ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

martes, 27 de octubre de 2020

LA EXTRAÑA MUERTE DEL ZAR BORIS III DE BULGARIA

 

Para hablar de la vida de nuestro personaje de hoy, me voy a remontar más atrás para que se puedan comprender mejor sus decisiones.

En 1875 se produjo una rebelión en Bosnia-Herzegovina contra los turcos, que llevaban casi 4 siglos ocupando esa zona. La razón alegada fue que los otomanos habían aumentado demasiado sus impuestos a los habitantes de los Balcanes y estos se negaban a pagarlos.

Eso degeneró en focos de violencia, que se fueron contagiando hacia lo que ahora es Rumania y Bulgaria. Incluso, intervinieron Serbia y Montenegro que, aunque tenían una cierta autonomía, seguían siendo, nominalmente, territorios del Imperio Otomano.

Aquello degeneró en una guerra abierta y, evidentemente, los turcos no tuvieron ningún problema en derrotarlos.

Así que los habitantes de esa zona pidieron ayuda al Imperio Ruso, al que siempre han estado muy unidos, ya que todos ellos son eslavos.

Yo creo que no fue una casualidad que esa guerra empezara en Bosnia-
Herzegovina, cuya capital es Sarajevo, el mismo sitio donde comenzó la I Guerra Mundial.

Así que Rusia, haciendo el papel de hermano mayor de estos pueblos, en 1877, le declaró la guerra al Imperio Otomano.

Evidentemente, Rusia no realizaba esta acción de forma desinteresada, sino para asegurarse una serie de puertos utilizables en el Mar Negro y en el Mediterráneo.

No voy a decir que el Ejército ruso fuera una maravilla, pero parece ser que el turco era mucho peor, así que no fue muy difícil vencerles. A principios de 1878, las tropas rusas se estaban aproximado a Estambul, la antigua capital turca. Así que los británicos enviaron a su Armada para disuadir a los rusos de conquistar esa ciudad.

Así que en marzo se reunieron en Estambul los representantes de los beligerantes y firmaron el Tratado de San Stefano.

Sin embargo, esto no agradó a las grandes potencias, pues creaba una gran Bulgaria, muy afín al Imperio Ruso. Así que en julio del mismo año firmaron, en Berlín, un nuevo tratado para fragmentar esa zona en varios países con escaso poder como para intentar prevalecer alguno de ellos sobre los demás.

De esa manera, se reconoció la independencia de Serbia, Rumania y Montenegro. El Imperio Austro-Húngaro aprovechó la coyuntura para quedarse con Bosnia-Herzegovina, en calidad de protectorado, aunque luego se anexionó su territorio.

Del mismo modo, el Reino Unido, se quedó con la estratégica isla de Chipre y Rusia se anexionó lo que entonces se llamaba Besarabia y ahora es Moldavia.

Desafortunadamente, a Bulgaria no la dejaron ser independiente y crearon el llamado Principado autónomo de Bulgaria, que era vasallo del Imperio Otomano.

En 1879, las grandes potencias, a través de un Congreso constituyente búlgaro, nombraron al príncipe alemán Alejandro de Battenberg, como nuevo soberano de Bulgaria. Además, se trataba de un sobrino de la zarina de Rusia.

Sin embargo, los turcos enviaron a un gobernador para que representase el poder que seguía teniendo su sultán sobre ese territorio.

No obstante, los rusos ya no se fueron de ese país y acapararon cargos muy importantes, como el de ministro de Defensa. Incluso, la casi totalidad de sus generales eran rusos.

Con la llegada al poder del zar Alejandro III de Rusia, las relaciones entre ambos gobiernos se hicieron más tensas, pues el gobernante ruso sólo veía a Bulgaria como a una más de sus provincias.

Así que en 1883 intentaron sacudirse el potente influjo ruso. Dos años después, los búlgaros, invadieron el territorio autónomo de la Rumelia Oriental.

No sé si estarían siguiendo las instrucciones de Rusia, lo cierto es que Serbia le declaró la guerra a Bulgaria, la cual terminó con una victoria de esta última.

Así que, en 1886, el zar de Rusia, movió sus peones, personificados
en generales y políticos búlgaros. Estos dieron un golpe de Estado, que mandó a Alejandro de Battenberg al exilio.

El político liberal Stambolov, que había actuado como regente, propuso, en 1887, a la Asamblea nacional, como nuevo príncipe, a Fernando de Sajonia-Coburgo. Se trataba de un nieto del rey Luis Felipe de Francia. Su padre era primo de la reina Victoria y de su marido, el príncipe Alberto. El nombramiento fue aprobado por la cámara.

No obstante, hubo bastante oposición y Stambolov gobernó como si fuera un dictador. Esto produjo mucho rechazo a nivel internacional.

Así que Fernando logró la caída de ese político en 1894 y, tras la muerte del zar, se retomaron las relaciones con Rusia.

Por otro lado, uno de los objetivos más ansiados por los nacionalistas búlgaros era formar lo que llamaban la Gran Bulgaria, que era el territorio que les habían prometido en el ya mencionado Tratado de San Stefano. Así que el príncipe amplió el Ejército y así se atrajo a muchos militares.

En octubre de 1908, el príncipe Fernando proclamó la independencia de Bulgaria y asumió para sí el título de zar, que habían tenido los anteriores monarcas de ese país. Para ello, contó con el apoyo del Imperio Austro-Húngaro.

Esta vez no hubo respuesta por parte turca, pues estos se hallaban en plena revolución de los Jóvenes Turcos, que colocó en el poder a Mustafá Pachá Kemal Ataturk.

Lo cierto es que siempre quiso que Bulgaria tuviera buenas relaciones con sus poderosos vecinos, al igual que con Francia, Reino Unido o Italia.

Sin embargo, cuando estalló la I Guerra Mundial, se alineó en el bando de las potencias centrales. O sea, Alemania y el Imperio Austro-Húngaro. Así que, aunque empezó con algunas victorias, lo cierto es que el resultado fue catastrófico. Bulgaria tuvo una gran cantidad de bajas civiles y militares y además perdió algunas zonas de su territorio.

Por ello, el rey decidió abdicar en la persona de su hijo, que sería el zar Boris III. Fernando no volvió a pisar Bulgaria.

Con ello, llegamos a nuestro personaje de hoy. Su nombre fue Boris Clement Robert María Píus Stanislaw Saxe-Coburg-Gotha y nació en 1894. Tuvo dos padrinos. El católico fue el Papa León XIII, mientras que el ortodoxo fue el zar Nicolás II de Rusia.

