ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 21 de julio de 2019

EL MISTERIO DE LA PRINCESA CARABOO


Con este artículo, voy a iniciar un ciclo dedicado a los impostores que ha habido a lo largo de la Historia. Alguno pensará que va a ser un ciclo corto. Pues, seguramente, no, porque ha habido muchos más de los que la mayoría de la gente conoce.
Vayamos al grano. Una noche, a primeros de abril de 1817, en un pequeño pueblo del SW de Inglaterra, cercano al límite con el País de Gales, en el condado de Gloucestershire, un zapatero, que iba camino de su casa, encontró por la calle a una mujer joven.
Vestía de una forma muy extraña, con un turbante en la cabeza, y parecía haberse perdido. No obstante, no era posible ayudarla, pues hablaba un idioma extraño para él.
Así que la llevó a ver al encargado de un organismo municipal, que se dedicaba a socorrer a los pobres.
Éste la llevó ante el magistrado de la localidad, llamado Samuel Worrall, que vivía en su mansión de Knole, pues las leyes de esa época castigaban la vagancia. Sin embargo, esta mujer parecía proceder de la aristocracia, pues tenía unas manos muy cuidadas, impropias de una obrera.
La descripción que hicieron fue que se trataba de una joven de unos 25 años. Morena, con ojos negros y una altura de 1,58 m.
Supongo que, por eso, nadie se atrevería a tocarla, pues, en esa época, los miembros de la nobleza eran casi divinos y más en el Reino Unido.
Nadie la pudo entender. Ni siquiera el criado del magistrado, que era griego y hablaba varios idiomas. Sin embargo, tras ofrecerle una taza de té, lograron saber que se llamaba Caraboo.
Durante la cena no quiso probar la carne y sólo comió vegetales, bebiendo únicamente agua. Parece ser que su comida preferida era el arroz.
La invitaron a acostarse, pues se la veía muy cansada. Sin embargo, rezó unas extrañas oraciones y luego se acostó en el suelo, ya que parecía desconocer para qué servían las camas.
Posteriormente, el magistrado, la envió a una especie de asilo para pobres, en Bristol, donde se les obligaba a trabajar y no se les trataba muy bien. Parece ser que allí ella lo pasó muy mal, los 3 días que la tuvieron recluida en ese centro.
Poco después, la mujer del magistrado convenció a su marido para que ordenara que la devolvieran a su casa. Allí la puso al cuidado de su ama de llaves, que debía de vigilarla muy de cerca, porque hasta se acostaban en la misma cama.
Por lo visto, siguiendo las instrucciones de la Sra. Worrall, alguna vez la asustó, mientras estaba dormida, para ver si hablaba en otro idioma, pero nunca lo hizo.
Todos los martes ayunaba y hacía abluciones en el estanque, que había en el jardín de esa mansión.
Por lo visto, con el paso del tiempo, abundaron, por esa casa, las visitas de lingüistas y curiosos, empeñados en intentar averiguar lo que decía.
En cierta ocasión, pasó por la mansión de los Worrall un marinero portugués, llamado Manuel Eynesso, el cual aseguró que la entendía, porque había vivido en Malasia y ella hablaba una de las lenguas de la isla de Sumatra.
Según su relato, la extraña mujer aseguraba ser una princesa originaria de una isla llamada Javasu, situada en el Océano Índico. Por supuesto, esa isla no existe.
Decía haber sido secuestrada por unos piratas y que, al navegar a través del Canal de la Mancha, se lanzó por la borda, consiguiendo llegar a nado hasta la costa británica. Decía llevar 6 semanas vagando por Gran Bretaña.
Incluso, un erudito local, llegó a afirmar que las marcas que se le apreciaban a la mujer en la nuca eran propias de la Medicina china y que el idioma que hablaba procedía de aquella zona.
Evidentemente, esto de acoger a un personaje de esa importancia le dio lo que se llamaría un enorme caché a la familia Worrall.
Así que fue agasajada, como si se tratara de un personaje muy importante y hasta encargaron varios retratos, que se conservan, para perpetuar el paso de la princesa por esa pequeña localidad.
La joven tuvo mucho éxito en ese pequeño pueblo, pues empezó a participar en tertulias, a pesar de su escaso dominio del inglés. Incluso, les hizo demostraciones de natación y tiro con arco.
Esto atrajo el interés de la prensa regional y hasta nacional. Hacia ese pueblo se desplazaron muchos periodistas y dibujantes, pues entonces aún no existía la fotografía. Por esa razón, su retrato apareció en muchos periódicos.
Como dicen que antes se pilla a un mentiroso que a un cojo, éste fue su fin. Una mujer, llamada Sra. Neale, dueña de una pensión en Bristol, vio su imagen y la reconoció de inmediato.
Así que informó a los Worrall de la identidad de su protegida. Por lo visto, se trataba de una mujer llamada Mary Willcocks, hija de un zapatero residente en un pequeño pueblo de Devonshire. No muy lejos del lugar donde fue encontrada.
