ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

martes, 6 de junio de 2017

EL REY GODO DON RODRIGO

Por fin hemos llegado al último de los reyes godos. Ya sé que a algunos de mis lectores este tema les traerá malos recuerdos. Para el que no lo sepa, la razón está en que, hace muchos años, en las escuelas de España, se obligaba a los niños a aprenderse la lista de los reyes godos. Según decían, lo hacían para que los niños ejercitaran la memoria.
El problema es que algunos no tenían tanta memoria y les costaba mucho retener esos nombres tan extraños, que no se parecen en nada a los tradicionales nombres españoles, dado que todos ellos tenían una raíz germánica.
A la muerte de Witiza, su esposa, intentó por todos los medios que le sucediera en el trono su hijo mayor, Olmundo, pero fracasó en el intento.
Los nobles más importantes, que, posiblemente, habían sido los que habían depuesto a Witiza, eligieron a Rodrigo, por entonces, duque de la Bética y al que todos consideraban un gran militar. Precisamente, lo que necesitaba el país, que se hallaba en medio de una guerra civil.
En las monedas acuñadas en ese momento histórico, se puede apreciar que también existió otro rey en Hispania. Se trataba de Agila II, perteneciente al clan de  Witiza, el cual logró reinar en las provincias de la Tarraconense y en la Septimania o Narbonense. Este monarca, ayudado por Oppas, hermano de Witiza y obispo de Sevilla, declaró que Rodrigo era un usurpador y provocó la guerra entre los partidarios de ambos soberanos.
Por el sur, los musulmanes estaban cada vez más cerca de la Península Ibérica. Como ya dije en mi anterior artículo, la plaza de Ceuta se les resistiómucho. Estaba muy bien amurallada y, como estaba situada en una península, las naves visigodas podían fácilmente llevarles refuerzos y suministros.
Sin embargo, un buen día, el alcaide de la fortaleza, llamado el conde don Julián, que era un bereber de religión cristiana y que luchaba para los visigodos, pues se le ocurrió rendir Ceuta a Muza, el jefe de las tropas árabes.
Esta forma de actuar sorprendió mucho a todo el mundo. Parece ser que actuó así debido al deseo de venganza hacia don Rodrigo.
Cierta leyenda dice que don Rodrigo envió a su hija Florinda a la corte de Toledo, para que se formara allí. Sin embargo, un día se enteró que el rey la había violado. Así que un día se presentó en la corte y se llevó a su hija, argumentando que su esposa se había puesto muy enferma y su hija debía de despedirse de su madre, antes de que muriera.
En julio del 710, Julián le cedió varios barcos a los moros. Con ellos llevaron hasta la Península un centenar de tropas de caballería y varios centenares de infantes. Con ellos saquearon varios pueblos situados en lugares cercanos a su punto de desembarco. Luego volvieron a África, donde mostraron el abundante botín y los esclavos obtenidos.
Mientras tanto, Rodrigo, se dedicaba a preparar una de las habituales expediciones de castigo contra los vascones.
Es posible que, una vez que hubiera vencido a los vascones, su siguiente objetivo fuera el territorio de su competidor, Agila II.
También, por esa época, los seguidores de Witiza, celebraron conversaciones con Muza, donde le pidieron que interviniera en Hispania, para echar a don Rodrigo y poner a
otro monarca, que podría ser Agila II.
En abril del 711, el jefe de las tropas musulmanas, Tarik, había reunido ya unos 7.000 soldados para intentar invadir la Península.
A finales de ese mes, esas tropas cruzaron el Estrecho de Gibraltar y se fortificaron en su lugar de desembarco, al que llamaron Yebel Tarik o monte de Tarik, actualmente, la colonia británica de Gibraltar.
En mayo le informaron a Rodrigo sobre el desembarco de estos musulmanes. Así que dejó el asedio a Pamplona y se encaminó hacia Córdoba.
Parece ser que uno de sus sobrinos, llamado Evantio, no esperó a su tío y se enfrentó con sus tropas a los invasores. Fracasó y murió en el combate.