Participó en la I Guerra Mundial, como oficial de enlace entre el Estado Mayor central y los de las diferentes unidades búlgaras.

Casó en 1930 con la princesa Giovanna de Saboya, hija del rey de Italia Víctor Manuel III. También hermana de Mafalda de Saboya a quien, hace tiempo, dediqué otro de mis artículos.

Primeramente, se casaron en una ceremonia católica, celebrada en la Basílica de Asís y luego en otra ortodoxa, en Sofía. Tuvieron dos hijos: María Luisa y el futuro rey Simeón II.

Uno de los primeros obstáculos con los que tuvo que lidiar el nuevo rey fue el primer ministro Stamboliyski, jefe del Partido Agrario. O sea, un partido conservador y opuesto a la modernización del país. Aparte de que, anteriormente, durante la I Guerra Mundial, se había enfrentado con Fernando I, por ser proaliado, mientras que el monarca se decidió por el bando de los Imperios Centrales.

El primer ministro no era partidario de una democracia parlamentaria y sí de unir a todos los eslavos alrededor de Rusia, aparte de crear una milicia propia. Por ello, en 1923, el Ejército le derrocó, mediante un golpe de Estado.

Dicen que el rey no fue ajeno a este golpe, así que los comunistas y los agrarios se unieron para enfrentarse al monarca. Afortunadamente, logró salir ileso de los dos atentados que realizaron contra él, no obstante, produjeron muchas víctimas.

En 1934, una organización búlgara próxima al fascismo, dio otro golpe de Estado, aboliendo todas las instituciones democráticas. Sin embargo, al año siguiente, el monarca logró convencer a varios altos cargos militares, que lograron derrocar al coronel Georgiev.

A partir de entonces, aumentaron los poderes del monarca, sin llegar a tener poderes dictatoriales. Incluso, se aprobó el voto femenino.

Ciertamente, tuvo una política muy hábil y mucho valor para enfrentarse a los grandes líderes del momento. De hecho, siempre fue muy popular entre los búlgaros.

Cuando comenzó la II Guerra Mundial, quiso jugar la carta de la neutralidad, pero no tuvo más remedio que alinearse en el bando del Eje y, de hecho, permitió que las tropas alemanas invadieran desde su territorio Yugoslavia y Grecia.

Digo que no tuvo más remedio, porque las tropas alemanas se colocaron a lo largo de la frontera de Bulgaria, esperando a ver si se aliaba con ellos.

Sin embargo, siempre se negó a entregar a los judíos que vivían en Bulgaria a Alemania, aunque no consiguió parar la deportación de los que residían en Macedonia y Tracia. Territorios anexionados por Bulgaria.

Por otro lado, se negó rotundamente a declarar la guerra a la URSS, a pesar de las amenazas que le llegaban continuamente desde Berlín. Parece ser que su lema era: “siempre con Alemania y nunca contra Rusia”.

No olvidemos que Bulgaria se consideraba en deuda con Rusia por haberles liberado del yugo del Imperio Otomano. De hecho, siguió habiendo una Embajada de la URSS en Sofía.

Tampoco permitió que se organizara un alistamiento de voluntarios para combatir junto a los alemanes contra la URSS.

Es cierto que, tras el ataque japonés a Pearl Harbor, tuvo que declarar la guerra a USA y al Reino Unido, al igual que lo hizo Alemania, pero no envió tropas para luchar contra ellos.

Por el contrario,  tras las derrotas alemanas en El Alamein y en Stalingrado, el monarca se reunió con el embajador de Suiza y también con un antiguo primer ministro de Bulgaria. Es de suponer que pretendía hacer lo mismo que acababa de hacer Italia. O sea, cambiar de bando o salir cuanto antes de la guerra. El problema fue que alguien filtró el contenido de esa reunión a los alemanes.

Parece ser que a Hitler no le gustó nada la actitud de este monarca. Así que le mandó llamar y hasta le envió su avión y su piloto particular para que lo trasladase hasta la residencia del Führer.

La reunión entre los dos mandatarios tuvo lugar el 15/08/1943. Parece ser que tuvieron una fuerte discusión, pero se desconoce de qué hablaron.

Tampoco le permitieron a Boris hablar con su cuñado, Felipe de Hesse, esposo de la hermana de su mujer, Mafalda de Saboya.

A su regreso, se vio al rey muy fatigado. El día 23 vomitó en varias ocasiones y llamaron a los médicos. Estos no se pusieron de acuerdo, pues aquello no parecía una enfermedad normal, sino un caso de envenenamiento.

A los doctores alemanes Sajitz y Eppinger, los síntomas que vieron en este enfermo, les recordaron los que vieron, dos años antes, al tratar al primer ministro griego, Ioannis Metaxas.

Incluso, el gobierno búlgaro se planteó enviar un avión a Estambul para traer a un famoso médico hindú, residente en esa ciudad, y gran especialista en el tratamiento de los envenenamientos. Sin embargo, los médicos que le atendían les advirtieron que ya no había ninguna esperanza.

Desgraciadamente, el zar búlgaro, murió el 28/08/1943 a las 16.22. en su certificado de defunción se explica que murió a causa de una obstrucción de las coronarias, neumonía, edema en los pulmones y en el cerebro.

Su cadáver fue velado, durante varios días, y por su capilla ardiente desfilaron cientos de miles de búlgaros, muy tristes por haber perdido un rey tan querido.

Posteriormente, siguiendo sus deseos, su cuerpo fue trasladado hasta el Monasterio de Rila, al oeste de Bulgaria, donde sería enterrado en la iglesia del mismo.

No terminó ahí la cosa. En 1946, el nuevo gobierno comunista, ordenó el traslado de sus restos hasta una capilla situada en los jardines del Palacio Vrana, en las afueras de Sofía. No contentos con ello, tres años más tarde, volaron esa capilla y desaparecieron sus restos.

En 1989, un comité del parlamento se propuso buscar los restos del zar, pero sólo encontraron una urna con su corazón, la cual trasladaron, en 1993, a su enterramiento original en el Monasterio de Rila. El resto de su cuerpo reposaba en un ataúd de zinc, que nunca ha sido hallado.

En 2013, el jefe de la Iglesia ortodoxa de Bulgaria, realizó un funeral ante la tumba del zar. Junto a ella se colocó una estatua de madera realizada por campesinos de una zona de Macedonia, con una leyenda que dice: “A su zar libertador Boris III, de Macedonia agradecida”.

