ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

jueves, 31 de diciembre de 2020

EL HIJO DEL PRESIDENTE LINCOLN

 

Esta vez, no he titulado este artículo con el nombre de un personaje, porque es posible que no sonara, aunque su apellido es muy conocido. Tampoco lo citaré mucho, porque el hombre parecía un poco gafe y luego veréis por qué. No sea que también nos vaya a gafar el año próximo.

Robert Todd Lincoln, que así era cómo se llamaba, nació en 1843 en la ciudad de Springfield (Illinois). El mismo lugar donde viven los personajes de la serie los Simpson. Bueno, creo que en USA hay varias ciudades con ese nombre.

Me he referido a él como al hijo de Lincoln, porque fue el único de los 4 hermanos, que consiguió llegar a la edad madura. De hecho, fue el mayor de los cuatro.

Parece ser que no tuvo demasiada relación con su padre, ya que la carrera política de éste le impedía estar mucho tiempo con su familia.

Nuestro personaje intentó ingresar en Harvard en 1860, pero no consiguió superar el examen de acceso. Así que lo volvió a intentar al año siguiente, consiguiendo entrar y, en 1865, cuando iba a graduarse, estaba a punto de terminar la guerra civil.

Parece ser que presionó a sus padres para que lo dejaran ir a la guerra, donde se hallaban todos sus amigos. Por lo visto, su madre, que era una mujer con un carácter muy fuerte, se opuso rotundamente a ello, ya que había perdido a 3 de sus hijos a causa de diversas enfermedades.

Como buen político, Abraham Lincoln, consiguió convencer a su mujer y, tras haber consultado con el general Ulysses S. Grant, le admitió como miembro de su Estado Mayor, con el grado de capitán.

Como el cuartel general de Grant se hallaba muy lejos de los campos de batalla, el joven Lincoln, no podía correr riesgo alguno. ¡Está visto que no hay nada mejor que tener un buen enchufe!

Por si alguno no lo sabe, todavía, hoy en día, sigue siendo el conflicto donde murieron más soldados de USA. Incluso, más que en cualquiera de las dos guerras mundiales. En la guerra civil murieron unos 600.000 soldados. Aproximadamente, la mitad en cada bando.

Eso sí, nuestro personaje estuvo en primera línea el 09/04/1865, cuando se produjo la rendición del general sudista Lee en la localidad de Appomattox. Ya se sabe que a todos los políticos les encanta salir en las fotos.

Supongo que todo el mundo sabrá que el presidente Lincoln fue asesinado el 14/04/1865 en el Teatro Ford de Washington D.C. a manos de un actor llamado John Wilkes Booth. Se trataba de un miembro de una famosa estirpe de actores, con lo cual, es muy posible que el presidente lo conociera, pues es bien sabido que era muy aficionado al teatro.

Sin embargo, no sé si sabréis, aunque ya escribí hace tiempo un artículo sobre ello, que nuestro personaje de hoy y el hermano de ese asesino se conocieron unos meses antes. En la foto de ese trío de actores aparecen los dos hermanos.

El hijo del presidente se hallaba en el andén de una estación, esperando la llegada de un tren. Cuando estaba haciendo su entrada, una multitud de personas invadió el andén y dio un ligero empujón a nuestro personaje. Estuvo a punto de caer a las vías, de no ser porque alguien le agarró por el cuello de la chaqueta y tiró hacia atrás de él.

La persona que le había salvado la vida no era otra que Edwin Booth, también actor y hermano del asesino de su padre. Curiosamente, mientras John era partidario de la Confederación, Edwin siempre fue partidario del norte y votante de Lincoln. Por lo visto, Robert ya lo conocía, debido a la afición de su familia por el teatro. Sin embargo, Edwin, no supo hasta más tarde quién era la persona a la que acababa de salvar la vida.

Parece ser que nuestro personaje no quiso acompañar a sus padres esa anoche al teatro, alegando que se encontraba muy cansado, después de haber hecho un largo viaje en una carreta militar.

Tras el entierro de su padre, la familia se fue a vivir a Chicago, dejando al frente del Gobierno al antiguo vicepresidente, Andrew Johnson.

