Muchas veces ocurre que nos
proponemos hacer alguna cosa e
intentamos planear concienzudamente nuestros actos. Lo malo es que,
desgraciadamente, suelen surgir imponderables que nos estropean nuestros
planes. Eso es, más o menos, lo que le ocurrió a nuestro personaje de hoy.
Para comprender mejor esta
historia, voy a empezar por hablar del gran almirante Andrea Doria. Un tipo
realmente curioso.
Todos habremos leído las hazañas
que este personaje realizó al servicio de España. Lo que pasa es que,
normalmente, no se dice que, anteriormente, había estado al servicio de Francia
y, lógicamente, combatió contra España.
Comenzó su carrera militar ingresando
en la Guardia Pontifica, que estaba a las órdenes de un tío suyo.
Posteriormente, estuvo al servicio del duque de Urbino.
Más adelante, combatió al
servicio de Francia, en las famosas guerras de Italia, donde el Gran Capitán
hizo un buen papel, como jefe del Ejército español.
En 1512, con sólo 46 años, fue nombrado
almirante de la flota de Génova y ahí empezó a tener tiranteces con sus
antiguos jefes, los franceses.
Llegó a vencer a una flota turca.
En cambio, fracasó en su lucha contra los españoles, los cuales obtuvieron una
gran victoria en Pavía y, además, capturaron al


Dicen que para explicar ese
cambio de postura, les contó a los soldados que tenía a su servicio, que se le
había aparecido varias veces un venerable anciano y le había indicado que
debería de luchar a favor de España.

Parece ser que el emperador
esperaba que Génova aportara a esa alianza sus numerosos barcos de guerra y los
fondos depositados en sus Bancos.
Supongo que, para probar su
lealtad, su primera misión fue levantar el sitio de Nápoles, que estaba siendo
asediada por los franceses. Cosa que consiguió sin muchos problemas. También
apartó a los galos de su tierra, Génova.
Parece ser que, antes de intentar
expulsar a los franceses, se había dedicado a ponerse en contacto con muchos
nobles genoveses, que se hallaban exiliados. A fin de conseguir su apoyo.

Así que, con unas cuantas
galeras, y sólo con unos 500 hombres, desembarcó en la ciudad una noche de
septiembre de 1528. Nada más llegar, se montó una enorme revuelta, la cual hizo
que la guarnición francesa retrocediera al castillo. Poco más tarde, tanto el
gobernador milanés, nombrado por los franceses, como éstos, se rindieron a las
tropas de Andrea Doria.
No se contentó con esto. Encaminó
sus fuerzas hacia la ciudad rival, Savona, la cual presumía de tener una fortaleza
inexpugnable y de atacar a Génova cada vez que le daba la gana. Aparte de que
rivalizaba comercialmente con ella.
Sin embargo, gracias a los conocimientos de un ingeniero
militar español, que se dedicó a construir minas de sitio, no tardaron
demasiado en echar abajo sus murallas y conquistar esa ciudad.

Parece ser que algunos le
aconsejaban al emperador que no se fiara demasiado de este desertor del bando
francés.
De todas maneras, no hay que
olvidar que al muy católico emperador no le había temblado la mano al ordenar
que, muy poco antes, sus tropas saquearan Roma.
Andrea, no tuvo hijos. Así que
adoptó a Giannetino, hijo de su primo Tomás, al cual lo estuvo preparando para
sucederle en sus nuevos dominios.

No obstante, la carrera de los
Doria, ya al servicio de los españoles, fue, casi siempre, de victoria en
victoria. Incluso, el mismo Giannetino había conseguido capturar en el mar al
célebre corsario turco Dragut, que luego fue el sucesor del famoso Barbarroja.
Supongo que todo esto puso en
guardia a las familias nobles de Génova. Igual no les gustó la idea de que los
Doria tuvieran tanto poder en la ciudad y menospreciaran a los miembros de los
demás clanes importantes.

Por aquel entonces, las
principales familias de Génova eran los Spinola, los Grimaldi, los Doria y los
Fieschi. Seguro que alguno de estos apellidos os suena de algo.
Concretamente, los Fieschi, era
un linaje aristócrata, que procedía de la época medieval y tenía varios siglos
de existencia. Hubo entre sus miembros nada menos que dos Papas, varios
cardenales, arzobispos, mariscales, etc.
En aquel momento, al frente de
esa familia se hallaba un joven llamado Giovanni Luigi Fieschi, que había
nacido en 1525 y había quedado huérfano muy pronto. Concretamente, su padre
murió cuando él sólo tenía 9 años.
Parece ser que era un tipo muy
ambicioso y no podía consentir que Giannetino sucediera a Andrea, aunque
tuviera que luchar contra el poderío del almirante.

Así que, Fieschi, estudió la forma en que Andrea se había hecho
con el poder en Génova y le pareció tan sencilla, que pensó que él podría hacer
lo mismo.
Se puede decir que esta
sublevación se realizó como un intento de parar el ascenso de la burguesía y el
declive de la nobleza tradicional.

Así que, durante un tiempo, el
jefe de la conspiración, se dedicó a buscar aliados y consiguió muchas
adhesiones a su causa. Al menos, verbalmente.
Entre los adheridos estaban
Alejandro Farnesio, que luego sería Papa, con el nombre de Pablo III; Pedro Luis
Farnesio, duque de Piacenza; César Fregosi, Cagnino Gonzaga y otras muchas
personalidades de la época. Casi todos pertenecían al bando que había apoyado a
los franceses.

