
El problema es que algunos no
tenían tanta memoria y les costaba mucho retener esos nombres tan extraños, que
no se parecen en nada a los tradicionales nombres españoles, dado que todos
ellos tenían una raíz germánica.
A la muerte de Witiza, su esposa,
intentó por todos los medios que le sucediera en el trono su hijo mayor,
Olmundo, pero fracasó en el intento.
Los nobles más importantes, que,
posiblemente, habían sido los que habían depuesto a Witiza, eligieron a
Rodrigo, por entonces, duque de la Bética y al que todos consideraban un gran
militar. Precisamente, lo que necesitaba el país, que se hallaba en medio de
una guerra civil.

Por el sur, los musulmanes estaban
cada vez más cerca de la Península Ibérica. Como ya dije en mi anterior
artículo, la plaza de Ceuta se les resistiómucho. Estaba muy bien amurallada
y, como estaba situada en una península, las naves visigodas podían fácilmente llevarles
refuerzos y suministros.
Sin embargo, un buen día, el
alcaide de la fortaleza, llamado el conde don Julián, que era un bereber de
religión cristiana y que luchaba para los visigodos, pues se le ocurrió rendir
Ceuta a Muza, el jefe de las tropas árabes.
Esta forma de actuar sorprendió
mucho a todo el mundo. Parece ser que actuó así debido al deseo de venganza
hacia don Rodrigo.

En julio del 710, Julián le cedió
varios barcos a los moros. Con ellos llevaron hasta la Península un centenar de
tropas de caballería y varios centenares de infantes. Con ellos saquearon varios
pueblos situados en lugares cercanos a su punto de desembarco. Luego volvieron
a África, donde mostraron el abundante botín y los esclavos obtenidos.
Mientras tanto, Rodrigo, se dedicaba
a preparar una de las habituales expediciones de castigo contra los vascones.
Es posible que, una vez que
hubiera vencido a los vascones, su siguiente objetivo fuera el territorio de su
competidor, Agila II.

En abril del 711, el jefe de las
tropas musulmanas, Tarik, había reunido ya unos 7.000 soldados para intentar
invadir la Península.

En mayo le informaron a Rodrigo
sobre el desembarco de estos musulmanes. Así que dejó el asedio a Pamplona y se
encaminó hacia Córdoba.
Parece ser que uno de sus
sobrinos, llamado Evantio, no esperó a su tío y se enfrentó con sus tropas a
los invasores. Fracasó y murió en el combate.
Rodrigo se confió demasiado y
encargó el mando de las alas de su ejército a los hermanos de Witiza, Sisberto
y Oppas. Incluso, los tres hijos de Witiza se incorporaron a su ejército y en
él se dedicaron a convencer a los
soldados para dejarse vencer por los musulmanes. Parece ser que les decían que
había que dejar que derrotaran a Rodrigo, porque era un usurpador, mientras que
los musulmanes sólo venían en busca de riquezas y luego se volverían a África.

El encuentro entre los dos
contingentes militares tuvo lugar entre el 19/07 y el 26/07/711 y produjo la batalla del
Guadalete, la cual se celebró en un paraje aún desconocido. Parece ser que fue
cerca de la antigua laguna de la Janda, en el término municipal de
Medina-Sidonia, en Cádiz.
Lo cierto es que, previsiblemente,
don Rodrigo, se confió demasiado al reunir unos 30.000 hombres, mientras que
los musulmanes no pasaban de 13.000. Sin embargo, parece ser que, a pesar de
estar en inferioridad numérica, las
tropas musulmanas estaban mucho más motivadas, porque les habían prometido que,
si vencían, obtendrían un botín impresionante y, en caso de morir en la
batalla, irían directos al paraíso musulmán. Seguro que eso os suena como muy
actual.

