ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

jueves, 8 de junio de 2017

EL REINO SUEVO EN HISPANIA

Normalmente, cuando se habla de las invasiones bárbaras en Hispania, se citan, principalmente, a los visigodos, cuando la verdad es que llegaron otros pueblos. Así que hoy vamos a ver lo poco que se sabe de uno de ellos. El de los suevos.
Para empezar, se cree que los suevos procedían de la costa báltica de la actual Alemania. La zona donde, actualmente, se asientan ciudades tan importantes como Hamburgo, Kiel, Rostock o Lübeck.
Parece ser que algunos autores clásicos indicaron que los suevos no eran un grupo sólido y étnicamente homogéneo, sino un conjunto de tribus a las que, para generalizar, se les llamaba de esa forma.
Probablemente, por ese mismo motivo, vemos que de ellos se desgajaron algunos grupos, como los alamanes, que dieron su nombre a Alemania.
Sin embargo, muchos de estos grupos sólo avanzaron hasta la actual Alsacia o a la antigua región de Suabia, que está dividida entre los estados de Baviera y Baden-Würtemberg.
El ducado de Suabia, también llamado de Alamania,  tuvo su capital en Augsburgo, pero fue suprimido y cedido a Baviera. Sin embargo, en los años 30, la Alemania nazi, creó una base propia en el Polo Sur o Antártida y le llamó Nueva Suabia.
Seguro que la historia de este ducado no se les pasó por alto a los historiadores nacionalistas alemanes del siglo XIX, cuando tuvieron que buscar datos que sirvieran para implantar la idea de un sólo país en la mente de los habitantes de los diferentes territorios que constituyeron la Alemania unificada.
Este ducado fue uno de los más importantes del territorio germano, pues no olvidemos que de allí surgieron varios emperadores del Sacro Imperio, como Federico I Barbarroja.
De hecho, todavía se habla el suabo en la zona suroeste de Alemania y es reconocido como uno de los dialectos del alemán.
Volviendo a la tribu de los suevos, hay que decir que solían desplazarse o a causa del hambre o bien, porque otros pueblos más belicosos que ellos los echaban de ese lugar.
En un principio, en el siglo I,  los suevos se asentaron en el Alto Danubio y los vándalos en las orillas del Mar Negro.
Sin embargo, en el siglo IV, tuvieron que salir huyendo de allí a causa
del ataque de los hunos, venidos de Asia y encabezados por el famoso Atila. Así que estos dos pueblos tuvieron que mudarse a la zona del alto Rhin.
A estos dos pueblos se sumó el de los alanos. Estos no eran germánicos, sino que procedían de la zona de Irán. Tampoco pudieron aguantar la embestida de los hunos, que los expulsaron de la actual Ucrania y se unieron a los otros dos en la zona del Alto Rhin.
Según los expertos, el año 406 d. de C. fue uno de los más fríos que se recuerdan. Incluso, se llegaron a helar las aguas del Rhin. Así que se formó un puente natural que invitaba a estas gentes a cruzarlo.
Todo ello unido al hambre, provocado por las malas cosechas, y a que Roma había retirado a la mayoría de sus guarniciones en esa zona, para hacer frente a la invasión de otra tribu bárbara en los Balcanes. Así que todo eso les facilitó el paso.
Es cierto que Roma dejó la defensa de esa frontera
natural a los francos, pero se ve que no pusieron mucho interés en su trabajo.
Así que el 31 de diciembre de 406, una multitud de vándalos, alanos y suevos se atrevieron a cruzar el río congelado. No hablo solamente de tropas, sino de familias enteras. Algunos cronistas se aventuran a afirmar que pudieron llegar a ser 500.000 personas. Lógicamente, los francos, fueron incapaces de parar a esa muchedumbre hambrienta.
Según parece, también les fue imposible, porque estas tribus y otras más, atravesaron el río por múltiples sitios, entre las ciudades distantes de Maguncia y Estrasburgo.
Seguramente, se encontraron unas Galias, donde hacía el mismo frío que en Alemania y, posiblemente, alguien les hablaría de la cálida Hispania. Así que, posteriormente,  se encaminaron hacia nuestra península, donde entraron en el 409. Al igual que lo hacen, en la actualidad, pero de forma pacífica, millones de turistas.
Parece ser que penetraron a través de la parte occidental de los Pirineos. Durante unos años, dirigidos por su rey Hermerico,  se dedicaron al pillaje y ya en el 411, firmaron un pacto como federados con Roma, por el que les permitieron asentarse, junto con los vándalos asdingos, en la provincia de la Gallaecia.
Así que ocuparon la zona de la península comprendida entre las actuales provincias gallegas, Asturias, León, algo de Palencia y el norte de Portugal hasta el río Tajo. Su capital estuvo en la ciudad portuguesa de Braga.
Como la mayoría de las tribus bárbaras, los suevos, fueron un pueblo eminentemente rural y se establecieron fuera de las tradicionales ciudades romanas. Así que,  como, de vez en cuando, se dedicaban a asaltarlas, pues las relaciones con los hispano-romanos nunca fueron muy buenas y hubo frecuentes enfrentamientos entre ambos colectivos. Parece ser que los obispos fueron los encargados de apaciguar a los dos bandos.
También se enfrentaron en varias ocasiones los suevos contra los vándalos. Afortunadamente, en el 429, estos últimos, junto con los alanos,   tomaron la decisión de abandonar la península y marchar hacia el norte de África. De ellos ya hablaré en un próximo artículo.
En el 438 el monarca suevo, Hermerico, llama a su hijo mayor, Requila, para que comparta el trono con él.
Tres años más tarde, muere el padre y se queda Requila como único soberano. Este es un hombre mucho más ambicioso que su padre. Así que como se entera de que las demás tribus bárbaras han abandonado la península, se dedica a expandir su reino por la misma.
Para no tener que enfrentarse solo a las legiones romanas de guarnición en la península, se alía con unos grupos de bandoleros, llamados bagaudas, para realizar ataques en varios sitios a la vez.
De esa forma, llegó a tomar Mérida y Sevilla. Sólo quedaron fuera de sus dominios las zonas de Aragón, Cataluña y la costa levantina, que estaban mejor protegidas por las legiones romanas.
En el 448, murió el ambicioso Requila y le sucedió su hijo Requiario. A pesar de que este nuevo monarca ya era católico, no obstante,  heredó las ambiciones de su padre.
Fue el primero de estos reyes que acuñó moneda con su nombre. Se supone que para fortalecer su poder, casó con una hija del rey visigodo Teodorico I y también fue el primer monarca de estas tribus, en toda Europa,  que se convirtió en católico.
En el 456, Requiario, rompió todos sus pactos con los romanos y aprovechándose de la debilidad de estos, intentó invadir la Cartaginense y la Tarraconense. Esto ya era demasiado para la paciencia de Roma. Así que les enviaron a los godos, que eran aliados de los romanos.

