Seguramente, a todos nos
enseñaron de pequeños que los revolucionarios franceses atacaron un 14 de julio
de 1789, la fortaleza de la Bastilla con el único propósito de quebrar el
Antiguo Régimen. Si seguís leyendo este artículo, ya veréis que eso no es del
todo cierto.
El rey Carlos V de Francia, que
reinó entre 1364 y 1380, en plena Guerra de los Cien años, se encontró un reino
absolutamente desolado. Así que tuvo que reconstruirlo y, además, recobrar el
prestigio de la monarquía francesa.
Una de sus decisiones fue
construir un castillo para defender la muralla este de París de los posibles
ataques de los ingleses o sus aliados. El nombre de “bastilla” significa
entrada fortificada.
Estaba situado junto a la puerta
de San Antonio. Por ello, siempre se le llamó Bastilla de San Antonio.
La fortaleza se construyó entre
1370 y 1383. Estaba compuesta por ocho torres y un foso, que se llenaba con
agua procedente del Sena.
Medía 68 m de largo por 37 de ancho.
Los muros tenían 23 m de alto y el grosor de los mismos era de 3 m. Las
mazmorras estaban situadas dentro de cada una de las 8 torres.
Aunque, desde el siglo XV, ya fue
declarada prisión, por sus muros pasó buena parte de la Historia de Francia. Incluso,
durante unos años, estuvo en poder de los ingleses.
El lugar debería de ser muy
seguro, pues el mismo rey Carlos V de Francia se hizo un pequeño palacio justo
al lado, donde residió durante casi todo su reinado.
Incluso, durante el reinado de
Enrique IV, se utilizaron algunas de sus cámaras para depositar en ellas el
tesoro real.
En 1550, se construyó un bastión,
para mejorar la defensa de las murallas, principalmente, contra el uso de una nueva
arma, los cañones de Artillería.
Parece ser que, en el siglo XVII,
Luis XIV, dio orden de demoler algunas de las murallas de París, dejando la
fortaleza como estaba inicialmente.
Reforzando su carácter de monarca
absoluto, destinó ese castillo para hacer encerrar allí, sin previo juicio, a
todo aquel que le estorbara en su labor de gobierno.
Anteriormente, dicen que también
fue la prisión favorita del famoso cardenal Richelieu, donde solía encerrar a
todo aquel que le causara alguna molestia.
El procedimiento era muy simple.
Aquel al que se le ocurriera perturbar al rey o al Estado, recibía un documento,
llamado “lettre à cachet”, por el cual se le ordenaba su ingreso en esa
prisión. Voluntariamente o por la fuerza.
Realmente, era una forma elegante
de quitarse a la gente del medio. Parece que las condiciones de encierro no
eran muy penosas. Concretamente, a las
personas dotadas de mayores medios económicos, se les permitía amueblar las
celdas a su gusto y hasta tener criados a su servicio. Evidentemente, esto no estaba
al alcance todos los prisioneros.
La verdad es que a los reyes de
Francia les debería de gustar este lugar de detención, pues entre los siglos
XVII y XVIII, pasaron más de cinco mil personas por sus celdas.
El primer prisionero que tuvo el
dudoso honor de inaugurar esa prisión fue Hugues Aubriot, intendente del rey
Carlos V. Precisamente, fue este personaje el que ordenó la construcción de esa
fortaleza, por orden del rey. Parece ser que fue detenido por sospechar que mantenía
relaciones de tipo financiero con los judíos.
Se puede decir que Luis XIV fue
el rey que más la utilizó. Se cree que envió a esa prisión a más de 2.300
personas.
El más famoso de los encarcelados
por este monarca fue Nicolás Fouquet. Antiguo ministro de Finanzas. A este desgraciado
no se le ocurrió otra cosa que construirse un palacio, que podría competir en
lujo con los del rey y, encima, para rematar el escarnio, no se le ocurrió otra
cosa que invitarle a la inauguración del mismo.
Obviamente, al rey no le gustó
nada esta competencia y, sobre todo, el ver que había construido una cúpula a
la entrada del edificio. En aquella época, sólo podían tener cúpulas las
iglesias y los palacios reales. Así simbolizaban que, por encima de su poder
sólo estaba Dios.