Nunca se ha conocido quién fue el autor de ese supuesto envenenamiento. Por una parte, la Policía de Bulgaria sospechó de los servicios de Inteligencia británicos. Otros creyeron que se debió a una orden de Hitler, ya que parecía que el rey no quería seguir siendo aliado de Alemania. Por último, parece ser que la familia del monarca pensaba que lo habrían matado los soviéticos. Incluso, esa fue la versión que dieron algunos jerarcas nazis, durante los famosos Juicios de Nüremberg.

Como tampoco está muy claro lo que habló con Hitler, hay algunos que afirman que éste le pidió que negociara, en nombre de Alemania, una paz con la URSS. No olvidemos que la URSS mantenía su embajada en Bulgaria y tenía buenas relaciones con el Gobierno de ese país. De hecho, parece ser que, cuando Hitler se enteró de su muerte, lanzó con furia un jarrón, que se hizo añicos contra el suelo.

 

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lunes, 19 de octubre de 2020

LA AZAROSA VIDA DE GALA PLACIDIA

 

Hoy voy a dedicar este artículo a un personaje histórico con una vida, realmente, increíble. Se trata de Aelia Gala Placidia. Es la que figura en el centro de este retrato. Los otros son sus dos hijos.

Parece ser que nació en Roma, alrededor del año 390 d. de C., aunque los expertos no se ponen de acuerdo sobre su año de nacimiento.

Su padre fue el famoso emperador Teodosio I el grande, del que unos dicen que nació en Coca (Segovia) y otros que en Itálica (Santiponce, Sevilla). Ambos lugares en Hispania.

Su madre, que fue la segunda esposa de ese emperador, también se llamaba Gala y era hija de otro emperador, Valentiniano I. También se trataba de su segundo matrimonio.

Posiblemente, os sonarán más Arcadio y Honorio, como hijos de Teodosio I. Estos nacieron durante el primer matrimonio de ese emperador. Por tanto, eran hermanastros de Gala Placidia. A la muerte de su padre, dividió el imperio, quedando Arcadio como emperador de Oriente y Honorio, de Occidente. Los cuales llegaron al trono a los 18 y 11 años, respectivamente. O sea, sin tener una adecuada formación para estar en esos puestos. Cosa que influyó mucho en el declive de Roma.

Volviendo a nuestro personaje, sus padres murieron muy pronto. Posiblemente, cuando ella sólo tenía unos 5 años. Así que fue criada por otros. Concretamente, por el general de origen vándalo Estilicón y su esposa Serena, sobrina del emperador, hija de su hermano mayor, Honorio.

Tampoco tenía ninguna hermana, pues su hermanastra Pulcheria murió antes que la primera mujer del emperador.

Ya desde pequeña recibió el título de niña más noble. Se puede decir que tenía sangre azul por los cuatro costados. Así que siempre fue un buen partido para todos sus pretendientes, que nunca le faltaron. Dado que el que se casara con ella, podría reivindicar para sí el trono de emperador de Roma.

Por ello, Estilicón y su esposa no perdieron el tiempo y muy pronto la prometieron con uno de sus hijos, aunque parece ser que nunca se casaron.

Por lo visto, Honorio, que siempre estuvo muy mal aconsejado y que nunca tuvo buenas actitudes para ese cargo, fue informado de que Estilicón y su hijo preparaban un complot contra él, asociados con Alarico. Así que ordenó que ambos fueran detenidos y ejecutados. Orden que se cumplió a rajatabla en el 408. También se ordenó la muerte de los godos que sirvieran en el Ejército y sus familias.

Esto dio lugar a que muchas tribus federadas con el Imperio se rebelasen contra Roma, se pusieran bajo el mando de Alarico y asediaran la ciudad. Hay que decir que el emperador ya no residía allí, sino en Rávena.

Anteriormente, al ver su imperio en peligro por la cercanía de los godos, procuró siempre llevarse bien con ellos. Para lo cual, metió a miles de ellos en su propio Ejército y hasta nombró jefe del Estado Mayor a su caudillo, Alarico. Eso provocó muchas protestas en su imperio.

Se sucedieron los enfrentamientos armados entre los ejércitos de los dos hermanos y, de esa manera, los godos, se fueron acercando cada vez más a Roma.

Así que, también en el 410, Alarico consiguió entrar y saquear Roma. Acontecimiento que ciertos autores, como San Agustín, lo definieron como “el fin de los tiempos”. Sin embargo, los paganos que aún quedaban entre los romanos, lo vieron como un mensaje de sus antiguos dioses clásicos.

Obviamente, como nuestro personaje se hallaba en esa ciudad y se trataba de alguien muy importante, Alarico, la tomó como rehén, junto con otros muchos patricios romanos. No obstante, parece ser que la trataron bien.

La idea de éste era atravesar el Mediterráneo para llegar al norte de África, donde se hallaban los mejores campos de cereales del Imperio. Así que trasladó a sus tropas y sus rehenes hacia el sur de Italia.

No pudieron realizar esa travesía, porque les surgió una tormenta, que hundió muchas de sus naves. Así que regresaron a Italia y, ese mismo año, falleció Alarico. Posiblemente, víctima de la malaria.

Alarico fue enterrado de un modo ritual, desviando un río, que discurre junto a Cosenza, para que descansara bajo el lecho de éste, y volviendo a llevarlo por su cauce normal. Nunca se ha encontrado su sepultura. Ni siquiera los que hicieron esa obra pudieron contarlo, porque los mataron nada más acabarla.

Posteriormente, los godos eligieron como su sucesor a su cuñado, Ataulfo. Parece ser que él y Gala Placidia estaban enamorados, así que se casaron en el 414, aunque algunos autores afirman que ya se habían casado en el 411. Parece ser que el novio tenía casi 20 años más que la novia.

Aunque podamos pensar lo contrario, la boda fue muy bien vista por la clase patricia de Narbona. De hecho, se celebró en una lujosa villa de uno de estos patricios, a donde acudieron muchos de ellos.

Incluso, la novia vestía como una emperatriz romana y hasta le prepararon un trono, mientras que Ataulfo también vestía a la usanza romana.

Por lo visto, muchos de los tesoros que regalaron a los novios fueron encontrados, muchos años más tarde, por los francos, cuando les vencieron y les obligaron a irse a Hispania.

Incluso, siglos más tarde, se cuenta en las crónicas árabes que, cuando invadieron la Península Ibérica, se encontraron con multitud de tesoros, que tenían almacenados los visigodos y que procedían del antiguo Imperio Romano.

Honorio le encargó que derrotase al usurpador Jovino. Tras haberlo conseguido, el emperador, permitió que los visigodos se asentasen en la Galia. Sin embargo, cuando Honorio conoció la noticia de la boda de su hermanastra, no le hizo ninguna gracia. Por tanto, ordenó que su Ejército le atacara y eso obligó a los visigodos a penetrar en Hispania.

