ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 30 de abril de 2023

EL CONTROVERTIDO CASO DE SIR ROGER CASEMENT

 

Hoy me voy a referir al caso de un hombre, que, aunque vivió en el siglo XIX, todavía sigue siendo muy controvertido. De hecho, en 2010, el famoso escritor hispano-peruano, Mario Vargas Llosa, publicó la novela El sueño del celta, en la que narró la vida de este personaje.

Roger David Casement, que así era cómo se llamaba, nació en 1864 en Dublín, en la actual Irlanda, pero que, en aquella época, era una parte del Reino Unido.

Tuvo unos padres un tanto peculiares, pues su padre era protestante, mientras que su madre era católica. Parece ser que ella lo bautizó sin el consentimiento de su marido.

Por lo visto, su padre también fue oficial de un regimiento de Caballería británico, con el cual combatió en Afganistán.

Desgraciadamente, su madre murió muy pronto, mientras que su padre también falleció, cuando Roger sólo tenía 12 años. Por ello, fue llevado al Ulster, donde sus familiares por vía paterna lo educaron en la fe protestante.

Empezó trabajando como contable en una empresa naviera, en Liverpool. Sin embargo, como tenía una clara vocación aventurera, pronto consiguió que lo nombraran parte de la tripulación de un barco con destino a África.

Por lo visto, en 1892, consiguió trabajo en una empresa británica radicada en Níger. Allí se dedicó a denunciar el maltrato de los colonos a los aborígenes.

Supongo que esa cualidad no se les pasó por alto a los miembros de Foreign Office, el famoso Ministerio británico de asuntos exteriores. Por tanto, lo enviaron a las colonias de otros países, para que criticase el maltrato de esos colonos extranjeros a los africanos.

Así que, en 1895, se le nombró cónsul británico en las colonias portuguesas de África Oriental. O sea, en la actual Mozambique.

Parece ser que le dieron unas instrucciones muy simples. Su labor era proteger a los ciudadanos británicos, proteger los intereses de su país y sus empresas en ese territorio y, sobre todo, vigilar de cerca a los alemanes.

Supongo que allí se aburriría mucho. Así que pidió una temporada de descanso, alegando que tenía que recuperarse por haber padecido la malaria.

Posteriormente, le destinaron a Angola. La otra gran colonia portuguesa en África. Supongo que los británicos tendrían allí muchos intereses, porque siempre han sido dos países que han marchado muy unidos a lo largo de la Historia.

Sin embargo, allí duró muy poco, porque muy pronto encontraron un destino, que le venía como anillo al dedo.

Se trataba de dirigir un nuevo consulado británico en el antiguo Congo belga, con sede en Kinshasa.

Está claro que los británicos se habían enterado de las grandes riquezas, que había en ese territorio y estarían maniobrando para quedarse con ellas. Igual que hicieron, a principios del XIX, con los territorios españoles de Hispanoamérica.

Antes de viajar al Congo belga, se entrevistó con el rey Leopoldo II de Bélgica. Parece ser que le comentó lo que había oído acerca del maltrato a los africanos, sin embargo, el monarca dijo que sólo eran rumores y no le dio ninguna importancia.

Su estancia en el Congo fue muy provechosa, pues llegó a conocer personalmente al famoso explorador Henry Morton Stanley y también al afamado escritor Joseph Conrad.

Parece ser que ambos le informaron sobre las crueldades de los colonos y funcionarios belgas hacia los africanos. Incluso, su costumbre de cortarles una mano a los que desobedecieran sus órdenes.

Lógicamente, Roger informó, puntualmente, de todo esto a su rio, que, ciertamente, era para lo que lo habían enviado allí. 

Todo ello lo plasmó en un famoso documento, conocido como el Informe Casement, redactado en 1904.

Hay que decir que el Congo belga llevaba ocupado por ese país desde 1885, pero no era propiedad de Bélgica, sino una propiedad privada de su rey, Leopoldo II.

Como era de esperar, cuando se hizo público ese informe, levantó muchas ampollas. Por supuesto, el Gobierno británico fue el primero en tomar cartas en ese asunto, apoyando a varias asociaciones para mejorar las condiciones de vida de los africanos de esa colonia.

También pidieron una reunión urgente de los 14 países, que habían firmado, en 1885, el Acuerdo de Berlín, por el que se habían repartido el continente africano. Supongo que intentarían quedarse con una parte de esa colonia belga.

