Seguro que todos sabemos que
sobre la Guerra Civil española se han escrito miles y miles de libros. Incluso,
muchos de ellos con versiones diferentes del conflicto, según la ideología del
autor.

No obstante, me da la impresión
de que todavía quedan muchas cosas por decir. Algunas de esas dudas se aclararon
tras la apertura de los famosos e impenetrables archivos de la extinta URSS,
pero todavía quedan muchas cosas por saber.
Hoy traigo al blog la historia de
un periodista francés, llamado Louis Delaprée. Siento que me haya quedado este artículo
un poco largo, pero ya veréis cómo merece la pena leerlo hasta el final.
Nuestro personaje de hoy nació en
1902 en un pequeño pueblo del oeste de Francia, cercano a la región de Bretaña.
Parece ser que muy pronto perdió
a su madre y luego también a su padre, que fue llamado a filas, y murió en el frente, durante la I Guerra Mundial .

Lo cierto es que no se conocen
muchos de sus datos biográficos. Sólo se sabe que era periodista y también guionista
cinematográfico.
En 1936, al comienzo de la Guerra
Civil, se hallaba trabajando para un periódico parisino de tendencia derechista
llamado “Paris-Soir”. Parece ser que, en aquel momento, era un diario de gran
tirada. Así que su director lo envió a España para, en principio, enviar sus
crónicas desde el bando nacional.

De esa manera, pasaron de vender
60.000 ejemplares en 1930 a 1.800.000, en 1937. Lo cual es todo un record.

Sus crónicas siempre habían sido
de las que agradaban a todo el mundo, porque no solía meterse en profundidades.
Así que la dirección no opuso ningún reparo, cu ando pidió ser enviado como corresponsal a la Guerra Civil

Por lo visto, cuando llegó a
Burgos, el 22/07/1936, igual pensaba que seguía estando en la pacífica Francia,
porque se fue varias veces al frente, sin haber pedido permiso antes. Eso y que
en una de sus crónicas denunció el maltrato de los nacionales hacia los
republicanos que tenían encarcelados, dio lugar a su inmediata expulsión.
Este extremo tampoco está nada
claro, porque él tampoco fue uno de esos peri odistas que se quedan en un sitio hasta que les llegan las

Se dice que, en una ocasión,
salió a dar una vuelta por la noche y fue tiroteado por un grupo de
falangistas, teniendo que correr para salvar su vida. Después de ello, se fue a
la zona republicana, llegando a Barcelona en agosto del mismo año. También allí
se dedicó a moverse por toda la zona controlada por el bando republicano.

Supongo que todos sabréis que la
idea del bando nacional era llegar hasta Madrid y conquistarla cuanto antes,
para así hacerse pronto con todo el país.
Esto no fue así, porque los republicanos
se hicieron con los planes del ataque franquista y pudieron contrarrestar todos
los ataques de las tropas que, en su mayoría, habían llegado de África.

Así surgió la infame Batalla del
Jarama, que duró todo el mes de febrero de 1937 y quedó en tablas. Es muy
posible que las Brigadas Internacionales, que acababan de llegar a España,
tuvieran mucho que ver en el fracaso de los planes franquistas.

Hoy en día, quizás nos pueda
parecer algo normal, sin embargo , esa fue la primera vez que
se bombardeó con
aeronaves una gran ciudad. Así que, en todo el mundo, mucha gente quedó
horrorizada por este espectáculo dantesco. Entre ellos, muchos corresponsales
extranjeros.
Lo cierto es que nuestro
personaje, que se hallaba en Madrid, y estaba sufriendo los continuos
bombardeos sobre la capital, solía enviar puntualmente sus crónicas a su diario
parisino.
En ellas, narraba fielmente los
daños provocados por los bombardeos entre la población civil y, especialmente,
el daño inferido a los niños, las víctimas más inocentes de la contienda.
Con ello, se estaba distanciando
de la línea habitual de su periódico, que se basaba en contar las noticias de
una forma muy superficial y tratando de que se viera desde los dos bandos.
Sin embargo, pronto se dio cuenta
de que su redactor-jefe, que además era su amigo, Pierre Lazareff, no se las
estaba publicando. Algo que, como es natural, no le gustó absolutamente nada. Parece
ser que en su redacción pensaron que se había vuelto loco.
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Incluso, se enfadó más cuando se
enteró que, la dirección de su periódico, en lugar de publicar sus crónicas,
había optado por informar a sus lectores sobre las relaciones entre Eduardo
VIII, el futuro rey del Reino Unido, y su pareja americana. Lo que más tarde
provocó que tuviera que renunciar al trono y se convirtiera, simplemente, en
duque de Windsor.


