ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

jueves, 26 de julio de 2018

AGAPITO GARCIA ATADELL, DE CRIMINAL A FERVIENTE DEVOTO


Esta vez traigo al blog uno de los personajes más funestos de la Guerra Civil española. Decir eso ya es mucho, porque, durante se conflicto, se puso muy alto el “listón” en lo que atañe a personajes de este tipo.
Agapito García Atadell, que así se llamaba nuestro personaje de hoy, nació en 1902 en la localidad gallega de Vivero.

Supongo que, como miles de gallegos, optó por la emigración, pues muy pronto se le ve ejerciendo el oficio de tipógrafo en Madrid.
Parece ser que siempre fue un tipo duro, pues, ya en 1922, fue detenido por unas presuntas amenazas contra otro colega suyo, que no quiso afiliarse al sindicato de impresores, donde militaba Atadell. O sea, la UGT, el famoso sindicato del PSOE.
Curiosamente, Pablo Iglesias, el fundador del PSOE y de la UGT, también era un gallego, que emigró a Madrid y además era tipógrafo, al igual que Atadell.
En 1924, parece ser que nuestro personaje seguía teniendo esas ideas revolucionarias, pues fue detenido, tras haber publicado unos artículos, que, según la acusación “incitaban a la sedición” y fue llevado ante un juez
militar. Esto le hizo pasar varios meses en la cárcel.
Parece ser que en Madrid estuvo ejerciendo su profesión en los talleres de los periódicos “El Sol” y “La Voz”. También conoció por esa época al famoso dirigente socialista Indalecio Prieto, con el que siempre le unió una gran amistad.
En 1934, tras los sucesos conocidos como “Revolución de Asturias”, fue detenido y encarcelado en Madrid. Allí conoció a otro famoso dirigente socialista, Largo Caballero.
Al comienzo de la Guerra Civil, el Gobierno del Frente Popular, creó una especie de policía paralela, al frente de la cual puso hombres de confianza salidos del  PSOE y el PCE.
Atadell fue puesto al mando de una de esas unidades, dotada con 48 agentes, que, muy pronto, fue apodada “la Brigada del Amanecer”, por las horas en que ejecutaban sus arrestos, aunque el nombre de estas unidades era el de Milicias Populares de Investigación.
Bajo sus órdenes tuvo a algunos “elementos” de cuidado, como Ángel Pedrero o Luis Ortuño. Su primera sede estuvo en un palacio incautado a los condes del Rincón, situado en la calle Martínez de la Rosa, 1. Entre Serrano y Castellana. Justo lo contrario de una barriada obrera.
Aunque, teóricamente, estaban a las órdenes de la Brigada de Investigación Criminal de la Policía, muy pronto se desentendieron de sus superiores y actuaron por su cuenta. Por supuesto, con el conocimiento de la mayoría de los miembros del Gobierno. Hasta se dice que algunos destacados parlamentarios y dirigentes de izquierdas se personaban, habitualmente, en su checa para darles ánimos.
Es más, algunos periódicos republicanos, solían publicar las más importantes detenciones realizadas por este grupo y se les animaba a seguir por ese camino.
Incluso, llegaron a organizar su propia checa de la cual casi nadie salió con vida. En un principio, estaba en los sótanos del Círculo de Bellas Artes, junto a la calle de Alcalá. Supongo que, como era un lugar muy transitado, se buscaron otro más tranquilo, lejos de miradas curiosas. Así que se trasladaron a un edificio de la calle Fomento, el antiguo Palacio de Manzanedo, cerca del actual edificio del Senado.
Incluso, tuvieron otra en la calle de San Bernardo, donde, según parece, se especializaron en encarcelar y asesinar a religiosos de todo tipo. Lo mismo les daba hombres que mujeres.
Parece ser que Atadell quiso rentabilizar aún más su trabajo y se dedicó a robar las pertenencias de todos los detenidos. Lógicamente, sin comunicárselo a sus superiores.
A pesar de haber atrapado en Madrid a multitud de miembros de la Quinta Columna, nunca fue muy del agrado del bando republicano. Se decía de él que era “un bandido y un canalla” y que su único afán no era servir a la II República, sino servirse de su cargo para robar todo lo posible y hacerse rico cuanto antes. 
Evidentemente, eso nunca se lo dijeron públicamente cuando estaba en Madrid al mando de su brigada. Por si acaso.
Parece ser que, tras el auto, donde viajaban los agentes de esa Brigada para ejecutar sus detenciones, iba siempre un camión para llenarlo con todo lo que pudieran robar en cada casa.