Dicho esto, tras otra visita de
la familia real, al final del verano de 1661, donde el ministro se puede decir
que tiró “la casa por la ventana”, por lo que se refiere a sus agasajos a la
corte, el cabreo del monarca fue en aumento y ordenó su inmediato arresto.
Se le acusó de una posible malversación
de fondos públicos y de ofender a la figura del rey. Éste, ni siquiera quiso
aceptar el palacio, cuando Fouquet se lo ofreció, como pago por su libertad. Evidentemente,
luego se lo confiscó. Es posible que escriba otro artículo sobre este
personaje, que tuvo una vida muy novelesca.
Otro de los más famosos detenidos
en la Bastilla, fue el famoso hombre de la Máscara de hierro, del cual se han
escrito multitud de novelas, sin llegar nunca a conocer su identidad.
Los detenidos que se hallaban en
esa prisión se encontraban en una completa indefensión legal. El motivo aducido
era que no estaban penados, sino que estaban siendo investigados por cualquier
cosa y solían estar una media de 3 años encerrados entre sus murallas. Siempre a
disposición de la Policía para poder interrogarles tranquilamente.
También muchos protestantes
franceses figuraron entre los detenidos en la Bastilla, pues Luis XIV, que era
muy católico, abolió el Edicto de Nantes, que había servido para acabar con las
guerras de religión en ese país.
Aparte de ello, allí fueron a parar
presos de toda clase. Durante los reinados de Luis XV y XVI se enviaron menos
presos, sin embargo, hubo más por delitos de opinión, como los relacionados con
la censura de imprenta y miembros de ciertas sectas religiosas, como los
llamados jansenistas.
Hasta el mismo marqués de Sade
pasó por esos calabozos y no fue liberado, tras la toma de la fortaleza, porque,
unos días antes, había sido trasladado a
otra prisión fuera de París.
Por lo visto, en aquella época,
estaba muy de moda que las personas nobles que molestaran a sus familias, fueran
detenidas y llevadas a esta fortaleza. Incluso, en muchos casos, tras la petición expresa
de alguno de sus familiares. Parece ser que esto fue lo que le ocurrió al
marqués de Sade, pues fue encerrado a causa de una denuncia de su suegra.
Incluso, el archiconocido
Voltaire, pasó un año por sus mazmorras a causa de haber escrito una sátira
contra el duque de Orleans.
No obstante, también aprovecharon
esta fortaleza para encerrar en ella a muchos enfermos mentales. No sabemos si
ya lo eran antes de entrar o enfermaron tras sus muros.
Parece ser que la vida en la
Bastilla no era tan desagradable como se suele mostrar en las películas.
Evidentemente, las clases altas,
tenían las mejores habitaciones, situadas a media altura de cada torre. Las celdas
de los pisos altos eran las peores, por hacer en ellas mucho frío o calor, según
la estación del año.
En cambio, las del piso bajo se
utilizaban como celdas de castigo, por ser frías y húmedas.
El trato tampoco era malo. Parece ser que los guardianes eran pocos y no se
metían mucho con los presos. Incluso, las comidas eran de buena calidad y muchas
veces, los presos de los estamentos privilegiados, solían comer junto al gobernador
de la fortaleza.
En la época de Luis XVI, antes de
proceder a liberar a un prisionero, se le hacía firmar un documento por el que
se le obligaba a no divulgar nada sobre el interior de esta fortaleza, ni la vida
que habían tenido durante su encarcelamiento. Incluso, en muchos casos, se les
otorgaba una pensión, como indemnización por su cautiverio.
Ciertamente, durante el siglo
XVIII, se hizo una campaña contra el poder absoluto del rey que, en muchas
ocasiones, daba lugar al encierro en esa prisión.
A raíz de estas críticas, se
fueron atenuando las condiciones del cautiverio. Así, desde el Gobierno,
ordenaron que se les suministraran periódicos a los presos y pudieran
comunicarse por correo con sus familias.
Incluso, se modificaron las
famosas “lettres à cachet”. Ahora figuraba en las mismas la acusación por la
que el rey había ordenado su detención y el tiempo estimado de cautiverio.
Llegados a un punto en que Francia
era un reino que estaba casi en quiebra, se propusieron recortes por todas
partes. Más o menos, como ahora. En 1788, dado que ya era muy caro mantener
esta fortaleza y sólo albergaba ya a 7 presos, se propuso su demolición y,
ceder su lugar a una plaza decorada con columnas y fuentes ornamentales.