Rodrigo esperó en Córdoba a las fuerzas prometidas por otros nobles del reino. Eso le sirvió a Tarik para aprovechar el tiempo y pedirle a Muza que le enviara refuerzos. De esa forma le llegaron otros 5.000 hombres.
Rodrigo se confió demasiado y encargó el mando de las alas de su ejército a los hermanos de Witiza, Sisberto y Oppas. Incluso, los tres hijos de Witiza se incorporaron a su ejército y en él se dedicaron a  convencer a los soldados para dejarse vencer por los musulmanes. Parece ser que les decían que había que dejar que derrotaran a Rodrigo, porque era un usurpador, mientras que los musulmanes sólo venían en busca de riquezas y luego se volverían a África.
Evidentemente, ya habían informado a Tarik de que iban a dejar solo a Rodrigo en mitad de la batalla. Parece ser que la táctica de los conjurados era la misma que utilizó Sisenando, un siglo antes,  para quitarle el trono a Suintila con el apoyo de los francos, mandados por Dagoberto.
El encuentro entre los dos contingentes militares tuvo lugar entre el 19/07 y el  26/07/711 y produjo la batalla del Guadalete, la cual se celebró en un paraje aún desconocido. Parece ser que fue cerca de la antigua laguna de la Janda, en el término municipal de Medina-Sidonia, en Cádiz.
Lo cierto es que, previsiblemente, don Rodrigo, se confió demasiado al reunir unos 30.000 hombres, mientras que los musulmanes no pasaban de 13.000. Sin embargo, parece ser que, a pesar de estar en inferioridad numérica,  las tropas musulmanas estaban mucho más motivadas, porque les habían prometido que, si vencían, obtendrían un botín impresionante y, en caso de morir en la batalla, irían directos al paraíso musulmán. Seguro que eso os suena como muy actual.
Los primeros días de la batalla, la superioridad de los godos fue aplastante, pero, cuando pensaban que la iban a ganar, los del bando de Witiza, se pasaron a los musulmanes y don Rodrigo y sus hombres, se vieron acorralados por todas partes.
Así que los partidarios de Witiza cumplieron su parte del trato, sin embargo, los musulmanes, no lo hicieron de la misma forma. Ya que no les devolvieron su derecho al trono, ni sus propiedades, ni abandonaron la Península Ibérica.
La verdad es que no se sabe qué le ocurrió a don Rodrigo. Parece ser que, tras la batalla, se hallaron su caballo y sus ropas, pero no su cuerpo.
Sin embargo, unos siglos más tarde, tras la reconquista de la ciudad portuguesa de Viseu, se encontró una lápida en una iglesia en ruinas, donde se indicaba que bajo ella se había enterrado el cuerpo de ese monarca (“Hic requiescit Rudericus ultimus Rex gothorum”, “Aquí yace Roderico, rey de los godos”).
Incluso, más adelante, se formó una leyenda en la que se decía que el monarca había huido hacia Mérida. Allí conoció a un monje que  le recomendó que tomara el camino hacia Viseu, donde vivió como un ermitaño hasta su muerte.
Volviendo a Tarik, hay que decir que tomó el camino hacia Écija, donde le estaban esperando algunos supervivientes del ejército visigodo, en un lugar conocido como “la fuente de los cristianos”. No pudieron hacer nada por cortarle el paso, pues fueron derrotados de nuevo.
A partir de aquí, Tarik, dividió su ejército. Envió una parte hacia Córdoba, mientras que él siguió al mando del resto de sus tropas hacia la capital, Toledo. Supongo que lo haría para llevarse cuanto antes el fabuloso botín que esperaría encontrar allí.
En junio del 712 desembarcó Muza, en la misma zona de Gibraltar,  al mando de unos 18.000 hombres. Se dirigió primero a Sevilla, que fue tomada tras un corto asedio. Luego se dirigió a Mérida, que le costó mucho más tiempo tomarla, pues se hallaba muy bien guarnecida, con un fuerte contingente militar. La ciudad fue tomada en junio del 713.
No olvidemos que Mérida, junto con Zaragoza y Toledo era donde se asentaban las principales guarniciones militares de los visigodos.
Desde allí fue hacia Zaragoza, donde se encontró con las tropas de Tarik. Este último se dirigió, posteriormente, hacia Tarragona y Barcelona. Está claro que iba buscando las ciudades importantes, donde esperaba encontrar un botín más suculento.
