ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

sábado, 14 de julio de 2018

LA EXPLOSIÓN EN EL METRO DE LA CALLE TORRIJOS


Hoy me voy a ocupar de un episodio muy poco aclarado que sucedió en Madrid durante la Guerra Civil española.
Evidentemente, hoy en día, a los madrileños no les sonará la calle Torrijos. Sin embargo, si les digo que ahora se llama Conde de Peñalver, seguro que les resultará más conocido.
La estación de Metro de Lista se inauguró en 1932 como un ramal de la línea 2, entre las estaciones de Goya y Diego de León.
Posteriormente, ese ramal se anuló y ahora la estación de Lista corresponde a la línea 4 del Metro de Madrid.
Hay que decir que, durante la Guerra Civil, funcionaron las líneas de Metro ya inauguradas, salvo la que comunica la estación de Ópera con la del Norte, también llamada de Príncipe Pío, por estar ambas situadas en pleno frente de combate.
Por aquella época, el Metro dio un gran servicio a los madrileños, pues, aparte de realizar sus funciones habituales, sus túneles sirvieron para alojar a las personas que se refugiaban de los bombardeos e, incluso, sirvieron de vivienda a muchos que lo habían perdido todo durante la guerra.
En el Estado Mayor republicano, supongo que alguien pensaría que sería una buena idea instalar un arsenal y una fábrica de armamento en ese ramal de la estación de Lista, que apenas se utilizaba y que se hallaba bastante alejado del frente.
Además, se trataba de una zona cercana al Barrio de Salamanca, donde solía vivir la gente más de derechas. Por ello, la Aviación Nacional casi nunca bombardeaba esa zona.
Así que lo cerraron al público y, como ya he dicho, ubicaron en ese lugar un arsenal y una fábrica de proyectiles de Artillería y bombas de mano.
Como la mayoría de los hombres había sido llevado la frente, casi todos los obreros de esta instalación eran mujeres. Trabajando allí unas 300 personas. Supongo que lo harían en varios turnos.
El 10 de enero de 1938, sobre las 11 de la mañana, se escuchó una gran explosión que hizo retumbar buena parte del centro de Madrid.
Al menos, dos trenes fueron alcanzados, cuando se hallaban circulando por la cercana línea 2. Tanto los vehículos, como sus ocupantes resultaron carbonizados a causa de la gran cantidad de llamas que recorrieron a toda velocidad los túneles del Metro.
Parece ser que la onda expansiva arrasó varias estaciones y llegó hasta la de la Puerta del Sol, donde tiró al suelo a todos los viajeros que esperaban en el andén.
Evidentemente, como esta noticia podría resultar catastrófica para los intereses del bando republicano, tanto que podría influir en la moral de resistencia, se optó por censurarla y apenas apareció en ningún periódico.

