ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 28 de enero de 2018

LUCRETIA MOTT, UNA PIONERA EN LA DEFENSA DE LOS DERECHOS DE LA MUJER


Actualmente, en España, existen movimientos que luchan por la igualdad de salario entre hombres y mujeres, como algo muy novedoso. Sin embargo, hoy vamos a descubrir que esa lucha lleva ya casi dos siglos.
Nuestro personaje de hoy se llamaba Lucretia Coffin, aunque después fue conocida como Lucretia Mott. Ya sabéis que en USA las mujeres, cuando se casan,  toman el apellido 
del marido. Algo que nunca entenderé y que me gustaría que alguien me explicara.
Nació  en 1793, en una pequeña isla del Estado de Massachusetts. A lo mejor, os suena este Estado por ser el feudo de la familia Kennedy o también porque en él se halla la célebre Universidad de Harvard o el famoso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), de donde han salido muchos de los galardonados con el premio Nobel.
Sus padres fueron Thomas Coffin, marino de profesión,  y Anna Folger. Curiosamente, su madre estaba emparentada con el famoso político e inventor Benjamin Franklin.
Como sus padres eran cuáqueros, a los 13 años,  fue enviada a una escuela cuáquera, situada en el Estado de Nueva York. Allí recibió su formación y, tras su graduación, permaneció en ese centro como profesora.
Parece ser que las ideas cuáqueras sobre la no violencia y la igualdad total entre las personas, le influyeron durante toda su vida.
En 1812, se casó con un colega suyo, llamado James Mott, del cual tomó su nuevo apellido y tuvieron varios hijos. Parece ser que ella siempre tuvo el apoyo pleno de su marido.
En 1821, sus padres se trasladaron a vivir en Filadelfia y ellos los siguieron, porque su marido tenía una empresa con el padre de Lucretia. En aquella época, los cuáqueros, tenían casi prohibido ejercer la Medicina o el Derecho. Así que la mayoría de ellos se dedicó al comercio.

En su nueva ciudad, nuestro personaje, se estrenó como predicadora de los cuáqueros residentes en la zona. Parece ser que esta actividad todavía no era muy común entre las mujeres cuáqueras.
Algunos autores afirman que su conciencia religiosa se acentuó tras la muerte del primero de sus 6 hijos. Afortunadamente, los otros 5 llegaron a la edad adulta.
Curiosamente, su lucha a favor de los derechos de la mujer comenzó cuando un día se enteró de que las profesoras de su escuela cobraban mucho menos que sus colegas del mismo centro.
Así que sus protestas en público le llevaron a las críticas y el rechazo generalizado. Aunque parezca mentira, no solamente por parte de los hombres.
En 1830, ya tenían fama sus sermones, pues, aparte de que dominaba la Retórica a la perfección,  solía incluir en ellos sus ideas para intentar conseguir la abolición de la esclavitud. No olvidemos que la Guerra de Secesión en USA, que dio lugar a la abolición de la esclavitud,  no llegó hasta 1861.
Incluso, en 1827, llegó a pedir a sus feligreses el boicot a ciertos artículos para cuya producción se utilizaba la mano de obra esclava, como el azúcar procedente de la caña. Es más, su marido dejó de dedicarse al comercio del algodón.
Llegaron a montar ferias antiesclavistas, al objeto de poder ingresar más fondos para continuar con su causa. Era una ferviente partidaria del famoso abolicionista William Lloyd Garrison.
Curiosamente, en 1833, el matrimonio, acudió a una convención antiesclavista, en Pensilvania, donde su marido era uno de los delegados. Sin embargo, el papel de ella, en esa cita,  fue mucho más relevante que el de su marido.
Según parece, aunque muchos de esos abolicionistas querían defender los derechos de los esclavos, en sus reuniones, solían negarle la palabra a sus esposas. Así que, poco tiempo después, Lucretia, fundó una asociación antiesclavista formada por mujeres.