Ataulfo y Gala Placidia se asentaron en Barcino (Barcelona) y allí nació su único hijo, Teodosio. Desgraciadamente, murió pocos meses después.

Para colmo de males, en 415, Ataulfo fue víctima de uno de esos complots palaciegos, tan habituales entre los visigodos. Muriendo unos días después a causa de sus heridas.

Le sucedió Sigerico, que dicen que estuvo a la cabeza de ese complot. De hecho, era hermano del asesino de Ataulfo, una especie de enano llamado Dubius. Así que, el nuevo monarca visigodo, mató a todos los hijos del primer matrimonio de Ataulfo y trató a Gala Placidia como si fuera una esclava. Incluso, la hizo caminar descalza, durante unos 18 km, en pleno invierno.

Así que los partidarios de Ataulfo, liderados por su hermano Walia, le asesinaron, cuando sólo llevaba una semana de reinado.

Éste se convirtió en el nuevo rey de los visigodos y retomó la idea de cruzar el Mediterráneo. Esta vez, por el camino más corto: el Estrecho de Gibraltar. No obstante, hay que indicar que, salvo los vándalos, ninguna tribu de los bárbaros aprendió el arte de la navegación, ya que los romanos siempre se opusieron a ello.

Así que, como los romanos les persiguieron hasta la zona del Estrecho y no pudieron cruzarlo, llegaron a un pacto, por el que los primeros les suministrarían todo tipo de víveres, porque estaban hambrientos, más una compensación en metálico. Por su parte, los visigodos, les entregaron a sus rehenes, incluida Gala Placidia, y se comprometieron a expulsar a todos los demás pueblos bárbaros, que habían penetrado en la Península Ibérica. Cosa que realizaron en muy pocos años.

Algo que les vino muy bien a los habitantes de Hispania, porque, desde hacía 6 años, cuando llegaron esas hordas de bárbaros, no hacían más que sucederse continuos actos de violencia y pillaje. Al menos, parece que los visigodos venían a restaurar el orden habitual al que estaban acostumbrados los ciudadanos del Imperio Romano.

Sin embargo, una vez realizada esta labor, supongo que Honorio pensó que Hispania era demasiado valiosa para que sólo la disfrutaran los visigodos y les ordenó que se replegaran a la Occitania francesa, eligiendo como capital la actual ciudad de Toulouse.

Volviendo a nuestro personaje, parece ser que Constancio III, un general, que había sido asociado al trono por Honorio, estaba enamorado de ella. Así que el emperador otorgó su permiso para esa boda, que se realizó en 417. Fruto de ese matrimonio nacieron Honoria y el futuro emperador Valentiniano III.

Posteriormente, Gala Placidia, llegó a intervenir en el nombramiento de un nuevo Papa, pues había dos candidatos y sus partidarios provocaron muchos desórdenes públicos. Así que llegó a proponer a su hermano la elección de uno de los dos que optaban al cargo.

En 421, Constancio III, fue proclamado augusto, o sea, que cogobernaba con Honorio, el cual no tenía hijos. Además, éste se había divorciado de su mujer, así que Gala Placidia pasó a ser considerada emperatriz del Imperio Romano de Occidente.

Desgraciadamente, su marido murió ese mismo año, víctima de una enfermedad y ella se exilió con sus hijos en Constantinopla. Realmente, no está nada claro el motivo de ese exilio.

En 423, murió Honorio, el emperador de Occidente, sin dejar descendencia, ni designar un sucesor. Así que empezó la lucha por el trono de Rávena.

Sin embargo, Teodosio II, emperador de Oriente y sobrino de Gala Placidia, que los había acogido en su territorio, apoyó la candidatura de Valentiniano, uno de los hijos de ella.

Incluso, pactó el matrimonio de Valentiniano, que entonces tenía sólo 4 años, con su hija, Licia Eudoxia, que tenía sólo 2. Así que después de haberlo reconocido como el más noble, luego lo proclamaron como nuevo emperador de Occidente.

Después de vencer a un oponente al trono, y con el apoyo del Ejército del Imperio de Oriente, Valentiniano III, fue proclamado por el Senado nuevo augusto del Imperio de Occidente en octubre del 425.

Posteriormente, Gala Placidia, fue regente del imperio, en nombre de su hijo, hasta el 437, cuando cumplió los 18 años. Por otro lado, siempre fue muy respetada por los visigodos por haber sido la viuda de su rey Ataulfo.

Esto no es contrasentido, parece ser que una de las cosas que dijo Ataulfo fue: “mi deseo sincero se cifra en obtener la gratitud de las épocas venideras hacia un extranjero que esgrimió la espada goda, no para destruir, sino a fin de restablecer y conservar la prosperidad del Imperio Romano” (Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano. Edward Gibbon).

También tuvo que afrontar la lucha entre dos grandes generales: el conde Bonifacio y Flavio Aecio, que dio lugar a una guerra entre ellos. Salió victorioso el segundo y, desde entonces, fue una especie de corregente con Gala Placidia.

Realmente, fue una época donde al Imperio Romano de Occidente le salían frentes por todos lados, así que era muy importante que hubiera un militar al frente de todo. Salvo Italia, el resto de sus territorios estaban ya invadidos por las tribus bárbaras. Ciertamente, algunos de ellos como aliados del Imperio.

Además, como los vándalos lograron cruzar el Estrecho de Gibraltar y asentarse en el norte de África, donde estaba el granero de Roma, eso dio lugar a un aumento considerable de los precios y de los impuestos. Lo que conllevó una desestabilización política.

En sus últimos años de vida, nuestro personaje, pudo ver la llegada de Atila y sus hordas al continente europeo. No sólo lo vio, sino que le afectó muy directamente a su familia.

Como ya he dicho, anteriormente, Gala Placidia, tuvo dos hijos con Constancio III: Honoria y el futuro Valentiniano III.

Parece ser que la primera fue a vivir con sus parientes de Constantinopla. Por algún motivo que desconozco, su hermano, ya emperador, no le permitió casarse ni a ella, ni a sus dos primas.

Por lo visto, ella no estuvo de acuerdo y tuvo varios amoríos, así que, cuando se enteró su hermano, le buscó un marido. Se trataba de un cónsul muy leal a él. Sin embargo, a ella no le gustaba el pretendiente que le había buscado su hermano y tuvo una idea que levantó ampollas en todo el Imperio.

No se le ocurrió otra cosa que escribir al propio Atila, declarándole su amor y acompañando un anillo, como prueba de que quería casarse con él.