Es curioso que también el vicepresidente, que llegó a la presidencia, después del asesinato de Kennedy, también se apellidara Johnson.

Robert, retomó sus estudios de Derecho en la Universidad de Chicago y en 1867 acabó la carrera, siendo admitido, ese mismo año, en el Colegio de Abogados.

Al año siguiente, se casó con la hija de un senador y tuvieron 3 hijos, que fueron los que, posteriormente, donaron su legado a varias instituciones.

Por lo visto, tampoco se llevó nunca demasiado bien con su madre. Parece ser que había quedado bastante afectada, tras la muerte de todos sus hijos, menos él. Así que a Robert no se le ocurrió otra cosa que ingresarla en un psiquiátrico.

Sin embargo, Mary Todd, que era como se llamaba, era una mujer de muchos recursos. Por tanto, consiguió contactar con una amiga, que era una abogada feminista y con un director de un periódico sensacionalista. A base de hacer mala propaganda de esa clínica, consiguieron que el director de la misma certificara que Mary se hallaba lo suficientemente bien como para ir a vivir con su hermana, que es lo que ella deseaba.

Entre 1881 y 1885 fue nombrado secretario de Guerra, lo que aquí llamamos ministro de Defensa. Curiosamente, estuvo en ese cargo bajo dos sucesivos presidentes.

Durante su estancia en ese ministerio, tuvieron lugar unos graves incidentes en Cincinnati, para los que hubo que movilizar al Ejército.

También durante su mandato tuvo lugar una expedición organizada por su ministerio, durante la que se exploró una zona marítima, comprendida entre Canadá y Groenlandia. Fue bautizada en su honor como Mar de Lincoln.

Posteriormente, fue nombrado embajador de USA ante el Reino Unido. Estuvo en ese cargo entre 1889 y 1893.

Allí murió su único hijo varón, con sólo 16 años de edad, a causa de una complicación postoperatoria.

A su regreso a USA, fue contratado como abogado por algunas grandes empresas, como la Pullman, que fabricaba vagones de ferrocarril, de la que llegaría a ser su presidente.

Como recordaréis, al principio, dije que este personaje tenía fama de ser algo gafe. Todo tiene su explicación.

En principio, aunque, como ya dije, no estuvo presente en aquel teatro, cuando dispararon contra su padre, que no murió ese mismo día, sino al siguiente. Robert estuvo a su lado cuando murió.

Cuando fue secretario de Guerra del presidente Garfield, en cierta ocasión, le acompañó a la estación de ferrocarril de Washington D.C. Cuando se estaban despidiendo, alguien disparó y mató al presidente delante de él.

En 1901, cuando acompañaba a otro presidente por la Exposición Panamericana en Buffalo, también fue asesinado delante de sus narices. Aunque esta vez, Robert, ya no tenía ningún cargo en el Gobierno.

Por lo visto, unos años después, recibió otra invitación para acompañar a otro presidente y la rechazó alegando que siempre les ocurría algo a los presidentes cuando él estaba presente.

Parece ser que nunca fue un hombre con grandes ambiciones. Entre 1884 y 1912, se barajó su nombre en diversas ocasiones para ser nombrado candidato por el Partido Republicano a la presidente o vicepresidencia de USA. Sin embargo, él siempre rechazó esos ofrecimientos.

Como suele ocurrir en muchos casos, el problema de Robert es que muchos no lo querían por su valía, sino por tener al hijo del presidente Lincoln, con el que siempre lo estaban comparando y eso no le hacía mucha gracia, porque nunca fue tan brillante como su padre. De ahí viene el título que le puse a este artículo.

Desde luego, nunca tuvo el gusto por ese humor con retranca, que caracterizó a su padre. Por ejemplo, en su época, el presidente Lincoln tenía fama de ser un tipo feo. Así que, en cierta ocasión, cuando se hallaba en el Senado, un senador le acusó de ser un hombre con dos caras. A lo que él le respondió: “si yo tuviera dos caras, ¿cree Vd. que vendría aquí con ésta?”

Por lo visto, Robert, siempre fue muy conservador. Así que, en cierta ocasión rechazó la propuesta del presidente Theodore Roosevelt de crear una democracia más directa, el cual decía seguir las ideas del presidente Lincoln.

