ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

martes, 1 de diciembre de 2020

LA INJUSTA MUERTE DE JUAN PEIRÓ

 

Hoy voy a hablar de un hombre íntegro, que vivió toda su vida de acuerdo con sus ideales y así fue hasta el final de sus días.

Su nombre completo era Juan Peíró Belis. Realmente, no sé cuál fue su nombre con exactitud, porque en algunos sitios aparece como Joan y en otros como Juan.

Nació en 1887 en Barcelona, en el seno de una familia muy modesta. Parece ser que no fue al colegio y, sólo con 8 años de edad, ya trabajaba en una fábrica de vidrio de su ciudad.

Desgraciadamente, muchos niños de su generación comenzaron su vida de la misma forma que él. Allí pudieron ver muy de cerca el maltrato que solían dar muchos empresarios a sus obreros.

En 1907, se casó con Mercedes Olives y Bonastre, una obrera textil, que siempre le apoyó en sus actividades. De ese matrimonio nacieron 5 hijos.

Parece ser que aprendió a leer cuando ya tenía 22 años y su maestro fue un primo suyo, llamado Elio Belis, el cual le daba lecciones durante la madrugada, después de haber trabajado durante 14 horas.

A partir de entonces, empezó a adquirir notoriedad dentro del sindicato anarquista CNT. Hizo resurgir la Federación Española de Vidrieros y Cristaleros, adscrita a ese sindicato.

También a partir de 1915, fue director de varios periódicos editados por la mencionada Federación.

En los años 20 fue varias veces encarcelado por su oposición a la dictadura del general Primo de Rivera. Se dice que, en una ocasión lo llevaron andando y encadenado, desde Barcelona a Vitoria. Una distancia de unos 560 km.

Supongo que, como la dictadura descabezó varias veces al sindicato CNT, cosa que no hizo con el PSOE, porque la apoyaba, pues Peiró asumió el cargo de secretario del comité nacional de la CNT, durante casi todo el año 1922. Después, volvería a ocupar ese cargo entre 1928 y 1929.

No obstante, desde 1922, trabajaba en una fábrica llamada la Cooperativa del Horno de Vidrio, situada en Mataró, a la que llegó a dirigir.

Por lo visto, no era una fábrica más, sino que también se preocupaba de buscar casas para los obreros y tenía un colegio para los hijos de estos.

Como ya he mencionado en otros de mis anteriores artículos, los años 20 fueron los años del pistolerismo en Barcelona y su provincia. Así que, en 1923, Peiró sufrió dos atentados de los que salió vivo de milagro. Uno de ellos se produjo cuando salía de dar una charla en la Escuela Racionalista y estaba cruzando las vías del tren.

En 1930, tras la dimisión del general Primo de Rivera, la CNT, pudo volver a la normalidad. Peiró fue nombrado director de Solidaridad Obrera, un famoso diario anarquista editado en Barcelona.

El estallido de la guerra civil le pilla en Mataró. Allí denuncia la infame represión que están ejerciendo grupos, presuntamente, incontrolados, que denigran a su sindicato.

En noviembre de 1936, el socialista Largo Caballero, que era el nuevo presidente del Gobierno, le llama a formar parte de su gabinete, en calidad de ministro de Industria. Acepta y se traslada a Madrid.

Era la primera vez que la CNT aceptaba un puesto en un gobierno, pues siempre habían querido ser, exclusivamente, un sindicato. No fue el único ministro anarquista. En ese mismo gobierno coincidieron otros miembros de la CNT, como Joan García Oliver, Federica Montseny y Juan López Sánchez.

Como es ya conocido, ese mismo mes de noviembre, las tropas nacionales comenzaron su asedio a Madrid. Por ello, el Gobierno se traslada a Valencia. Una ciudad muy alejada de los frentes de guerra.

Él siguió en su puesto hasta los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona. Una especie de pequeña guerra civil entre los comunistas contra los anarquistas y el POUM en la ciudad de Barcelona. Estos incidentes provocaron la dimisión de esos 4 ministros, procedentes de la CNT.

Así que regresó a su trabajo como director de la Cooperativa del Horno de Vidrio, que, entre otras cosas, fabricaban bombillas.

No obstante, en 1938, la CNT volvió al Gobierno de la mano de Negrín y Peiró fue nombrado Comisario general de energía eléctrica.

No intervino para nada en la guerra y, cuando las tropas nacionales conquistaron Cataluña, atravesó la frontera con Francia. Tal y como hicieron muchos miles de españoles.

Parece ser que se fue acompañado por uno de sus hijos, ya que el resto de su familia había cruzado la misma frontera unos días antes. 