Así que, ni corto ni perezoso,
decidió volver a París para discutir con su jefe sobre sus crónicas y, en caso
de que siguiera negándose a publicarlas, renunciar al cargo. Hasta le pensaba
decir que el consulado de Francia en Madrid se comportaba de una forma
abiertamente pro-franquista.
Parece ser que él desconocía que
la dirección de su periódico era partidaria del bando franquista y, más
adelante, se vio mucho más claro conforme avanzaba la guerra.

Tras su muerte, esos artículos,
que fueron censurados por su periódico, se publicaron en un libro titulado
“Morir en Madrid”.
Lo cierto es que, como ya he
dicho, nuestro personaje decidió volver a Francia para discutir sobre su futuro
con los directivos de su periódico.

Se trataba de un avión Potez 54,
también denominado 540, propiedad del Ejército del Aire francés y que había
sido cedido, provisionalmente, a la conocida compañía Air France, para que
realizara ese trayecto.
Era un modelo de avión, que se
utilizaba como bombardero y para el transporte de tropas. La II República
compró 18 de estos aparatos y sólo combatieron en el lado republicano. Por lo
que no había ninguna posibilidad de confundirlos con otros aparatos del mismo
modelo en el bando nacional.

Como ya he dicho, esto no ocurrió
con el Potez 54, porque, antes de la guerra, no hubo ninguno de ellos en
servicio dentro de las Fuerzas Aéreas españolas.
Habréis visto que he querido
dejar muy claro este aspecto, antes de proceder a relatar lo que ocurrió y que
no se pudo deber a ninguna confusión.
Al citado avión se le habían
quitado sus emblemas militares, y sólo se le había pintado una bandera de
Francia en la cola y a lo largo del mismo se habían escrito en letras muy
grandes “Ambassade de France”. Así que se puede decir que estaba muy bien
identificado. Además, llevaba una matrícula francesa civil en caracteres muy
grandes.

Dentro de aparato sólo había dos
tripulantes. Uno era el piloto y el otro el copiloto. Sin embargo, el pasaje lo
formaban Georges Henny, delegado de la Cruz Roja Internacional; los periodistas
franceses Louis Delaprée y André Chateau, de la agencia de noticias Havas, y dos españolas adolescentes, las hermanas Pleytas.

Parece ser que Henny había
conseguido contactar con las embajadas de Argentina y Noruega en España, las
cuales le aportaron mucha información sobre la represión que se estaba
efectuando en Madrid y, sobre todo, sobre las infames matanzas de Paracuellos
del Jarama, ocurridas en noviembre del mismo año.

Por lo que se refiere a nuestro
personaje, había conseguido hablar con figuras muy importantes del bando
republicano de los cuales también había obtenido información de primera mano.
No sé si se estaba dando cuenta
de que se podría meter en una tramp a, que podría costarle la

También, poco después, los
nacionales, fusilaron en Córdoba a otro periodista francés, llamado Renée
Lafont, cuyo cadáver no ha sido encontrado aún. Parece ser que se silenció este
último hecho para no enemistarse con el Gobierno de Francia. Curiosamente, por entonces,
se hallaba presidido por el socialista León Blum, mientras que este periodista
trabajaba para un diario de su partido.
Como ya he mencionado, el 8 de
diciembre, el avión partió del aeropuerto de Barajas (Madrid), volando a media
tarde sobre la vertical del pueblo de Pastrana (Guadalajara).
Cuando se hallaban volando a unos
3.000 metros, se encontraron de frente con un caza y otro que se les puso al
lado. Ambos republicanos. Luego se supo que los pilotos de
los cazas eran soviéticos. Tendría que haber sido un encuentro amistoso. De hecho, Charles Boyer, el piloto francés del Potez 54, que pertenecía a un país neutral, les saludó batiendo las alas de su aeronave.
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Como sólo habían herido a los
tripulantes, pero no a los pilotos, estos consiguieron hacer un aterrizaje de
emergencia. Aunque, al final, el avión capotó y volcó sobre un campo de
cereales, situado en ese pueblo. Parece ser que la aeronave se empezó a incendiar , pero, afortunadamente, fueron sacados a tiempo por unos campesinos
que se encontraban en esa zona.
Parece ser que el aparato quedó
volcado con el tren de aterrizaje hacia arriba. Cuando llegaron los primeros
auxilios, se encontraron con tres de los pasajeros heridos de bala y las dos jóvenes con pequeños traumatismos originados por el


No obstante, también se afirma
que, en un principio, los supervivientes, no se fiaron mucho de sus salvadores,
pues igual llegaron a pensar que estos venían a rematar la faena, que no habían
terminado los cazas.

