Al día de hoy, se pueden
encontrar miles de libros que tratan sobre múltiples aspectos de la II Guerra
Mundial, pero, en mi opinión, todavía quedan muchas cosas por conocer, porque
esa no fue una guerra convencional, sino que tuvo demasiadas variables que aún
no se han estudiado.
Hay una película que me gusta
mucho, porque describe muy fielmente lo que ocurrió en Alemania tras ese
conflicto mundial. Se trata de “Vencedores o vencidos”, dirigida por Stanley
Kramer y estrenada en 1961.
Protagonizada por el gran actor Spencer Tracy. Precisamente, me parece
que fue una de sus últimas películas.
En ella podemos ver que, a esas
alturas, en la Alemania de 1948, todos juraban no haber sido nunca nazis. Eso
es lo que afirma el fiscal, personaje protagonizado por el gran Richard
Widmark, tras unas copas de más.
Sin embargo, cuando el juez, protagonizado
por Tracy, les pregunta a los criados de la casa donde vive por qué todo el
mundo apoyó a Hitler y a su partido, le contestan, un tanto atemorizados, que
estaban desesperados y él les ofreció una salida y la tomaron.
Eso es lo que ocurre, habitualmente, cuando a un pueblo le
aprietan demasiado las clavijas, que se radicaliza, y eso es lo que le ocurrió,
por aquel entonces, nada menos que al país más culto de Europa.
Sin embargo, en la película se
puede ver que, a pesar de ser claramente
culpables los reos a los que está juzgando
el personaje de Tracy, al final del juicio le llueven las presiones para que
los deje en libertad, pues necesitan el apoyo del pueblo alemán para que colaborasen
en la muy próxima Guerra Fría, al lado de los USA, claro está. Lo que pasa es
que el honrado juez no está por la labor y obra según su estricta conciencia y
según el Derecho.Bueno, pues, volviendo a nuestro tema de hoy, tenemos una URSS que empieza a enfrentarse a sus antiguos aliados occidentales y una USA que se quiere erigir como garante de esas libertades que gozan los países occidentales.
Evidentemente, lo primero que necesitan
los USA es un buen servicio de espionaje que les informe acerca de los movimientos
de los rusos y lo cierto es que ellos no lo tienen. Así que, como los anglosajones
siempre han sido gente muy práctica, pues enseguida se dieron cuenta de que les
interesaría más aprovecharse de la “organización” montada por los nazis, que eliminarla.
En este momento, es cuando surge en esta
narración un personaje llamado general Reinhard Gehlen. Se trataba de un gran
experto en espiar a la URSS y con una red de espionaje en funcionamiento.
Precisamente, lo que andaban buscando los USA.
Hasta 1942 había pertenecido al
Estado Mayor Central alemán, donde fue uno de los organizadores de las
invasiones de Polonia, Francia, la URSS, etc.
A finales de ese año se le dio el
encargo de espiar a los rusos. Para ello, se rodeó de un equipo muy competente en su
departamento, llamado el FHO. Incluso, llegaron a formar el llamado “ejército
de liberación ruso”, formado por antiguos prisioneros y desertores rusos, a
cuyo frente pusieron al general Vlassov.
Así que, parece ser que llevó esa
tarea excepcionalmente bien, aunque a Hitler nunca le gustaron sus informes por
parecerle demasiado pesimistas. De hecho, lo cesó de ese cargo en abril de
1945.
Ese mismo año, al ver que ya no
había ninguna posibilidad de ganar la guerra, se reunió con algunos de sus
colaboradores más cercanos y entre todos microfilmaron sus valiosos archivos,
antes de destruirlos. Luego, escondieron estas fotos en unos recipientes herméticos,
los cuales enterraron en diversos lugares.
En su puesto, había estado también
al corriente de los intentos de los líderes nazis por salvar el pellejo. Así, conocía
los frecuentes contactos de Himmler con el sueco conde Bernadotte.
También que Kaltenbrunner había enviado
a su adjunto Wilhem Höttl para que parlamentara con los USA.
Por el contrario, el mariscal
Göring, intentaba contactar por todos los medios posibles con los ingleses.
Incluso, algunos miembros de los
servicios de inteligencia alemanes habían contactado con sus colegas suizos.
Gehlen, que no debía de ser
tonto, se fue a Baviera a rendirse al Ejército USA, no fuera que lo cogieran
antes los rusos. Siguiendo sus órdenes, también se dirigieron a esa zona, por
diversos caminos y huyendo de las SS, sus principales colaboradores. No obstante,
también tuvo en cuenta que no deberían permanecer juntos en el mismo sitio. Así,
les ordenó dispersarse por aquella zona, para no llamar la atención.
Desde luego, este tipo debía de ser
muy inteligente, pues llegó a participar en el complot contra Hitler, liderado
por von Stauffenberg, y logró escapar con vida, pues su papel secundario les
pasaría desapercibido a los represores.
Al conocer la noticia de que los
USA habían llegado a esa zona de Baviera, donde ellos se encontraban, se
quitaron sus uniformes de Estado Mayor y se pusieron unos normales de combate,
que solía utilizar el Ejército alemán. Así, se entregaron tranquilamente al
Ejército USA.
Evidentemente, los USA, que ya
deberían de conocer a este individuo, lo internaron en un campo llamado Camp
King, especializado en los interrogatorios de contra-inteligencia.
