó la decisión de derribar esa fortaleza y se le dio esa obra a un contratista. Éste contrató a unos 800 peones, los cuales trabajaron a buen ritmo y en pocos meses acabaron ese trabajo. Parece ser que la mayoría de sus piedras se utilizaron para la construcción de un puente.
La llave de esta fortaleza le fue regalada al presidente USA, George Washington. Desde entonces, se conserva en un museo de ese país.
Hubo muchos proyectos. Sin embargo, el único llevado a cabo fue la construcción de una columna, llamada de Julio y, posteriormente, se construyó también en esa zona la nueva ópera de París.

6 comentarios:

  1. Me ha encantado la descripción tan buena que haces de la historia de la Bastilla, me la he leído de un tirón. Aunque, a diferencia de otras veces, en seguida me han venido a la cabeza dos historias relacionadas con ella.

    La primera, es con Voltaire. Si la memoria no me falla, fue el célebre pensador quien hizo una referencia escrita del Hombre de la Máscara de Hierro, encerrado en la Bastilla. Lo que muchos no saben es que, entre los nombres que se barajan para ocupar la tristemente famosa máscara, figura el conde d'Artagnan, más famoso como un personaje de las novelas de dumasianas.

    La segunda tiene que ver con los muros de la construcción. Como bien dices, las piedras se emplearon para la construcción de un puente, pero no todas. Las que quedaron tiradas por ahí, muchos ciudadanos las guardaron como recuerdo, siendo aquel el origen de los "souvenirs".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Efectivamente, hay muchos candidatos para haber sido el famoso prisionero de la máscara de hierro, que algunos dicen que era un simple paño de terciopelo.

      Se ha hablado de mucha gente, como de un hermano gemelo de Luis XIV, de d'Artagnan, etc. A mí me parece más factible que hubiera sido el antiguo ministro Fouquet.
      Lo que no sabía es que se hubieran vendido piedras de la antigua fortaleza como souvenir. De todas formas, la gente es muy rara, porque también hubo algunos que empaparon sus pañuelos con la sangre derramada por Luis XVI, tras su decapitación.
      Muchas gracias por tu comentario y saludos.

      Eliminar
  2. Estimado Juan
    Qué grata sorpresa encontrar un blog así, usas un lenguaje muy ameno que consigue que uno no deje de saltar y lea todo. Felicitaciones! Me queda mucho por leer todas tus entradas, pero tengo todo el tiempo entre viaje y viaje del bus diario. Reiteró mis felicitaciones.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro que te haya gustado. Espero continuar sin defraudar a la afición.

      Todo un placer leer comentarios de este tipo.

      Muchísimas gracias y saludos.

      Eliminar
  3. Bien Aliado, muy ameno y sobre todo interesante. Por ahí leí que pensabas tirar la toalla, no lo hagas, y si necesitas otro brazo para remar contra la corriente, cuenta conmigo. Un Abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí que lo he pensado en más de una ocasión. En parte, poque siempre he tenido pocos lectores, pero, sobre todo, porque esta falta de comentarios da la impresión de que estás hablando con una pared y, como comprenderás, no es muy agradable.
      No obstante, tengo varios artículos empezados. Así que seguiré publicando en el blog.
      Muchas gracias por tu comentario y saludos.

      Eliminar