El Gobierno británico también apoyó la actuación del líder socialista belga Emile Vanderveldey, el cual exigió un informe realizado por una entidad independiente.

Así que, cuando se demostró la veracidad de los datos aportados por Casement, el Parlamento belga se hizo cargo de la administración de esa importante colonia.

Evidentemente, nunca lo enviaron a inspeccionar ninguna colonia británica, porque ellos tampoco trataban muy bien a los aborígenes.

En 1906, el Foreign Office lo destinó a Brasil para investigar una serie de denuncias recibidas sobre el maltrato de una compañía peruana a sus trabajadores en aquella zona y que estaba presidida por el político peruano Julio César Arana.

Casualmente, tanto esa empresa como los colonos del Congo belga, se dedicaban a la explotación comercial del caucho. Un material del que carecían los británicos, aunque parece ser que luego consiguieron cultivarlo en sus colonias de Asia.

Así que Casement elaboró y publicó un informe en 1910. Incluso, su Gobierno le envió de nuevo en 1911, para ver si, a pesar del gran escándalo producido, habían mejorado las condiciones de vida de los indios. A lo que Roger respondió negativamente.

Todo ese gran esfuerzo le valió el título de caballero y empezó a ser conocido como Sir Roger Casement.

A estas alturas, creo que no descubro nada si digo que el Gobierno británico solía utilizar a muchos de sus ciudadanos, que vivían en el extranjero, como escritores, aventureros, arqueólogos, etc, si no como espías, al menos, les pedía que le informasen sobre lo que veían en las zonas donde estaban.

En 1913, después de haber padecido varias enfermedades tropicales, fue retirado del Servicio Exterior y regresó a Irlanda.

Desde 1801, Irlanda había pedido varias veces la autonomía al Gobierno británico. Sin embargo, siempre había sido rechazada por el Parlamento.

Así que Casement, que, por lo visto, era un tipo muy apasionado, enseguida tomó partido por el Sinn Feinn, que ya pedía la independencia de Irlanda, aunque lo hacía de una forma pacífica. Supongo que eso ya no sería del agrado del Gobierno británico.

En 1914, tras haberse fundado el Ejército Ciudadano Irlandés, Casement viajó a USA para intentar obtener fondos y armamento. Supongo que se dirigió a ese país para 

contactar con la inmensa colonia irlandesa residente en USA.

Tras el estallido de la I Guerra Mundial, estos grupos contactaron con el Gobierno alemán a fin de que les proporcionase fondos y armas para que ellos pudieran iniciar una sublevación contra el Imperio Británico.

En octubre de 1914, Casement realizó un viaje a Alemania, haciendo escala en Noruega. Por lo visto, la Inteligencia británica ya le estaba siguiendo de cerca. Incluso, pretendieron sobornar a algunos de sus acompañantes para que lo mataran.

Parece ser que Casement llegó a firmar un tratado con 

Alemania por el que, incluso, autorizaban el desembarco de tropas de ese país en Irlanda para poder combatir contra el Reino Unido.

Otra de las actividades de Casement en Alemania fue intentar reclutar soldados irlandeses, que se hallaban prisioneros de los alemanes para hacerlos combatir contra los británicos. Sin embargo, fracasó estrepitosamente, porque de unos 2.000 prisioneros, sólo consiguió convencer a 52.

Incluso, se comenta que apoyó otro plan alemán para ayudar a los hindúes a fin de conseguir su independencia del Imperio Británico. Estaba claro que la idea de los alemanes era crearles más frentes a los británicos a fin de que retirasen fuerzas del frente occidental.

Parece ser que los alemanes no depositaron demasiada confianza en los irlandeses y les enviaron muchas menos armas de las necesarias para poder sublevarse.

Por otro lado, nadie avisó a Casement del famoso Levantamiento de Pascua, que iba a tener lugar el 23/04/1916.

En cuanto se enteró, hizo muchas gestiones a fin de que los alemanes les enviasen más armas, pero se negaron a ello. Sin embargo, consiguió que le llevasen en un submarino alemán hasta la costa de Irlanda para tratar de impedir que se realizase esa rebelión, ya que estaba condenada al fracaso.

Por otro lado, un barco alemán, disfrazado de barco noruego, que portaba el armamento a entregar a los irlandeses, fue interceptado por un barco de la Armada británica, ya que habían descifrado el código de las comunicaciones militares alemanas.