Parece ser que algunos hombres, que eran demasiado conservadores, se amparaban en una de las epístolas de San Pablo, en la que se decía que las mujeres debían de guardar silencio en la Iglesia.
Según parece, a sus reuniones acudieron algunas abolicionistas muy radicales, las cuales, con sus discursos, provocaron el rechazo de muchos hombres hacia esa asociación femenina.
Incluso, su propia casa, fue apedreada, en más de una ocasión, por manifestantes contrarios a sus ideas.
No se sabe si fue por ello que, en 1838, tras una reunión en el Pennsylvania Hall, construido por los abolicionistas, una multitud atacó ese gran edificio y le prendió fuego, logrando que quedara arrasado y no volviendo a ser reconstruido.
Incluso, en 1840, cuando se celebró en Londres el congreso mundial abolicionista, muchos intentaron que las mujeres no participaran en el mismo. Paradójicamente, alegaron que “no tenían una constitución física apta para las reuniones públicas o de negocios”. Como si esas reuniones fueran combates de boxeo o de lucha libre.
Parece ser que, al final,  las colocaron al final de la sala, tras unas cortinas. Lo que provocó que algunos conocidos dirigentes abolicionistas se sentaran a su lado, para protestar por este hecho.
Por lo visto, al final de esas reuniones, la mayoría de los congresistas, salió con una idea diferente acerca del papel de la mujer en esta lucha y, en adelante, fueron mucho más respetadas por todos.
Según parece, eso pudo deberse a que Lucretia y su marido fueron invitados a desayunar por algunos de los participantes en ese congreso y allí ella pudo expresarse libremente, llegando a convencer a los allí reunidos. Algo realmente formidable para una persona con un aspecto débil y de pequeña estatura.
Al regreso a su país, se dedicó a pronunciar discursos en las grandes ciudades. Llegando a hablar con varios miembros del Congreso y hasta con el presidente de USA. El cual le encargó que, ya que le había convencido a él, hiciera lo mismo con el jefe de la oposición.
Según parece, hizo muy buenas amistades en ese congreso de Londres. Una de ellas fue la de la activista Elizabeth Cady Stanton, junto a la cual fundó una asociación para defender los derechos de la mujer.
Así, en 1848, organizaron la Convención de Seneca Falls, en Nueva York, donde se discutiría cómo deberían defenderse los derechos de la mujer. Curiosamente, también asistieron a la misma algunos hombres. La reunión se celebró en una capilla metodista.
Al final de esa reunión se redactó la famosa Declaración de Sentimientos de Seneca Falls, donde, basándose en las quejas de los colonos, que dieron lugar a la célebre Declaración de Independencia de USA, se denunciaba la falta de derechos de las mujeres de ese país. Tales como la prohibición de votar, de presentarse a unas elecciones, de ocupar cargos en la política, de ingresar en los partidos políticos, de tener la custodia de sus hijos tras el divorcio, el acceso a las universidades, etc.
Basándose en que los hombres y mujeres fueron creados iguales, muchas de ellas fueron partidarias de no volver a pagar impuestos, mientras no se les otorgara el voto. Tal y como plantearon, un siglo antes,  los colonos americanos al rey de Inglaterra.
Incluso, se mostraron contrarias a obedecer cualquier Ley que estuviera en contra de la igualdad entre hombres y mujeres. Esta declaración se considera uno de los primeros documentos del movimiento feminista.
Curiosamente, esa declaración fue firmada por 32 hombres, la casi totalidad de los que asistieron al congreso, y sólo por unas 68 mujeres, de unas 250 que acudieron al mismo.
Según parece, las que se negaron a firmar, calificaron esa declaración como excesivamente radical.
Sin embargo, Frederick Douglass, el único asistente afroamericano que asistió a esa reunión, llegó a afirmar que no entendería que les dieran una serie de derechos a los esclavos, si no se los dieran también a las mujeres.