Sin embargo, los diarios del bando nacional, durante varios días, se hicieron eco de la misma y llegaron a decir que se calculaba que podría haber unos 700 fallecidos. Posteriormente, se hicieron eco de esta información varios diarios franceses.
Por si alguien no lo sabe, como se dice que España es diferente, durante la guerra tuvimos el periódico ABC que, a la vez, fue monárquico y republicano. ¡A ver quién iguala eso!
Me explico. El ABC siempre fue monárquico, pero, tras la llegada de la II República, se moderó mucho.
Sin embargo, al comienzo de la Guerra Civil, la redacción de Sevilla quedó dentro de la zona nacional, y volvió a ser monárquico, mientras que la redacción de Madrid quedó dentro del bando republicano y estuvo manejada por el Frente Popular. Así que hasta se dieron muchos casos en que se insultaban mutuamente, los periodistas de esas dos redacciones.
Aclaro esto, porque en el ABC de Sevilla fue donde apareció más información de este hecho, mientras que en la edición de Madrid lo calificaron como un simple accidente ferroviario. No obstante, llegaron a abrir una suscripción a fin de recaudar dinero para las víctimas de este hecho catastrófico.
Incluso, en el bando nacional se llegó a sospechar que los republicanos habían llenado de bombas el Metro de Madrid para que explotaran cuando las tropas nacionales hicieran su entrada en la capital.
Algunos autores han investigado en los registros del Cementerio de la Almudena, en Madrid, y se han encontrado con que sólo aparecen 63 personas allí enterradas a consecuencia de la mencionada explosión. De ellas, 48 eran mujeres y 15 hombres.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que en Madrid había mucha gente que huía de la guerra o que habían emigrado a esta ciudad, pero no había nacido aquí.
Así que no es de extrañar que sus familiares se ocuparan de enterrar sus cuerpos en sus lugares de origen. Como suele ser habitual. Por ello, esa gente no aparecería en ningún dato y, por tanto, se hace casi imposible conocer el número total de víctimas.
No obstante, parece ser que los daños en el Metro fueron cuantiosos, pues la línea 2, que resultó muy afectada, tardó más de una semana en ser reabierta al público.
Incluso, se afirma que hubo varias personas que resultaron quemadas, cuando se hallaban en el andén de la estación de Banco de España. Un lugar bastante alejado del lugar del siniestro.
También, algunos testigos, afirmaban que la explosión abrió un gran socavón en la antigua calle Torrijos, hoy conde de Peñalver, que, literalmente, se “tragó” varios vehículos y un tranvía lleno de gente, que circulaban en ese momento por ella. Incluso, se llevó por delante a una gran cantidad de personas que se hallaban en esa calle haciendo cola para comprar el pan.
No sé si también sería debido a que en esa misma calle existía una gasolinera y un poco más allá otro arsenal, lo cierto es que salieron ardiendo muchos de los edificios de esa zona.
Realmente, nunca se ha sabido a ciencia cierta qué fue lo que dio lugar a esa explosión. Supongo que sería porque a ninguno de los dos bandos le interesó contar la verdad.
En el bando republicano, porque mermaría la moral de resistencia. Mientras que, en el bando nacional, porque habían cometido una verdadera burrada, que se había llevado por delante a muchos inocentes y eso pondría a mucha gente en su contra, cuando consiguieran entrar en Madrid.
No hay que olvidar que, en Madrid, había en esa época varias organizaciones que formaban lo que se conocía popularmente como “Quinta Columna” y se dedicaban a realizar sabotajes de todo tipo, esconder personas perseguidas por los republicanos, especialmente clérigos, etc.
En esa labor de dar refugio a los perseguidos colaboraron activamente tanto ciudadanos como embajadas de otros países.

