Hoy voy a hablar de un tipo muy
curioso, que se ganó muy bien la vida. Su forma de conseguirlo fue, simplemente,
haciendo fotos. Eso sí, hay que reconocer que hacía muy buenas fotos.
Empiezo por decir que nuestro personaje
de hoy se llamaba Heinrich Hoffmann y que nació en 1885 en una ciudad situada
casi en el centro del actual Estado de Baviera, en Alemania.
Es posible que este nombre ya os
suene de algo. Sin embargo, he de deciros que no hay que confundir con otros
personajes que se llamaban exactamente igual que él. Entre ellos, podemos
destacar a un poeta, que, en 1841, compuso la llamada “Canción de los
alemanes”, que, actualmente, es el himno de Alemania.
Otro de esos homónimos fue, en su
momento, un famoso escritor de cuentos infantiles. Una de sus obras, publicada
en 1845, se tradujo en España por “Pedro Melenas” y, en su momento, tuvo bastante éxito.
Volviendo a nuestro personaje de
hoy, parece ser que optó por la misma profesión de su padre, que
ya se dedicaba
a fotografiar a los personajes importantes de la Corte.
Sin embargo, su padre le envió, en
su juventud, al Reino Unido, para que aprendiera con Emil Otto Hoppé. Se
trataba de un alemán, radicado en Londres, al que, por aquel entonces, se le consideraba la primera autoridad
mundial en el mundo de la fotografía. Otro tipo también muy curioso.
Heinrich, volvió a su país, poco
antes del inicio de la I Guerra Mundial y fue adscrito, como fotógrafo, al
Ejército del Reino de Baviera, que luchaba dentro del ejército alemán.
Previamente, se había casado en
1911 y de ese matrimonio nacieron dos
hijos: Henriette y Heinrich.
Como muchos otros alemanes, en la
posguerra, se afilió al NSDAP, o sea, el Partido Nazi. En su caso, no sé si por ideología propia o por simple
necesidad, como le ocurría, por aquella época, a la mayoría de los que se
afiliaron a esa organización política.
Allí llegó a conocer a muchos
personajes, que, desgraciadamente, luego se hicieron muy famosos.
Uno de ellos fue Adolf Hitler, al
que conoció en 1923, justamente, cuando el líder nazi acababa de salir de la
cárcel, tras su condena por el fallido intento de golpe de Estado en Munich.
Precisamente, algunos autores
dicen que nuestro personaje fue el autor de la foto, donde se ve, a Hitler, en Munich, entre la muchedumbre,
celebrando la entrada de Alemania en la I Guerra
Mundial.
Dicen que, durante una visita del
líder nazi a su estudio fotográfico, le reveló que él había estado allí en ese
momento. Así que el mismo Hoffmann lo estuvo buscando en el negativo con una
lupa hasta que lo encontró.
También es cierto que otros
expertos dicen que la foto está trucada y que es posible que Hoffmann insertara
la imagen de Hitler en la foto.
Aunque parezca mentira, algo más
tarde, estos dos personajes, se puede decir que llegaron a ser uña y carne.
Esto es muy fácil de entender.
Hay personajes públicos, como los actores, que siempre tienen que tener a mano
un peluquero o un maquillador.
En el caso de los deportistas,
también su rendimiento depende mucho de las sesiones con sus fisioterapeutas.
Pues bien, en el caso de Hitler,
que era un personaje que dependía muchísimo de su imagen pública, era preciso
que tuviera siempre a mano a un fotógrafo de cabecera, que fuera de plena
confianza, para que le sacara a su gusto. Algo fundamental para alguien que aspiraba
a realizar una política de tipo dictatorial. Seguramente, por eso mismo,
Hitler, controlaba todos estos detalles personalmente.
De esa manera, ambos personajes
se dedicaron a recorrer juntos toda Alemania, tanto por vía aérea, como por
carretera y, posteriormente, también los
territorios conquistados durante la II Guerra Mundial.
Hay que reconocer que le fue muy
bien. Comenzó instalándose en un modesto estudio en Munich, para, poco más
tarde, trasladarse a otro más local, mucho más lujoso, en el centro de esa misma ciudad de Baviera.
Precisamente, en 1929, contrató a
dos jovencitas para que atendieran a los clientes en su nuevo establecimiento.
Se trataba de las hermanas Braun, Eva y Gretel. Por entonces, la primera tenía
17 años y la segunda, sólo 14.
Ese mismo año, Hoffmann, llevó a
Eva, una de sus nuevas ayudantes, a una sesión de fotos. En la misma, tuvo la
oportunidad de conocer al mismo Hitler. La relación entre ellos no comenzó en
ese momento, sino unos años más tarde. Es preciso decir que, por entonces,
Hitler, vivía con una sobrina, que, más tarde, se suicidó, por algún motivo aún
no esclarecido.
Esa cercanía entre Hoffmann y
Hitler dio lugar a que se multiplicara su clientela y a que se atreviera a
abrir nuevas sucursales en París, Berlín, Viena y Frankfurt.
Esto me recuerda a aquellos
establecimientos en Madrid que lucían un letrero en el que se podía leer: “Proveedor
de la Real Casa”, lo cual era una forma de atraer a la clientela. Lógicamente,
todos esos carteles desaparecieron el 14/04/1931.