No sé si influida o no por esta reunión, la Asamblea, o sea, el Parlamento del Estado de Nueva York, ese mismo año, aprobó una ley, que otorgaba a las mujeres casadas el derecho a poseer sus bienes obtenidos antes y después del matrimonio. No pudiendo ser embargados junto a los de su marido.
Parece ser que, poco antes de ser aprobada esa Ley, un grupo de mujeres casadas, residentes en ese Estado, había enviado a esa Asamblea un documento, firmado por todas ellas, en el que se decía que: “Su Declaración de Independencia declara que los gobiernos obtienen sus justos poderes del consentimiento de los gobernados. Y como las mujeres nunca han consentido, no están representadas por ese Gobierno y no lo pueden reconocer. Así que no se puede reclamar ninguna lealtad a ellas. ““Así que le pedimos a su augusto organismo que elimine todas las leyes que hacen que las mujeres casadas sean más responsables de sus actos que los bebés, los idiotas y los lunáticos”. Hay que reconocer que
esa petición estaba muy bien planteada.
Seguramente, esto motivó que, unos meses más tarde, la Asamblea de Pensilvania, votara una ley parecida a la que ya había aprobado, anteriormente, la Asamblea de Nueva York.
Lo cierto es que, a pesar de que las conclusiones aprobadas en esta histórica reunión fueron criticadas en muchos periódicos, calaron muy profundamente en la sociedad de USA.
Pronto se produjeron otras muchas reuniones, donde se perfilaron aún más las reivindicaciones de las mujeres y, poco a poco, fueron logrando sus objetivos.
Como pruebas de la importancia histórica que tuvo esta reunión, podemos destacar que se emitieron sellos con las efigies de las organizadoras (E Catt Stanton, C. Chapman Catt y Lucretia Mott).
Curiosamente, una de las firmantes de esa Declaración fue Martha Coffin Wright, hermana menor de Lucretia y otra conocida defensora de los derechos de la mujer. El domicilio de Martha también se hallaba cerca del lugar de esa histórica reunión.
En 1980, se fundó el Parque Histórico Nacional de los Derechos de las Mujeres, ubicado en el terreno de Seneca Falls y que engloba en su interior el templo metodista donde se celebró ese evento, la cercana casa de E. Cady Stanton y la casa donde se firmó la Declaración de Seneca Falls.
En el citado parque también se erigieron una serie de estatuas para honrar a las principales asistentes a esa Convención.
Hasta la misma Hillary Clinton, reciente candidata a la presidencia USA, dio un discurso para conmemorar el 150 aniversario de este histórico acontecimiento.
Es lógico que el comienzo de las reivindicaciones feministas se produjera antes en América que en Europa por una sencilla razón.
En Europa, a pesar de la Revolución Francesa, a la mujer se le había negado la igualdad ante la Ley, el derecho al voto, la propiedad, etc. Es más, en Europa había mucho analfabetismo.
Sin embargo, en América, como había calado profundamente el protestantismo y se había traducido la Biblia al idioma de cada lugar, obligaban a la gente a leerla. Por eso mismo, todo el mundo tenía que saber leer y escribir. De ese modo, las mujeres tuvieron el mismo derecho a la educación que los hombres y, además,  muchas de ellas pudieron expresarse en reuniones políticas y religiosas.
Volviendo a nuestro personaje, está muy claro que sus ideas estaban basadas en el pensamiento cuáquero. Sobre todo, en la absoluta igualdad entre hombres y mujeres. Sus partidarios la apodaron “la leona de la causa”.
De hecho, en 1852, fue elegida presidenta de la asociación a favor de los derechos de las mujeres en USA.
En su obra, “Discurso sobre las mujeres”, publicado en 1850, ya afirmaba que el papel inferior que tenía la mujer en la sociedad, no venía dado por una inferioridad innata, sino por una menor educación. Así que siempre estuvo a favor de luchar por la igualdad de oportunidades en todos los sentidos, incluido el derecho al voto.