En el 714, ambos fueron llamados para informar de sus conquistas al califa en Damasco. Por entonces, salvo una pequeña franja costera en el norte, sin especial interés para ellos, se podía decir que toda la Península Ibérica estaba ya en poder de los musulmanes.
Todavía es un misterio la forma en que los musulmanes conquistaron tan rápidamente el territorio peninsular. Parece ser que los seguidores de la familia de Witiza no fueron ajenos a ello, pues se cree que les facilitaron su apoyo en todo momento. Incluso, los judíos, según dicen, los tomaron como a unos libertadores del yugo al que les tenían sometidos los godos. Algunas leyendas llegan a afirmar que les dieron información a los musulmanes para facilitarles la invasión.
Al partir hacia Damasco, Musa, delegó el mando de las tropas en su hijo Abd-al-Aziz ibn Musa. Parece ser que, entre los prisioneros tomados en Mérida, se hallaba Egilona, la joven viuda del rey don Rodrigo. El caudillo árabe se enamoró de ella y se casaron. Cambió su nombre por el de Unm-al-Isam.
Como dije anteriormente, los moros, no cumplieron su parte del trato. Así que sólo les dieron a los partidarios de Witiza una parte del botín, como pago de su traición, pero no les dejaron recuperar el trono del reino.
No sé hasta qué punto los hispano-romanos quisieron hacer frente a los invasores musulmanes. Lo cierto es que, conociendo la forma de actuar de los invasores godos y su sentimiento segregacionista, como si fueran una casta superior, es muy posible que no hicieran nada o muy poco por defenderse.
Incluso, muchos nobles godos, como el citado Teodomiro, pactaron enseguida con los invasores moros, para no perder su poder ni sus propiedades en su zona.
También es posible que los nobles godos vieran a los musulmanes como unos simples saqueadores, que se volverían pronto a su tierra, como solían hacer frecuentemente los vascos. Así que, seguramente, no se tomaron muy en serio esta nueva amenaza, porque es lo que habían hecho anteriormente.
Normalmente, se suele afirmar que había buenas relaciones entre los godos y los hispano-romanos. Lo cierto es que se ve que la inmensa mayoría de los nobles fueron siempre godos. Por supuesto, los altos cargos palatinos estuvieron siempre ocupados por los godos, aunque, en un principio, los administradores, fueran, en su mayoría, romanos a causa de la falta de preparación de estos invasores.
Tras la conversión de Recaredo al catolicismo, se podría pensar que serían mayoría los eclesiásticos de origen hispano-romano, que participaran en los concilios. Sin embargo, la tendencia fue inversa, siendo cada vez mayor el número de eclesiásticos de origen godo que asistieron a estas asambleas de carácter político-religioso.
Es más, como nunca habían dejado a la aristocracia no palatina intervenir en la elección del nuevo monarca, es posible que las instituciones visigodas se hubieran quedado paralizadas, pues, posiblemente, en aquella batalla murieran el rey y buena parte de la nobleza palatina. Los llamados gardingos, que ocupaban los cargos más importantes de la corte y acompañaban al rey en la guerra.
Siguiendo con la conquista de la Península, por parte de los moros, al tomar las plazas de Zaragoza, Tarragona y Barcelona, es muy posible que acabaran con el reinado de Agila II, que, según parece, duró 3 años.

Incluso, se comenta que hubo un último rey godo, llamado Ardón, que reinó en la zona de la Narbonense o Septimania, actualmente, territorio francés. Estuvo en el trono hasta el 721, cuando los moros invadieron esa zona, aunque no pudieron retenerla, tras ser derrotados por los francos.

Espero no haber resultado demasiado pesado con este ciclo sobre varios reyes godos. A ver si esta vez me hacéis muchos comentarios y además se incrementa el número de los seguidores del blog. Incluso, podríais sugerir nuevos temas para mis artículos.

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