Parece ser que la conocía por haberla tenido como huésped en su establecimiento, donde solía jugar con sus hijas.
Se dice que la extraña mujer se había inventado un lenguaje a base de palabras inventadas y otras tomadas de la lengua gitana. Luego también se inventó una historia y una identidad falsa.
Por lo visto, la joven había vivido un tiempo con un antiguo marinero, el cual le contó muchas cosas de Indonesia, hasta que la abandonó.
Posteriormente, parece ser que la joven vivió, durante un corto período de tiempo, con unos gitanos, mientras esperaba la ocasión de embarcar, en Plymouth, hacia América.
También fue reconocida por un carretero, que la había transportado alguna vez en su carro. Así que se descubrió y confesó toda la verdad.
Tenía 26 años, pues había nacido en 1791, y también dijo que el citado portugués no era un marinero, sino un cómplice suyo en esa trama. Pero nunca le volvieron a ver.
Parece ser que ella, desde los 8 años, había trabajado con su familia, hilando lana durante el invierno y, durante el verano, ayudaba a cosechar el maíz.
Por lo que se refiere a las marcas en la nuca, según parece,
procedían de un antiguo método practicado por algunos médicos, consistentes en calentar una taza y hacer como si fuera una ventosa. Lo que provocaba quemaduras sobre la piel.
Según la versión de Mary, había trabajado en algunas casas, pero nunca la trataron muy bien, vagando de un lugar a otro y volviendo a la casa de sus padres para luego trabajar en otro sitio, porque sus padres no la querían allí. Por lo visto, hasta pensó en suicidarse.
En cierta ocasión, fue a Londres, donde conoció a un caballero, con el que se casó en una iglesia católica. Tuvieron un hijo, pero luego él la dejó y tuvo que llevar a su hijo a un hospicio, por falta de recursos para atenderle. No obstante, parece que solía visitar al chico una vez a la semana, hasta que éste murió.
Los periodistas consiguieron llegar hasta los padres de Mary. Les dijeron que, durante su infancia, había padecido unas fiebres que la afectaron psicológicamente. Escapó de casa para mendigar por las calles hasta que la recogió una familia judía para la que trabajó como criada, durante unos tres años. Por lo visto, fue despedida tras ser acusada de un robo en esa casa.
Sin embargo, Mary, lo negó, alegando que había pedido un aumento de sueldo y se fue de esa casa, porque se lo habían negado. Por lo visto, en esa casa aprendió a leer y a escribir, tanto en inglés como en hebreo.
La cosa no acaba aquí. La esposa del magistrado Worral, que era natural de los USA, la mandó a su país, que, a fin de cuentas, es lo que ella siempre había querido.
Embarcó en Bristol, junto con 3 monjas, que eran las encargadas de cuidarle, con destino a Filadelfia. Incluso, en su pasaje figuraba como Mary Burguess, que era el apellido de soltera de su madre, para no tener que aguantar a los periodistas.
Precisamente, el objetivo de haberse hecho pasar por esa princesa, era recaudar los fondos suficientes con los que poderse pagar el pasaje hacia América.
Sin embargo, en septiembre de 1817, algunos periódicos británicos publicaron que el barco que la llevaba hacia América había pasado cerca de la isla de Santa Elena, donde se hallaba exiliado el emperador Napoleón.
Esas publicaciones narraron que ella se subió a un bote, con el que fue hasta esa isla y allí logró conocer al emperador, el cual se enamoró de ella. Está visto que los periodistas tienen que vender periódicos como sea.
Tras su llegada a USA, siguió representando su papel de princesa Caraboo, pero ya con menos éxito.
Así que en 1824 regresó a Gran Bretaña. Intentó volver a interpretar ese papel, pero no consiguió engañar a nadie. Incluso, lo intentó también en Francia y en España, con idéntico resultado.
Parece ser que en 1828 volvió a su país, donde se casó con un hombre llamado Richard Baker, con el que, al año siguiente, tuvo una hija, llamada Mary Ann.
No se sabe qué tal le fue ese matrimonio, pero sí que en 1839 ella se dedicaba a vender a un hospital de Bristol esas sanguijuelas que tanto gustaban utilizar, los médicos de esa época, para sus tratamientos.
En 1864, falleció en Bristol, a los 74 años, a causa de haberse caído en su casa. Fue enterrada en un cementerio de esa ciudad. 
Parece ser que su hija continuó con ese mismo negocio hasta su muerte, acaecida en 1900.
En 1994, se estrenó una película titulada “La princesa Caraboo”, donde se narraban las aventuras de esta famosa impostora. Incluso, en 2015, se escribió una biografía de este personaje y, al año siguiente, se estrenó una comedia musical inspirada en su vida.

TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES

jueves, 11 de julio de 2019

MOE BERG, DEPORTISTA Y ESPÍA


Normalmente, cuando alguien piensa en un deportista no tiene la imagen de una persona muy intelectual. De hecho, eso suele ser lo habitual, salvo honrosas excepciones.
En el caso que nos ocupa hoy, me voy a referir a un deportista la mar de extraño, cuya inteligencia llamó la atención de ciertas agencias del Gobierno USA.
Su verdadero nombre fue Morris Berg y nació en 1902 en la ciudad de Nueva York, en el seno de una familia de inmigrantes de origen judío, procedentes de Ucrania. Era el benjamín de 3 hermanos. Su padre era farmacéutico y su madre, ama de casa.
Empezaron viviendo en el famoso barrio de Harlem. Posteriormente, se trasladaron a la ciudad de Newark, en Nueva Jersey.
Por lo visto, el niño parecía un superdotado, pues sus padres ya se plantearon llevarlo a la escuela, cuando sólo tenía 3 años de edad.
Allí fue, donde, a los 7 años, empezó a jugar al beisbol, en un equipo de la iglesia metodista de su barrio. Sus estudios de secundaria los realizó en Newark. Posteriormente, con sólo 16 años, se fue a estudiar a la Universidad de Nueva York, donde jugó en los equipos de beisbol y baloncesto de la misma.

