ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 24 de febrero de 2013

SOBRE LA GENTE RÁCANA (2)


Volviendo al mismo tema, hoy traigo al blog otra indeseable afectada por este mal, que supone un paso entre el egoísmo y la paranoia y que puede afectar a la misma salud de la gente que lo padece.

            Esta vez vamos a ver la historia de Hetty Green, apodada la “Bruja de Wall Street”, o sea, que ya sería una elementa de mucho cuidado en un sitio donde se congregan todo tipo de especies de “buitres”.

            Nació en 1834 en una pequeña localidad de Massachusetts, en el seno de una familia cuáquera, y dicen que fue en su momento la mujer más rica y más avara de todo el mundo, lo cual ya es importante, dada la gran competencia en el sector de la avaricia. Su nombre de soltera fue Henrietta Howland Robinson.

            Dicen que aprendió desde muy niña ayudando a su padre en sus negocios, los cuales heredó a los 30 años. De hecho, abrió su primera cuenta corriente con 8 años y leía a su abuelo las cotizaciones en Bolsa y discutía con él las variaciones de cada título empresarial.

            Parece ser que su padre fue un empresario despiadado, el cual hizo su fortuna a base de un negocio de caza de ballenas, en el cual Hetty era su contable.

            En su lecho de muerte, su padre llegó a decirle que había sido envenenado por unos conspiradores y que ahora vendrían a por ella.

            Parece ser que también heredó de una tía rica, pero menos de lo que ella pensaba, por ello, tuvo durante unos años una batalla legal con los otros beneficiarios de la misma, que fueron los cuidadores de su tía.

De mayor se dedicó a los sectores inmobiliarios, ferrocarriles y al de los préstamos. Fue una gran inversora en Wall Street, con inversiones de bajo riesgo y protegidas de impuestos, lindando con la línea de la evasión de los mismos.

Cada vez que cundía el pánico en la Bolsa, ella se dedicaba a comprar con grandes descuentos y luego se dedicaba a dar préstamos con intereses escalofriantes, incluso a los banqueros desesperados.

            Parece ser que amasó su fortuna a base de negociar con unos bonos procedentes de la Guerra Civil USA.

            Casó a los 33 años con un miembro de otra familia muy acaudalada, como no podía ser de otra forma.

            Según parece,  Ned Green, su marido, era otro especulador de éxito, pero con un carácter más agresivo en las inversiones que su esposa.

            La estrategia de Ned era comprar y esperar hasta ver cuánto podía subir un valor. Sin embargo, su esposa le daba un precio de salida estimado a todo lo que adquiría y, cuando llegaba a él, lo vendía.

            Parece ser que la estrategia de ella fue más acertada y, a pesar de que tenían separación de bienes, tuvo que rescatar a su marido en diversas ocasiones.

            Se mudaron varias veces y en Londres, donde vivían en un hotel, nacieron sus dos hijos.

            Posteriormente, alrededor de 1870, regresaron a USA y vivieron en Vermont, la ciudad de su marido.

            En 1885 su marido se arruinó y decidieron separarse. Posteriormente, en 1902, a causa de la enfermedad cardíaca de su marido, volvieron a vivir juntos. Unos meses después, él moriría.

            A partir de entonces, Hetty crio personalmente a sus dos hijos, vivió en hoteles baratos, no compraba ropa, lavaba la que tenía sólo en la zona que rozaba con el suelo, para ahorrar jabón. En fin, todas esas chorradas que se les ocurren a esta gente, que no están muy bien de la cabeza.

            Se cuenta que una vez se pasó la noche en vela buscando un sello de dos míseros centavos que había perdido por la casa.

            En otra ocasión, se dice que se negó a pagarle a un farmacéutico 10 centavos por el frasco que contenía una medicina que necesitaba. Así que fue a casa a por otro frasco para que le metieran el fármaco en su recipiente.

            Parece ser que apareció en el libro Guiness como la mujer más tacaña de su época. No me extraña, aunque, por lo que se ve, en ese período la competencia fue feroz por alcanzar ese puesto.