Esta labor diplomática fue tan eficaz que los republicanos llegaron a asaltar ilegalmente esas sedes diplomáticas para detener a las personas que residían en su interior.
La cosa llegó hasta tal punto que el contraespionaje republicano llegó a inventarse por su cuenta una embajada falsa y sus agentes fueron corriendo la voz para que se llenara de refugiados. Después los detuvieron a todos y, en muchos casos, posteriormente, fueron asesinados.
Algunos autores afirman haber encontrado en el Archivo Militar de Ávila que esta explosión se debió a un sabotaje cometido por la denominada “Organización Antonio” y, concretamente, por el teniente Salvador Cruz Cañero, que militaba en la misma.
Casualmente, en el Boletín Oficial del Estado de 9 de julio de 1938, aparece la disposición por la que este militar es ascendido a capitán. No sé si ese ascenso tendría alguna relación con este suceso.
Lo cierto es que, como ya he dicho anteriormente, nunca se ha aclarado ni el número de víctimas, ni si fue un accidente o un sabotaje.
Por lo que se refiere a la llamada “Quinta columna”, parece ser que, en cierta ocasión, unos periodistas le preguntaron al general Mola cuántas columnas se dirigían hacia Madrid. Él les respondió que cuatro y una quinta que ya estaba dentro. De ahí viene el nombre.
Entre los grupos más representativos de esa Quinta Columna estaba Falange Clandestina, capitaneada por Manuel Valdés Larrañaga y Raimundo Fernández Cuesta.
Parece ser que esta organización estaba estructurada de una forma muy esquemática. De esa manera, como sus miembros sólo se conocían por parejas, pues, en caso de ser detenidos, la Policía no les podría sacar mucha información, porque no conocían a los demás.
Otras de estas organizaciones fueron: “Lucero verde”, “España una”, “Organización Golfín Corujo” y “Organización Antonio Rodriguez Aguado” o, simplemente, “Organización Antonio”.
El terror de estas organizaciones fue la famosa Brigada Especial, cuyo jefe, era, desde enero de 1937, Fernando Valentí Fernández. Se trataba de un grupo de unos 40 policías, dedicados al contraespionaje y cuya sede central estaba situada en la calle Serrano 108. Más o menos, enfrente de la actual sede de la embajada USA en Madrid.
Esta unidad se hallaba en contacto permanente con los agentes de la NKVD (después llamada KGB) enviados desde Moscú y a cuyo mando se hallaba Alexander Orlov.
Parece ser que su mayor éxito fue la detención de la “Organización Golfín-Corujo” casi al completo. Para ello, se valieron de un agente llamado Alberto Castilla Olavarría, que, anteriormente, había militado en Falange, pero que ahora trabajaba para ellos. De esa manera, pudo infiltrarse en esa organización e ir denunciando a todos los que pertenecían a la misma. Incluidos sus máximos dirigentes.
La organización así llamada estaba presidida por el arquitecto Javier Fernández Golfín y el procurador Ignacio Corujo. Actuó hasta mayo de 1937, cuando fue desmantelada y unos 200 de sus miembros fueron detenidos y encarcelados. Desgraciadamente, también muchos de ellos fueron ejecutados.
Curiosamente, parece ser que, con su desmantelamiento, quisieron matar dos pájaros de un solo tiro.
Los agentes soviéticos planificaron una estrategia por la que consiguieron convencer a las autoridades de que esta organización tenía alguna relación con el POUM.
Parece ser que, durante los registros, encontraron un plano muy detallado, dibujado por Golfín, donde se podía ver el emplazamiento exacto de las baterías antiaéreas republicanas en el frente de Madrid.
No obstante, en el reverso del papel, los soviéticos, escribieron con tinta invisible un mensaje donde se implicaba a Andreu Nin y a todo el POUM, como colaboradores de la Quinta Columna.
Así que, de esa forma, lograron obtener una excusa para descabezar a ambas organizaciones y quitarse a los trotskistas del medio que, realmente, era a lo que habían venido los agentes soviéticos a España. Sobre ese tema, ya escribí otro artículo no hace mucho tiempo.

