ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

sábado, 16 de junio de 2018

FLORA SANDES, UNA MUJER DE ARMAS TOMAR


Casi siempre, hemos oído que la mujer no tuvo un papel muy directo en la I Guerra Mundial. No obstante, poco a poco, se van conociendo una serie de casos que desmienten esa creencia generalizada.
Nuestro personaje de hoy se llamaba Flora Sandes. Nació en 1876, en un pequeño pueblo perteneciente a la región de North Yorkshire. Cerca del límite entre Inglaterra y Escocia.
Su padre fue un clérigo de origen irlandés, perteneciente a la Iglesia Anglicana y su madre era ama de casa. Ella era la menor de una familia numerosa, formada por el matrimonio y 8 hijos.
Tuvo la típica educación que se les daba en esa época a las niñas de la clase media. Incluso, llegó a tener varias institutrices. Conoció varios lugares de Inglaterra a causa de los cambios de destino de su padre.
Sin embargo, parece ser que a ella nunca le gustó ese tipo de vida que le tenían preparada. Así que se aficionó a montar a caballo, aprendió a usar armas de fuego y hasta aprendió a conducir en un viejo coche de carreras.
Empezó trabajando, en Londres, como secretaria y, en sus ratos libres, se apuntó a un curso de enfermería. Algo que le sería muy útil unos años después.
Parece ser que uno de sus tíos le dejó en herencia una importante cantidad de dinero. Así que su naturaleza aventurera le llevó a viajar por Egipto y residió un tiempo en Canadá y en USA. En ese país, se dice que llegó a matar a un hombre en defensa propia.

Al inicio de la I Guerra Mundial, ella vivía en Londres, junto a su padre y uno de sus sobrinos.  Intentó alistarse como enfermera militar, dentro del Ejército británico, pero fue rechazada por no haber hecho las suficientes prácticas.
Así que, como no quería perderse la guerra, consiguió ser aceptada como conductora de una ambulancia dentro de una institución sanitaria de USA.
Por ese motivo, fue destinada al frente de Serbia, donde luchaban contra el Ejército Austro-Húngaro.
Trabajó para la Cruz Roja de Serbia y tuvo que acompañar al Ejército de ese país, en su retirada a través de Albania, durante todo el frío invierno de 1915.
Al quedarse separada de su unidad sanitaria, no se le ocurrió otra cosa que alistarse en el Ejército serbio, donde sí admitían mujeres y, de hecho, se conocen muchos casos de mujeres serbias que lucharon en ese conflicto.
Llegó a participar en diversos combates cuerpo a cuerpo y en uno de ellos, fue gravemente herida, a causa de la explosión de una granada, durante la batalla de Bitola, también llamada de Monastir, librada contra las tropas búlgaras. Por ello, fue ascendida y condecorada con la medalla más importante de ese país.
Parece ser que algunos soldados se jugaron sus vidas por evacuarla del campo de batalla. Los heridos serbios que no fueron evacuados fueron, posteriormente, asesinados por las tropas búlgaras.
Más tarde, fue ingresada en un hospital militar británico, situado en Tesalónica, donde consiguieron extraerle los muchos fragmentos de metralla, que se habían introducido en su cuerpo. Allí también fueron ingresados los soldados serbios que habían resultado heridos en la misma batalla.
En 1916, llegó a escribir sus memorias de guerra, cuya recaudación fue a parar a un fondo para ayudar a los soldados y prisioneros serbios. Eso la dio mucha fama en su país.
Parece ser que coincidió en Serbia con otra británica, la conocida líder sufragista Evelina Haverfield, que también colaboraba como enfermera. Sin embargo, ésta fue evacuada cuando las tropas serbias tuvieron que huir hacia Albania huyendo del enemigo.
No obstante, juntas crearon un fondo internacional, cuya recaudación sirvió para mejorar las condiciones de vida de los soldados y prisioneros serbios.
Incluso, ya en la posguerra, sirvió para atender a los miles de niños serbios que habían quedado huérfanos.
Volviendo a nuestro personaje de hoy, fue la única mujer británica que combatió en un frente de batalla durante la I Guerra Mundial.
Se hizo muy popular entre sus compañeros, porque compartía sus mismas aficiones, como fumar, beber y jugar a las cartas.
Incluso, la tenían como un talismán, pues, después de haber participado en varios combates, no había recibido ni un sólo rasguño.
No obstante, parece ser que la explosión de la granada le afectó todo el lado derecho de su cuerpo. Desde el hombro hasta la rodilla. Rompiéndole, también, por varios sitios, el brazo derecho.
Posteriormente, fue retirada del frente a causa del empeoramiento de las heridas recibidas en combate. Así que fue puesta al mando de un hospital militar. Incluso, fue la primera mujer oficial del Ejército serbio. Acabando ese conflicto con el grado de capitán y obteniendo un total de siete condecoraciones.
Incluso, llegó a sobrevivir a la infame epidemia, conocida popularmente como “Gripe española”, que mató a millones de personas por todo el mundo.
Durante el período de entreguerras, se casó con un antiguo oficial zarista, llamado Yuri Yudenitch, 12 años menor que ella, que había estado a sus órdenes en el frente. La pareja se quedó residiendo en Belgrado. Allí ella se ganó la vida como taxista.
Él la acompañó en su labor de impartir conferencias por todo el mundo, dando a conocer sus experiencias durante la guerra.
Curiosamente, en esas conferencias, ella siempre se presentaba vestida con su uniforme de oficial del Ejército serbio.
Cuando los alemanes invadieron la antigua Yugoslavia, la pareja se presentó enseguida para ser movilizada. A pesar de que ella ya había cumplido los 65 años. Sin embargo, la famosa “guerra relámpago”, provocó que Yugoslavia fuera derrotada en sólo 11 días e impidió que muchas tropas pudieran marchar al frente.
Así que fueron apresados, pero enseguida fueron puestos en libertad. No obstante, Yuri, enfermó y, tras su ingreso en un hospital, murió allí en septiembre de 1941 a causa de un fallo 
cardiaco.
Durante la posguerra, retomó su afición por los viajes en los que fue acompañada por Dick, su sobrino favorito. En ese período, viajaron a Jerusalén, Sudáfrica y al actual Zimbabwe.
Posteriormente, ella volvió a su país, viviendo en la casa de su familia en Suffolk, donde murió en 1956.