En un principio, el jefe de los hunos, no le hizo demasiado caso, pues ya tenía una especie de harén lleno de esposas y concubinas.

Sin embargo, más tarde, cambió de opinión, y escribió a Valentiniano III, pidiendo la mano de su hermana y, de paso, exigiendo, como dote, la mitad del Imperio Romano de Occidente.

Evidentemente, el emperador, se negó rotundamente a ese enlace y así se lo hizo saber a Atila, al que no le gustó nada esa respuesta.

Incluso, la propia Gala Placidia, escribió a Atila para aclararle la situación, dándole a entender que se trataba de un simple malentendido, pero tampoco tuvo mucho éxito.

Al menos, su hijo, la hizo caso y en lugar de mandar matar a Honoria, por haber traicionado al Imperio, aceptó que se exiliara de la corte.

No sé si sería a causa de este disgusto, lo cierto es que nuestro personaje murió en ese mismo año, el 450, cuando tenía 60 años.

Para que no queden cabos sueltos, mencionaré que, al final, Honoria, se casó con Bassus Herculanus, el elegido por su hermano.

Sin embargo, no sabemos si es que ya no vivirían en Roma, cuando los vándalos asaltaron la ciudad, pues no aparece en las listas de rehenes de cierta importancia, que se llevaron esos bárbaros a Cartago.


 Por otro lado, como el emperador no aceptó las exigencias de Atila, éste, a partir del 455, se dedicó a invadir y arrasar las ciudades y campos del Imperio.
Afortunadamente, al inútil de Valentiniano III le dejó su madre un gran general para dirigir sus tropas. Se trataba de Flavio Aecio.
Mientras los hunos se dedicaban a arrasar los campos de la Galia, Aecio, montó una coalición entre todos los pueblos que residían en esa zona, los cuales quedaron al mando del rey visigodo Teodorico I. Esas tropas se unieron a las de Aecio y juntas se enfrentaron, en el verano de 451, a Atila en la batalla de los Campos Cataláunicos.

No se conoce el lugar exacto de la batalla, pero sí que fue en un sitio cercano a Châlons-en-Champagne, una ciudad situada en el norte de Francia, cerca de la actual frontera con Bélgica. A unos 45 km al sureste de Reims.
A pesar de esta derrota, en 452, Atila invadió Italia y, cuando se disponía a encaminarse hacia Roma, el Papa León I vino a su encuentro en la ciudad de Mantua.

Realmente, no se sabe lo que ocurrió, pero lo cierto es que Atila y sus huestes retrocedieron y no volvieron a penetrar en Italia. Al año siguiente, murió Atila, tras haberse casado con una princesa, posiblemente, ostrogoda.
En 454, Valentiniano III, fue convencido por sus asesores de que Aecio quería quitarle el trono. Así que lo mandó llamar y, de repente, desenvainó su espada y lo asesinó en su palacio.
Lógicamente, al año siguiente, los partidarios de Aecio, dieron muerte de igual manera al emperador.
Esto dio lugar a que, en 455, Genserico, el rey de los vándalos, 
desembarcase en Italia y saquease Roma. Por lo visto, previamente, se había entrevistado también con el Papa León I, el cual le pidió que no matase a la gente, ni incendiase la ciudad. Eso lo cumplió y sólo la saquearon y se llevaron muchos rehenes.
Tras la muerte de Valentiniano III, como no tuvo descendencia masculina, hubo demasiados candidatos al trono de Roma. Así que se produjeron muchas luchas entre ellos y todos duraron muy poco tiempo.
Así que, en 476, Odoacro, el caudillo de la insignificante tribu de los hérulos, penetró en Roma y depuso a su último emperador, Rómulo Augusto, que era un chico de unos 15 años. Se compadeció de que aún era un niño. Así que le otorgó una pensión para que viviera en el campo, lejos de Roma. Mientras que Odoacro se proclamó rey de Italia y envió las insignias imperiales a Constantinopla, como prueba de vasallaje al Imperio Romano de Oriente.
Afortunadamente, Gala Placidia, no tuvo que presenciar el fin de su imperio. Fue una cristiana muy devota y mandó construir varias iglesias en Rávena, Roma y Jerusalén.

A su muerte, fue enterrada en el llamado mausoleo de Gala Placidia, que se halla en la ciudad de Rávena. Es lo poco que queda de la antigua Iglesia de la Santa Cruz.

En el mausoleo hay tres sarcófagos. Se cree que en el más grande reposan los restos de Gala y en los otros dos no está tan claro. En uno de ellos parece ser que está su segundo marido, Constancio III, mientras que en el otro podrían estar su hermano Honorio o su hijo Valentiniano III.

Por último, parece ser que los restos de Gala Placidia se sepultaron en el sarcófago, vestida con los atributos de emperatriz, y en posición sedente. Desgraciadamente, esos restos se perdieron a causa de un incendio fortuito en 1577.






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domingo, 11 de octubre de 2020

EL CAPITÁN MOHÍNO, AQUEL ABANDERADO REPUBLICANO

 

Hoy me voy a arriesgar a escribir un artículo sobre un personaje del que apenas  existen datos. Así que no puedo contar mucho sobre él

Seguro que todos habréis visto muchas fotos sobre la proclamación de la II República en Madrid, aquel martes, 14 de abril de 1931.

Hay que decir que eso ocurrió tras anunciarse los resultados no de unas elecciones generales, ni de un referéndum, sino de unas simples elecciones municipales, donde no se preguntó nada a los electores referente a un cambio de régimen.

Simplemente, eso vino dado, porque los fundadores de la II República habían dicho que considerarían estas elecciones como un plebiscito y, si ganaban los partidos republicanos, considerarían que los españoles querían que se proclamara una República.

Realmente, los datos de esas elecciones nunca han estado muy claros. Sin embargo, parece ser que, a nivel nacional, fueron mucho más votados los concejales monárquicos que los republicanos. Aunque también, según parece, los republicanos vencieron en las ciudades más pobladas de España.

Todo esto vino, porque tras el final de la Dictadura del general Primo de Rivera, el monarca, Alfonso XIII, había perdido el poco prestigio que le quedaba. No obstante, quiso hacer una especie de borrón y cuenta nueva. Como si no hubiera ocurrido nada.

En principio, el rey nombró al general Dámaso Berenguer, con el fin de que ejerciera una especie de dictadura más atenuada. Lo que se llamó “la dictablanda”, porque no dejaba de ser otra dictadura y tampoco convocó elecciones a Cortes, no respetando la Constitución de 1876, aún vigente.

Parece ser que fue el propio general Primo de Rivera el que lo propuso al monarca para sucederle en el cargo.

