
Evidentemente, hoy en día, a los
madrileños no les sonará la calle Torrijos. Sin embargo, si les digo que ahora
se llama Conde de Peñalver, seguro que les resultará más conocido.
La estación de Metro de Lista se
inauguró en 1932 como un ramal de la línea 2, entre las estaciones de Goya y
Diego de León.
Posteriormente, ese ramal se
anuló y ahora la estación de Lista corresponde a la línea 4 del Metro de
Madrid.
Hay que decir que, durante la
Guerra Civil, funcionaron las líneas de Metro ya inauguradas, salvo la que
comunica la estación de Ópera con la del Norte, también llamada de Príncipe
Pío, por estar ambas situadas en pleno frente de combate.

En el Estado Mayor republicano,
supongo que alguien pensaría que sería una buena idea instalar un arsenal y una
fábrica de armamento en ese ramal de la estación de Lista, que apenas se
utilizaba y que se hallaba bastante alejado del frente.
Además, se trataba de una zona
cercana al Barrio de Salamanca, donde solía vivir la gente más de derechas. Por
ello, la Aviación Nacional casi nunca bombardeaba esa zona.
Así que lo cerraron al público y,
como ya he dicho, ubicaron en ese lugar un arsenal y una fábrica de proyectiles
de Artillería y bombas de mano.

El 10 de enero de 1938, sobre las
11 de la mañana, se escuchó una gran explosión que hizo retumbar buena parte
del centro de Madrid.
Al menos, dos trenes fueron
alcanzados, cuando se hallaban circulando por la cercana línea 2. Tanto los vehículos,
como sus ocupantes resultaron carbonizados a causa de la gran cantidad de
llamas que recorrieron a toda velocidad los túneles del Metro.

Evidentemente, como esta noticia
podría resultar catastrófica para los intereses del bando republicano, tanto
que podría influir en la moral de resistencia, se optó por censurarla y apenas
apareció en ningún periódico.

Por si alguien no lo sabe, como
se dice que España es diferente, durante la guerra tuvimos el periódico ABC
que, a la vez, fue monárquico y republicano. ¡A ver quién iguala eso!

Sin embargo, al comienzo de la
Guerra Civil, la redacción de Sevilla quedó dentro de la zona nacional, y
volvió a ser monárquico, mientras que la redacción de Madrid quedó dentro del
bando republicano y estuvo manejada por el Frente Popular. Así que hasta se
dieron muchos casos en que se insultaban mutuamente, los periodistas de esas dos
redacciones.

Incluso, en el bando nacional se
llegó a sospechar que los republicanos habían llenado de bombas el Metro de
Madrid para que explotaran cuando las tropas nacionales hicieran su entrada en
la capital.
Algunos autores han investigado
en los registros del Cementerio de la Almudena, en Madrid, y se han encontrado
con que sólo aparecen 63 personas allí enterradas a consecuencia de la
mencionada explosión. De ellas, 48 eran mujeres y 15 hombres.


Incluso, se afirma que hubo
varias personas que resultaron quemadas, cuando se hallaban en el andén de la
estación de Banco de España. Un lugar bastante alejado del lugar del siniestro.
También, algunos testigos,
afirmaban que la explosión abrió un gran socavón en la antigua calle Torrijos,
hoy conde de Peñalver, que, literalmente, se “tragó” varios vehículos y un
tranvía lleno de gente, que circulaban en ese momento por ella. Incluso, se llevó por delante a una gran cantidad de personas que se hallaban en esa calle haciendo cola para comprar el pan.

Realmente, nunca se ha sabido a
ciencia cierta qué fue lo que dio lugar a esa explosión. Supongo que sería
porque a ninguno de los dos bandos le interesó contar la verdad.
En el bando republicano, porque
mermaría la moral de resistencia. Mientras que, en el bando nacional, porque
habían cometido una verdadera burrada, que se había llevado por delante a
muchos inocentes y eso pondría a mucha gente en su contra, cuando consiguieran
entrar en Madrid.

En esa labor de dar refugio a los
perseguidos colaboraron activamente tanto ciudadanos como embajadas de otros
países.
Esta labor diplomática fue tan
eficaz que los republicanos llegaron a asaltar ilegalmente esas sedes
diplomáticas para detener a las personas que residían en su interior.

Algunos autores afirman haber
encontrado en el Archivo Militar de Ávila que esta explosión se debió a un sabotaje
cometido por la denominada “Organización Antonio” y, concretamente, por el
teniente Salvador Cruz Cañero, que militaba en la misma.

Lo cierto es que, como ya he
dicho anteriormente, nunca se ha aclarado ni el número de víctimas, ni si fue
un accidente o un sabotaje.
Por lo que se refiere a la
llamada “Quinta columna”, parece ser que, en cierta ocasión, unos periodistas
le preguntaron al general Mola cuántas columnas se dirigían hacia Madrid. Él
les respondió que cuatro y una quinta que ya estaba dentro. De ahí viene el
nombre.

Parece ser que esta organización
estaba estructurada de una forma muy esquemática. De esa manera, como sus
miembros sólo se conocían por parejas, pues, en caso de ser detenidos, la
Policía no les podría sacar mucha información, porque no conocían a los demás.

El terror de estas organizaciones
fue la famosa Brigada Especial, cuyo jefe, era, desde enero de 1937, Fernando
Valentí Fernández. Se trataba de un grupo de unos 40 policías, dedicados al
contraespionaje y cuya sede central estaba situada en la calle Serrano 108. Más
o menos, enfrente de la actual sede de la embajada USA en Madrid.
Esta unidad se hallaba en
contacto permanente con los agentes de la NKVD (después llamada KGB) enviados
desde Moscú y a cuyo mando se hallaba Alexander Orlov.