Sin embargo, se marchó de ese centro para estudiar Filología en la famosa Universidad de
Princeton, donde aprendió varios idiomas antiguos y modernos. Por lo visto, uno de sus preferidos fue el sánscrito.
Debía de ser un buen especialista en Filología, pues, tras graduarse, se le ofreció un puesto en esa misma Universidad, pero lo rechazó para seguir jugando al beisbol.
Por supuesto, allí también practicó ese deporte. Nunca fue un buen bateador, ni tampoco un buen corredor. Sin embargo, sí que destacó como lanzador.
Parece ser que dos grandes equipos se interesaron por él. Eran los New York Giants y los Brooklyn Dodgers. Por lo visto, su verdadero interés era fichar a un buen jugador de origen judío, para así atraer a sus estadios a la gente de ese mismo origen.
En 1923, Moe se decidió por los Dodgers, porque el primero era un equipo repleto de grandes figuras, donde, lo más probable, es que estuviera siempre, esperando su oportunidad, sentado en el banquillo.
Al terminar esa temporada, se embarcó hacia París y allí se inscribió en varios cursos universitarios. También adoptó la costumbre de leer, todos los días, varios periódicos. Algo que, hoy en día, en España, nos podría parecer muy sorprendente, pues casi todos suelen decir lo mismo y, conociendo la tendencia de cada uno, ya sabes cómo van a dar cada noticia, antes de haberla leído.
De hecho, muchos dicen que los periódicos españoles sólo tienen dos verdades: la fecha y el precio. Algunos ni eso, porque se distribuyen gratuitamente.
Parece ser que el juego de Berg no mejoró y, en 1926, su equipo lo cedió a otros más modestos. Algo que no le hizo ninguna gracia.
Fue en esos años donde se interesó por el mundo del Derecho y se matriculó nada menos que en su facultad de la Universidad de Columbia. Una de las mejores de ese país. A pesar de seguir dedicado al deporte de élite, consiguió licenciarse en 1930.
Supongo que los que han estudiado una carrera universitaria, cuando ya estaban trabajando, como fue mi caso, no hará falta que les explique por qué, nuestro personaje, no pudo acabarla antes.
Posteriormente, pasó por varios equipos, donde tuvo desigual suerte. Parece ser que nunca fue una gran figura, pero sí un jugador bastante efectivo.
En octubre de 1932, aceptó la propuesta de un jugador retirado, llamado Herb Hunter, para ir, junto con otros jugadores más, a Japón, a fin de enseñar a los habitantes de ese país a jugar al beisbol.
Por lo visto, lo debieron de hacer muy bien, porque los equipos de Japón han obtenido varias medallas, cuando han permitido competiciones de este deporte en los diversos Juegos Olímpicos.
Curiosamente, Berg, no regresó con la misma expedición deportiva que partió de USA, sino que se dedicó a hacer una gira turística, que le llevó por varios países, como China, Tailandia, India, Egipto y, por fin, Alemania.
Ya de por sí, parece un poco raro que visitara estos países, pero aún es más raro que visitara, concretamente, Manchuria, cuando es sabido que, desde el año anterior, esa zona sufría una invasión y una terrible represión por parte de Japón.
También se hizo muy popular, por participar en concursos de cultura general, de esos que se solían hacer en la radio y ahora podemos ver todavía en la tv.
En 1934, fue invitado a otra gira por Japón. Esta vez, acompañando a grandes estrellas del beisbol USA. Por aquella época, ya hablaba japonés y hasta se atrevió a pronunciar un discurso en público.
Parece ser que alguien le encargó hacer unas fotos y unos videos de Tokyo. Así que se buscó, como excusa, que iba a visitar a la hija del embajador USA, que estaba ingresada en un hospital, el cual era, precisamente, uno de los edificios más altos de esa ciudad.
Por supuesto, nunca visitó a la enferma. Sin embargo, consiguió subir a la terraza de ese edificio, desde donde hizo muchas fotos y videos sobre la capital. Luego entregó esas filmaciones a la OSS. Antecesora de la CIA.
Algunos autores afirman que ese video fue muy útil para el primer bombardeo de USA sobre Tokyo, realizado, tras el ataque a Pearl Harbor, por el futuro general Doolittle, porque en él se podían ver muy bien las instalaciones más estratégicas de la capital japonesa.
Esta vez, tampoco volvió con el resto de la expedición, sino que se fue de “gira turística” a través de Filipinas, Corea y la URSS. Parece ser que en Moscú le pillaron filmando y le requisaron la cinta de vídeo.
Por lo visto, estos viajes tan largos afectaron a su vida personal. Conoció a una mujer, llamada Estella Huni. Ella se dedicaba a tocar el piano y a dar clases de música. Hasta llegaron a vivir juntos.
Sin embargo, cuando él se decidió a colaborar con la antecesora de la CIA, en plena II Guerra Mundial, estuvieron mucho tiempo sin verse y ella no le esperó. Así que se casó con un oficial de la Armada USA.
A partir de 1940, se retiró del beisbol, aunque siguió como entrenador de varios equipos. Incluso, participó en varios programas de radio, donde respondió a un aluvión de preguntas para fomentar la afición hacia ese deporte. Hasta escribió un ensayo sobre la técnica para jugar bien al beisbol.
Se sabe que, en octubre de 1943, empezó a trabajar para la antigua OSS. Por lo visto, tenía una buena amistad con el general Donovan, director de esa agencia, pues ambos habían coincidido, cuando estudiaban Derecho en la Universidad de Columbia.
Parece ser que su primera misión fue viajar a la antigua Yugoslavia, donde en plena guerra mundial, se estaba dando una auténtica guerra civil entre los serbios, que apoyaban al rey exiliado, y los croatas, capitaneados por el famoso líder comunista Tito.
Se entrevistó con los líderes de ambos bandos y llegó a la conclusión de que los comunistas tenían las de ganar, porque eran mucho más numerosos y también más populares. No obstante, el gobierno USA, nunca tomó partido en esa contienda.
Posteriormente, le enviaron a Noruega, para comprobar el estado de las instalaciones para la obtención del agua pesada. Uno de los ingredientes fundamentales de las bombas atómicas. Se enteró de que, a pesar de la anterior campaña de bombardeos contra esa fábrica, los alemanes, estaban recuperando la producción de la misma. Así que, tras informar de ello, a su regreso a USA, decidieron retomar los bombardeos sobre esa estratégica planta industrial.
Por lo visto, otra de sus misiones, fue entrevistarse con científicos italianos para conocer el alcance de sus experimentos y, a la vez, obtener información sobre los que llevaban a cabo sus colegas alemanes.
Realmente, en USA, estaban muy preocupados con las investigaciones alemanas para construir una bomba atómica. Incluso, le enviaron a Europa para convencer a ciertos científicos a fin de que trabajaran para USA.
A eso se denominó la Operación Alsos. Al mando de la misma se hallaba el general Leslie Groves, también al frente del Proyecto Manhattan. Los responsables técnicos fueron el científico holandés Samuel Goudsmit y el teniente coronel Boris Pash, también integrado en el mismo proyecto.
Parece ser que, a finales de 1944, fue a una conferencia, que daba el reputado científico alemán, Werner Heisenberg, en Zurich. Por lo visto, el mismo Berg, que se había hecho amigo de varios científicos suizos, les pidió que invitaran a su colega alemán para que la impartiera en Suiza.
Sus instrucciones eran conocer si los alemanes habían adelantado mucho en sus investigaciones sobre la bomba atómica. En el caso de que su impresión fuera positiva, llevaba una pistola para matar al científico y una cápsula de cianuro, para suicidarse, después de haber cometido ese atentado. Sin embargo, no hizo ninguna de las dos cosas.
Algunos autores dicen que los científicos alemanes, entre los que se encontraba el mencionado Heisenberg, sólo estuvieron interesados en crear un reactor nuclear, para generar electricidad a un bajo coste y nunca quisieron ofrecer la bomba atómica a Hitler.
Incluso, al final de la guerra, los miembros de Alsos, detuvieron a varios científicos alemanes y los recluyeron en una casa de campo, cerca de Cambridge, llamada Farm Hall. Allí lograron grabar sus conversaciones y poder conocer con exactitud cuál era el punto en que se hallaban las investigaciones alemanas, con respecto a la bomba atómica. Los más conocidos fueron Otto Hahn, Werner Heisenberg y Karl Friedrich von Weizsäcker.
Parece ser que nunca estuvieron muy cerca de conseguir fabricar una bomba atómica. Uno de los motivos es que siempre les faltaron medios y otro, que muchos de los científicos alemanes nunca estuvieron interesados en servir a Hitler.
Por el contrario, el Proyecto Manhattan, se dotó con los mejores científicos. Una gran plantilla, alrededor de unos 100.000 trabajadores, y un presupuesto cercano a lo que hoy serían unos 20.000.000.000 de dólares.