Por lo visto, el general Berenguer, era un tipo muy indeciso y de nula experiencia política. Así que sólo consiguió impacientar a la prensa y hasta a los monárquicos de siempre. Ello provocó que algunos se pasaran al campo de los republicanos.

Tanto los políticos republicanos como algunos monárquicos no quisieron ya aceptar a Alfonso XIII como un rey constitucional, pues había avalado o, incluso, provocado, el golpe de Estado del general Primo de Rivera. Por ello, la Constitución de 1876, aunque no fue abolida, sí que estuvo 6 años paralizada, por culpa de la Dictadura.

Así que muchos políticos de los partidos monárquicos tradicionales se negaron a entrar en un gobierno presidido por Berenguer.

Curiosamente, aunque el PSOE había colaborado con la Dictadura de Primo de Rivera y por ello estaba intacto, ahora se oponía fuertemente a la de Berenguer.

Sin embargo, la CNT, que había luchado contra esa Dictadura, había terminado muy maltrecha y en esa época fue cuando comenzó a recomponerse, pues muchos de sus miembros se hallaban encarcelados o en el exilio.

Así que, por ello, a mucha gente consiguieron meterle en la cabeza que la República era igual a democracia, mientras que la Monarquía era igual a Dictadura. De esa manera consiguieron tener el apoyo de la clase media. Entre ellos, la mayoría de los intelectuales y una gran parte de la oficialidad del Ejército. Curiosamente, uno de los mayores logros de esa Dictadura fue el surgimiento de esa clase media.

A mediados de agosto de 1930, tuvo lugar el llamado Pacto de San Sebastián, donde se acordó derrocar a la monarquía. Lo más llamativo fue que a la misma sólo acudieron miembros de partidos republicanos de tipo burgués. Sin embargo, el PSOE, no envió a nadie en representación suya. Sólo acudió Indalecio Prieto en calidad de amigo de los presentes.

Evidentemente, no faltaron los catalanes . Enviaron a 3 representantes para no perderse lo que se pudiera discutir allí y decidir si les podría interesar o no unirse a esa causa.

Posteriormente, en octubre del mismo año, las ejecutivas del PSOE y la UGT, decidieron sumarse a ese pacto. A fin de unir sus fuerzas a las de la burguesía para derrocar a la Monarquía.

Parece ser que, en diciembre de 1930, no se pusieron de acuerdo los responsables del intento de golpe de Estado contra la Monarquía. Por lo visto, no se fiaban mucho unos de otros.

Lamentablemente, cuando quisieron aplazarla 5 días, no le llegó a tiempo el aviso a la guarnición de Jaca (Huesca) y comenzaron la sublevación. Como no les siguieron las demás guarniciones, el intento fue inmediatamente aplastado y sus dos capitanes responsables capturados, juzgados, condenados y ejecutados.

Lógicamente, esto hizo que mucha más gente simpatizara con los republicanos. Ya se sabe lo que dicen los predicadores: “sangre de mártires, semilla de conversos”. Por ello, en muchos sitios aparecieron los retratos de estos capitanes como si se trataran de unos mártires republicanos.

Curiosamente, antes de que se produjera la sublevación, el general Mola, entonces director general de Seguridad, llamó al capitán Galán, al que le unía una buena amistad de sus tiempos en la Guerra de África. En aquella conversación, el general le dijo, al capitán, que le habían informado que se iba a sublevar y le pidió su palabra de honor de que no lo iba a hacer y el otro se la dió.

Posteriormente, esta conversación le costó al capitán el pelotón de fusilamiento y al general, su expulsión del Ejército, cuando fue proclamada la II República.

El general Berenguer propuso convocar unas elecciones generales a Cortes para el 01/03/1931. Sin embargo, tanto los monárquicos como los republicanos exigieron que fueran para Cortes Constituyentes. O sea, para unas cuyo único objetivo sería redactar una nueva Constitución.

Como el rey se negó a ello y Berenguer no obtuvo casi ningún apoyo para su propuesta, presentó su dimisión al monarca, el cual la aceptó y, en febrero de 1931, nombró como nuevo presidente del Gobierno al almirante Aznar, porque ningún político civil quiso aceptar el cargo.

Esta vez se pensó en empezar por abajo, comenzando por unas elecciones municipales. Sin embargo, como ya dije anteriormente, los partidos republicanos aceptaron participar en ellas, pero dándole un carácter de plebiscito sobre la continuidad de la Monarquía.

Sin embargo, en esta ocasión sí que participaron en el Gobierno políticos muy conocidos, como el conde de Romanones, García Prieto o Gabriel Maura, porque el rey ya había aceptado convocar, tras las municipales, elecciones a Cortes Constituyentes.

Así que el domingo 12/04/1931 tuvieron lugar las elecciones municipales, donde, enseguida, los republicanos anunciaron haber ganado en la mayoría de las capitales de provincia y, según su criterio, el pueblo español era favorable a la República.

El monarca puso sobre la mesa la opción de formar un Gobierno de concentración, al objeto de convocar unas Cortes Constituyentes. Sin embargo, el Comité revolucionario se veía más apoyado que el monarca y no lo aceptó.

Curiosamente, el Ejército, que siempre había sido uno de los soportes de la Monarquía, esta vez no quiso salir de sus cuarteles. Por tanto, cuando Alfonso XIII preguntó por el general Sanjurjo, director general de la Guardia Civil y le dijeron que se hallaba reunido con el Comité Revolucionario, ya entendió que su única salida era el exilio. Así que, como le dijeron que tenía que irse antes de las 19.00, se fue sin esperar, ni siquiera, a su familia. Los cuales se marcharon unos días después.

Después de este largo prólogo, para poder entender esta historia, volvemos a nuestro personaje de hoy.

El día 14/04/1931, las calles de España se llenaron de personas celebrando el advenimiento de la II República. Eso se puede decir que era normal. Sin embargo, también vemos a un oficial del Ejército, vestido con su uniforme reglamentario, que enarbola una bandera republicana. Algo que parece muy raro, pues no se vio a ningún militar más por la calle.

El citado militar fue identificado como el teniente de Ingenieros Pedro Mohíno Díez. Parece ser que nació en 1904, pero no conocemos su lugar de origen.

En 1921, aprobó los duros exámenes de la selecta Academia de Ingenieros del Ejército de Tierra, situada entonces en Guadalajara.

En julio de 1927 terminó sus estudios, obteniendo el título de teniente de Ingenieros, según aparece en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra.

Su primer destino estuvo en el Regimiento de Zapadores Minadores nº2, cuya sede estaba en el barrio de Campamento (Madrid).