En 1789, como el Estado estaba
sin dinero, el rey accedió a la reunión de los Estados Generales, que luego
pasó a ser la Asamblea Nacional. Este parlamento no se había reunido desde el
siglo XVI.
Como la situación se fue radicalizando,
cada vez más, y al pueblo no se le resolvían sus problemas con prontitud, por
todas partes cundió el desorden. El Gobierno ordenó el traslado de refuerzos
militares a la capital, llegando a reunirse 15 regimientos y casi todos formados
por soldados extranjeros. Así que se produjeron mayores conflictos de orden
público.
Como el pueblo se hallaba, prácticamente,
desarmado y no podía luchar contra estas fuerzas militares, se creó una milicia
burguesa, antecedente de la Guardia Nacional. El problema es que no tenían
armamento. Así que, primero, se dirigieron a los Inválidos, donde robaron
algunas armas, sin oposición alguna, por parte de los soldados allí
acantonados. El problema es que, salvo los fusiles, a esas armas se las podría calificar como de museo. No obstante, allí no encontraron la munición
correspondiente.
Posteriormente, les llegó la noticia de que las balas y la pólvora habían sido depositadas en la Bastilla. Así que hacia allá se encaminaron unas 900 personas. La mayoría de ellas, pertenecientes al pueblo llano.
En vísperas de este asalto, el
gobernador de la Bastilla, De Launay, había tomado algunas medidas. Una de
ellas fue solicitar el refuerzo de 32 efectivos de las guardias suizas, que se
sumarían a los 82 soldados de guarnición en esa fortaleza. También había dado
orden de bloquear todas las puertas y revisar los 30 cañones situados en sus
murallas.
Su punto débil era que sólo
tenían víveres para dos días y no contaban con un pozo para poder disponer de
agua.
Este episodio me recuerda otro
que tuvo lugar durante la Guerra Civil española. En Madrid, los milicianos
consiguieron que el Gobierno les repartiera fusiles. Sin embargo, los militares
que estaban a favor del golpe guardaron los cerrojos de estas armas en el
cuartel de la Montaña. Por eso, se produjo el asalto a ese recinto militar.
En París, una vez reunida la
multitud alrededor de la fortaleza, De Launay, el gobernador de la misma,
permitió la entrada de unos cuantos, en representación de todo el grupo. Eso fue
sobre las 10 de la mañana. Al poco rato, salieron.
Esta vez, le exigieron al gobernador la
entrega de las armas y la pólvora, que tenía bajo su custodia. Éste se negó, porque
no había recibido ninguna orden por parte de la corte.
Hora y media después, la tensión
hizo que algunos revolucionarios empezaran a disparar contra la fortaleza,
siendo contestado el fuego desde las almenas.
Poco más tarde, llegó un grupo de
soldados que se habían sublevado y se unieron a los revolucionarios. Este grupo
portaba unos cuantos cañones con los que dispararon a las pue
rtas de la
Bastilla. La situación estaba cada vez más tensa, porque los revolucionarios
habían tenido muchas bajas entre sus filas.
El gobernador sabía que no podría
aguantar mucho tiempo, porque no disponía ni de agua ni de víveres suficientes.
Así que intentó capitular, amenazando con hacer explotar los barriles de
pólvora, si no se aceptaban sus condiciones. Mientras ocurría esto, alguien
consiguió que se bajara el puente levadizo de una de las puertas y por allí
entraron los revolucionarios.
Otros dicen que el gobernador
sacó una especie de bandera blanca, hecha con un pañuelo, por una brecha de la fortaleza. Después,
se abrieron las puertas y la gente entró en la fortaleza. Eso ocurrió sobre las
17.30 horas.
De Launay fue llevado detenido
hacia el Ayuntamiento de París. Sin embargo, durante el camino fue increpado por
la
muchedumbre. Cuando él fue a darle una patada a un cocinero, los
revolucionarios le clavaron sus bayonetas. Posteriormente, un carnicero, le
cortó la cabeza y la clavaron en una pica. Al igual que ocurrió con otros
militares que habían defendido esa fortaleza. Luego, desfilaron mostrando las
cabezas cortadas por el centro de París. No obstante, la mayoría de los
soldados, que habían luchado dentro de la fortaleza no sufrieron ningún daño, al ser
escoltados por los militares sublevados franceses.
