
Tampoco quiero olvidarme que,
gracias a ellos, Europa ha pasado de ser una continua fuente de conflictos, en
ella se originaron las dos guerras mundiales, a ser un remanso de paz, lo que
ha traído una prosperidad nunca conocida para todas las naciones que forman
este continente.
Nuestro personaje de hoy se
llamaba Robert Schuman y nació en junio de 1886 en Luxemburgo, capital del Gran
Ducado del mismo nombre. Uno de esos mini Estados que subsisten en Europa.
No hay que confundirlo con el
célebre compositor, que tenía un nombre muy parecido, Robert Schumann.

Por esa razón, su padre, que
nació siendo francés e incluso combatió en esa guerra del lado francés, al regresar
a su tierra, pasó a tener la nacionalidad alemana. Algo que nos podría parecer
un poco extraño hoy en día.
Posteriormente, se mudó a
Luxemburgo, donde se dedicó a la Agricultura, pero nunca perdió su nueva
nacionalidad alemana. Allí fue donde nació nuestro personaje.

Otra cosa que nos podría llamar
la atención sobre este personaje es su fuerte apego a la religión católica que
le inculcaron sus padres, aunque estaban viviendo en una zona de mayoría protestante.

Desgraciadamente, en 1900, murió su padre, cuando él sólo tenía 14 años.
Además era hijo único. Parece ser que eso le afectó mucho.
En 1912, cuando acababa de abrir
su bufete como abogado en la ciudad de Metz, falleció también su madre a causa
de un accidente de tráfico.


Supongo que los alemanes tampoco
se fiarían mucho de estos franceses reconvertidos en alemanes.
Al terminar ese conflicto, como
todo el mundo sabe, Alsacia y Lorena, fueron reintegradas al territorio de
Francia. Parece ser que esto provocó gran nerviosismo entre sus habitantes. Por
una parte, los de habla alemana, temían perder sus propiedades a manos de los
franceses, que pedían una revancha contra Alemania. En ese momento, pasó a ser francés.

Así que, en ese momento, Schuman,
un hombre situado en esa “frontera” ideal entre lo francés y lo alemán, podría hacer un gran
papel en la política, defendiendo los intereses de su región. Así que realizó una gran labor en ese sentido.

Tristemente, siempre fue un
hombre al que los franceses vieron como a un alemán y los alemanes como a un francés.

Su postura política era la de un
republicano conservador y católico, militando en un partido regional cercano al
de Poincarré, al que ya dediqué otro de mis artículos.
En 1940, entró en el Gobierno
francés, siendo nombrado subsecretario encargado de los refugiados, en el
gabinete de Reynaud y, posteriormente, en el de Pétain.
Durante la ocupación alemana de
Francia, regresó a Mosela, que volvía a estar dentro del territorio de
Alemania. Así que, como al principio,
volvió a ser ciudadano alemán.
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Más tarde, al enterarse de que
iba a ser deportado al campo de concentración de Dachau, por no querer
colaborar con el III Reich, logró
escapar hasta la Francia no ocupada.
Cuando esta zona también fue
ocupada por los alemanes, se escondió en varios conventos hasta el final de la
guerra.
Afortunadamente, los alemanes no
consiguieron capturarle, aunque ofrecieron una recompensa de 100.000 marcos a
todo el que les diera una pista sobre su paradero.
Al final de la misma, fue
nombrado asesor del famoso general de Lattre de Tassigny para los asuntos
relacionados con la zona de Alsacia y Lorena.
Parece ser que no las tuvo todas
consigo, porque inmediatamente fue tachado de colaboracionista, al haber
formado parte del Gobierno de Petain. Así que fue arrestado y volvió a su
tierra natal. Fue exculpado y puesto en libertad.

No lo haría tan mal cuando, en
1947, fue nombrado presidente del Gobierno. Aunque sólo ocupó este cargo hasta finales
del siguiente año.
En 1948, fue nombrado ministro de
Asuntos Exteriores, puesto que ocupó durante los siguientes cuatro años. Por
supuesto, en más de una ocasión le recriminaron su pasado alemán. Esto parece
muy lógico para un país con una mentalidad tan nacionalista como Francia y que,
además, acababa de salir de una cruenta guerra contra Alemania, la cual había invadido
su territorio.
En ese puesto, se demostró partidario
de desmantelar el militarismo alemán e intentar una política de buena vecindad
entre ambos países.

