ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

lunes, 27 de febrero de 2023

CARLOS VI DE FRANCIA Y EL BAILE DE LOS ARDIENTES

 

Hoy quiero narrar un curioso episodio de la Historia de Francia. No obstante, antes de entrar en el tema, para tener una idea de lo que ocurría en aquel momento, me gustaría hablar de uno de los protagonistas de ese episodio. Me refiero al rey Carlos VI de Francia.

Este monarca francés nació en París en 1368. Fue uno de los varios hijos de Carlos V de Francia y de Juana de Borbón.

Desgraciadamente, su padre murió cuando él sólo tenía 11 años. Así que, como ya habían muerto sus dos hermanos mayores, él heredó la corona de Francia.

Curiosamente, como su padre lo había nombrado señor del Delfinado a partir de entonces todos los herederos a la corona de Francia tuvieron ese título y fueron llamados delfines.

Lógicamente, dado que todavía era un niño, hasta 1388, el reino fue gobernado por un consejo de regencia, formado por sus tíos, Felipe II, duque de Borgoña y Jean de Berry.

Ciertamente, la situación de Francia no era muy buena, pues se hallaba en mitad de la famosa guerra de los Cien Años. A pesar de ello, su padre había conseguido reconquistar buena parte de sus territorios, que habían tomado los ingleses.

Parece ser que la población no estaba muy contenta con los regentes, pues se estaban enriqueciendo a base de multiplicar los impuestos. No entendían que hubiera tantos impuestos, si se había parado la guerra. Así que hubo una serie de revueltas, donde la gente mató a unos recaudadores de impuestos y los regentes ejercieron una dura represión.

En 1388, Carlos VI, decidió asumir las labores de gobierno, asesorado por varios consejeros, entre los que no estaban los regentes. Parece que no lo estaba haciendo nada mal. Sin embargo, sólo 4 años más tarde, sucedió algo inesperado.

Su amigo y consejero Olivier de Clisson sufrió un atentado del que consiguió recuperarse de sus heridas. Sin embargo, esto encolerizó al rey, el cual decidió invadir el territorio de Bretaña, porque Juan IV, duque de Bretaña, había concedido asilo al autor de ese atentado.

Cuando se hallaba en camino, al frente de sus tropas, se encontró con un hombre, que le previno de que querían matarle. No obstante, siguieron adelante.

Sin embargo, parece ser que a un paje se le cayó una lanza que portaba y fue a golpear el casco de un guerrero, que cabalgaba junto al rey.

Así que éste encolerizó, dio media vuelta y, pensando que eran unos traidores y que habían querido matarle, atacó a sus propios hombres, matando a varios de ellos. Afortunadamente, pudieron sujetarlo hasta que se le pasó ese ataque. Fue el primero de una serie de ataques de locura, que padeció a lo largo de su vida, aunque solía tener muchos momentos de lucidez.

Sólo tenía 25 años y muchos expertos actuales creen que padecía esquizofrenia, aunque hay muchas discusiones sobre ello. Así que su tío Felipe retomó la regencia, en compañía de Luis de Orleans, hermano del soberano.

El monarca se había casado con Isabel de Baviera Ingolstadt, la cual le dio varios hijos. Curiosamente, en algunos de sus ataques de locura no recordaba ni que era el rey y no conocía ni a su mujer, ni a sus hijos. Parece ser que ya existían antecedentes de problemas psiquiátricos en sus familiares por línea materna. 

Evidentemente, el estado mental del rey hizo que aquella corte fuera un lugar donde sus familiares lucharan por ampliar sus poderes.

Eso dio lugar a que, a la muerte de su tío, Felipe de Borgoña, su hijo, Juan sin miedo, se enemistara con Luis de Orleans, hermano del rey y, en 1407, lo matase. Eso provocó una cruenta guerra civil entre los partidarios de los Armagnacs y los Borgoñones. Le llamaban el bando de los Armagnacs, porque Carlos, el hijo y sucesor de Luis de Orleans había quedado bajo la protección del conde de Armagnac.

Esta guerra fue aprovechada por Enrique V de Inglaterra para reclamar su derecho al trono de Francia y eso dio lugar a una reactivación de la guerra de los Cien Años.

Volviendo atrás, iremos al tema del baile de los ardientes. Parece ser que, en 1393, la reina organizó un baile de máscaras, con motivo del matrimonio de una amiga suya, que sirviera para animar al rey.

Por lo visto, Carlos VI y 5 personajes de su corte decidieron disfrazarse de igual modo. Su disfraz consistía en un traje de lino al que empaparon con resina a fin de pegar unos trozos de linaza o estopa para dar la sensación de ser unos salvajes. Incluso, en alguna crónica se afirma que iban encadenados unos a otros.

Obviamente, se prohibió que se metieran antorchas en esa sala, pues ese disfraz estaba hecho con sustancias muy combustibles.

Sin embargo, cuando los disfrazados estaban saltando y aullando como unos salvajes, entraron en la sala Luis de Orleans, hermano del rey, y su amigo Philipe, ambos borrachos y portando unas antorchas.

Parece ser que quisieron averiguar la identidad de uno de los disfrazados, para ello, acercaron una de las antorchas y, de pronto, éste empezó a arder. Eso hizo que fueron ardiendo, uno tras otro. La reina se desmayó de la impresión.

Afortunadamente, el rey se había acercado a hablar con la joven esposa de uno de sus tíos. Ésta, al ver lo que ocurría, protegió al rey, echándole por encima la larga falda de su vestido. Eso le salvó la vida.

Sin embargo, cuatro de los disfrazados de salvajes murieron. Uno ese mismo día y los otros tres en días posteriores. Sólo se salvaron el rey y otro personaje de la corte, que tuvo la ocurrencia de meterse en un tonel de vino. Curiosamente, uno de los fallecidos fue el que ideó esa mascarada.