Tampoco le gustaron las ideas de progreso que trajo el presidente Wilson, al que dediqué otro de mis artículos, y que fue uno de los principales artífices del Tratado de Versalles.

En 1922, fue la última vez que se le vio en público a nuestro personaje. Esto ocurrió con motivo de la inauguración del famoso Lincoln Memorial, construido en Washington D.C.

Robert murió en 1926 en su casa de campo, situada en el Estado de Vermont. Su cuerpo fue enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington, bajo un artístico sarcófago esculpido por James Earle Fraser.

Bueno, con este artículo, cumplo mis objetivos para este año y os desea a todos ¡¡UN MUY FELIZ AÑO 2021!!

 

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martes, 29 de diciembre de 2020

VENECIA, UNA CIUDAD MUY SINGULAR.

 

Hoy voy a hablar de una ciudad que mucha gente conoce o, al menos, le suena a casi todo el mundo, por aquello de que está construida sobre el agua y sus habitantes no se mueven por sus calles en coches, sino en barcos.

Durante el Imperio Romano, esta zona era más o menos conocida, pero poco frecuentada, pues en ella sólo había unas lagunas situadas entre unas islas pantanosas, protegidas del mar por unos bancos de arena.

Por tanto, los únicos que solían transitar por esa zona eran los pescadores y los cazadores de aves acuáticas.

No obstante, cerca de ese lugar, pero ya en la costa, se hallaban unas cuantas ciudades de relativa importancia, como Aquileia, Grado o Padua. Todas ellas de fundación romana, pero habitadas, mayoritariamente, por los llamados vénetos.

Esa situación cambió radicalmente con el declive del Imperio Romano. No está muy claro si la primera emigración a la laguna se dio con la llegada de los godos a Roma, en el 410, al mando de Alarico I.

Sin embargo, sí que se ha demostrado que esos terrenos se llenaron de gente en el 452, cuando tuvo lugar la invasión de los hunos, liderados por Atila.

Por lo visto, estas lagunas sólo eran utilizadas para refugiarse, cuando venían pueblos invasores, y después regresaban a tierra firme.

Sin embargo, a partir del 568, tuvo lugar la invasión de los lombardos o longobardos, los cuales no venían a robarlo todo y luego irse, sino que optaron por quedarse en la Península Itálica. Así que estos vénetos, que solían esconderse en esas lagunas, se quedaron ya definitivamente en ellas.

Hay que decir que esas lagunas eran un refugio muy seguro, pues son bastante profundas y los bárbaros no sabían navegar. Así que tampoco podían atravesarlas a pie o a caballo.

Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, en el siglo VI, esta zona quedó bajo el dominio del Imperio Romano de Oriente, que ahora llamamos Bizantino.

El emperador solía enviar un dux para gobernar, en su nombre, esa zona. Sin embargo, creo que sus habitantes se veían un poco alejados de las decisiones tomadas en Bizancio. Así que, en el 687, esta zona pasó a ser gobernada por un dogo, elegido entre todos sus ciudadanos.

El origen de su prosperidad estuvo en la producción y el comercio de la sal. En lugar de dedicarse a la agricultura y la ganadería, como solían hacer en todas partes, ellos se dedicaban a esta actividad que resultaba mucho más lucrativa que las anteriores.

Hay que aclarar que, en aquella época, cuando todavía no se habían inventado los frigoríficos, la sal era utilizada no sólo para cocinar, sino para conservar muchos alimentos.

Así que ellos remontaban los ríos con sus barcas cargadas de sal y volvían transportando grandes cantidades de cereal y vino.

Siempre se aprovecharon de su situación estratégica, justo entre el Sacro Imperio y el Bizantino. Lo cual les permitió obtener privilegios para abastecer ambos mercados.

En el siglo IX, esa zona estuvo expuesta a las guerras entre el Sacro Imperio y el Bizantino. Lo que les hizo ver que la principal ciudad, Malamocco, estaba demasiado indefensa ante los ataques por vía marítima. Así que se trasladaron a otra zona en el interior de la laguna, llamada Rialto, a la que sólo se podía acceder a través de unos canales. Ese es el origen de Venecia. De hecho, durante mucho tiempo, a esa ciudad la llamaron, indistintamente, Rialto o Venecia.