Por lo visto, Berg, tuvo conocimiento de la existencia de los campos de concentración nazis y los crímenes realizados allí y, cuando estuvo en Roma, se entrevistó con el Papa, Pío XII, rogándole que se pronunciara en contra de esos actos. Cosa que ese prelado nunca hizo.
Trabajó para los servicios secretos hasta enero de 1946. Por lo visto, allí realizó una gran labor, pues le fue otorgada la Medalla de la Libertad, aunque nunca quiso ir a recogerla.
Parece ser que, en los años 50, recibió un encargo de la CIA para espiar los avances nucleares en la antigua URSS, pero no tuvo mucho éxito.
Por lo visto, disfrutó mucho, mientras trabajó como espía, pero parece que quedó muy afectado, cuando vio la cantidad de muertes causadas en Japón, tras el lanzamiento de las dos bombas atómicas, por parte de la Fuerza Aérea de USA.
Los que le conocieron, afirmaban que, tras la guerra, su estado mental empezó a ser inestable. Por lo que nunca se preocupó de buscar un trabajo. Así que ya siempre vivió con sus parientes.
A pesar de recibir tentadoras ofertas, también se negó siempre a escribir sus memorias. Algo que, presumiblemente, le hubiera reportado buenos ingresos.
En 1972, con sólo 70 años, tuvo la mala fortuna de caerse en su casa y herirse gravemente. Desgraciadamente, la cosa fue a peor y esto le llevó a la tumba.
Siguiendo sus deseos, sus restos mortales fueron incinerados en Newark y luego, su hermana, los llevó hasta Israel, para esparcirlos por una colina de Jerusalén.
Curiosamente, su nombre aparece en tres lugares muy dispares. El Salón de la fama de los deportistas judíos, el de las reliquias del beisbol en USA y también en el de los antiguos agentes destacados de la CIA. Precisamente, en la sede central de la misma.

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