Otras de sus facetas era el abolicionismo y, desde antes de la guerra, este matrimonio, se
vinculó al llamado “Ferrocarril subterráneo”. Se trataba de una red clandestina, que se dedicaba a ayudar a escapar a los esclavos del sur hacia los Estados del norte o, incluso, hacia Canadá. De esa manera, consiguieron que miles de esclavos pudieran llegar a ser libres.
Así que, durante la guerra, potenciaron su anterior apoyo al abolicionismo y a la política del presidente Lincoln sobre este tema.
En 1864, un comité formado por cuáqueros de diversas procedencias, entre los que estaba nuestro personaje, fundó el Swarthmore College. Se trata de una de las primeras universidades, donde se admitieron alumnos de los dos sexos. Este centro continúa activo y está situado a poca distancia de Filadelfia. Parece ser que, en aquella época, las universidades no solían admitir a los alumnos cuáqueros.
En 1866, ingresó en la Sociedad por la Paz. También estuvo vinculada a la Sociedad de la templanza, que se dedicaba a erradicar el vicio de la bebida.
Incluso, junto con otras personalidades, llegaron a fundar escuelas para antiguos esclavos venidos de los Estados del Sur.

En su faceta como predicadora cuáquera siempre insistió en que no había que aceptar, literalmente, lo que se lee en la Biblia, sino que debía de ser interpretada de acuerdo con lo que los cuáqueros llaman la “luz interior” de cada uno.
Evidentemente, tras la guerra civil, continuó con su lucha a favor del voto femenino. Increíblemente, a pesar de que, en esa época, se promulgó la XIV Enmienda de la Constitución USA, que daba el derecho al voto a los antiguos esclavos, seguía sin reconocer ese derecho a las mujeres.
Así que,  a partir del final de la guerra, aparecieron varias asociaciones dedicadas a luchar por el derecho al voto de la mujer, las cuales se unieron en 1890, para hacer más fuerza.

En 1917, ya se había concedido el derecho al voto femenino en 16 de los Estados USA, pero ese derecho no figuró en su Constitución hasta después de la I Guerra Mundial.
Volviendo a nuestro personaje, aparte de sus actividades habituales, tenía fama de ser una buena ama de casa y educó a sus hijos conforme a sus convicciones políticas y religiosas.
Año tras año, siguió asistiendo a las reuniones de las asociaciones feministas e, incluso, cuando ese movimiento se separó en dos facciones, hizo todo lo posible para que volvieran a unirse a fin de no perder su fuerza.
Murió en noviembre de 1880, a causa de una neumonía, agravada por su avanzada edad, en una pequeña localidad que ahora está dentro de la actual Filadelfia.
Desgraciadamente, no pudo ver cumplido su deseo, pues la XIX Enmienda a la Constitución USA, que autorizaba el voto femenino en toda la nación, no fue aprobada hasta agosto de 1920.

viernes, 12 de enero de 2018

SIXTO CÁMARA, UN REVOLUCIONARIO OLVIDADO

Quiero empezar este artículo de la misma forma que acabé el último de 2017, o sea, deseando que todos seáis muy felices en el año 2018. Aunque no os haya tocado la Lotería, cosa que le suele ocurrir a casi todo el mundo, porque para eso la organizaron en su momento.
Esta vez voy a narrar en el blog la vida de un revolucionario de los muchos que ha habido en este país, llamado España, y que, como suele suceder, casi nadie se acuerda de él.
Confieso que llegué a conocer un poco de la historia de este personaje, gracias a que su nombre fue utilizado como seudónimo por el gran escritor español Manuel Vázquez Montalbán. Antes de eso, no lo conocía en absoluto.
En principio, no hay que confundir a este personaje con un matemático español de igual nombre y que también vivió en el siglo XIX.