Ya en Francia, tuvo que vivir muy modestamente, ayudado por algunos amigos. Posteriormente, se incorporó a la JARE, una organización de ayuda a los refugiados republicanos en Francia. Estaba presidida por Lluis Nicolau D’Olwer, que había sido ministro de Economía Nacional y, posteriormente, gobernador del Banco de España. Más tarde, sería presidida por el político socialista y también ex ministro, Indalecio Prieto

También existía otra organización, el SERE, presidida por el ex presidente del Gobierno, Juan Negrín, que se dedicaba a los mismos fines.

Tras la invasión de Francia, la mayoría de los integrantes de la JARE huyeron a México. Sin embargo, Peiró, no quiso ir para no dejar solos a su mujer y a sus hijos. Por ello, él y su hijo mayor se desplazaron desde París a Narbona.

Desgraciadamente, aunque, en un principio, consiguieron llegar a la Francia no ocupada, fueron detenidos por los gendarmes, los cuales los entregaron a la Gestapo, siendo enviados a Alemania.

Desde allí, sin ni siquiera comprobar los cargos por los que era acusado por la Justicia española, en febrero de 1941, 

lo deportaron a España. Algo muy habitual en esa época.

Como solía hacerse en esa época, durante los meses que estuvo encerrado en los calabozos de la Dirección General de Seguridad, fue sometido a todo tipo de torturas.

Ese el mismo sitio desde donde se ven todos los años en la tv las 12 campanadas de Nochevieja.

En su descargo, aportó una lista de personas a las que, por mediación suya, salvó la vida durante la guerra civil. Parece ser que la Policía comprobó ese extremo y vio que era cierto.

No obstante, también recibieron una comunicación de un jefe falangista de Mataró, que no le tendría mucha estima, donde le acusaba de ser el responsable de las muertes producidas por los milicianos en esa localidad.

Parece ser que pesó mucho en su contra el haber sido ministro en uno de los gobiernos de la II República, durante la guerra civil.

En el mes de abril, fue trasladado a Valencia, donde lo volvieron a interrogar y donde negó haberse apropiado de nada.

La verdad es que no sé para qué lo enviaron a Valencia, salvo que allí se le hubiera procesado por haber formado parte de uno de los gobiernos republicanos. No olvidemos que, desde noviembre de 1936, la sede del Gobierno de la II República estuvo en la ciudad de Valencia.

Aunque parezca mentira, en aquella época, el régimen franquista, trataba de atraerse a los miembros de la CNT. Incluso, ofreciéndoles diversos cargos en los nuevos sindicatos verticales.

También parece increíble que muchos los aceptaran, pero eso fue lo que ocurrió. En cambio, quisieron hacer lo mismo con Peiró, pero él se tenía por un hombre muy apegado a sus ideas anarcosindicalistas y se negó rotundamente a ello.

Parece ser que, para tentarle con esta propuesta, utilizaron tanto a una serie de amigos procedentes tanto de la CNT como de la Falange.

Realmente, parece ser que no estaban tan alejadas las posiciones de ambas organizaciones. Por lo visto, antes de la guerra, hubo conversaciones en lo referente a unir la Falange con el Partido Sindicalista, de Ángel Pestaña, que estaba formado por antiguos miembros de la CNT.

Parece ser que quisieron avalar a nuestro personaje destacados dirigentes falangistas, como Luis Santa Marina. Incluso, algunos dicen que hasta el propio Serrano Súñer, cuñado de Franco, y entonces ministro de Asuntos Exteriores, llamó al capitán general de Valencia, interesándose por este tema.

Algunos autores afirman que el propio Girón de Velasco, uno de los máximos dirigentes de la Falange y ministro de Trabajo con Franco, realizó algunas gestiones a favor de la liberación de Peiró.

También, muchos militares de Mataró y Barcelona, que habían salvado la vida gracias a la intervención de Peiró, declararon ante el juez militar que instruía esa causa, coronel Federico Loygorri Vives.

Es más, hasta dos clérigos declararon a su favor, en representación de sus respectivas congregaciones, pues había conseguido salvar la vida a todos los miembros de las mismas, que habían sido encarcelados durante la guerra. En un momento, en que lo más habitual es que los hubiesen asesinado.

Por lo visto, Peiró, también se opuso a una orden emitida por las milicias locales, donde se obligaba a que todos los habitantes de Mataró depositasen sus objetos religiosos en la plaza mayor del pueblo al objeto de ser quemados públicamente.

También se sumaron a esas declaraciones a favor de Peiró algunos jueces y políticos de Mataró y sus alrededores, que fueron encarcelados por los milicianos y consiguieron salir con vida, gracias a la intercesión de nuestro personaje.