Incluso, se permitieron publicar que habían incautado un gran arsenal en poder de esa organización quintacolumnista y del POUM, con el que pensaban dar un golpe de Estado para derrocar al Gobierno republicano.
Algo que no tenía ni pies ni cabeza, porque la “Organización Golfín-Coruijo”, en su mayor parte, estaba formada por falangistas, mientras que los miembros del POUM eran, en su totalidad, comunistas.
Como, aunque no lo parezca, el mundo es mucho más pequeño de lo que parece y todo en él está relacionado. En este caso, también existieron varias extrañas relaciones.
Una de ellas fue muy curiosa. El padre del presidente Negrín, que, a pesar de ser un destacado terrateniente canario de derechas, había sido detenido por el bando nacional, en su residencia de Canarias.
Así que al presidente le hicieron llegar un mensaje de que, si mataban a Golfín, los nacionales matarían a su padre, que estaba detenido en Canarias. Es posible que esto diera lugar a que las autoridades republicanas se tomaran su tiempo sobre la conveniencia o no de matar a esos detenidos.
Supongo que, por ese motivo, algunos miembros de esa organización, junto con sus dirigentes, fueron evacuados a Barcelona, después de haber estado mucho tiempo detenidos y soportando frecuentes palizas por parte de sus captores.
Posteriormente, fueron fusilados en junio de 1938 en el lugar donde, habitualmente, se ejecutaba a los presos en esa ciudad, los fosos del castillo de Montjuich. El mismo lugar donde, unos años después, se ejecutó al presidente Companys.
Al final, el padre de Negrín no fue asesinado, aunque, según parece, le incautaron parte de su patrimonio personal.
También es posible que no fuera asesinado, porque otro de sus hijos era fraile claretiano, al igual que el confesor del obispo de Canarias, Antonio Pildain, el cual hizo varias gestiones ante el propio Franco para que el padre de Negrín no fuera ejecutado.
Curiosamente, este obispo también se dedicó durante un escaso período de tiempo a la política activa. En la primera legislatura de la II República, salió elegido diputado por la Minoría Vasco-Navarra y en las Cortes defendió con ahínco tanto el Estatuto Vasco como las escuelas fundadas por la Iglesia Católica.
Aunque nos parezca mentira, también es cierto que el confesor que tuvo Franco, desde el comienzo de la Guerra Civil, fue José María Bulart, un sacerdote catalán.
Por lo que se refiere a la “Organización Antonio”, debe su nombre a su fundador, el teniente de Intendencia Antonio Rodríguez Aguado, el cual murió a causa de las torturas sufridas tras su detención, durante los duros interrogatorios a que fue sometido.
Parece ser que, a pesar de que, tras la muerte de Rodríguez Aguado, pasó a dirigir esa organización el capitán de Intendencia Joaquín Jiménez de Anta, el verdadero coordinador de la misma fue el coronel de Estado Mayor José Ungría Jiménez, que también fue jefe del Servicio de Información y Policía Militar en el bando nacional.
Parece ser que estaban muy bien organizados. Entre sus miembros, que eran casi todos militares, hubo gente que se dedicó a labores de información en el área civil, espionaje dentro del Estado Mayor republicano, espionaje de la Sanidad y las Comunicaciones, sabotajes, evacuación de personas perseguidas, etc.
Esta labor de protección y evacuación de perseguidos fue conocida como el Socorro Blanco. Algunos autores dicen que hasta consiguieron infiltrarse en su organización opuesta, el Socorro Rojo Internacional, para desviar fondos hacia sus propósitos e, incluso, proveerse de salvoconductos para estar a salvo dentro de la zona republicana.
No obstante, uno de los éxitos más importantes de la Brigada Especial fue la detención del abogado vasco José María Lezameta, el cual se avino a colaborar con ellos, infiltrándose en esa organización.
Por medio de él conocieron a los máximos responsables de la organización, Rodríguez Aguado y Jiménez de Anta. De esa manera, consiguieron detener a los que se reunían en el
Café del Prado y a los militares de Intendencia, todos en Madrid. Sin embargo, no consiguieron desmantelar esa organización por completo. Uno de los más famosos miembros de la Quinta Columna fue el futuro teniente general Gutiérrez Mellado, pero no sé si pertenecía a esta organización.

Los dirigentes de la misma consiguieron esconderse en la Embajada de Turquía, la cual fue asaltada por las fuerzas republicanas el 28 de enero de 1938, deteniendo a todos los que había allí refugiados. Parece ser que en esa sede diplomática había más de un centenar de refugiados.
Naturalmente, esto fue un grave precedente, pues atentaba contra el Derecho Internacional, sin embargo, el Gobierno republicano se excusó alegando que alguien les había disparado desde el interior de ese edificio. Lo cual era falso.
Más tarde, también asaltaron, por el mismo motivo, la embajada de Finlandia, la de Alemania y el Consulado de Perú.
Parece ser que esos dos dirigentes fueron enviados a Barcelona. Supongo que lo harían para que no fueran liberados por sus colegas en Madrid. Incluso, se sabe que se realizaron gestiones para el canje de ambos por otros presos en poder del bando nacional, pero no tuvieron éxito.
Jiménez de Anta y otros presos importantes, como el dirigente de Falange, Sánchez Mazas, fueron evacuados hacia Francia, en calidad de rehenes de las tropas republicanas.
Afortunadamente, Jiménez de Anta y el propio Sánchez Mazas, lograron saltar del camión donde eran transportados y esconderse durante varios días en los bosques de los Pirineos. El resto de los prisioneros fue asesinado junto a un monasterio catalán. Los supervivientes fueron encontrados por las tropas nacionales que avanzaban por Cataluña hacia la frontera con Francia.
Parece ser que el coronel Ungría también participó en las conversaciones de paz, que tuvieron lugar con el coronel Casado, con el fin de acelerar el fin de la guerra.
Fernando Valentí y otros miembros de la Brigada Especial fueron detenidos al final de la guerra. Juzgados, condenados a muerte y ejecutados en el Cementerio del Este, también llamado de la Almudena a mediados de diciembre de 1940.












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