Hoy voy a hablar de un hombre íntegro, que vivió toda su vida de acuerdo con sus ideales y así fue hasta el final de sus días.
Su nombre completo era Juan Peíró
Belis. Realmente, no sé cuál fue su nombre con exactitud, porque en algunos
sitios aparece como Joan y en otros como Juan.
Nació en 1887 en Barcelona, en el
seno de una familia muy modesta. Parece ser que no fue al colegio y, sólo con 8
años de edad, ya trabajaba en una fábrica de vidrio de su ciudad.
Desgraciadamente, muchos niños de
su generación comenzaron su vida de la misma forma que él. Allí pudieron ver
muy de cerca el maltrato que solían dar muchos empresarios a sus obreros.
Parece ser que aprendió a leer
cuando ya tenía 22 años y su maestro fue un primo suyo, llamado Elio Belis, el
cual le daba lecciones durante la madrugada, después de haber trabajado durante
14 horas.
A partir de entonces, empezó a
adquirir notoriedad dentro del sindicato anarquista CNT. Hizo resurgir la
Federación Española de Vidrieros y Cristaleros, adscrita a ese sindicato.
En los años 20 fue varias veces encarcelado
por su oposición a la dictadura del general Primo de Rivera. Se dice que, en
una ocasión lo llevaron andando y encadenado, desde Barcelona a Vitoria. Una
distancia de unos 560 km.
No obstante, desde 1922,
trabajaba en una fábrica llamada la Cooperativa del Horno de Vidrio, situada en
Mataró, a la que llegó a dirigir.
Por lo visto, no era una fábrica
más, sino que también se preocupaba de buscar casas para los obreros y tenía un
colegio para los hijos de estos.
Como ya he mencionado en otros de
mis anteriores artículos, los años 20 fueron los años del pistolerismo en
Barcelona y su provincia. Así que, en 1923, Peiró sufrió dos atentados de los
que salió vivo de milagro. Uno de ellos se produjo cuando salía de dar una charla en la Escuela Racionalista y estaba cruzando las vías del tren.
El estallido de la guerra civil
le pilla en Mataró. Allí denuncia la infame represión que están ejerciendo
grupos, presuntamente, incontrolados, que denigran a su sindicato.
En noviembre de 1936, el
socialista Largo Caballero, que era el nuevo presidente del Gobierno, le llama
a formar parte de su gabinete, en calidad de ministro de Industria. Acepta y se
traslada a Madrid.
Como es ya conocido, ese mismo
mes de noviembre, las tropas nacionales comenzaron su asedio a Madrid. Por
ello, el Gobierno se traslada a Valencia. Una ciudad muy alejada de los frentes
de guerra.
Así que regresó a su trabajo como
director de la Cooperativa del Horno de Vidrio, que, entre otras cosas,
fabricaban bombillas.
No obstante, en 1938, la CNT
volvió al Gobierno de la mano de Negrín y Peiró fue nombrado Comisario general
de energía eléctrica.
No intervino para nada en la
guerra y, cuando las tropas nacionales conquistaron Cataluña, atravesó la
frontera con Francia. Tal y como hicieron muchos miles de españoles.
Tras la invasión de Francia, la
mayoría de los integrantes de la JARE huyeron a México. Sin embargo, Peiró, no
quiso ir para no dejar solos a su mujer y a sus hijos. Por ello, él y su hijo mayor
se desplazaron desde París a Narbona.
Desgraciadamente, aunque, en un
principio, consiguieron llegar a la Francia no ocupada, fueron detenidos por
los gendarmes, los cuales los entregaron a la Gestapo, siendo enviados a Alemania.
Desde allí, sin ni siquiera comprobar los cargos por los que era acusado por la Justicia española, en febrero de 1941,
lo deportaron a España. Algo muy habitual en esa época.Como solía hacerse en esa época,
durante los meses que estuvo encerrado en los calabozos de la Dirección General
de Seguridad, fue sometido a todo tipo de torturas.
Ese el mismo sitio desde donde se
ven todos los años en la tv las 12 campanadas de Nochevieja.
En su descargo, aportó una lista
de personas a las que, por mediación suya, salvó la vida durante la guerra
civil. Parece ser que la Policía comprobó ese extremo y vio que era cierto.
No obstante, también recibieron una
comunicación de un jefe falangista de Mataró, que no le tendría mucha estima,
donde le acusaba de ser el responsable de las muertes producidas por los
milicianos en esa localidad.
En el mes de abril, fue
trasladado a Valencia, donde lo volvieron a interrogar y donde negó haberse apropiado
de nada.
La verdad es que no sé para qué
lo enviaron a Valencia, salvo que allí se le hubiera procesado por haber formado
parte de uno de los gobiernos republicanos. No olvidemos que, desde noviembre
de 1936, la sede del Gobierno de la II República estuvo en la ciudad de
Valencia.
También parece increíble que
muchos los aceptaran, pero eso fue lo que ocurrió. En cambio, quisieron hacer
lo mismo con Peiró, pero él se tenía por un hombre muy apegado a sus ideas anarcosindicalistas
y se negó rotundamente a ello.