Parece ser que unas de las personas más influyentes, que avaló al acusado, fue Francisco Ruiz Jarabo, un destacado jurista, que, unos años más tarde, fue presidente del Tribunal Supremo y, posteriormente, ministro de Justicia, ya al final del franquismo. Por lo visto, Peiró, le facilitó un pasaporte para poder salir de la zona republicana y así consiguió llegar a la zona nacional.

También, varios empresarios y comerciantes, prestaron declaración a su favor. En algunos de estos casos, no sólo les había librado de una muerte segura, sino que llegó a protegerles en su propia casa.

Es más, cuando era ministro de Industria, al saber que los milicianos querían asesinar a varios presos como represalia por los bombardeos que estaba sufriendo la ciudad de Valencia, se presentó en la propia cárcel para ordenar que no se produjeran esos actos.

Incluso, se negó a que se cumplieran las instrucciones del Gobierno a fin de que se volaran las centrales eléctricas de los sitios, donde ya se hubiera retirado el Ejército republicano.

A pesar de todos esos avales, a Peiró se le siguió acusando de haber sido el jefe de los milicianos en Mataró, lo cual le haría responsable de todos los crímenes cometidos en esa localidad, cuando lo cierto es que él ya no vivía allí.

Ya se sabe que, en la inmediata posguerra, te podían acusar de lo divino y de lo humano, independientemente de que fuera verdad o no, porque la sentencia de muchos de esos presos ya estaba dictada antes de ser juzgados.

Como era muy habitual en esos consejos de guerra, le adjudicaron, como defensor, a un joven alférez de Artillería, que, como todos los defensores militares, no solía estar muy versado en el mundo del Derecho y apenas había tenido tiempo de conocer a su cliente. Por el contrario, los fiscales militares solían ser miembros del Cuerpo Jurídico Militar con muchos años de oficio.

No obstante, parece ser que, antes de entrar a la vista del juicio, celebrado el 21/07/1942, el propio juez amenazó al defensor con sancionarle, si decía algo que no fuera de su agrado.

Así que no le dejaron muchas opciones. Se limitó a pedir la pena 
inferior a la de muerte, que era la de 30 años de reclusión. Asimismo, quiso dejar constancia de que no se había permitido que testificaran todas las personas que avalaban al acusado.

Tal y como era de esperar, el consejo de guerra, tardó muy poco en dictar la sentencia de muerte contra Juan Peiró.

Parece ser que al tribunal había llegado una orden en la que, entre otros cargos, no se podían pedir conmutaciones de penas a los acusados que hubieran sido ministros republicanos. Así que no se molestaron en pedir la conmutación de la misma.

No obstante, sus familiares y su abogado no perdieron el tiempo y llegaron a trasladarse a Madrid, donde el Consejo Supremo de Justicia Militar admitió a trámite su recurso. Volvieron a Valencia con el resguardo del mismo y el abogado se personó en la Capitanía General para comentar el hecho con el general Álvarez-Arenas Romero. Sin embargo, parece que la orden de fusilarlo debía de venir de más arriba y el general no quiso hacer nada para detener la ejecución

de la sentencia. Parece ser que todo se debió a su condición de antiguo ministro republicano.

Así que, a las 20.30 del 24/07/1942, Peiró fue llevado, junto a varios miembros de la CNT, al campo de tiro de Paterna (Valencia), lugar tradicional de realización de las ejecuciones en esa zona y allí fusilaron a Peiró junto a esos compañeros de su mismo sindicato.

Poco después, un amigo recogió su cadáver y lo colocó en un nicho de su propiedad. Posteriormente, sus familiares trasladaron su cuerpo al cementerio de Mataró.

Siempre fue partidario de un sindicalismo, donde tuvieran cabida no sólo los de ideas anarquistas, sino todos los relacionados con el movimiento obrero. De hecho, muchas veces, abogó por una unión entre la CNT y la UGT.

También se lamentó de haber pertenecido a un gobierno que dio un gran poder a la Policía política, llena de elementos comunistas, para que aumentara el poder del PCE.

Por otro lado, los ministros comunistas, obstaculizaron todos los proyectos que presentó ante el Consejo de Ministros.

Podemos juzgar su pensamiento a través de una de sus frases: “Si la revolución consistiera en robar y matar, los ladrones y asesinos serían los más grandes revolucionarios. Es todo lo contrario. Los más grandes revolucionarios, de los cuales, la historia se complace en hablar, son los que más lejos se encuentran siempre de todo derrame de sangre y de la amoralidad de las expropiaciones para el provecho personal” (Juan Peiró) (Tomado de la obra “Militantes obreros. Semblanzas”. VVAA. Ed. Voz de los sin voz).

Ni siquiera culpó de su muerte a los que le habían condenado a ella. Sólo le dijo a su defensor: “Con mi muerte, me gano a mí mismo”.

 

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