En el 828 tuvo lugar un hecho muy curioso. En un templo de Alejandría (Egipto) estaba enterrado el cuerpo de San Marcos y solía recibir la visita de muchos peregrinos.

Un día, aparecieron por allí dos mercaderes venecianos. Sus nombres eran Buono da Malamocco y Rustico da Torcello.

A partir de aquí, no está muy clara esta historia. Unos dicen que, como Egipto había sido invadido por los musulmanes, los sacerdotes que custodiaban el cadáver, les pidieron a esos mercaderes que se lo llevaran, antes de que lo hicieran los musulmanes. En cambio, otras versiones afirman que, simplemente, robaron el cadáver.

Lo que sí parece cierto es que, para burlar la vigilancia de los aduaneros musulmanes, no se les ocurrió otra cosa que cubrir el cuerpo con carne de cerdo. Así se aseguraban que ninguno de ellos se iba a atrever a tocar esa carne, considerada impura entre los musulmanes. Por otra parte, les dieron el cambiazo, poniendo a una mártir en la tumba de San Marcos y llevándose a éste a Venecia.

Lógicamente, fueron muy bien recibidos en su ciudad. Por variar, parece que estos sí fueron profetas en su tierra. 

A partir de entonces, el cuerpo de San Marcos, fue custodiado por el dux, que lo tuvo en su propio palacio hasta que se terminaron las obras de la catedral que conocemos actualmente.

Hasta 1968, todas las reliquias de San Marcos estuvieron custodiadas, exclusivamente, en Venecia. Ese año, el Papa Pablo VI, ordenó que una parte de ellas fueran devueltas a Alejandría, donde fueron depositadas en un altar de la catedral copta de esa ciudad.

Ciertamente, también hay quien dice que las reliquias de San Marcos, que se trajeron esos comerciantes venecianos desde Alejandría, no eran de ese santo. Como lleva muchos siglos desaparecida la tumba de Alejandro Magno, algunos afirman que los restos corresponden a ese personaje y no al citado santo. Incluso, hay alguna novela sobre ello.

Volviendo a nuestro tema de hoy, a partir del siglo IX, tuvo lugar la expansión de Venecia, a base de desecar pantanos y comunicarla con otros islotes de sus alrededores, lo que les convirtió en zonas habitables a base de construir las casas sobre grandes pilares de madera.

Como les hacía falta esa materia prima, la trajeron, principalmente, desde Istria, en la orilla opuesta del Adriático. De esa forma, sus artesanos se especializaron en el trabajo de la madera y en la construcción de barcos.

En el siglo XIII ya se podía decir que eran una potencia comercial, pues se podían ver sus naves por todo el Mediterráneo oriental.

Incluso, en 1204, se atrevieron a liderar la Cuarta Cruzada, durante la cual se enemistaron con el Imperio Bizantino y saquearon la propia Constantinopla. Todavía se pueden apreciar algunos frutos de ese saqueo, como los caballos, procedentes del hipódromo, que fueron colocados en la fachada de la catedral de Venecia y ahora creo que los originales están en un museo.

A partir de entonces, Venecia se convirtió en una especie de protectora de Bizancio, cuando antes había sido al contrario. Incluso, obtuvieron el monopolio del comercio de cereales.

Otro de los personajes célebres de esa ciudad fue un joven que, en 1271, tenía sólo 17 años y que zarpó con su adre y su tío a China. Su nombre era Marco Polo. No hablaré de él, porque supongo que lo conocerá todo el mundo.

Volviendo atrás, en 1104, los venecianos construyeron una instalación a la que llamaron el arsenal. No se trataba de un depósito de armas, sino de un complejo formado por astilleros, con miles de trabajadores y suministros de todo tipo.

En el mismo lugar, se custodiaban los almacenes de grano y también se cocinaban los famosos bizcochos, que servían de alimento a los marinos.

También tenían hornos de fundición para anclas y cañones. Así que aquello la convertía en una base militar de gran importancia. De hecho, había un almirante, al frente de esas instalaciones.

