Hoy voy a contaros un caso que, a
primera vista, podría tener una cierta explicación, si se hubiera dado durante
la Edad Media o, todo lo más, el siglo XVI. Pues no, lo cierto es que tuvo
lugar a mitad del siglo XIX, repito, en pleno siglo XIX y en el corazón de Europa.
Edgardo Levi Mortara, nuestro personaje
de hoy, nació en la ciudad de Bolonia (Italia), en 1851, en el seno de una
familia judía tradicional. Por aquel entonces, y este es un dato muy
importante, Bolonia se hallaba dentro de los llamados Estados Pontificios. Aún no
había tenido lugar la unificación de Italia.
Parece ser que, en una ocasión, cinco
años antes, el niño se puso muy enfermo y, como esta chica, que sólo tenía 14
años, se hallaba sola con él y lo vio muy próximo a morir, no se le ocurrió
otra cosa que bautizarle ella misma, en la misma casa.

El niño no murió y, por alguna
razón, la chica dejó de trabajar allí. Más adelante, parece ser que la chica
confesó que había bautizado al niño. Esta afirmación no cayó en saco roto y
algún cura denunciaría el hecho ante el Santo Oficio.
Así que, ni cortos ni perezosos,
siguiendo la teoría medieval de que un
católico no puede educarse entre judíos, porque se condenaría, se presentaron
en su casa.
Evidentemente, los policías se
salieron con la suya y se llevaron al niño, en medio de los lloros y gritos de
sus padres y del resto de sus hermanos.
Lo trasladaron a una de las
llamadas Casas de Catecúmenos, donde estuvo interno, y donde, durante varias semanas, ni siquiera pudo recibir
las visitas de sus padres.

El mismo Papa mostró un interés
personal en este asunto y denegó cualquier petición de la familia para que les devolvieran
a su hijo.
Parece ser que el padre del niño
fue a hablar varias veces con el Papa, sin embargo, éste le dijo que sólo
accedería a su petición a cambio de que la familia se convirtiera al
catolicismo.
El caso es que en 1848 se organizaron
revoluciones en diversos países europeos. Incluso, el mismo Papa tuvo que huir
de Roma disfrazado y encontró acomodo en el Reino de Nápoles.


Como los judíos siempre han sido
gente muy organizada, enseguida movieron este asunto a nivel internacional.
Al Papa le llegaron quejas y
peticiones de todos los países, incluidas las enviadas por su aliado, Napoleón
III, el emperador Francisco José de Austria-Hungría y diversos políticos de USA.
Algunos autores afirman que este
asunto fue tenido en cuenta por Napoleón III, cuando decidió retirar sus tropas
de Roma y dejar “tirado” al Papa frente a los unionistas italianos.
Incluso, viajó hasta Roma una
delegación de líderes de organizaciones judías. No lograron convencer al Papa y, además, se permitió decirles que el niño era feliz con ellos y que volvería
a hacerlo, si hiciera falta.
Hasta llegaron a hacer gestiones
ante el Papa los dirigentes de la Banca Rothschild, que siempre fueron sus
tradicionales banqueros.
Los mismos judíos crearon en 1860,
en Francia, la Alianza Israelita Universal, para poder luchar contra estos casos.
En muchos países, como en España,
la prensa dividió al país en dos. Los conservadores estuvieron a favor del Papa
y los liberales en contra.
En 1859, cuando los ejércitos que
unificaban Italia habían conquistado Bolonia, su padre hizo un nuevo intento,
pues ya no eran súbditos del Papa, pero no consiguió nada, al estar el niño en
Roma.
En 1870, cuando los unionistas
conquistaron Roma hicieron un nuevo intento, pero Edgardo ya tenía 19 años y
podía decidir por sí mismo. Así que decidió seguir siendo católico.
Parece ser que entre las tropas
unionistas iba su hermano Ricardo, el cual le rogó que se fuera con él, sin
embargo, Edgardo, le respondió con un “vade
retro”, como si fuera un demonio, al verlo vestido con el uniforme militar.

Lo curioso es que fue ordenado
con 23 años y adoptó el nombre religioso de Pío. Supongo que como homenaje al
Papa que se lo llevó para educarlo como católico.
Bueno, para ser ordenado
sacerdote, previamente, escapó de Italia hacia Austria, para no ser atrapado y
que, encima, tuviera que hacer el servicio militar.
Los Superiores de su Orden lo
enviaron a predicar a diversas ciudades de Alemania. Concretamente, a las zonas
donde había más judíos, para intentar convertirles, pero no tuvo mucho éxito.

En 1895, fue al funeral de su
madre, presidido por el rabino judío de Bolonia y donde coincidió con otros familiares
y miembros de la congregación judía. La verdad es que habría sido muy curioso
ver a un cura católico entre tantos judíos. Especialmente, en una época en que no
había muy buenas relaciones entre ambas religiones.

Incluso, el conocido periódico
USA, New York Times, le dedicó en diferentes días nada menos que 20 editoriales
a este tema.
También estuvo un tiempo en
España, concretamente, en Oñate (Guipúzcoa), donde estuvo estudiando el idioma
vasco. Dicen que lo hablaba tan bien, que hasta dio sermones en ese idioma. Hasta
el mismo Unamuno dejó escrito que lo había visto predicar en Guernica.
Este caso dio lugar a varias
obras literarias y hasta una obra teatral y unaópera, estrenada en 2010.Este monje agustino falleció en 1940, en la ciudad belga de Lieja, cuando ya iba a cumplir 90 años.
En fechas más cercanas, se conocen más casos de este tipo. Nada menos que, en 1946, el Papa Pío XII, le envió unas instrucciones a su nuncio en Francia, ordenándole que todos los niños que habían dejado sus padres judíos, durante la guerra, al cuidado de familias católicas, se les bautizara inmediatamente, para no devolvérselos a sus padres.
Afortunadamente, el Nuncio vaticano
en Francia, que era nada menos que el futuro Juan XXIII, era un hombre juicioso
y no le hizo caso a esa orden.
Es evidente que algunas de esas
familias católicas, viendo que los nazis les pisaban los talones, habían bautizado
a esos niños judíos, para que no fueran perseguidos por esos fanáticos. De todas
formas, su idea siempre fue devolvérselos a sus padres.
Hoy en día, al menos, en teoría, no podría darse un secuestro, como el que sufrió Mortara, pues, desde el Concilio
Vaticano II, organizado, en principio, por Juan XXIII, ese tipo de secuestro
sería condenable por las normas de la Iglesia católica.
A finales del siglo XX, cuando se
estaba haciendo una campaña para canonizar al Papa Pío IX, varios familiares de
Mortara se manifestaron en contra de ese hecho.
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