Nuestro personaje se llamaba Sixto Sáenz de la Cámara y Echarri. Nació en agosto de 1824 en el pequeño pueblo riojano de Aldeanueva de Ebro.
Nació dentro de una familia modesta, que, desgraciadamente,  no pudo proporcionarle una buena formación, pero sí un gran amor por la libertad. No obstante, su padre fue escribano y luego alcalde de su pueblo.
Esta localidad se hallaba en una  zona que, durante las guerras carlistas, siempre estuvo en disputa por ambos bandos.
Seguramente, por ello, desde muy joven, se alistó en el bando liberal, también llamado cristino y, más tarde, isabelino. Pasó varios años combatiendo a los carlistas, partidarios del tío de la reina y de la restauración del absolutismo. Los carlistas son los que aparecen  en la ilustración con la boina roja
Hacia 1843 se le ve residiendo en Madrid, donde se siente en su salsa, gracias a la efervescencia revolucionaria que se vivía, por entonces,  en la capital.
Allí procura leer todo lo que puede y escribe multitud de artículos en varios de los muchos periódicos que surgieron en ese momento, aunque, la mayoría de ellos, tuvieron una vida muy efímera. Se dice que algunos sólo lograron reunir una docena de suscriptores.
Hasta se atrevió a escribir una obra de teatro sobre un bandolero y, posteriormente, varios libros en donde matizaba su pensamiento político.
También, por esa época, conoció a otro personaje llamado Fernando Garrido. Éste venía de Cádiz, donde había prendido la semilla del socialismo propuesto por Charles Fourier, hoy llamado “socialismo utópico”.
El ideal de Fourier se basaba en crear unas  comunas, llamadas falansterios, donde la gente viviría y trabajaría. En ellas, todos ganarían lo mismo, pero se daría una bonificación para fomentar el talento y el trabajo.
Basándose en las ideas de ese pensador francés, Cámara, publicó “El espíritu moderno”, en 1848, y, al año siguiente, “La cuestión social”.
En un principio, nuestro personaje, pensaba que el liberalismo sería una forma de derrotar a los conservadores y hacer evolucionar a la sociedad desde un liberalismo hacia el socialismo de Fourier.
De hecho, en 1849, se fundó el Partido Demócrata, en el que convergieron personas con ideales políticos muy diferentes. Entre ellos, nuestro personaje.
En un principio, había apoyado a los liberales o progresistas, pero luego se dio cuenta de que esos políticos, como todos, iban a lo suyo y no se preocupaban para nada de los sufrimientos del pueblo.
Tras la llegada de los progresistas al poder, se vio que no cumplieron lo que habían prometido, sino que apretaron aún más las clavijas al pueblo. Así que ese partido se disolvió.
A partir de ahí, el movimiento obrero dejó de apoyar a la burguesía, en los muchos intentos de ésta por llegar al poder, y creó sus propias señas de identidad, que, posteriormente, les fueron facilitadas por el naciente marxismo.
Seguramente, por eso mismo, Cámara fundó con Fernando Garrido y algunos amigos más, un movimiento llamado “Los hijos del pueblo”, al objeto de organizar múltiples rebeliones por toda España, que produjeran el cambio social y político que anhelaban.
Precisamente, en 1849, nuestro personaje fundó un periódico, llamado La reforma económica, donde se dedicó a divulgar los postulados de lo que hoy conocemos como el Socialismo Utópico.
También fue un firme partidario del Iberismo, o sea, la unión de España y Portugal en un único Estado, pero siempre en un contexto republicano federal.
En 1856, tras el final del llamado Bienio Progresista, donde durante unos pocos años pudieron gobernar los liberales, huyó hacia Andalucía y luego se exilió en Portugal. Allí, escribió, en 1859, "La Unión Ibérica".