La galeaza veneciana era la nave que solían construir en esos astilleros. Se trataba de un barco que servía tanto como mercante o como navío de guerra. Se desplazaba tanto a remos como a vela. Con la diferencia de que sus remeros eran libres y podían combatir con sus armas. Cosa que no solía ocurrir con las naves de otros países, donde los galeotes eran todos cautivos y no les daban armas, porque no se fiaban de ellos.

Hacia 1350, en Venecia, también sufrieron los efectos de la peste, como el resto de Europa, aunque no les afectó demasiado, porque incidieron mucho en que los barcos guardaran una cuarentena, antes de atracar en su puerto.

El siglo XV fue una época de esplendor para esta ciudad, que ya pasó a ser un auténtico Estado, gracias a la multitud de territorios que poseía. De hecho, fue el más poderoso del Mediterráneo oriental.

También lo fue porque consiguieron derrotar a Génova, su tradicional enemigo en el mar, con el que sostuvieron nada menos que 4 guerras.

Toda esa riqueza se tradujo en la multitud de palacios, que aún se conservan y que adornan y caracterizan la imagen de esa ciudad.

En cuanto a las instituciones que gobernaban esa república, a la cabeza estaba el dux o dogo, que era una especie de presidente, ayudado por el pequeño consejo, en calidad de asesores del mismo. El dux era elegido por un grupo de ciudadanos elegidos al azar.

Luego estaba el Senado, que se encargaba de las relaciones exteriores y las guerras, como el Senado romano. El Gran Consejo, compuesto por unos 500 representantes de las familias más importantes de Venecia, que formaban su parlamento y su poder era complementario al del dux. El Consejo de los Diez, que tenía competencias sobre el orden público y, por último, estaba el Tribunal Supremo.

Parece ser que el sistema de contrapoderes que había en esa república, le inspiró a Rousseau para escribir su obra más famosa, El Contrato Social.


Lógicamente, en una república gobernada por nobles, lo normal es que les gustase desfilar por las calles exhibiendo su riqueza y eso es lo que solían hacer.

Otras de las actividades de los venecianos era la artesanía. Destacaron en la construcción de objetos de vidrio, madera, seda, metales nobles, etc.

Por otra parte, también destacaron en la pintura renacentista. En el siglo XVI, podemos mencionar, como mejores representantes de la Escuela Veneciana a Giorgione, Tiziano, Veronese y Tintoretto. Todos ellos aportaron una nueva forma de pintar. Desarrollaron los conocimientos de la perspectiva, utilizaron más colores que sus predecesores y se especializaron en retratar de tal manera los ropajes que parecía que se podían diferenciar los tipos de telas, cuando sólo eran pinturas sobre lienzos.

Sin embargo, en el XVII, no hay unos pintores destacables y tenemos que ir hasta el XVIII, donde encontraremos a dos grandes figuras: Tiepolo y Canaletto.

Todo este esplendor se pudo venir abajo a causa de la expansión de los turcos otomanos, los cuales se dedicaron a ir conquistando los territorios venecianos y también a atacar los convoyes que se encontraran por el Mediterráneo.

Al final, hubieron de unirse varias potencias, como España, los Estados Pontificios, Génova y Venecia para atacar a los turcos. En octubre de 1571, encontraron a su flota


fondeada en el Golfo de Corinto. Le plantearon batalla en Lepanto y, a pesar de la superioridad turca en hombres y naves, la flota cristiana consiguió vencerles. Un acontecimiento celebrado en toda la Cristiandad. Bueno, casi toda, porque Francia era aliada de los turcos.

No obstante, el predominio comercial de Venecia se vino abajo no sólo tras la conquista de Constantinopla, por parte de los turcos, sino a causa de las exploraciones iniciadas por los portugueses y los españoles en busca de las especias. Más el proteccionismo comercial que decretaron la mayoría de los países.

Es preciso aclarar que los turcos cortaron la tradicional Ruta de la seda, por donde solían venir todas las especias a Europa. Eso encareció mucho esos productos, muy necesarios para conservar los alimentos. Por ello, Portugal y España se enzarzaron en una carrera para ver quién llegaba primero a las famosas islas de las especias.