Así que los partidarios de Witiza
cumplieron su parte del trato, sin embargo, los musulmanes, no lo hicieron de
la misma forma. Ya que no les devolvieron su derecho al trono, ni sus
propiedades, ni abandonaron la Península Ibérica.
La verdad es que no se sabe qué
le ocurrió a don Rodrigo. Parece ser que, tras la batalla, se hallaron su caballo
y sus ropas, pero no su cuerpo.
Sin embargo, unos siglos más
tarde, tras la reconquista de la ciudad portuguesa de Viseu, se encontró una
lápida en una iglesia en ruinas, donde se indicaba que bajo ella se había enterrado
el cuerpo de ese monarca (“Hic requiescit Rudericus ultimus Rex gothorum”, “Aquí
yace Roderico, rey de los godos”).
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Volviendo a Tarik, hay que decir
que tomó el camino hacia Écija, donde le estaban esperando algunos
supervivientes del ejército visigodo, en un lugar conocido como “la fuente de los
cristianos”. No pudieron hacer nada por cortarle el paso, pues fueron
derrotados de nuevo.
A partir de aquí, Tarik, dividió
su ejército. Envió una parte hacia Córdoba, mientras que él siguió al mando del
resto de sus tropas hacia la capital, Toledo. Supongo que lo haría para llevarse
cuanto antes el fabuloso botín que esperaría encontrar allí.
En junio del 712 desembarcó Muza,
en la misma zona de Gibraltar, al mando
de unos 18.000 hombres. Se dirigió primero a Sevilla, que fue tomada tras un corto
asedio. Luego se dirigió a Mérida, que le costó mucho más tiempo tomarla, pues
se hallaba muy bien guarnecida, con un fuerte contingente militar. La ciudad
fue tomada en junio del 713.

Desde allí fue hacia Zaragoza,
donde se encontró con las tropas de Tarik. Este último se dirigió, posteriormente,
hacia Tarragona y Barcelona. Está claro que iba buscando las ciudades importantes,
donde esperaba encontrar un botín más suculento.
En el 714, ambos fueron llamados para
informar de sus conquistas al califa en Damasco. Por entonces, salvo una
pequeña franja costera en el norte, sin especial interés para ellos, se podía decir
que toda la Península Ibérica estaba ya en poder de los musulmanes.

Al partir hacia Damasco, Musa,
delegó el mando de las tropas en su hijo Abd-al-Aziz ibn Musa. Parece ser que,
entre los prisioneros tomados en Mérida, se hallaba Egilona, la joven viuda del
rey don Rodrigo. El caudillo árabe se enamoró de ella y se casaron. Cambió su
nombre por el de Unm-al-Isam.
Como dije anteriormente, los
moros, no cumplieron su parte del trato. Así que sólo les dieron a los partidarios
de Witiza una parte del botín, como pago de su traición, pero no les dejaron recuperar
el trono del reino.

Incluso, muchos nobles godos,
como el citado Teodomiro, pactaron enseguida con los invasores moros, para no
perder su poder ni sus propiedades en su zona.
También es posible que los nobles
godos vieran a los musulmanes como unos simples saqueadores, que se volverían
pronto a su tierra, como solían hacer frecuentemente los vascos. Así que,
seguramente, no se tomaron muy en serio esta nueva amenaza, porque es lo que
habían hecho anteriormente.
Normalmente, se suele afirmar que
había buenas relaciones entre los godos y los hispano-romanos. Lo cierto es que
se ve que la inmensa mayoría de los nobles fueron siempre godos. Por supuesto,
los altos cargos palatinos estuvieron siempre ocupados por los godos, aunque,
en un principio, los administradores, fueran, en su mayoría, romanos a causa de
la falta de preparación de estos invasores.

Es más, como nunca habían dejado
a la aristocracia no palatina intervenir en la elección del nuevo monarca, es
posible que las instituciones visigodas se hubieran quedado paralizadas, pues,
posiblemente, en aquella batalla murieran el rey y buena parte de la nobleza
palatina. Los llamados gardingos, que ocupaban los cargos más importantes de la
corte y acompañaban al rey en la guerra.
Siguiendo con la conquista de la
Península, por parte de los moros, al tomar las plazas de Zaragoza, Tarragona y
Barcelona, es muy posible que acabaran con el reinado de Agila II, que, según
parece, duró 3 años.
Incluso, se comenta que hubo un
último rey godo, llamado Ardón, que reinó en la zona de la Narbonense o
Septimania, actualmente, territorio francés. Estuvo en el trono hasta el 721,
cuando los moros invadieron esa zona, aunque no pudieron retenerla, tras ser
derrotados por los francos.
Espero no haber resultado
demasiado pesado con este ciclo sobre varios reyes godos. A ver si esta vez me
hacéis muchos comentarios y además se incrementa el número de los seguidores
del blog. Incluso, podríais sugerir nuevos temas para mis artículos.
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