A estas alturas, es preciso decir que los godos tenían mucho poder en Roma. Incluso, se permitieron imponer a un emperador, Marco Mecilio Avito.
El 05/10/456 se encontraron en las orillas del río Órbigo, los suevos de Requiario con las fuerzas de Teodorico II, formadas por godos y burgundios. Estas últimas eran mucho más numerosas, aparte de estar mejor preparadas para el combate, así que lograron una victoria aplastante.
Las tropas de los suevos huyeron por toda la península, siendo alcanzadas por Teodorico II en diciembre de ese año. Requiario intentó escapar por el mar y dirigirse hacia Italia, pero fue capturado y ejecutado.
Siguiendo su costumbre, Teodorico II impuso a un rey para los suevos, llamado Agiulfo, de probable origen godo. Lógicamente, esta decisión no gustó nada a los suevos, los cuales eligieron a Frantán, como rey del norte y a Maldras, como rey del sur. Así que estalló una guerra civil, entre los años 457 y 469.
Parece ser que Agiulfo fue asesinado por Maldras en el 457 y éste mismo fue asesinado en el 459.
Tras un período, donde varios candidatos ocuparon el trono de los suevos, a la muerte de Maldras, llega su hijo Remismundo, el cual todavía tuvo que enfrentarse contra otros posibles reyes. No obstante, consigue ser el rey de todos los suevos. Posiblemente, con el apoyo de Teodorico II.
Sin embargo, este rey también fue tan ambicioso como algunos antecesores suyos y no se le ocurrió otra cosas que tomar ciudades al sur de su reino, como la actual Lisboa. Así que los visigodos hicieron de Mérida su plaza fuerte para contener las ansias de expansión de ese pueblo.
A partir de este momento y durante casi un siglo, las fuentes no nos informan sobre la historia de este pueblo, ni de sus gobernantes.
A partir del 550 reinó Carriarico y, según cuentan las fuentes, el reino se había convertido al arrianismo, como la mayoría de estos pueblos bárbaros.
Sin embargo, un hijo de este soberano había contraído la lepra. Alguien le habló de lo milagrosas que eran las reliquias de San Martin de Tours, posiblemente, el arzobispo San Martín de Braga, así que el rey hizo traer una de ellas y su hijo se curó. De esa manera, la corte y todo el pueblo suevo se convirtieron al catolicismo.
En el 559 le sucedió Ariamiro, el cual convocó el primer concilio de Braga, en el 561. Parece ser que fue la misma política que, posteriormente, utilizaron los visigodos, para unificar los dos colectivos, el suevo y el hispano-romano.
Entre los años 561 y 570 reinó Teodomiro. Se discute si la conversión de los suevos al catolicismo se hizo durante el reinado de Carriarico o en el de Teodomiro.
Entre el 570 y el 583 reinó su hijo Miro. Éste invadió zonas de las actuales Asturias y Cantabria, argumentando que antes habían pertenecido a la provincia de la Gallaecia, que era donde habían pactado asentarse con los romanos.
Las cosas habían cambiado mucho. Ahora el reino visigodo estaba muy unido, bajo el mando de su rey, Leovigildo. Como éste también reivindicó ese territorio como suyo, estalló la guerra entre ambos reinos. La cual duró entre 572 y 574, estableciendo el Duero como frontera entre ambos reinos.
En el 575, Leovigildo, volvió a invadir el territorio de los suevos. Tras diversas derrotas, el rey Miro, pactó su sometimiento al rey visigodo.
No obstante, tras la rebelión de Hermenegildo contra su padre, Leovigildo, apoyó al hijo, por ser católico, como él. Sin embargo, tras la derrota del hijo, hubo de pactar de nuevo con Leovigildo.
En el 583 le sucedió en el trono su hijo, Eborico. A éste no le quedó más remedio que estar a las órdenes de los visigodos. Esto le granjeó la enemistad de su pueblo y ser depuesto a manos de unos nobles, encabezados por su cuñado,  Audeca o Andeca. Fue obligado a entrar en un convento de clausura.
Esta inestabilidad en el reino suevo le sirvió como excusa a Leovigildo para invadirlo de nuevo. Depuso al nuevo rey, Andeca, y también lo obligó a ingresar en un monasterio de clausura. Incluso, venció a un usurpador, llamado Malarico, que decía ser descendiente del rey Miro.

Esto fue el fin del reino de los suevos y el ingreso de este territorio, como una provincia más,  dentro del reino de los visigodos de Toledo. 









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