Venecia también aportó grandes figuras en el mundo de la música. Podríamos destacar a Monteverdi o al sublime Antonio Vivaldi.

Es en el siglo XVIII cuando comienzan las fiestas del mundialmente famoso Carnaval de Venecia. Curiosamente, es cuando empieza el declive de la ciudad. También es en ese momento cuando se inaugura el célebre Teatro la Fenice, que sigue funcionando en la actualidad.

Otro de los acontecimientos más característicos de Venecia es el llamado los llamados esponsales con el mar. Una ceremonia que se remonta al siglo XI.

En ella, el dux o dogo, zarpaba de la ciudad a bordo de la enorme galera ducal, llamada Bucentauro, escoltada por muchos otros barcos.

Llegaban hasta el límite entre la laguna y el mar abierto y allí el dux pronunciaba esta frase: “Te desposamos, oh mar, en señal de verdadero y perpetuo amor”. Posteriormente, arrojaba al agua un anillo de bodas.

Como ya he dicho antes, tuvo su declive durante el siglo XVIII. Ocurrió lo mismo que en otros países. La nobleza se fue empobreciendo, pero desdeñaba realizar ciertos trabajos. Por el contrario, la burguesía fue sobresaliendo, pero no le permitían ascender a las altas magistraturas del Estado.

Por otro lado, poco a poco, se fueron quedando sin colonias y su actividad comercial se fue reduciendo por ser menos competitivos. Eso convirtió a Venecia en una ciudad dedicada a la diversión. Había muchos teatros, bailes, fiestas, salas de juego, etc, que atraían a muchos visitantes. Eso lo narra muy bien en sus memorias el célebre aventurero Casanova.

Así las cosas, a finales del siglo XVIII, la República de Venecia era una sombra de lo que fue. Durante las guerras napoleónicas, quisieron ser neutrales, pero, al estar en un sitio tan estratégico, estratégico, su territorio fue cruzado varias veces por los ejércitos en lucha.

Al final, en 1797, fue invadido por los ejércitos de Napoleón y apenas pudieron ofrecer resistencia, tanto por tierra como por mar.

Primero, su territorio fue dividido entre Francia y el Imperio Austro-Húngaro. Después, se lo quedó todo Francia y, tras el final de esas guerras, el Congreso de Viena decidió que su territorio fuera absorbido por el Imperio Austro-Húngaro.

En 1866, con las guerras por la unificación de Italia, el Véneto pasó a ser uno más de los territorios italianos.

Actualmente, Venecia, es una ciudad muy visitada por su singularidad y por sus monumentos. Sin embargo, ya hay muchos que dicen que tanto turismo no le hace mucho bien y también que los grandes barcos de pasajeros perjudican el futuro de la laguna.

Aparte de que, según parece, las tradicionales crecidas, que cada vez van a más, están haciendo que algunos edificios se vayan hundiendo en el fondo. Lo cual sería una pena, porque sería perder una parte muy importante de la Historia de Europa.

 

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jueves, 24 de diciembre de 2020

PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD

 

Es posible que a algunos les parezca muy extraño que hable de la paz con un relato de tiempos de guerra, pero al final veréis que ha sido muy bien escogido.

Estamos en diciembre de 1943, en plena II Guerra Mundial. Un grupo de bombarderos B-17 de USA, con base en el Reino Unido, vuela hacia Alemania.

Una de estas aeronaves ha sido bautizada como “Ye olde Pub”. Va pilotada por el segundo teniente Charlie Brown, que es un joven de 21 años. Lleva como copiloto al segundo teniente Spencer. El resto de la tripulación la componen un navegante, un bombardero, un  radiotelegrafista y 5 artilleros, que manejan las diferentes ametralladoras, que hay a bordo.

Es su primera misión y tienen como objetivo bombardear unas fábricas de aviones de caza, situadas en la ciudad de Bremen, la cual se halla al noroeste de Alemania. Si miráis un mapa, está casi equidistante de Holanda y Dinamarca.

Todos suponían que sería una misión peligrosa, pues esa ciudad tenía muy buenas defensas antiaéreas, que derribarían muchos de esos bombarderos.