Parece ser que siempre estuvo bien considerado por sus superiores. Poseía una estatura de 1,72, un tanto por encima de la media española en ese momento.

También, según parece, tenía una buena cultura y dominaba el idioma francés, por lo que fue destinado como profesor de los nuevos alféreces de complemento.

Posteriormente, fue nombrado ayudante del batallón y, más tarde, ayudante del regimiento. Algo llamativo para ser un simple teniente.

Con motivo de la sublevación militar de 1930 colaboró en los interrogatorios a los militares sublevados.

Así que en su biografía no se ve casi nada fuera de lo habitual. Tampoco le dio tiempo a combatir en la Guerra de África, pues, cuando empezó su carrera militar, ya había terminado ese conflicto.

Sin embargo, la cosa sería diferente a partir del 14/04/1931. La mañana de ese martes, concretamente, a las 7 de la mañana, ya ondeó, por primera vez, la bandera republicana en el balcón del Ayuntamiento de Eibar (Guipúzcoa).

Poco a poco, fueron apareciendo esas banderas tricolores en otros ayuntamientos e instituciones oficiales de toda España. Por ejemplo, en la sede central de Correos, hoy Ayuntamiento de Madrid, la bandera fue izada sobre las 15.00.

Sin embargo, sobre las 17.00, en medio de un gran gentío, apareció en plena Puerta del Sol un camión, encima del cual se habían subido varios seguidores del nuevo régimen y, entre ellos, se veía a un militar con una bandera. Ese era Pedro Mohíno.

Posteriormente, el citado oficial, penetró con su bandera en el interior del edificio del Ministerio de la Gobernación, hoy presidencia de la Comunidad de Madrid, y la izó en el balcón principal de ese edificio.

Para su sorpresa, fue la misma bandera que se encontraron los miembros del nuevo Gobierno, al acceder a ese edificio, sobre las 19.00, a fin de realizar el primer Consejo de Ministros de la II República.

Curiosamente, hasta esa fecha, no consta en ninguna parte que este teniente fuera un militante republicano.

Supongo que esa exhibición por parte de un oficial, no haría mucha gracia en el Ejército, pues, por esta vez, quisieron manifestarse totalmente neutrales al cambio político. Sin embargo, a los republicanos les vino muy bien para adjudicarse, en su propaganda, que contaban con el apoyo del Ejército.

Realmente, no se sabe cuál fue la razón por la que se subió a aquel camión, enarbolando una bandera republicana. Él siempre afirmó que fue, más bien, una cuestión de corazón, más que de cabeza.

Es posible que, a la salida de su trabajo, encontrase a algún amigo que le invitase a ir con él a esa celebración en la Puerta del Sol y no le dio tiempo a quitarse el uniforme. No obstante, muchos vieron en ese militar el apoyo del Ejército al nuevo régimen.

A finales de abril de ese mismo año, siguiendo las instrucciones del nuevo presidente del Consejo de Ministros y, a la vez, ministro de la Guerra, Manuel Azaña, que había enviado a todos las dependencias militares, el teniente Mohíno, firmó un documento de adhesión al nuevo régimen.

En ese documento se exigía que los militares prometieran “por su honor servir bien y fielmente a la República, obedecer sus Leyes y defenderla con las armas”.

El impreso tenía una serie de casillas, donde debían ir firmando todos los militares, destinados en cada una de las dependencias. El que se negara a hacerlo, sería expulsado inmediatamente del Ejército.

Ya en mayo del mismo año, su regimiento, como tantos otros, fue destinado a la vigilancia de varios edificios religiosos, pues se estaban empezando a quemar diversos conventos en Madrid.

En junio de 1935 lo vemos destinado en la Guardia de Asalto, lo que ahora se llama Policía Nacional. Supongo que pediría ese destino, porque se cobraba mucho más y sería aceptado porque lo verían muy afín a la causa republicana. Posiblemente, había pesado mucho aquella foto con la bandera en la Puerta del Sol, que salió publicada en muchos periódicos de todo el país.

Sin embargo, parece que aquello no debió de gustarle mucho, pues en marzo de 1936, con motivo de su ascenso a capitán, pidió volver a servir en el Ejército.

Parece ser que esta vez fue destinado a un regimiento de Ingenieros con sede en Salamanca. Sin embargo, a raíz de los disturbios habidos entre militares y civiles en Alcalá de Henares, el Gobierno decidió trasladar dos regimientos de Caballería, que siempre habían estado en esa ciudad, y sustituirlos por un batallón ciclista, procedente de Palencia, y el 7º batallón del regimiento de Ingenieros de Salamanca. Por esa razón, cuando se produjo el golpe del 18/07/1936, el capitán Mohíno se hallaba destinado en esa ciudad desde el 20 de mayo.

Por lo visto, esos traslados repentinos de los dos regimientos de Caballería obedecieron a una petición de la agrupación local del PSOE al propio presidente de la República, que, en ese momento, era Manuel Azaña. Una persona nacida en Alcalá de Henares.

Lo cierto es que es muy extraño que se tramitara con tanta urgencia el traslado, concretamente, el 17 de mayo, de esos dos regimientos de Caballería, a Palencia y Salamanca, para lo cual se utilizaron 15 trenes con un buen número de vagones.

Incluso, hubo algunos plantes de varios oficiales de esos regimientos, que se resistieron a su traslado, alegando temer por la seguridad de sus familias, por lo que fueron encarcelados en prisiones militares. Por ejemplo, el coronel Plácido Gete, jefe de uno de esos regimientos, fue condenado a 12 años de cárcel.

Parece ser que los socialistas de esa localidad habían visto que existían frecuentes contactos entre los mandos de esos regimientos y conocidos políticos de derechas. Por tanto, sospecharían que estarían detrás de los preparativos del golpe. Como quedó demostrado en cuanto empezó el conflicto bélico.

De esa manera, el Gobierno se aseguraba tener alrededor de la capital fuerzas mandadas por militares de una probada reputación republicana.

No está muy claro lo sucedido a partir de entonces. Parece ser que, el 20/07, el teniente coronel Mariano Monterde, jefe del regimiento de Ingenieros, también era el jefe militar de la plaza, por ser el más antiguo de los dos que había.

En la ciudad se suceden los actos violentos. Varios grupos asaltaron unas armerías y se hicieron con armas y municiones. Con ellas se pasearon por las calles.

Entretanto, Monterde, siguiendo las instrucciones del Gobierno, ordenó al capitán Salazar que saliera al mando de una columna en dirección al pueblo de Cobeña a fin de apoyar a las fuerzas republicanas, que luchaban en el Puerto de Somosierra.