Como Andrea había hecho anteriormente,
también buscó sus partidarios entre la burguesía y el pueblo. Así, financió a
los comerciantes del gremio de la seda, uno de los más importantes de la
ciudad.
También prometió que, si
gobernaba, haría prevalecer el mérito de los ciudadanos sobre el linaje de los
mismos. Seguro que ese rollo os suena de algo.
Parece ser que al almirante le
llegó alguna carta de las que se enviaban los conjurados entre sí. Sin embargo,
no le dio demasiada importancia, porque no parecía que se estuviera preparando
ninguna conspiración.
Incluso, el mismo Fieschi, seguía
visitando a los Doria y se comportaba amablemente con ellos, al igual que lo
hacía con los militares españoles residentes en Génova.

Algunos autores también dicen que
Giannetino había querido seducir a la bella esposa de Fieschi y, además, lo
había hecho delante de todos.
Además, se enteró de que Andrea
estaba enfermo. Así que pensó que, si Giannetino llegaba pronto al poder, una
de sus primeras decisiones podría ser encarcelar a los Fieschi, acusándoles de
conspiración.

Su estrategia no fue asaltar la
ciudad desde fuera, sino montar una revuelta desde dentro, apoyada por unos 500
soldados. De esa forma, llegó a reunir unos 10.000 sublevados.
La madrugada del 3 de enero de
1547, uno de sus hombres disparó un cañonazo desde una de sus galeras. Esa era
la señal para iniciar la sublevación.

Así, todas las fuerzas de los
conjurados confluyeron sobre la dársena, donde se hallaba el puerto militar.
Allí, los fieles que les quedaban todavía a los Doria, intentaron resistir todo
lo que pudieron, pero fueron aniquilados.

Andrea, que siempre fue mucho más
hábil que Giannetino, vio todo lo ocurrido desde una ventana y, sin que lo
vieran, montó en un caballo, que le llevó hasta una montaña, fuera de las
murallas de la ciudad.
Mientras tanto, Fieschi, al que
se le había visto durante la sublevación, vistiendo una pesada coraza de acero
con adornos de oro y con su espada en la mano, no aparecía por ninguna parte.
La gente lo esperaba para
vitorearle por su triunfo, pero nadie sabía dónde estaba. Incluso, Niccola Franco,
ayudante de Andrea Doria, deseaba parlamentar con él para llegar a un cierto
arreglo, sin necesidad de derramar más sangre.

Parece ser que aprovechando la
confusión, unos 300 galeotes turcos, que estaban condenados a remar en las
galeras genovesas, se hicieron con una de esas naves y huyeron hacia mar
abierto, en dirección al norte de África.

Lo cierto es que el conde Fieschi
no aparecía por ninguna parte, ni vivo, ni muerto. Sus partidarios, sin saber
qué hacer, comenzaron a abandonar sus posiciones. Unos huyeron, mientras que
otros regresaron a sus casas.
El entusiasmo de las masas se
tornó en decepción y luego en miedo, pues los Doria seguían siendo una familia
con mucho poder y todavía tenían muchos aliados. Así que, poco a poco, las
calles se fueron quedando vacías y todo el mundo se puso a esperar a ver qué
pasaba.
Al día siguiente se supo lo que
había ocurrido. Giovanni Luigi Fieschi, conde de Lavagna, llevaba una armadura
muy pesada. En cierto momento, fue a penetrar en uno de los barcos. Para ello,
tendría que atravesar una pasarela de madera.

A partir de ahí, se desató la
represión de los Doria y sus amigos. El cadáver del conde se extrajo del mar y
se dejó que se pudriera en el puerto, durante dos meses.
Los conspiradores que no pudieron
huir fueron asesinados. Todos los bienes de la familia Fieschi fueron
confiscados.
Las desgracias no habían acabado
aún, para los Fieschi. La viuda del conde, Eleonora Cybo, fue obligada a casarse
con un militar, del que pronto quedó de nuevo viuda y fue obligada a ingresar
en un convento de clausura.
Giulio Cybo, hermano de Eleonora
y casado con Peretta, una hermana de
Giannetino, estaba muy enfadado con los Doria. Entre otras cosas, por no haber
recibido la dote de su esposa, al cual se negaron a pagar los de ese clan
familiar.

Así que se alió con varios
genoveses exiliados en Venecia y otros miembros de la familia Fieschi. La idea
era acabar con el poder de los Doria, eliminar al embajador español y a los
partidarios de los españoles.
Esta vez, la conspiración se
pilló a tiempo. Giulio fue detenido y enviado a Milán. Estuvo un tiempo
encarcelado en un castillo, mientras llovían peticiones de clemencia para él,
por parte de las familias más importantes de Italia, como Los Médicis, los
Austria d’Este, etc.
Sin embargo, su propia madre,
Ricciarda Malaspina, no hizo ningún esfuerzo para salvarle la vida. Así que el
joven fue decapitado, en mayo de 1548, con sólo 23 años.
Me tuviste en vilo hasta el final. La descripción de los hechos es tan completa que por un momento distrae la atención del desenlace final, pero son buenísimos los detalles (muchos desconocía), pero igual, como muchas de tus entradas, se dejan leer todo de un tirón.
ResponderEliminarFelicitaciones !
Me alegro de que te haya gustado. No obstante, al principio del artículo, dejé una pista muy clara sobre el tema del mismo.
EliminarA todos nos ha ocurrido alguna vez que hemos preparado algo de manera muy minuciosa y, al final, ha surgido un imponderable que lo ha echado todo a perder.
Afortunadamente, para los Doria, lo de este personaje fue un imponderable absolutamente irresoluble.
Muchas gracias por tu comentario y saludos.