Los heridos habían sido
trasladados al Hospital Militar de Gu adalajara.

Nuestro personaje fue trasladado
a Madrid, porque necesitaba una complicada operación que no le podía ser
realizada en Guadalajara. Su estado era muy grave. Parece ser que había sufrido muchos
daños internos, pues las balas le entraron por la ingle y le destrozaron varios
órganos internos.
Así que, desgraciadamente,
falleció el 11 de diciembre del mismo año, en el antiguo Hospital de San Luis
de los Franceses, situado en la esquina entre las calles Claudio Coello y
Padilla, en Madrid. Una semana después, su cuerpo fue enterrado en París.

Parece ser que Henny, delegado de
la Cruz Roja Internacional, había llegado a realizar una investigación exhaustiva
sobre una lista de 973 personas, en su mayoría, sacadas de la Cárcel Modelo de
Madrid y que fueron vilmente asesinadas en Paracuellos del Jarama (Madrid).
Incluso, llegó a conocer las fosas en las que habían sido sepultados.
Por lo visto, la Embajada de
Noruega había hecho esas investigaciones, porque dentro de esa lista de
fusilados se hallaba Ricardo de la Cierva Codorniu, abogado que, en aquel
momento, trabajaba para esa sede diplomática. Seguro que todos hemos oído
hablar de su hijo, el famoso historiador Ricardo de la Cierva.
Evidentemente, si este hombre conseguía
llevar estos documentos a su sede central, en Suiza, donde también se hallaba
la Sociedad de Naciones, antecesora de la ONU, pues se podía liar una muy buena
a nivel internacional.

Por otra, se descubriría el
verdadero papel de los enviados desde la URSS para asesorar al Gobierno
republicano. Esto provocaría que mucha gente dejara de militar en los partidos
comunistas de cada país y vieran claramente cuál era la actuación de los
delegados de la Unión Soviética.
Así que estaba muy claro que a
nadie le interesaba que este hombre pudiera cumplir su misión y llegar a su
país.Lo que no está muy claro es si querían matar a Henny, a Delaprée o a los dos juntos.

Sin embargo, ahora se ha sabido
que una copia de esa lista de fusilados fue a la sede central de la Cruz Roja
Internacional, en Ginebra (Suiza). Lo que no está muy claro es por qué no hicieron nada con ella.

No me gustaría acabar este artículo sin citar algunas frases de Louis Delaprée. Una de ellas tiene carácter premonitorio:
“¡Ay, vieja Europa! Siempre ocupada en tus pequeños juegos y tus grandes intrigas. Dios quiera que toda esa sangre no te ahogue”.
La última de sus crónicas desde Madrid acababa del siguiente modo: “Cristo dijo: Perdonadlos, porque no saben lo que hacen. Me parece que después de la matanza de los inocentes de Madrid, nosotros debemos decir: “No los perdonéis, pues ellos (refiriéndose a los nacionales) sí saben lo que hacen””.
De hecho, el propio Franco reconoció que esos bombardeos indiscriminados se hicieron para atemorizar a la población civil. Habitualmente, sólo se solían bombardear los barrios obreros. Por eso, la mayoría de las oficinas del PCE se mudaron al Barrio de Salamanca, donde no cayó casi ninguna bomba.

“Desde hace veinticuatro horas, caminamos pisando sangre y respirando las pavesas. La marea de sangre crece sin cesar, los muros de fuego se acercan. Esta noche, aquí, nadie puede presumir de ver la próxima aurora, la primera mañana del quinto mes de la guerra de España”.




Su periódico envió para ocupar su puesto, como corresponsal en Madrid, al famoso escritor Antoine de Saint-Exupéry.

Es muy curioso que ese diario comunista denunciara “las mentiras de prensa”, incluso, poniendo carteles con esa frase por todo el centro de París, cuando habían sido unos pilotos llegados desde la URSS, el “santuario comunista”, los que habían derribado ese avión, causando la muerte de nuestro personaje.


Parece ser que Picasso leyó esos artículos publicados en L’Humanité, porque era un lector asiduo de ese periódico.
Sin más, con este artículo quiero mostrar mi homenaje a un gran periodista. Un hombre honrado que se jugó primero su carrera y luego su vida por mostrar a sus lectores la verdad de la guerra. Aunque no la quisieron reconocer ni su periódico, ni siquiera el propio Gobierno de Francia.
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