La organización así llamada estaba presidida
por el arquitecto Javier Fernández Golfín y el procurador Ignacio Corujo. Actuó
hasta mayo de 1937, cuando fue desmantelada y unos 200 de sus miembros fueron
detenidos y encarcelados. Desgraciadamente, también muchos de ellos fueron
ejecutados.
Curiosamente, parece ser que, con
su desmantelamiento, quisieron matar dos pájaros de un solo tiro.
Los agentes soviéticos
planificaron una estrategia por la que consiguieron convencer a las autoridades
de que esta organización tenía alguna relación con el POUM.
Parece ser que, durante los
registros, encontraron un plano muy detallado, dibujado por Golfín, donde se
podía ver el emplazamiento exacto de las baterías antiaéreas republicanas en el
frente de Madrid.
No obstante, en el reverso del papel, los soviéticos, escribieron con tinta invisible un mensaje donde se implicaba a Andreu Nin y a todo el POUM, como colaboradores de la Quinta Columna.

Incluso, se permitieron publicar que habían incautado un gran arsenal en poder de esa organización quintacolumnista y del POUM, con el que pensaban dar un golpe de Estado para derrocar al Gobierno republicano.
Algo que no tenía ni pies ni cabeza, porque la “Organización Golfín-Coruijo”, en su mayor parte, estaba formada por falangistas, mientras que los miembros del POUM eran, en su totalidad, comunistas.

Una de ellas fue muy curiosa. El padre del presidente Negrín, que, a pesar de ser un destacado terrateniente canario de derechas, había sido detenido por el bando nacional, en su residencia de Canarias.
Así que al presidente le hicieron llegar un mensaje de que, si mataban a Golfín, los nacionales matarían a su padre, que estaba detenido en Canarias. Es posible que esto diera lugar a que las autoridades republicanas se tomaran su tiempo sobre la conveniencia o no de matar a esos detenidos.
Supongo que, por ese motivo, algunos miembros de esa organización, junto con sus dirigentes, fueron evacuados a Barcelona, después de haber estado mucho tiempo detenidos y soportando frecuentes palizas por parte de sus captores.

Al final, el padre de Negrín no fue asesinado, aunque, según parece, le incautaron parte de su patrimonio personal.
También es posible que no fuera asesinado, porque otro de sus hijos era fraile claretiano, al igual que el confesor del obispo de Canarias, Antonio Pildain, el cual hizo varias gestiones ante el propio Franco para que el padre de Negrín no fuera ejecutado.
Curiosamente, este obispo también se dedicó durante un escaso período de tiempo a la política activa. En la primera legislatura de la II República, salió elegido diputado por la Minoría Vasco-Navarra y en las Cortes defendió con ahínco tanto el Estatuto Vasco como las escuelas fundadas por la Iglesia Católica.
Aunque nos parezca mentira, también es cierto que el confesor que tuvo Franco, desde el comienzo de la Guerra Civil, fue José María Bulart, un sacerdote catalán.

Parece ser que, a pesar de que, tras la muerte de Rodríguez Aguado, pasó a dirigir esa organización el capitán de Intendencia Joaquín Jiménez de Anta, el verdadero coordinador de la misma fue el coronel de Estado Mayor José Ungría Jiménez, que también fue jefe del Servicio de Información y Policía Militar en el bando nacional.

Esta labor de protección y evacuación de perseguidos fue conocida como el Socorro Blanco. Algunos autores dicen que hasta consiguieron infiltrarse en su organización opuesta, el Socorro Rojo Internacional, para desviar fondos hacia sus propósitos e, incluso, proveerse de salvoconductos para estar a salvo dentro de la zona republicana.

Por medio de él conocieron a los máximos responsables de la organización, Rodríguez Aguado y Jiménez de Anta. De esa manera, consiguieron detener a los que se re unían en el

Los dirigentes de la misma consiguieron esconderse en la Embajada de Turquía, la cual fue asaltada por las fuerzas republicanas el 28 de enero de 1938, deteniendo a todos los que había allí refugiados. Parece ser que en esa sede diplomática había más de un centenar de refugiados.
Naturalmente, esto fue un grave precedente, pues atentaba contra el Derecho Internacional, sin embargo, el Gobierno republicano se excusó alegando que alguien les había disparado desde el interior de ese edificio. Lo cual era falso.
Más tarde, también asaltaron, por el mismo motivo, la embajada de Finlandia, la de Alemania y el Consulado de Perú.
Parece ser que esos dos dirigentes fueron enviados a Barcelona. Supongo que lo harían para que no fueran liberados por sus colegas en Madrid. Incluso, se sabe que se realizaron gestiones para el canje de ambos por otros presos en poder del bando nacional, pero no tuvieron éxito.
Jiménez de Anta y otros presos importantes, como el dirigente de Falange, Sánchez Mazas, fueron evacuados hacia Francia, en calidad de rehenes de las tropas republicanas.
Afortunadamente, Jiménez de Anta y el propio Sánchez Mazas, lograron saltar del camión donde eran transportados y esconderse durante varios días en los bosques de los Pirineos. El resto de los prisioneros fue asesinado junto a un monasterio catalán. Los supervivientes fueron encontrados por las tropas nacionales que avanzaban por Cataluña hacia la frontera con Francia.
Parece ser que el coronel Ungría también participó en las conversaciones de paz, que tuvieron lugar con el coronel Casado, con el fin de acelerar el fin de la guerra.
Fernando Valentí y otros miembros de la Brigada Especial fueron detenidos al final de la guerra. Juzgados, condenados a muerte y ejecutados en el Cementerio del Este, también llamado de la Almudena a mediados de diciembre de 1940.
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