A esas alturas, para él, la revolución era la única forma  posible para llegar a cambiar la política de su tiempo. Así que la mejor manera de conseguir ese objetivo era la unión de los revolucionarios de ambos países.
En 1857, desde su exilio lisboeta, organizó lo que llamó la Legión Ibérica. Supuestamente, se trataba de una unidad de milicias que invadiría España y expulsaría del Gobierno a los conservadores.
Lo cierto es que aquí primaban más los deseos que la realidad. Incluso, en algún momento pensaron viajar hasta la actual Italia, para apoyar a Garibaldi en su lucha para conseguir la unificación de su país.
Parece ser que el 08/07/1859, en pleno verano, Sixto Cámara, se aventuró a entrar en España, junto con otros amigos. Al día siguiente, se reunió en Olivenza con unos sargentos del batallón de milicias de Badajoz. Allí acordaron ser los primeros en sublevarse, para  después hacerlo diversas guarniciones de Andalucía.
Según cuentan, alguien los denunció y el Gobierno envió, desde Badajoz, un contingente de la Policía para capturarlos.
Al saber que la Policía les estaba buscando, Cámara y otro amigo, salieron de Olivenza con intención de volver a cruzar la frontera.
Parece ser que fue uno de esos días en que hace un calor más que sofocante y ellos, con las prisas, no habían cogido ni agua.
Así que procuraron no tomar ninguna carretera, porque, seguramente, estarían todas vigiladas,  e intentar llegar campo a través hasta el vecino país. El problema es que se perdieron y, además, la sed hizo mella en ellos.
Fruto de esa desesperación, a Cámara no se le ocurrió otra cosa que ponerse a beber en una
zona donde había una charca, cuyas aguas no parecían muy saludables.
A causa de ello, nuestro personaje se puso muy enfermo y su amigo lo llevó hasta una cercana casa de labradores, donde al poco tiempo murió.
Por lo que respecta a su compañero, Moreno Ruiz, intentó huir hacia Portugal, pero los habitantes de esa casa no lo consintieron, alegando que podrían culparles a ellos de la muerte de nuestro personaje.
Así que fueron a denunciar el hecho y las autoridades detuvieron a Moreno. Poco después, fue juzgado y condenado a muerte.
Parece ser que, junto a él, fueron ejecutadas varias personas más. Incluso, uno de ellos, había sido condenado a muerte por el “grave delito” de llevar una carta de los conspiradores desde Badajoz a Olivenza.
Así que, como sólo había un garrote, tuvo que ver cómo ejecutaron al resto de los condenados, siendo él el último en sufrir esa pena.
Posteriormente, tras un registro efectuado en el domicilio de Moreno Ruiz, encontraron papeles muy comprometedores. Por ese motivo, el Gobierno, detuvo a cientos de personas por toda España.
Curiosamente, en Sevilla, capturaron a un sargento de Artillería, al cual le prometieron dejarle con vida si denunciaba quién era el jefe de la conspiración. Parece ser que éste señaló al político cartagenero Fernando Garrido, el gran amigo de nuestro personaje.
Según cuentan, tras haber quedado este sargento en libertad, fue increpado por el resto de sus compañeros, los cuales le hicieron prometer que, cuando el juez volviera a interrogarle, negaría todo su testimonio anterior.
Así que, cuando lo citaron ante el Tribunal, al objeto de realizar un careo con Garrido, el militar negó conocerle y este último fue inmediatamente detenido.
Posteriormente, el militar fue sometido a un consejo de guerra, el cual le condenó a muerte, llevando al mismo Garrido al lugar de ejecución para que contemplara cómo se ajusticiaba a quien se había retractado de su anterior declaración.
Parece ser que se quedaron con las ganas de matarlo, porque, a causa de su actividad como periodista y revolucionario, era muy conocido por la Policía y ya había sido encarcelado en diversas ocasiones. Sin embargo, no pudieron hacerlo por falta de pruebas.