Luis XVI, que estaba en su
palacio de Versalles, no conoció esta noticia hasta las 8 de la mañana del día
siguiente.
Cuando le despertó el duque de la
Rochefoucauld-Liancourt y le contó lo ocurrido, el monarca, preguntó:
“¿Esto es una rebelión?”
El duque le contestó: “No señor,
no es una rebelión, es una revolución”.
De esa manera, el Pueblo,
destruyó uno de los iconos del Absolutismo, aunque, como ya he dicho antes, el
Gobierno tenía pensado derribar esta fortaleza de todos modos, porque ya no
servía para nada.
También, en el campo, los revolucionarios, asaltaron
las residencias de los nobles, quemaron los archivos y las oficinas de los recaudadores
de impuestos. Así que eliminaron el régimen feudal que aún subsistía y la
Asamblea Nacional se limitó a darle validez legal.
Algo más tarde, se tomó la decisión
de derribar esa fortaleza y se le dio esa obra a un contratista. Éste contrató a
unos 800 peones, los cuales trabajaron a buen ritmo y en pocos meses acabaron
ese trabajo. Parece ser que la mayoría de sus piedras se utilizaron para la
construcción de un puente.
La llave de esta fortaleza le fue
regalada al presidente USA, George Washington. Desde entonces, se conserva en
un museo de ese país.
Hubo muchos proyectos. Sin embargo,
el único llevado a cabo fue la construcción de una columna, llamada de Julio y,
posteriormente, se construyó también en esa zona la nueva ópera de París.
Me ha encantado la descripción tan buena que haces de la historia de la Bastilla, me la he leído de un tirón. Aunque, a diferencia de otras veces, en seguida me han venido a la cabeza dos historias relacionadas con ella.
ResponderEliminarLa primera, es con Voltaire. Si la memoria no me falla, fue el célebre pensador quien hizo una referencia escrita del Hombre de la Máscara de Hierro, encerrado en la Bastilla. Lo que muchos no saben es que, entre los nombres que se barajan para ocupar la tristemente famosa máscara, figura el conde d'Artagnan, más famoso como un personaje de las novelas de dumasianas.
La segunda tiene que ver con los muros de la construcción. Como bien dices, las piedras se emplearon para la construcción de un puente, pero no todas. Las que quedaron tiradas por ahí, muchos ciudadanos las guardaron como recuerdo, siendo aquel el origen de los "souvenirs".
Efectivamente, hay muchos candidatos para haber sido el famoso prisionero de la máscara de hierro, que algunos dicen que era un simple paño de terciopelo.
EliminarSe ha hablado de mucha gente, como de un hermano gemelo de Luis XIV, de d'Artagnan, etc. A mí me parece más factible que hubiera sido el antiguo ministro Fouquet.
Lo que no sabía es que se hubieran vendido piedras de la antigua fortaleza como souvenir. De todas formas, la gente es muy rara, porque también hubo algunos que empaparon sus pañuelos con la sangre derramada por Luis XVI, tras su decapitación.
Muchas gracias por tu comentario y saludos.
Estimado Juan
ResponderEliminarQué grata sorpresa encontrar un blog así, usas un lenguaje muy ameno que consigue que uno no deje de saltar y lea todo. Felicitaciones! Me queda mucho por leer todas tus entradas, pero tengo todo el tiempo entre viaje y viaje del bus diario. Reiteró mis felicitaciones.
Me alegro que te haya gustado. Espero continuar sin defraudar a la afición.
EliminarTodo un placer leer comentarios de este tipo.
Muchísimas gracias y saludos.
Bien Aliado, muy ameno y sobre todo interesante. Por ahí leí que pensabas tirar la toalla, no lo hagas, y si necesitas otro brazo para remar contra la corriente, cuenta conmigo. Un Abrazo.
ResponderEliminarPues sí que lo he pensado en más de una ocasión. En parte, poque siempre he tenido pocos lectores, pero, sobre todo, porque esta falta de comentarios da la impresión de que estás hablando con una pared y, como comprenderás, no es muy agradable.
EliminarNo obstante, tengo varios artículos empezados. Así que seguiré publicando en el blog.
Muchas gracias por tu comentario y saludos.