            No gustaba de apuntar nada y tenía en su cabeza todas las cotizaciones de los títulos que poseía, según decía, para que esos papeles no acabaran en manos de abogados.

            Se mudaba continuamente de una a otra de sus casas para no tener que pagar muchos impuestos.

            Ni siquiera tenía una oficina propia, sino que se la pusieron en las traseras de una de sus oficinas los del Chemical Bank, cuando pasó sus cuentas a ese Banco.

            Dicen que tuvo una demanda de los ferrocarriles y se dedicó a comprar todas las acciones posibles, así que los ferroviarios, asustados, tuvieron que retirar su demanda.

            Parece ser que tuvo un litigio muy sonado con Huntington, el mayor constructor de líneas férreas, el cual iba a tender unas vías a través de Texas y se encontró con que ella y su hijo habían comprado allí los terrenos por donde iba a ir la vía y algunas pequeñas compañías ferroviarias, para hacerle la competencia, lo cual enfureció mucho a este magnate.

            En 1907 tuvo otro de sus éxitos, pues detectó antes que nadie que el mercado estaba sobrevalorado. Así que vendió todo lo que pudo y, al llegar la crisis, pudo comprar muchos valores a precios de risa. Incluso le prestó al Ayuntamiento de Nueva York. También se hizo con muchos terrenos a causa de sus préstamos.

            A veces, estas tonterías pueden ser peligrosas para las personas que viven con ellos. Tal es el caso de una vez que su hijo sufrió una herida en la rodilla, a causa de una caída de su trineo, y ella lo llevó a un hospital de caridad. Lo malo es que el médico que la atendió la reconoció y le exigió que pagara la consulta. Como ella se negó a hacerlo, se lo llevó al hotel y lo atendió personalmente. Más tarde, la pierna se infectó y hubo de ser amputada.

             Con 81 años ella sufrió una apoplejía y su hijo hubo de contratar unas enfermeras para que la atendieran, pero las vistió con otras ropas, para que no se diera cuenta de que eran sanitarias profesionales.

            Sufrió de una hernia, pero se negó a pagar 150 $ por la operación. No sabemos cómo no llegó a morirse de eso.

            El resto de su vida lo tuvo que pasar en una silla de ruedas, hasta que murió, en 1916,  de una apoplejía a causa de una discusión con una criada. Algunos dicen que fue por regatear el precio de la leche. Fue sepultada junto a su esposo.

            Su hijo fue el polo opuesto, así que cuando heredó parte de la fortuna materna, se dedicó a gastársela en todo tipo de caprichos, como fiestas, joyería, yates…

            Sin embargo, su hija Sylvia, al morir, legó su patrimonio a organizaciones de beneficencia, escuelas, hospitales, etc.

           

4 comentarios:

  1. Muchas gracias, nunca había oído hablar de ella. Ya soy un poco más sabia gracias a ti

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  2. Confieso que yo tampoco la conocía hasta que lei hace unos días un artículo sobre ella. La verdad es que parece increíble que haya gente así, pero es cierto y ahí está. También se dice que algunas cosas no eran del todo ciertas, pues la difamaron algunos de sus competidores por ser la única mujer de su tiempo dedicada a los negocios.
    Saludos.

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  3. Pues yo sí creo que es posible todo. He conocido a mucha gente así; es más, conocí a una pareja tan tacaña que cuando iban de viaje, por no gastar, él se iba a pasear a los alrededores, y ella se quedaba en el hotel.

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  4. Me hubiera gustado ver el encuentro entre Huntington, el gran magnate de los FFCC y esta mujer. Un tipo que estaba acostumnbrado a mandar sobre todo el mundo y que, seguramente, hasta le presionaría al presidente de turno y tuvo que rendirse delante de esta mujer. Además, teniendo en cuenta que en esa época a las mujeres no les hacían tanto caso como ahora. Saludos.

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