El capitán alemán, al verse perdido, hundió su barco. No obstante, todos los tripulantes fueron rescatados y pasaron a ser prisioneros de guerra.

Casement desembarcó del submarino en la costa irlandesa en la madrugada del 21/04/1916. Parece ser que llegó con pocas fuerzas, porque seguía teniendo problemas con la malaria.

Así que sus dos acompañantes lo dejaron para ir a buscar ayuda, 

mientras que él se escondió en un viejo fuerte cercano a la costa.

Sin embargo, había sido visto por un sargento de la Policía irlandesa, el cual le detuvo y lo llevó a la comisaría.

Aunque se había afeitado la barba, lo reconocieron y le imputaron cargos de alta traición, sabotaje y espionaje contra la Corona británica.

Parece ser que sus compañeros no hicieron nada por liberarle, ya que le dieron prioridad absoluta al Levantamiento de Pascua, el cual, como sabemos, fue un completo fracaso.

Por lo visto, los fiscales tuvieron bastantes problemas legales, ya que la supuesta traición de Casement se había realizado en Alemania y no en territorio británico, como prescribían las leyes vigentes en ese momento. Así que tuvieron que interpretar una norma de 1351 y añadirle una coma para poder condenarle.

También le sugirieron a su abogado defensor que aceptara la publicación de sus diarios, que le habían sido confiscados. De esa manera, podría ser declarado loco y salvaría su vida, pero Casement se opuso a ello.

Por otro lado, el Gobierno británico, publicó algunas partes de sus diarios, en donde se demostraba su homosexualidad. Eso provocó que varias instituciones, 

sobre todo, las católicas, que habían estado pidiendo clemencia para él, dejaran de hacerlo. No hay que olvidar que la homosexualidad era entonces un delito en el Reino Unido.

Por ello, sólo unos pocos se atrevieron a pedir clemencia. Entre ellos, Sir Arthur Conan Doyle y George Bernard Shaw.

Las apelaciones contra su condena fracasaron y el 03/08/1916 fue ahorcado. Antes de su ejecución, fue atendido por dos sacerdotes católicos. Los cuales lo calificaron como santo.

Su cuerpo fue enterrado en el jardín de la prisión de Pentonville, donde había sido ejecutado. Durante varios decenios, el Gobierno irlandés, reclamó el cadáver para ser enterrado en su isla. Tal y como él quería. Pero siempre se negaron a ello.

No fue hasta 1965, cuando el premier británico Harold Wilson autorizó el traslado de los restos de Casement a Irlanda. Sólo puso como condición que no fuera enterrado en el Ulster.

Una vez en Irlanda fueron muchos los que visitaron el lugar en
el que estaba expuesto su ataúd. 

Posteriormente, tuvo lugar un funeral de Estado con honores militares y su cadáver fue enterrado en un cementerio de Dublín. Donde también se hallan los cuerpos de otros líderes nacionalistas de Irlanda.

Todavía, hoy en día, sigue en duda si aquellos diarios, en los que se mostraban inclinaciones homosexuales eran verdaderos o falsos.

Los pocos expertos a los que les han permitido analizarlos tienen posturas opuestas, sobre si es la letra de Casement o no.

 

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sábado, 29 de abril de 2023

EL ARCEDIANO DE ÉCIJA

 

Hace poco, una de mis lectoras, me preguntó sobre uno de los artículos, que escribí hace algunos años. Concretamente, se refería al del obispo Pablo de Santa María, un rabino burgalés, que se convirtió al catolicismo y, posteriormente, llegó a ser obispo.

Realmente, el siglo XIV, creo que ha sido muy poco estudiado en España, porque fue una época en la que se produjeron muchos cambios, que siguen estando en vigor, hoy en día.

Para explicar mejor lo ocurrido voy a tener que remontarme al reinado de Enrique II de Castilla. Seguro que todo el mundo recuerda que Enrique II llegó al trono, después de haber vencido y asesinado a su hermanastro Pedro I el cruel.

Este conflicto fue contemplado de reojo por Francia e Inglaterra, que entonces se hallaban enfrascadas en la Guerra de los cien años. No obstante, ambos países enviaron tropas para luchar en cada bando de esa guerra civil, que estaba teniendo lugar en Castilla.

Sin embargo, hay un tema del que se habla poco y es el de la amistad entre Pedro I y los judíos. Este monarca siempre tuvo mucha amistad con los judíos y a algunos les dio cargos importantes en el reino. Como fue el caso de Samuel Halevy, al que nombró tesorero real.

