
Edouard Daladier nació en 1884 en
una localidad llamada Carpentras al sudeste de Francia y muy cerca de la famosa
Costa Azul.
Su familia era de tipo modesto,
pues su padre era panadero en esa ciudad. Nuestro personaje empezó siendo un
joven profesor de Historia.
También muy joven, en 1911, fue
elegido alcalde de su ciudad, pero, al llegar la I Guerra Mundial, fue al
frente, consiguiendo regresar vivo y acabarla con el grado de capitán y con la
medalla de la Legión de Honor.



Precisamente, su vuelta a la
Presidencia del Gobierno coincide con el cierre de la frontera
hispano-francesa, para que, durante la guerra civil, los republicanos no pudieran recibir por allí
los suministros militares.
Es más, en febrero de 1939,
Francia reconoció al Gobierno de Franco y dejó de reconocer al de la II
República. Incluso, a la mayoría de los exiliados españoles que huyeron a
Francia los internaron en campos de concentración, acusándolos, según uno de
sus decretos, de extranjeros indeseables.
Como nuevo embajador de Francia,
ante el Gobierno de Franco nombraron, casualmente, al famoso general Pétain,
que también era cuñado del pintor Zuloaga.
A pesar de que varios países
contribuyeron al mantenimiento de los refugiados españoles en Francia, la prioridad de su Gobierno era quitárselos de
encima cuanto antes, incluso, devolviendo a algunos a España.


Algunos autores comentan que,
cuando regresó a su país, después de haber firmado los Acuerdos de Múnich, una
gran multitud le esperaba para felicitarle, por haber preservado la paz
mundial. En ese momento, él masculló: “Idiotas, idiotas”
De hecho, hubo 3 ministros de su
gabinete que presentaron su dimisión, por no apoyar ese acuerdo, pero él no se
las aceptó hasta haberlo firmado.
Estos Acuerdos de Múnich hicieron
caer al Gobierno de Checoslovaquia y le sucedió otro plagado de militares.
Posteriormente, también dimitió Benes, el presidente de
la república.
Tras la I Guerra Mundial,
Francia, creó la llamada Pequeña Entente, formada por Checoslovaquia, Rumania y
Yugoslavia, con el objetivo de defenderse de las ambiciones expansionistas de
la URSS.
No obstante, Polonia nunca quiso
adherirse a esta alianza, porque siempre había tenido muchas discusiones con Checoslovaquia
y, como todo el mundo sabe, no puede haber dos gallos en el mismo corral.
Los países occidentales
consiguieron que Polonia y Rumania firmaran un acuerdo de defensa mutua. Por
otra parte, redirigieron a la Pequeña Entente hacia la Alemania nazi, que la
veían más peligrosa ahora que la URSS.

Por cierto, en España, el
Gobierno de Negrín miraba con lupa todos estos acontecimientos. Por entonces, se estaba desarrollando la
Guerra Civil y los republicanos, sobre todo Negrín, estaban esperando que una
nueva guerra europea pudiera hacer que cambiara el curso de la nuestra,
provocando que los aliados lucharan por la II República. Incluso, para llamar
más la atención, despidieron a los miembros de las Brigadas Internacionales.
Precisamente, en la época de la
firma de los Acuerdos de Múnich, septiembre de 1938, se estaba dando en España la batalla del
Ebro.
Por otra parte, como los polacos
no debían de fiarse mucho de los aliados occidentales, desde 1932 firmaron pactos
de no agresión con la URSS y luego con Alemania. Esto ya lo comenté en mi blog
en otro artículo dedicado al general polaco Josef Beck.

Algunos autores han defendido la
idea de que Francia, Bélgica y Polonia tenían en estudio, desde antes de
1933, realizar una guerra preventiva
contra Alemania, pero esto nunca ha sido probado.
Stalin les hizo sufrir hasta el
último momento y, cuando pensaban que iba a firmar con ellos un pacto para acorralar
a Alemania, contra todo pronóstico, firmó un pacto con Hitler. Así que la
llegada de la guerra estaba asegurada, pero no así la victoria, para el bando
aliado.

En principio, le dice que Francia
tiene un compromiso con Polonia, para defenderla en caso de ataque exterior y
que lo va a cumplir.
No obstante, como prueba de amistad,
le dice que cualquier cosa puede llegar a ser negociable, sin tener que meterse
en guerras, como el caso de Danzig.
Al final, le pide que le conteste
si desea continuar con las conversaciones, porque, ambos deben saber que lo
único que triunfa en las guerras es la devastación y la barbarie. .jpg)
Por otro lado, el renunciar a estos
territorios, según él, no quería decir que renunciaran a otros que les habían
quitado en Versalles.

Luego, le pone el ejemplo de una
Marsella que le fuera arrebatada a Francia y qué haría el Gobierno francés para
recuperarla.
Se despide diciendo que lamenta
las graves consecuencias de este futuro conflicto y el papel en que va a poner
a Francia, pero no ve otra forma de recuperar ese territorio.
El 31/08/1939, una unidad SS hizo
un atentado de “falsa bandera”, disfrazándose de soldados polacos y atacando
una emisora alemana cercana a la frontera. Ese fue el pretexto y, así, al día
siguiente comenzó la II Guerra Mundial, con la invasión de Polonia, por parte
de Alemania, que fue seguida por otra, unos días más tarde, por parte de la
URSS.

Eso sí, los franceses movilizaron
sus fuerzas hacia la frontera con Alemania, pero no se atrevieron a atacarles.

Realmente, el ejército alemán, aunque, ciertamente, se hizo muy potente, tampoco lo fue tanto como presumían ellos. Por ejemplo, presumían de ir con todas las tropas y pertrechos en unidades motorizadas. Eso no es cierto, porque tanto en la campaña de Polonia, como en la de la URSS, tuvieron que disponer de infinidad de animales de carga. Eso no solía verse en las fotos de sus revistas, el ministro Goebels, siempre controló muy bien esas cosas.

En junio de 1940, cuando los
alemanes invadieron Francia, le apresaron y le encerraron en la fortaleza de
Portalet.

En el caso de Mafalda, como ya comenté
en otro de mis artículos, fue una lástima, pues ya al final de la II Guerra
Mundial, los aliados bombardearon ese campo de concentración, hiriéndola
gravemente. Como ya sabemos, a esa altura de la guerra a Alemania le faltaba de
todo y los médicos no pudieron hacer nada por ella, por falta de medicamentos
para intentar curarla.
Por fin, fue liberado por las
tropas USA, cuando llegaron a su campo. Concretamente, en la primavera de 1945.
Al año siguiente, ya de vuelta en
Francia, pasa a ser miembro de Asamblea Nacional Constituyente, que redacta en
poco tiempo la Constitución de la nueva IV República Francesa. Una vez
aprobada, continuó en su escaño de diputado.
En 1957, fue elegido presidente
de su partido. Sin embargo, en 1958, tras la vuelta de De Gaulle a la Presidencia,
mediante un método muy poco “adecuado”, que podríamos llamar pronunciamiento
militar y del cual ya he hablado en otro artículo, se opuso a ello y dejó
completamente la política.
Murió en octubre de 1970 y fue
enterrado en el famoso cementerio parisino de Père Lachaise.
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