No olvidemos que, cuando los británicos comenzaron a bombardear Alemania solían tener un 30% de bajas. Algo inasumible. Por eso, en vez de bombardear de día, decidieron hacerlo en horario nocturno y dejaron que los bombarderos USA, que eran mucho mejores, lo hicieran de día.

No obstante, Brown y su tripulación, consiguieron bombardear su objetivo a pesar de que sufrieron un severo castigo por parte de las defensas antiaéreas.

Los bombarderos B-17 iban dotados con 4 motores. Durante el ataque, a éste le destrozaron uno y le dejaron otro de ellos funcionando a media potencia.

Después, se las tuvieron que ver con el ataque de una oleada de cazas alemanes. Estos le averiaron otro de los motores, que siguió funcionando a 
media potencia.

Aparte de eso, le averiaron su sistema hidráulico y de oxígeno, imprescindible para volar a gran altura. Incluso, le rompieron un trozo del timón de cola y uno de los laterales.

 

Todo ello se agravó cuando el interior del avión se empezó a congelar, pues en el exterior había una temperatura de -60ºC, dado que volaban a más de 8.000 metros de altura. Hasta se les habían congelado las inyecciones de morfina con las que solían aplacar el sufrimiento de los heridos.

 En pocas palabras, que habían dejado el avión hecho un colador y, en esas circunstancias, les iba a resultar muy difícil volver a su base.

 

Esta vez, fueron los alemanes los que movieron ficha. Ordenaron a un veterano piloto, llamado Franz Stigler, que despegara para derribarlo.

 

Stigler, a pesar de tener sólo 28 años, ya era un piloto veterano. Antes de la guerra, había sido piloto de la famosa aerolínea alemana Lufthansa y profesor de una escuela de pilotos. Así que despegó en cuanto le llenaron el depósito a pesar de que no le habían podido quitar una bala enemiga, que se le había quedado incrustada en el radiador de su aeronave, lo cual podría provocarle un peligroso recalentamiento en su motor.

 

En muy pocos minutos, se colocó detrás del avión. La posición en la que se colocan todos los cazas antes de proceder a un derribo. Para él, era una cuestión rutinaria, de hecho, ese mismo día, había derribado a otros dos aviones de ese mismo tipo. En aquel momento, ya tenía 27 derribos en su haber.

 

No obstante, enseguida se dio cuenta de que nadie le disparaba. Algo muy extraño para un modelo de avión que estaba dotado de ametralladoras por todos lados, por lo que era peligroso arrimarse a ellos.

 Así que se puso al lado y se dio cuenta de que había varios tripulantes heridos, incluso, pudo ver que el artillero de cola estaba muerto.

Es más, se colocó junto a la cabina y vio que Brown, a pesar de que seguía pilotando, estaba herido en un hombro y le miró a la cara.

 

Stigler, en un acto de piedad con el enemigo, levantó el dedo del gatillo y apretó un rosario que siempre llevaba encima.

 

En ese momento, recordó una frase de su antiguo instructor de vuelo: “Si me entero de que alguno de Vds. ha disparado a un hombre en paracaídas ¡lo mataré yo mismo!”. Así que él vio que, en ese momento, se daba un caso parecido.

 

De momento, Stigler, colocó su caza Messerschmitt Bf 109 G, uno de los modelos más letales de la guerra, junto al B-17 y les hizo señas para que se dirigieran al norte, en dirección a Suecia, un país neutral, donde recibirían atención médica.

 

No sabemos si Brown no entendió esas señas o no quiso cumplirlas, lo cierto es que siguió volando sin rumbo fijo. Stigler se dio cuenta y se puso justo al lado, para que no les dispararan las defensas antiaéreas alemanas.


Hay que aclarar que los alemanes habían capturado algunos B-17 y sus cazas hacían prácticas con ellos. Así que, de esta forma, engañaron a las defensas antiaéreas, pensando que se trataban de dos aeronaves de las suyas.

 

De esa manera, Stigler le mostró el rumbo de regreso hacia el Reino Unido y le escoltó hasta la costa. Después, le saludó, dio media vuelta y regresó a su base.