En su momento, debió de tener mucho poder, pues hasta los representantes diplomáticos le visitaban habitualmente con el fin de realizar gestiones para intentar conseguir la libertad de los nacionales de cada uno de sus países.
Por lo visto, una de sus señas de identidad era el nombre de su Brigada, escrita con pintura reflectante en el capó de los coches que utilizaban.
Una de sus más hábiles estratagemas fue publicar en la prensa que en la sede del Círculo de Bellas Artes se repartían vales de comida. De ese modo, pudieron detener a muchas de las personas que acudieron a retirar esos vales ficticios.
Hay quien dice que llegaron a matar unas 2.000 personas. Me parece una cifra demasiado alta, pues la Brigada fue disuelta a finales de 1936, justo cuando Atadell huyó de España.
Por supuesto, una de las razones por las que dejaban hacer esas tropelías a estas brigadas es porque a veces también hacían ciertos favores personales a los dirigentes políticos del momento. Por ejemplo, parece ser que, por orden de Ángel Galarza Gago, ministro de la Gobernación, detuvieron y asesinaron a la periodista francesa Carmen de Bati y al periodista español Luis Calamita Ruy-Wamba.
En este último caso, algunos autores afirman que el difunto no sólo tenía unas ideas políticas distintas de las del ministro, sino que entre ellos hubo una cuestión personal, pues, en su juventud, uno le había quitado su novia al otro. También, según parece, unos años antes, Calamita, le había ganado a Galarza en las elecciones legislativas a Cortes.
Por otra parte, hay quien afirma que, aunque Luis Calamita fue detenido por la brigada de Atadell, no fue asesinado por ellos, sino por un matón enviado por Galarza, llamado Vicente Rueda, que también era paisano y enemigo de Calamita
Parece ser que, entre los principales informadores de la brigada, se hallaban los porteros de los edificios del centro de Madrid. Los cuales les informaban del lugar donde estaban escondidas sus víctimas y de la capacidad económica de las mismas.
Por ello, no es de extrañar que, en la posguerra, el colectivo de los porteros fuera uno de los más castigados por los vencedores. Muchos sufrieron duras penas de cárcel y otros fueron condenados a muerte y ejecutados. Por eso, muchas de esas porterías fueron ocupadas por militares y policías jubilados.
Así que, cuando las tropas franquistas se acercaron a Madrid, supongo que Atadell vería que la guerra estaba ya perdida y no se le ocurrió otra cosa que huir con la fortuna que había amasado en esos primeros meses de la guerra. Hay quien dice que esa fortuna podría alcanzar los 25.000.000 Ptas.  Una cantidad muy elevada en esa época.
Hay quien dice que su huida no fue debida al avance del Ejército franquista, sino a que el PCE y la FAI habían puesto sus ojos en él y en sus ganancias fraudulentas, con ánimo de que las repartiera con ellos. Incluso, según parece, se atrevió a liberar a una joven detenida por las milicias del PCE.
Por lo visto, en la Dirección General de Seguridad, sabían perfectamente que estas brigadas incautaban los bienes a los detenidos. De hecho, había un encargado de llevar estos bienes hasta esa Dirección. Sin embargo, la mencionada Dirección, ordenó, posteriormente, que las nóminas de los milicianos, agentes y jueces de esas brigadas se pagaran con la venta de esos bienes.
Parece ser que, aunque Atadell y sus colegas de huida, se llevaron muchas joyas, todavía quedaron muchas en poder de los miembros de las brigadas.
En noviembre de 1936, cuando se disolvió el Comité Provincial de Investigación Pública, le fueron entregados al Gobierno republicano un total de 472 cajas llenas de alhajas y otras dos con objetos de oro y plata, procedentes de las incautaciones a los detenidos.
Así que Atadell, acompañado por sus fieles compañeros Penabad y Ortuño, con la excusa de que iban a realizar un servicio de contraespionaje, se dirigieron a Alicante, donde, en el Consulado de Cuba, obtuvieron unos pasaportes de ese país, como si ellos fueran unos cubanos, que hubieran extraviado su documentación.
Desde ese puerto, tomaron un barco hacia Marsella. Adonde llegaron el 12 de noviembre de 1936. En esa ciudad vendieron todas las alhajas que habían obtenido durante sus saqueos.