Curiosamente, aunque ya había cumplido los 80 años, acababa de renovar su pasaporte, pues tenía intenciones de seguir viajando a pesar de su ya longeva edad y de que había quedado inválida y sólo podía moverse con la ayuda de una silla de ruedas.
En Serbia, siempre la han visto como a una heroína. De hecho, le han dedicado calles y plazas y hasta emisiones de sellos de correos conmemorativos.

miércoles, 13 de junio de 2018

VIOLETTE MORRIS, LA HIENA DE LA GESTAPO


Esta vez voy a dedicar este artículo a un personaje muy controvertido. Lo cierto es que no debería de tener muchos amigos, porque, cuando murió, nadie reclamó su cadáver.
Vayamos por partes. Violette Morris, que es como se llamaba nuestro personaje de hoy, nació en 1893, en París. Hija del barón Pierre Jacques Morris, oficial de caballería retirado, y Elizabeth María Antonia Sakakini, una mujer de origen palestino.

Era la menor de seis hermanas y pasó su niñez y adolescencia en un colegio del convento de la Asunción, en Huy (Bélgica).
Durante la I Guerra Mundial sirvió como enfermera del Ejército francés, durante la Batalla del Somme, y, más tarde, como correo del frente, en la Batalla de Verdún. En ambos casos, ejerció sus funciones al volante de un vehículo, que también servía como ambulancia.
Precisamente, acababa de casarse unos días después del inicio de ese desgraciado conflicto bélico. Su marido se llamaba Cyprien Edouard Gouraud y también sirvió en el frente.
Parece ser que uno de los tíos de su marido fue el general Gouraud, que se hizo famoso en la II Batalla del Marne, la cual tuvo lugar entre los meses de julio y agosto de 1918.