Por allí, pasaron, entre otros, personajes tan conocidos como Karl
Brandt,
médico personal de Hitler; el almirante Doenitz, sucesor de Hitler; Hermann
Göring, jefe de la Fuerza Aérea alemana y del parlamento alemán; y los famosos
generales Jodl, Keitel y Kesselring. Incluso, la popular piloto alemana Hanna
Reitsch.Parece ser que el interrogador del general Gehlen, el capitán Boker, se dio cuenta enseguida de la importancia de su prisionero. Éste, inmediatamente, le ofreció un canje. Se trataría de entregar sus archivos microfilmados a cambio de su libertad y la de sus colaboradores.
Otros autores sostienen que no fue
el capitán Boker, el que descubrió la importancia de este detenido, sino su
adjunto, el sargento Víctor de Guinzbourg, después de habérselo enviado Boker.
También dicen que éste se dirigió
al jefe del G-2, el servicio de información del Ejército USA, coronel W. Quinn
y a Allen Dulles, jefe de la OSS en Suiza, que conocían muy bien a Gehlen.
Así que, según ciertas fuentes,
se trasladó a esos colaboradores al campo donde ya se hallaba Gehlen, a cambio
de esos archivos. El siguiente paso fue borrarlos de las listas de prisioneros
de guerra.
Para ello, Boker, contó con el
apoyo del general de brigada Sibert y, más tarde, de su superior, el general
Bedell Smith, consejero de Eisenhower.
De hecho, fue entrevistado por
Sibert personalmente, ya que Gehlen prefería hablar con militares con su misma
graduación. Precisamente, a este general fue a quien el alemán, que era un
ferviente anticomunista, le hizo llegar su plan para ofrecerse a luchar juntos
contra la URSS.
A mediados de 1945, Gehlen y su
gente de confianza, volaron hacia USA, para ponerse a las órdenes de la OSS, el
antecedente de la CIA. La razón de esta salida tan precipitada es que los rusos
ya se habían enterado de que los USA tenían a la plana del FHO y exigían que
les fuera entregada a ellos.
A Gehlen le permitieron que fuera
acompañado por 3 de sus hombres. Así que eligió para este viaje al coronel
Herre, al comandante Schoeller y al comandante Norst von Hiemenz. Incluso, para
pasar más desapercibidos, vistieron uniformes del Ejército USA, eso sí, exigieron ir con las
insignias correspondientes a su rango militar.
Incluso, fueron interrogados en
el mismo Pentágiono y el Alto Mando USA dio su aprobación para esta extraña y fructífera
colaboración. Parece ser que, como gesto de amistad, estos nazis les revelaron
los nombres de varios agentes de la OSS, que ya pertenecían al PC.
Al año siguiente, Gehlen, volvió
a su país para montar su organización. En principio, sólo utilizó unos 350 de
sus antiguos agentes. Cantidad que luego ascendió hasta los 4.000. Dentro de
esa cifra había numerosos miembros de las SS, SD y la Wehrmacht. Todos ellos
fueron infiltrados tras las fronteras de la URSS y sus países satélites. Gehlen
ponía los hombres y los USA, todos los
medios que fueran necesarios.
Tanto fue así que, durante muchos
años, esta organización fue considerada como los únicos “ojos y oídos” de USA en la antigua
URSS y su bloque comunista.
En un principio, su organización
radicó en un pueblo cercano a Frankfurt, pero luego se trasladaron a Pullach,
cerca de Múnich.
Hicieron una gran labor, pues, aparte
de tener allí muchos de sus agentes, contactaron con organizaciones de emigrados
de esos países; entre 1947 y 1955 interrogaron a todos los soldados alemanes,
tras haber sido liberados de su cautiverio en la URSS, etc.
Otra de las cosas que hizo esta
organización fue preparar comandos para eliminar a todos los líderes de los PC
de los países occidentales, sólo en el caso de que se sufriera una invasión rusa en territorio
occidental y los soviéticos intentaran imponer un gobierno de tipo “títere”, para
manejar esos países occidentales, como ya había hecho en sus países satélites.
Precisamente, se cree que Gehlen
fue el autor de la idea para la creación de los comandos Werwolf, una especie
de guerrilla alemana, que se dedicó a hostigar a las fuerzas aliadas, desplegadas
en Alemania, tras la rendición del III
Reich y que fue muy pronto derrotada.
Como todas las organizaciones de
este tipo, tuvieron tanto éxitos como fracasos. En el primer caso, consiguieron
infiltrar miles de anticomunistas, formados en labores de espionaje, tras el
bloque soviético.
La mayoría de sus fracasos fueron
producidos porque en los servicios occidentales había algunos agentes comunistas
infiltrados, como Kim Philby y su grupo, los cuales informaban puntualmente a
Moscú sobre las actividades del espionaje occidental.
En los años 60, la organización fue
descubierta por periodistas occidentales, los cuales produjeron un escándalo en
la opinión pública, al publicar que en ella servían muchos antiguos nazis.
Lo curioso es que ellos trabajaban
directamente para la CIA, en cambio no les caían muy bien a los británicos del
MI6. A lo mejor, por eso, algunos periódicos británicos publicaron que se
estaba intentando acabar con una tiranía con gente procedente de la tiranía
nazi.
Sin embargo, otros periódicos de
USA publicaron que la organización de Gehlen había engañado a su país, porque
había incluido en sus filas a unos cuantos criminales de guerra, para que no
fueran castigados.
En 1956, se traspasó esta
organización al Gobierno de la República Federal Alemana, siendo el germen del
BND, el actual servicio de inteligencia alemán.
Como Gehlen era el espía más
preparado, se le otorgó la presidencia del BND. En ese cargo estuvo hasta 1968,
cuando se le acusó de que la eficacia de su servicio había bajado.
Se retiró con una pensión muy
importante y algunos dicen que también le pagaron otra procedente de sus
antiguos colegas de la CIA. Murió en 1979.
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