La noticia de este hecho indignó al pueblo y puso en entredicho la capacidad de sus gobernantes.

Así que el monarca y su hermano tuvieron que hacer un acto de penitencia para congraciarse con sus súbditos.

Parece ser que Carlos VI nunca fue un rey muy belicista. Así que, en cierta ocasión, firmó un pacto con Inglaterra, por lo que acordó la boda de su hija Isabel con el futuro Ricardo II de Inglaterra.

Sin embargo, eso no surtió efecto, porque Enrique V de Inglaterra aprovechó el estado mental del rey francés y la guerra civil entre borgoñones y armañacs para invadir Francia.

Se alió con los borgoñones y venció a los franceses en la célebre batalla de Azincourt (1415), donde los arqueros ingleses destrozaron a los presumidos caballeros franceses.

En 1420, Carlos VI, que se hallaba gravemente enfermo, firmó un tratado por el que reconocía al rey inglés Enrique V como su sucesor en el trono de Francia, declarando a su hijo Carlos como bastardo. Parece ser que estaba tan enfermo que quien lo firmó fue su esposa Isabel.

Una de sus cláusulas preveía el matrimonio entre Enrique V de Inglaterra y Catalina de Valois, una de las hijas de Carlos VI. Algunos autores dicen que fue ella la que transmitió la locura a su hijo, el futuro Enrique VI de Inglaterra.

Evidentemente, ese tratado nunca fue aceptado por los franceses. De todas formas, siempre hubo dudas sobre la paternidad de su hijo, el futuro Carlos VII.

Incluso, existió el rumor de que Carlos VII y Juana de Arco pudieran haber sido hijos de Isabel y de Luis de Orleans, hermano del monarca.

Ciertamente, aunque la reina tuvo 12 hijos siempre hubo rumores de que no todos podían haber sido hijos del rey, porque se decía que la reina había tenido muchos amantes.

No obstante, la reina también formó parte del consejo de regencia y fue declarada tutora de sus hijos, con lo que llegó a presidir ese consejo.

Por el contrario, hay quien dice que esos fueron unos rumores propagados por Felipe de Borgoña, ya que no le dejaban acceder al tesoro real, al que sólo tenían acceso la reina y Luis de Orleans.

Juan sin miedo, hijo y sucesor de Felipe de Borgoña, fue aún más expeditivo. Requirió que le pagase una gran cantidad de dinero por sus servicios y, como se negaron, entró con sus tropas en París.

La reina y el duque de Orleans huyeron de la capital. Sin embargo, el convoy que transportaba a los hijos de la reina fue interceptado por las tropas de Juan y el delfín fue raptado. Aunque lo liberaría muy pronto.

En noviembre de 1407, Juan ordenó a sus sicarios que asesinasen a Luis de Orleans. Por eso, lo fueron a esperar al lugar, donde solía reunirse con la reina y lo asesinaron.

Posteriormente, la reina se alió con Juan sin miedo, duque de Borgoña. Esto no gustó nada a su hijo, el delfín y futuro Carlos VII. Así que, en 1419, se citaron en una ciudad y los secuaces del delfín asesinaron al duque.

Esto no gustó nada ni a la reina, ni al rey y lo desheredaron, impidiéndole seguir siendo el heredero a la corona de Francia.

Esto fue lo que dio lugar, en 1420, a la firma del Tratado de Troyes, por el que se designó a Enrique V de Inglaterra como sucesor a la corona de Francia. De hecho, los ingleses ya habían ocupado casi todo el norte y el suroeste de Francia.

Sin embargo, los partidarios de su hijo argumentaron que el rey pertenece a la corona y no al revés. Por ello, no puede quitarle los derechos a su hijo, ya que debe de respetar las leyes.

Curiosamente, tanto Carlos VI como Enrique V murieron en 1422. El primero en octubre y el segundo en agosto. Así que el rey inglés no pudo acceder al trono de Francia.

En cuanto a la reina Isabel de Baviera, hay que decir que nunca fue muy popular en Francia. Más o menos, igual que le ocurrió a María Antonieta. A las dos las vieron como a unas extranjeras.

Incluso, se escucharon unas profecías que decían que “Francia se perdería por una mujer y luego será restaurada por una virgen”. A la primera la identificaban como a la reina, mientras que de la segunda pensaban que era la famosa Juana de Arco.

Para terminar, al enviudar, Isabel de Baviera, se trasladó a vivir a un palacio de la capital, acompañada de una de sus cuñadas y de unas damas de compañía.

En 1429, gracias a los servicios de Juana de Arco, su hijo fue coronado, como Carlos VII en la catedral de Reims, donde, tradicionalmente, habían sido coronados todos los reyes de Francia.

Sin embargo, en 1431, Isabel recibió la visita de su nieto Enrique VI de Inglaterra, que iba a ser coronado como rey de Francia en la famosa catedral de Notre Dame, de París.

En 1435 recibió con lágrimas en los ojos, la noticia de la firma del Tratado de Arras, por el que se reconciliaban Carlos VII y Felipe III de Borgoña.

Desgraciadamente, moriría sólo 3 días después de la firma de ese pacto. Su féretro no fue llevado en un lujoso carruaje, como solía hacerse con los miembros de la casa real, hasta la Basílica de Saint Denis.

Por el contrario, fue transportado de noche, con gran sigilo, en una barca, navegando a través del Sena hasta llegar a la citada basílica, donde está en panteón de los reyes de Francia.

Supongo que lo harían de ese modo para ahorrarse alborotos, pues, como he dicho, nunca fue muy popular en Francia.

 

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