Por lo visto, cuando el mismo Monterde se dirigió al cuartel de los ciclistas discutió con los oficiales de ese batallón. Le dispararon y murió en el acto. En el tiroteo, también resultó herido otro teniente coronel, jefe del batallón ciclista, llamado Gumersindo de Azcárate. Un hombre muy amigo de Azaña. No confundirlo con un tío suyo, el célebre jurista y político del mismo nombre.

Parece ser que los capitanes Aguilar y Rubio se negaron a obedecer a los dos tenientes coroneles para partir con sus tropas hacia el frente. Hubo un momento en que discutieron acaloradamente, luego todos sacaron sus pistolas y se produjo un tiroteo, con el resultado antes mencionado.

A partir de ese momento, quedó al mando de todo el comandante Rojo Arana. Sin embargo, parece ser que el capitán Mohíno, sin consultar con sus superiores, ordenó que le siguiera la banda de cornetas y tambores, hasta el Ayuntamiento del pueblo.

Iba enarbolando la bandera de su batallón y gritando: “¡Viva España!, ¡viva la República! ¡viva el Ejército honrado!”. Después, colocó esa bandera en el balcón principal del Ayuntamiento.

Anteriormente, Mohíno junto con el capitán Salazar, habían detenido y encerrado a sus mandos, los comandantes Besga y Fraile y también al capitán Ramón castro, que no quisieron sublevarse contra el Gobierno republicano.

Por lo visto, no les debían llegar noticias del resto de España. Incluso, el teniente coronel Monterde había dado orden de incautarse todos los aparatos de radio de los cuarteles, porque muchos oficiales solían sintonizar Radio Segovia, que estaba en poder de los nacionales. Así que no se enteraron de que ya había fracasado el golpe en Madrid y habían sido detenidos sus responsables.

Siguiendo instrucciones del Gobierno, sobre las 17 horas, un avión militar dio varias pasadas sobre el pueblo, lanzando octavillas, donde notificaba el licenciamiento de los soldados y a los oficiales sublevados les daba un plazo de 24 horas para rendirse.

Al amanecer del 21 del mismo mes, vieron a lo lejos que se iba acercando una columna mandada por el coronel Puigdengolas y compuesta por unos 5.000 hombres, donde también había muchos procedentes de unidades de Ingenieros.  

Seguro que a algunos les sonará el apellido de este coronel, pues fue el mismo que, al mes siguiente, dirigió la defensa de Badajoz.

Tras sufrir un pequeño bombardeo de la aviación republicana, sobre las 11 de la mañana, el comandante Rojo, fue a parlamentar con el coronel Puigdengolas. En esa reunión se acordó respetar las vidas de los oficiales y exculpar al resto de la tropa.

Por lo visto, el capitán Mohíno se autoinculpó como único responsable de la sublevación, para que no fueran castigados el resto de sus compañeros.

Parece ser que Puigdengolas no ejercía un control adecuado de sus tropas, pues los milicianos mataron a dos oficiales e hirieron a otro, cuando les estaban entregando sus armas. Así que este coronel hubo de interponerse para que no corriera más sangre.

Me llama la atención que los 43 oficiales detenidos, siendo todos militares, no fueran conducidos hasta una prisión militar, sino a la Cárcel Modelo de Madrid.

Parece ser que los elementos radicales presionaron al Gobierno para que juzgara y condenara cuanto antes a los presos que se hallaban en esa cárcel. A tal fin, el 22/08, colocaron unas ametralladoras en los tejados y azoteas de los edificios cercanos a ese recinto y, con la excusa de un incendio, ordenaron a los presos que salieran al patio.

En ese momento, abrieron fuego contra los reclusos y mataron a muchos de ellos. Sin embargo, esta vez, Mohíno, tuvo suerte y se escapó por los pelos.

Así que el Gobierno tuvo que nombrar, aprisa y corriendo, un tribunal para juzgar a los militares allí encerrados.

El 24/08/1936 se reunió ese tribunal de urgencia en la propia Cárcel Modelo. Curiosamente, estaba presidido nada menos que por el presidente del Tribunal Supremo, junto con dos magistrados más de la misma institución. Ese presidente fue el mismo que, unos años antes, condenó al general Sanjurjo, también por haberse sublevado contra el Gobierno republicano.

El fiscal era un oficial del Cuerpo jurídico del Ejército, mientras que los abogados pertenecían al turno de oficio del Colegio de Abogados de Madrid.

También se designó un jurado, cuyos miembros eran todos, casualmente, miembros de organizaciones obreras y sindicales.

Los acusados fueron divididos por grupos. En uno de ellos estaban el comandante Rojo Arana y los capitanes Rubio Paz, Aguilar Gómez y Mohíno Díez. Fueron considerados los cabecillas de la rebelión.

Curiosamente, Rubio Paz, participó en 1930, en la famosa Sublevación de Jaca, por lo que entonces fue condenado a varios años de cárcel y luego amnistiado con la llegada de la II República.

Tal y como estaba previsto, todos fueron condenados a la pena de muerte. Ni siquiera esperaron a tener el visto bueno del Consejo de Ministros, según se ordenaba en la Legislación vigente en ese momento.

Al día siguiente, 25/08/1936, los reos fueron conducidos a la Ciudad Universitaria y ejecutados ante un pelotón de fusilamiento compuesto por milicianos. Ni siquiera por soldados del Ejército. Ya se ve que el Gobierno republicano nunca se fió de sus militares.

No está muy claro, pero algunos autores afirman que fueron fusilados en una explanada cercana a la Escuela de Arquitectura de la actual Universidad Politécnica de Madrid, situada en la Ciudad Universitaria.

Unos días después, tuvo lugar el juicio contra los oficiales del Batallón Ciclista, que terminó con 7 condenas a muerte y otras de muchos años de cárcel.

Ya en septiembre, tuvo lugar el juicio contra el resto de oficiales del Batallón de Ingenieros Zapadores. Esta vez no se dictaron penas de muerte. Sin embargo, varios de los oficiales, tanto de Ciclistas como de Zapadores, que continuaban en esa cárcel, fueron asesinados unos meses más tarde, cuando tuvieron lugar los fusilamientos en Paracuellos.

Curiosamente, la bandera del batallón de Ingenieros, que había colocado el capitán Mohíno en el balcón del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, fue llevada a Madrid y colocada en el balcón principal del Ministerio de la Gobernación. El mismo sitio donde el capitán Mohíno colocara su otra bandera 5 años antes. La II República dio la espalda a uno de los suyos.

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