Parece ser que, para tentarle con
esta propuesta, utilizaron tanto a una serie de amigos procedentes tanto de la
CNT como de la Falange.
Realmente, parece ser que no
estaban tan alejadas las posiciones de ambas organizaciones. Por lo visto,
antes de la guerra, hubo conversaciones en lo referente a unir la Falange con
el Partido Sindicalista, de Ángel Pestaña, que estaba formado por antiguos miembros
de la CNT.
Algunos autores afirman que el
propio Girón de Velasco, uno de los máximos dirigentes de la Falange y ministro
de Trabajo con Franco, realizó algunas gestiones a favor de la liberación de
Peiró.
También, muchos militares de
Mataró y Barcelona, que habían salvado la vida gracias a la intervención de Peiró,
declararon ante el juez militar que instruía esa causa, coronel Federico Loygorri
Vives.
Por lo visto, Peiró, también se
opuso a una orden emitida por las milicias locales, donde se obligaba a que todos
los habitantes de Mataró depositasen sus objetos religiosos en la plaza mayor
del pueblo al objeto de ser quemados públicamente.
También se sumaron a esas
declaraciones a favor de Peiró algunos jueces y políticos de Mataró y sus alrededores,
que fueron encarcelados por los milicianos y consiguieron salir con vida, gracias
a la intercesión de nuestro personaje.
También, varios empresarios y
comerciantes, prestaron declaración a su favor. En algunos de estos casos, no
sólo les había librado de una muerte segura, sino que llegó a protegerles en su
propia casa.
Incluso, se negó a que se cumplieran
las instrucciones del Gobierno a fin de que se volaran las centrales eléctricas
de los sitios, donde ya se hubiera retirado el Ejército republicano.
Ya se sabe que, en la inmediata
posguerra, te podían acusar de lo divino y de lo humano, independientemente de
que fuera verdad o no, porque la sentencia de muchos de esos presos ya estaba
dictada antes de ser juzgados.
No obstante, parece ser que,
antes de entrar a la vista del juicio, celebrado el 21/07/1942, el propio juez
amenazó al defensor con sancionarle, si decía algo que no fuera de su agrado.
inferior a la de muerte, que era la de 30 años de reclusión. Asimismo, quiso dejar constancia de que no se había permitido que testificaran todas las personas que avalaban al acusado.
Tal y como era de esperar, el consejo
de guerra, tardó muy poco en dictar la sentencia de muerte contra Juan Peiró.
Parece ser que al tribunal había
llegado una orden en la que, entre otros cargos, no se podían pedir
conmutaciones de penas a los acusados que hubieran sido ministros republicanos.
Así que no se molestaron en pedir la conmutación de la misma.
No obstante, sus familiares y su abogado no perdieron el tiempo y llegaron a trasladarse a Madrid, donde el Consejo Supremo de Justicia Militar admitió a trámite su recurso. Volvieron a Valencia con el resguardo del mismo y el abogado se personó en la Capitanía General para comentar el hecho con el general Álvarez-Arenas Romero. Sin embargo, parece que la orden de fusilarlo debía de venir de más arriba y el general no quiso hacer nada para detener la ejecución
de la sentencia. Parece ser que todo se debió a su condición de antiguo ministro republicano.Así que, a las 20.30 del
24/07/1942, Peiró fue llevado, junto a varios miembros de la CNT, al campo de
tiro de Paterna (Valencia), lugar tradicional de realización de las ejecuciones
en esa zona y allí fusilaron a Peiró junto a esos compañeros de su mismo
sindicato.
Poco después, un amigo recogió su
cadáver y lo colocó en un nicho de su propiedad. Posteriormente, sus familiares
trasladaron su cuerpo al cementerio de Mataró.
También se lamentó de haber
pertenecido a un gobierno que dio un gran poder a la Policía política, llena de
elementos comunistas, para que aumentara el poder del PCE.
Por otro lado, los ministros
comunistas, obstaculizaron todos los proyectos que presentó ante el Consejo de Ministros.
Podemos juzgar su pensamiento a
través de una de sus frases: “Si la revolución consistiera en robar y matar, los
ladrones y asesinos serían los más grandes revolucionarios. Es todo lo
contrario. Los más grandes revolucionarios, de los cuales, la historia se complace
en hablar, son los que más lejos se encuentran siempre de todo derrame de
sangre y de la amoralidad de las expropiaciones para el provecho personal”
(Juan Peiró) (Tomado de la obra “Militantes obreros. Semblanzas”. VVAA. Ed. Voz
de los sin voz).
Ni siquiera culpó de su muerte a
los que le habían condenado a ella. Sólo le dijo a su defensor: “Con mi muerte,
me gano a mí mismo”.
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Bittor Ugo te felicita por el blog y por este apasionante artículo.
ResponderEliminarMi abuelo contaba historias de su hermano,anarquista,al que no conocí y aunque es un periodo harto complicado,históricamente es fascinante.
Gracias!
La verdad es que fue una de aquellas condenas a muerte dictadas sin sentido alguno, porque, salvo error, este hombre no había hecho nada malo. Lo único que tuvieron en cuenta para condenarle fue que había sido ministro de uno de los muchos gobiernos republicanos y anarquista.
EliminarGracias por tu comentario y saludos.