Una semana después, Penabad y Atadell, acompañados de sus respectivas esposas, fueron hasta el puerto de Saint Nazaire, donde embarcaron en el trasatlántico francés Mexique. Curiosamente, la esposa de Atadell había sido monja de clausura.
Según algunos autores, un sindicalista francés advirtió a su amigo, el cineasta español Luis Buñuel, sobre la presencia de este tipo en ese buque.
Así que Buñuel fue a denunciarlo a la Embajada de la II República española en París. Parece ser que estos diplomáticos se enteraron de que el buque iba a hacer una escala en la isla canaria de la Palma, que ya era territorio del bando nacional.
Por una de esas extrañas “colaboraciones” que hubo durante esa época, la embajada republicana, a través de otra de un país extranjero, puso estos hechos en conocimiento del Gobierno franquista y, por ello, fue detenido tras haber atracado el buque en el puerto de Santa Cruz de la Palma.
Curiosamente, la prensa republicana, que, hasta entonces, siempre había jaleado todas las operaciones realizadas por Atadell y su Brigada, esta vez decía: “No hay perdón para los traidores”. En alusión a la huida de Atadell y sus cómplices.
Hasta sus antiguos subordinados en la Brigada se mostraron muy enfadados con su huida. Supongo que el motivo sería que se habían quedado sin su parte.
Hay también algunos autores que afirman que Atadell, que no debía tener un pelo de tonto,
encargó a un joven pasajero, llamado Ernesto Ricord, que, durante una anterior escala del barco en el puerto de La Coruña, haciéndose pasar por falangista, fuera a denunciar ante las autoridades franquistas que dentro del barco se hallaban dos peligrosos “rojos” a los que había que detener.
Parece ser que no les detuvieron en el puerto de La Coruña, porque el barco tenía bandera francesa y ese país no permitió la entrada de la Policía española a fin de practicar las detenciones.
Así que, cuando el barco ya había zarpado hacia Canarias, la Policía franquista de esa ciudad alertó a la de Canarias y le dijo que arrestara a los que les señalara Ricord, que seguía navegando en ese barco.
Sin embargo, como, por alguna razón, Atadell, ya había previsto que lo estaban esperando, utilizó a Ricord, que se suponía que era un chivato de la Policía, para designar a otras personas como a los famosos “rojos”.
Por lo visto, el 26/11/1936, cuando los agentes fueron a detenerlos en Canarias, se montó un buen jaleo, porque Ricord señaló como “rojos” a dos ciudadanos españoles. Uno de ellos era procurador ante los Tribunales y el otro un conocido periodista. Este último fue el que señaló al “súbdito cubano” Atadell como uno de esos presuntos “rojos”.
No obstante, él se lo tomó con mucha calma y se limitó a decir que seguro que todo se debía a un error y que pronto se aclararía todo.
Afortunadamente, todo se aclaró. Por eso mismo, Atadell, Penabad y Ricord fueron detenidos y trasladados a Sevilla.
La verdad es que estuvieron a punto de lograr escaparse de España. De hecho, los soltaron y regresaron al barco. Sin embargo, un falangista, que no se había creído la versión de Ricord, los siguió y se dio cuenta de que los tres eran cómplices. Por lo que los detuvo allí mismo.
Lo cierto es que, una vez detenido, Atadell, se mostró muy colaborador con la Policía. Igual, pensaría que así podría salir con vida de ese trance.
Contó muchas de las cosas de su Brigada, sin embargo, como es lógico, no se autoinculpó de las miles de muertes provocadas por la misma. Como muchos de los criminales más infames de la Historia, siempre dijo que había realizado esos actos obedeciendo órdenes de sus superiores. En concreto, de la Dirección General de Seguridad.
Incluso, alegó en su defensa, haber salvado las vidas de algunos conocidos derechistas. Eso es cierto, en parte, pues una de sus protegidas fue Rosario Queipo de Llano, hermana del famoso general sublevado en Sevilla.
Es más, se permitió afirmar que Negrín le había dado permiso para llevarse el dinero y las joyas robadas, en su huida de España. Con un absoluto descaro, echó la culpa de esos robos, exclusivamente, a los demás miembros de su Brigada.
Incluso, se permitió el lujo de alegar que otras brigadas, como la Escuadrilla del Amanecer o los Linces de la República, eran mucho más sanguinarios y más incontrolados que la suya.