 

Increíblemente, a pesar del mal estado de su aeronave, Brown, consiguió aterrizar en una base británica. Es más, todos llegaron con vida, salvo el artillero de cola, que había muerto instantáneamente a causa de un proyectil que le había estallado en el cuello.

 

A su llegada, Brown, comunicó a sus superiores lo ocurrido y lo agradecido que estaba por el comportamiento de ese piloto alemán.

 

Por lo visto, esto no les hizo ninguna gracia. Así que, cuando lo entrevistaron los responsables de Inteligencia militar, le ordenaron que no dijera nada de ello para no quebrantar la moral del resto de los pilotos hacia el enemigo.

 

Por otro lado, Stigler, que era más veterano, no dijo absolutamente nada, salvo que había derribado el avión de Brown sobre las aguas del Mar del Norte. Si sus superiores hubieran sabido lo ocurrido, lo hubieran fusilado inmediatamente.

 

Posteriormente, cada uno siguió por su camino. Brown, siguió pilotando hasta terminar el cupo de misiones de combate, que tenía asignada cada piloto USA, antes de regresar a su país.

 

Por lo que se refiere a Stigler, continuó pilotando aviones de caza. Al final de la guerra, llegó a pilotar los famosos Messerschmitt 262, los primeros cazas a reacción que entraron en combate.

 

En la posguerra, Brown, volvió a su tierra, donde estudió en la Universidad y luego se reenganchó en la recién creada USAAF. O sea, lo que aquí llamamos el Ejército del Aire, porque durante la II Guerra Mundial aún no existía. Era sólo una rama del Ejército de Tierra o de la Armada. Allí estuvo hasta 1965, año en el que pasó a trabajar para el Departamento de Estado, lo que aquí llamamos Ministerio de Asuntos Exteriores, de donde se jubiló en 1972. A partir de ese año, tal y como hacen muchos jubilados en USA, trasladó su residencia a la cálida Florida.

 

Por otra parte, al final de la guerra, Stigler se trasladó a Canadá, donde se convirtió en empresario.

 

Curiosamente, en 1986, Brown, que se había jubilado como teniente coronel, fue invitado a dar una charla en una reunión de veteranos de guerra, realizada en una Academia militar USA.

 

Al final de la misma, alguien le preguntó si les podía comentar alguna anécdota que recordara de esa guerra. Así que ésta le vino a la memoria y la comentó a los presentes. En ese momento, decidió que debería de ponerse en contacto con aquel piloto que le perdonó la vida.

 

Su búsqueda le llevó nada menos que 4 años. De manera infructuosa, se dirigió a los archivos militares, tanto de USA como alemanes, pero no encontró absolutamente nada.

 

Sin embargo, alguien le dio la dirección de una asociación de veteranos pilotos de combate y les escribió.

 

Poco tiempo después, recibió una carta de un tal Stigler, que le daba todo tipo de detalles sobre aquel suceso. No se lo podía creer, pero ¡era él!


 

Así que, poco después, le llamó por teléfono y se reunieron para recordar los viejos tiempos en un hotel de Florida.

 

Por lo visto, entre 1990 y 2008 mantuvieron varias reuniones, ya que se habían hecho muy buenos amigos. Hasta compartieron la afición por ir de pesca.

 

Incluso, ambos dieron numerosas charlas en colegios y asociaciones de veteranos de USA, donde contaron lo que les ocurrió la primera vez que se encontraron frente a frente.

 

Desgraciadamente, ambos murieron en el año 2008, aunque con varios meses de diferencia. Stigler ya tenía 92 años y Brown 85.

 

Como habréis visto, siempre queda la esperanza y la fe en todos los hombres y mujeres, que son los que hacen que el mundo funcione cada vez mejor. 

Alguien dijo que las guerras las declaraban los que se conocían para que combatieran los que no se conocían. Así que, cuando ellos se conocieron, dejaron de ser enemigos.

 

Así que termino este artículo con las mismas palabras que lo he comenzado: ¡Paz a los hombres de buena voluntad!

 


¡¡OS DESEO A TODOS UNAS FELICES NAVIDADES Y UN AÑO NUEVO, QUE ESTOY SEGURO DE QUE VA A SER MUCHO MEJOR QUE ÉSTE!!

 

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