A partir de ahí, se empezaron a
experimentar las uniones aduaneras. La primera de ellas fue la de los pequeños
países que forman el Benelux. O sea, Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
Unos años antes, había conocido a
otro de los personajes fundadores de la Unión Europea, el francés Jean Monnet.


Este discurso, que es conocido
como la Declaración Schuman, se
pronunció en el lujoso Salón del Reloj del Ministerio de Asuntos Exteriores de
Francia, ya que, por entonces, Schuman, era el responsable de ese ministerio.
Curiosamente, alguien olvidó
citar también a los fotógrafos y a las emisoras de radio. Así que, unos días
después, tuvieron que escenificar de
nuevo esa declaración ante esos medios.

Así que, en abril de 1951, tras
la firma del Tratado de París se fundó la CECA (Comunidad Europea del Carbón y
del Acero) de la que formaron parte Francia, Alemania, Italia, Holanda, Bélgica
y Luxemburgo. Ese fue el comienzo de las instituciones de la actual Unión
Europea.
Otro de sus proyectos fue fundar
un Ejército común europeo. Sin embargo, conociendo la mentalidad de los
franceses es fácil de entender que enseguida echaran abajo ese proyecto.
Promovió un referéndum en la
región del Sarre. Otra de esas regiones fronterizas entre Francia y Alemania y
que, tras la II Guerra Mundial, había sido ocupada por Francia. En esa
consulta, los ciudadanos del Sarre decidieron volver a pertenecer a Alemania y se
respetó la voluntad de los mismos.

También llegó a presidir la
Comunidad Económica Europea, el antecedente de la UE, que se fundó en 1957, tras
la firma del Tratado de Roma.
Incluso, en 1958, recibió el
codiciado premio Carlomagno por sus esfuerzos encaminados a unir los países del
continente europeo.

En 1961, aunque los médicos le
habían aconsejado no realizar caminatas por el campo, salió de su casa, sita en
la localidad de Scy-Chazelles, cercana a la frontera con Luxemburgo, y no regresó.
Su sirvienta pensó que se habría
ido a comer a casa de un am igo. Sin embargo, había sufrido un

En 1963, su estado de salud
empeoró claramente. Ya no podía ni siquiera pronunciar una palabra. Hasta el
Papa Pablo VI se interesó por él. En septiembre de ese mismo año falleció en su
casa de Scy-Chazelles. Fue enterrado en esa misma localidad.
Parece ser que, los franceses,
todavía no le habían perdonado haber sido ciudadano alemán. A su entierro sólo
asistió un vicepresidente de la Asamblea Francesa. Algo que me parece realmente
vergonzoso.

Parece ser que los franceses van
cambiando de opinión con respecto a este personaje. Hace unos años, comenzó el
proceso de beatificación de nuestro personaje y éste fue apoyado tanto por los
europarlamentarios franceses como por los alemanes.

Yo creo que acertó plenamente al
diseñar una nueva Europa que se reconstruiría desde la alianza entre Francia y
Alemania. No hay que olvidar que, en un principio, se invitó al Reino Unido a
integrarse en esa nueva alianza y se negó a ello.
Posteriormente, cuando, sólo unos años
después, cambiaron de opinión, no pudieron ingresar a causa del veto impuesto
por el general De Gaulle. Se ve que todavía se acordaba de lo mal que lo
trataron durante la II GM.
Sin embargo, en 1963, el mismo
general De Gaulle, firmó con el canciller Adenauer, el famoso tratado del Eliseo
por el que se inició el llamado Eje franco-alemán, que siempre ha sido el motor
que ha hecho avanzar a la Unión Europea.
Curiosamente, el nuevo presidente
de Francia, Emmanuel Macron, tras haber tomado posesión de su cargo, al día
siguiente, realizó su primera visita a Alemania, para reunirse con la canciller
Ángela Merkel.
Un articulo muy interesante. Enhorabuena por el blog. Es estupendo.
ResponderEliminarUn saludo
Muchas gracias por tu amable comentario. Te animo a leer el resto de los artículos del blog. Espero que también te gusten.
EliminarSaludos.