No obstante, el 30/06/1937, llegó su juicio, en forma de Consejo de Guerra, el cual fue realizado en la Audiencia Territorial de Sevilla, aunque se les aplicó el Código de Justicia Militar. Supongo que fue así por haberse declarado el estado de guerra.
El fiscal aportó una gran cantidad de testigos que testificaron en contra de los acusados. Algunos calificaron a Atadell como un completo sádico, que creía tener poderes para matar a quien quisiera.
Sin embargo, su abogado defensor, alegó que su brigada era la más humanitaria de todas las que había en Madrid, culpando del terror reinante a las demás.
No obstante, el fiscal, en sus conclusiones finales, pidió pena de muerte para Atadell y Penabad y 20 años de reclusión para Ricord. Parece ser que esto cayó como un jarro de agua fría en el ánimo de los procesados.
Por lo que respecta al abogado defensor, pidió cadena perpetua para Atadell por un delito de rebelión militar. Puede parecer algo extraño, porque los que se sublevaron fueron los del otro bando. Sin embargo, durante la guerra y la posguerra, se utilizó esa acusación para llevar a mucha gente a la cárcel o hasta el pelotón de fusilamiento.
Para Penabad pidió una pena de 12 años de prisión, por auxilio a la rebelión. Está muy claro que intentaba, por todos los medios, salvar las vidas de ambos, que es la misión principal de un abogado defensor.
Por lo que se refiere a Ricord, lo califica como a un débil mental, que sólo aceptó el dinero de Atadell para realizar unas gestiones por su cuenta. No ve culpabilidad alguna y, si acaso, podría ser acusado de negligencia, con una pena de 6 meses y 1 día.
Curiosamente, durante esos meses que duró su encarcelamiento en Sevilla, Atadell, se volvió muy católico. Rezaba mucho y hasta escribió unas cartas a su mujer, donde le encargaba una serie de misas en honor de varios santos de su devoción.
Incluso, escribió pidiendo perdón, públicamente, por el daño que había cometido contra la Iglesia y los clérigos de la misma.
Es más, dirigió otro de sus escritos al mismísimo Indalecio Prieto, donde le informaba que había dejado de ser socialista para convertirse en católico y que rezaba para que también se convierta el conocido dirigente socialista.
Lo cierto es que fue un tipo que nunca le importó cambiar de bando. Empezó siendo del PSOE, luego se fue al PCE, donde no estuvo mucho tiempo, para volver de nuevo al PSOE.
La sentencia del juicio coincidió con la petición del fiscal. Así que, una vez aprobada por las autoridades militares, las dos penas de muerte se ejecutaron el 15/07/1937, por medio del garrote. Al día siguiente, sus cuerpos fueron enterrados en el Cementerio de San Fernando, de Sevilla.
Lo cierto es que, si no lo hubieran ejecutado los nacionales, sus amigos republicanos se hubieran mostrado muy dispuestos a hacer lo mismo. Parece ser que en su brigada también habían asesinado a conocidos republicanos, que no eran afines al PSOE. De hecho, su ejecución se publicó en la prensa republicana y se calificó como un acto de Justicia.
La verdad es que se les dieron más oportunidades que las que ellos daban a los que habían caído en sus manos. Parece ser que los miembros de esa brigada solían formar en su checa una especie de tribunal, presidido por Atadell.
Se interrogaba muy cruelmente al detenido y con amenazas de todo tipo. Al final, el total del sumario sólo ocupaba una cara de una cuartilla. Por supuesto, al preso no se le daba la opción de que lo defendiera un abogado.
Esos “tribunales” no descansaban en todo el día. Trabajando en turnos de 8 horas en las más de 200 checas que se instalaron en Madrid.
Al final, sólo había tres opciones: libertad, encarcelamiento o muerte. parece ser que, en la mayoría de las sentencias, el veredicto, dependía de que les cayera más o menos simpático el detenido. A veces, los que habían conseguido la libertad, eran detenidos en la calle por milicianos de otra checa y asesinados allí mismo.

2 comentarios:

  1. Su destino era justo, una rata cobarde y asesina. Otro logro más del karma....

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    1. Pues sí, aunque yo no soy partidario de la pena de muerte, lo cierto es que merecía ser castigado duramente.
      Muchas gracias por su comentario y le invito a leer más artículos de mi blog y, si lo desea, a hacerse seguidor del mismo.

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