ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 19 de febrero de 2012

EL LUJOSO SALÓN DE ÁMBAR.


Todos sabemos que en la II Guerra Mundial desaparecieron muchas obras de arte. Unas se lograron encontrar y otras siguen escondidas hasta la fecha o se creen que fueron destruidas.

Entre las primeras, tenemos los objetos artísticos, predominantemente pinturas, que se encontraron los soldados americanos en la mina Kaiseroda. El hallazgo fue tan importante que se desplazó hasta allí a verlos el mismísimo Eisenhower, comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa.

No obstante, se calcula que aún se hallan perdidas unas 4.000 obras de arte y no hay muchas esperanzas de encontrarlas. Todos sabemos que los generales nazis eran muy dados a llevarse este tipo de obras a sus casas. El mismo Goering se hizo con una muy importante pinacoteca.

En la Antigüedad, era muy común que los ejércitos victoriosos se llevaran todo lo posible de los países vencidos. Una muestra son las imponentes columnas de pórfido rojo que se encuentran hoy en la mezquita Hagia Sofía, de Estambul. Fueron robadas de Persépolis por las legiones romanas.

Los muy conocidos 4 caballos que coronan la catedral de San Marcos en Venecia, fueron robados por los cruzados de la misma Constantinopla.

Hoy día, apelando a las Convenciones de guerra de La Haya, firmadas en 1907, se puede conseguir que los que se hayan apropiado uno de estos bienes, lo devuelva a su origen. Lo malo es que no siempre se consigue.

Los nazis formaron unas unidades llamadas Bildende Kunst, formadas por especialistas, como historiadores, bibliotecarios, archiveros, etc, los cuales se dedicaron a registrar y catalogar todo este botín, empaquetarlo cuidadosamente y, al final de la guerra, encontrarles un escondite apropiado.

Una de estas obras que aún no se han encontrado es el Salón de Ámbar. Se trataba de una habitación completa hecha toda de ámbar labrado con sus muebles correspondientes.

En 1716, Federico Guillermo I de Prusia la regaló, como muestra de buena voluntad, al zar Pedro el grande, el cual quedó muy impresionado con el regalo.

La instaló en un palacio de las afueras de San Petersburgo y le añadió otros detalles, como el suelo de madreperla.

Durante la II Guerra Mundial, los alemanes se la llevaron y la instalaron en el castillo de Köningsberg y se mostró al público durante un tiempo. Luego fue empaquetada y, aparentemente, se depositó en el sótano del mismo.

Este pueblo fue muy bombardeado en la guerra, pero el salón nunca se encontró.

Se rumoreó que los nazis lo habían llevado en un barco, que fue hundido durante la guerra.

Se dijo que en 1959, alguien señaló que podía estar en una mina de sal, pero, cuando los aliados se acercaron a la misma, hubo una explosión y la mina se inundó, no pudiéndose comprobar si estaba allí.

Creo recordar que Matilde Asensi escribió hace unos años un libro muy entretenido basado en esta habitación.

Saludos.

Aliado.

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