Era una mujer muy corpulenta y estaba convencida de que podría hacer lo mismo o más que un hombre. Algo muy loable, por cierto. Así que practicó diversos deportes. Entre ellos, lanzamiento de disco y peso, fútbol, waterpolo, boxeo. Concretamente, practicando el boxeo, combatió y derrotó a varios hombres. Llegando a ser campeona de Francia en 1923.
También practicó el ciclismo,  motociclismo,  automovilismo, hípica, tenis, tiro con arco, buceo, levantamiento de pesas, lucha greco-romana, etc.
En resumen, una deportista muy completa, que tuvo sus mejores años entre 1921 y 1924. De hecho, consiguió dos medallas de oro en la llamada Olimpiada Femenina, de 1924. Una en lanzamiento de peso y otra en disco. De esa manera, Francia, consiguió el segundo puesto en el medallero de esa competición. El primero fue ocupado por el Reino Unido.
Su carrera deportiva abarcó entre 1912 y 1935. Posteriormente, se dedicó a dar clases de algunos de estos deportes en los que ella había participado.
Parece ser que, tras su retirada, engordó ostensiblemente, pues, cuando participaba en competiciones deportivas sólo pesaba 68 kgs, lo cual es una buena proporción para su altura de 1,66 m. Según parece, tras su retirada del deporte, llegaba a fumarse tres paquetes diarios, lo cual parece excesivo.
No está muy claro el motivo por el que le denegaron el permiso para participar en los Juegos Olímpicos de Amsterdam, de 1928. Es posible que fuera porque ya daba muestras públicas de una clara bisexualidad. Algo que haría preguntarse a los jueces si se trataba de un hombre o de una mujer. También hacía varios años que se había divorciado.
Estos fueron los primeros juegos en los que pudieron competir mujeres. De
hecho, participaron 277 féminas a pesar de la oposición del barón Pierre de Coubertin, el creador de los Juegos Olímpicos de la Era Moderna.
Parece ser que tuvo un sonado juicio, tras una denuncia de la Federación Francesa de Deportes Femeninos, que la había acusado de llevar pantalones, siendo un tipo de ropa que este organismo había prohibido llevar a las mujeres.
Según parece, el abogado de la Federación lo equiparó a pasearse en ropa interior por la calle. Algo estrictamente prohibido por las normas locales del Ayuntamiento de París.
También es verdad que se hizo famosa por acudir continuamente a las fiestas nocturnas, rodeada de sus amantes femeninas, donde fumaba y bebía más que nadie. Un tipo de vida que no parece muy adecuado para cualquier deportista. Incluso, solía ir armada con un revólver.
Por lo visto, no se conformó con vestirse a la manera masculina, sino que pasó por el quirófano para que le extirparan sus pechos, que le molestaban para poder conducir los estrechos automóviles de competición de su época. De hecho, al volante de su coche, ganó varias de las carreras más importantes de su época.
Incluso, montó una tienda de accesorios para automóviles. Desgraciadamente, ese negoció quebró, como otros muchos, tras el comienzo de la Crisis del 29.
En su afán por hacer en su vida de todo, trabajó como bailarina en un teatro y hasta llegó a actuar a dúo con la famosa Josephine Baker, a la que ya dediqué otro de mis artículos.
Asistió sólo como invitada a los famosos Juegos Olímpicos de Berlín, organizados en 1936 por el Gobierno de Hitler. Parece ser que los jerarcas nazis aprovecharon su visita para conseguir que trabajara para ellos en labores de espionaje.
Algunos autores afirman que el rechazo, en Francia, a su conducta sexual fue lo que la llevó a colaborar con los enemigos de su país.
Parece ser que su primera misión fue pasar a los alemanes información sobre la famosa Línea Maginot, un plano con los puntos más estratégicos de París y los secretos del carro de combate francés modelo Somua S35. La cual, cumplió a entera satisfacción de sus nuevos jefes.
Tras la invasión de Francia, por parte de Alemania, pasa a depender directamente del jefe de las SS en París, Helmut Kochen.
En esa época, vivió en una nave atracada en el río Sena. Se dedicaba, principalmente, al contrabando de licores y charcutería para venderlos en el mercado negro, que estaba dominado por la Mafia francesa.

Al principio de la II Guerra Mundial, parece ser que se dedicó a la captación de nuevos espías, la lucha contra los agentes del SOE, que habían sido enviados por los británicos, y también a infiltrarse en la Resistencia francesa, para poder detener a todos sus integrantes.
Más tarde, se unió a la Gestapo para colaborar en los interrogatorios y, especialmente, en la labor de torturar a las mujeres presas. Por su contundencia en los interrogatorios se ganó ese apodo de la “Hiena de la Gestapo”. Esa labor la realizó en la central de la Gestapo, situada en la calle Lauriston, de París.
Por ese mismo motivo, dado que muchas de esas presas serían agentes británicas, el MI6 decidió asesinarla.
Así que encargó esta misión a los grupos maquis de la Resistencia. Parece ser que uno de estos grupos la sorprendió, a finales de abril de 1944, cuando viajaba a su casa de campo, situada en Beuzeville (Normandía), a bordo de un automóvil Citroën 15 Six último modelo. Un auténtico lujo, porque, aparte de ser muy caro, consumía 14 litros cada 100 km.Incluso, dicen que el suyo consumía aún más, porque su motor estaba sobrealimentado para que corriera más.
Un vehículo poco apropiado para una época donde todo estaba racionado, salvo para alguien que colaborara activamente con las fuerzas alemanas de ocupación.

Por lo visto, intentaron matarla en el camino de ida, pero no pudieron gracias a la gran velocidad a la que podía circular con ese coche.

Así que la esperaron en el mismo sitio, pues tendría que pasar, obligatoriamente, por ahí en su viaje de vuelta. Parece ser que volvió ese mismo día sobre las 7 de la tarde y esta vez, sí que consiguieron matarla.
Parece ser que, desgraciadamente, iba acompañada de 5 personas más. Entre ellas, dos niños pequeños. Todos murieron durante el ametrallamiento del coche.
Murió a los 51 años y, como ya dije al principio, su cadáver no fue reclamado. Así que fue enterrada en una fosa común en el cementerio de Poitou-Charentes. Parece ser que su cadáver fue exhumado en 1945 y enterrado en otra sepultura.