Se puede decir que era un
visitante asiduo de la residencia privada de Hitler. También era muy normal ver
a Hitler cenando en la casa de la familia Hoffmann o, también juntos, en el
restaurante favorito del Führer en Munich, la Osteria Baviera.
Parece ser que realizó más de
2.000 fotos de este personaje y se ganaba muy bien la vida con los derechos de
reproducción de las mismas. De hecho, las fotos que le hizo salieron hasta en
los sellos de Correos. Así que, con ello,
llegó a embolsarse una buena cantidad de dinero y una parte de ella la
invirtió en obras de arte.
Parece ser que comenzó su
colección con cuatro cuadros que le regaló el propio Hitler y que habían sido
pintados por él mismo, cuando soñaba con llegar a ser un famoso pintor.
Incluso, llegó a enviarle, en
1939, a Moscú, junto al ministro Ribbentrop, para que fotografiara el momento
de la firma del famoso pacto entre Alemania y la URSS. Supongo que esas
imágenes producirían más de una cana en el cabello de muchos políticos
occidentales.
Además, Hoffmann, aprovechó su
cercanía con el político para publicar una serie de libros, donde, por
supuesto, elogiaba su figura. Algunos han llegado a calificar al fotógrafo como el
“bufón de Hitler”.
Precisamente, en 1932, su hija,
Henriette, se casó con Baldur von Schirach, jefe de las famosas Juventudes
Hitlerianas. Sus padrinos de boda fueron nada menos que Hitler y Ernst Röhm.
El marido fue otro tipo bien
curioso, que, posteriormente, uno de los puntos
que adujo para su defensa, ante el Tribunal de Nüremberg, fue que era descendiente de dos firmantes de la
Declaración de Independencia de USA. Tal vez, por eso mismo, se libró de la
horca y sólo le cayeron 20 años, aunque reconoció públicamente que conocía, con
anterioridad, la existencia de los campos
de exterminio.
Curiosamente, su esposa,
Henriette, que fue también secretaria de Hitler, provocó la caída en desgracia
de su marido.
Parece ser que, en 1943, durante
una visita a Holanda, Henriette, se enteró por un oficial alemán de que se
estaba deportando a los judíos para enviarles a campos de concentración.
Así que, ni corta ni
perezosa, se fue a visitar a Hitler a su
refugio del Berghof y allí, delante de todos los presentes, le culpó de todo lo
que estaba ocurriendo.
Parece ser que el otro se limitó
a decirle que ella era muy sentimental y la otra le contestó que no debería de
estar haciendo eso. A lo que el otro le respondió que, cada día, morían en la
guerra 10.000 soldados alemanes, mientras que los judíos vivían en los campos.
A lo mejor, ella aún no sabía que esos campos se convirtieron, posteriormente, en campos de exterminio. Es probable que así fuera, aunque, como ya he dicho antes, su marido, confesó ante el tribunal que sí conocía la existencia de los mismos.
Evidentemente, a partir de
entonces, fueron consideradas personas non gratas y nunca más fueron recibidas
por Hitler. Aunque, posteriormente, a su marido le dieron el cargo de gobernador
de Austria, desde donde envió a miles de judíos a los campos y, por eso, le
cayeron esos años de cárcel.
Supongo que le darían ese cargo
como premio a la amistad que unía a Hitler con el padre de esta chica.
Volviendo a nuestro personaje, al final de la guerra, fue apresado y enjuiciado. La verdad es que no había hecho nada malo, salvo darle un gran publicidad al régimen y a los jerarcas nazis. Así que, en un principio, le condenaron a 10 años de prisión, que se redujeron a sólo 4 años.
Fue liberado en 1950, recuperando
su estudio fotográfico y volviendo a trabajar con Gretel Braun, como ayudante.
Ésta se había casado con Hermann Fegelein, un general de las SS, que fue
acusado de traición y fusilado por orden de Himmler.
Heinrich Hoffmann, murió en 1957,
a la edad de 75 años, en Munich, la localidad donde residió durante tantos
años y donde está enterrado.
A mi parecer, el personaje más peculiar del entorno de Hitler era Morell, su médico.
ResponderEliminarEse personaje era lo más parecido a un charlatán. Creo que lo tenía completamente drogado.
EliminarMuchas gracias por tus comentarios y saludos.
Enhorabuena por encontrar un personaje tan curioso.
ResponderEliminarBueno, quería decir que el motivo por el que quizás se suicidó Geli Raubal fue que Hitler la protegía de una forma tremendamente asfixiante. Las causas estaban bien claras para los nazis, pero se corrió un tupido velo para que el Führer no fuera señalado por la opinión pública.
Lo de la foto en la que Hitler sale con el sombrero en la mano tiene más sustancia y es algo menos conocido. La presencia de Hitler en esa foto puede ser o no un montaje, pero sí creo que es casi un montaje el resto de la foto. Me parece recordar que hay una versión de la foto, en el lado de la derecha, la plaza tiene muchos espacios vacíos. Quizás se pueda encontrar en "La primera guerra de Hitler", de Max Weber.