También los médicos de Pedro I y su familia eran judíos. Así que se le llegó a apodar como “el rey de los judíos”.

Realmente, fue una decisión muy arriesgada, por parte del rey, pues, pocos años antes, se habían producido algunos asaltos a las juderías, ya que había llegado la infame peste de 1348, que provocó una gran mortandad en todos los países y también le echaron la culpa de ella a los judíos.

Como ya he dicho, entre 1367 y 1369, se produjo la guerra civil entre Pedro I y el futuro Enrique II. Lógicamente, como Pedro I les había beneficiado en muchas cosas, los judíos le financiaron para intentar ganar la guerra. Sin embargo, esta vez, esa inversión les resultó fallida.

Como era de esperar, cuando Enrique II llegó al trono, dictó severas normas contra los judíos. La primera de todas fue que ellos tendrían que pagar a los mercenarios franceses, que había contratado Enrique para ganar la guerra.

Aparte de ello, se apropió del tesoro real, que, como era costumbre en aquella época, se hallaba depositado en la casa del tesorero, la cual estaba situada en el lugar donde ahora se halla la Casa del Greco, en Toledo.

Posteriormente, se incautó de todos los bienes de los judíos de Toledo y los vendió

en pública subasta.

En este ambiente de antisemitismo, auspiciado por el propio monarca, comenzaron a destacar algunos clérigos, cuyas predicaciones antisemitas hicieron mucho daño a las comunidades judías.

De nuestro personaje de hoy sólo sabemos que se llamaba Ferrán o Fernando Martínez y que era un clérigo, que llegó a ser arcediano de Écija y provisor del arzobispado de Sevilla, o sea, el segundo tras el arzobispo. Ni siquiera sabemos cuándo, ni dónde nació.

Sin embargo, se conoce que fue en 1377, cuando comenzó  con sus predicaciones antisemitas. Dos años antes de la muerte de Enrique II.

Incluso, le llegó una amonestación, por escrito, de este monarca. No obstante, él no le hizo caso, alegando que contaba con el beneplácito del propio Papa.

Parece ser que el nuevo soberano, Juan I, apoyaba los intentos de convertir a los judíos al Cristianismo. Así que esto le dio nuevos ánimos a Ferrán para multiplicar sus ataques contra los judíos. A pesar de ello, también le llegó otra amonestación, firmada por Juan I, a la que tampoco hizo ningún caso.

Por lo visto, Juan I siempre se rodeó de consejeros, procedentes del clero. Su idea era construir una monarquía católica, para lo cual era imprescindible que los judíos y los musulmanes se convirtieran al Catolicismo. Sin embargo, el rey y sus consejeros eran partidarios de hacerlo por la vía de la predicación, mientras que Ferrán y sus fieles eran más partidarios de utilizar la violencia contra los que se negaran a convertirse.

Por eso, algunos piensan que el rey le dejó hacer, como si no supiera lo que estaba ocurriendo, ya que las cartas con las que le amonestaba eran demasiado suaves.

No obstante, el mayor opositor al arcediano no fue un judío, sino otro clérigo, concretamente, Pedro Gómez Barroso, arzobispo de Sevilla.

Parece ser que este arzobispo era muy amigo del futuro Papa, Pedro de Luna, y estaba muy bien relacionado con la corte papal de Aviñón. Por tanto, era partidario de la predicación pacífica para convertir a los judíos. Mientras que el arcediano, con sus métodos violentos le podía estropear su ascenso al cardenalato y hasta un posible nombramiento como Papa.

Parece ser que no le caía en gracia. Así que el arzobispo acusó al arcediano de sospechoso de herejía y le prohibió que predicara desde los púlpitos y que juzgase a los judíos. Incluso, le procesó por desobediencia, lo cual podría acarrearle la expulsión del clero.

Por lo visto, el arzobispo lo denunció, alegando que, cuando se construyó la nueva sinagoga de Sevilla, costeada por los judíos, tenían el permiso del Papa, mientras que el arcediano predicaba que el Pontífice no tenía competencias para ello.

Sin embargo, en 1390, ocurrieron dos cosas que le favorecieron. En julio se produjo el fallecimiento de este arzobispo y en octubre del mismo año también falleció el joven rey a causa de una desafortunada caída de un caballo, dejando a un niño de 10 años como heredero.

Eso dio lugar a un vacío de poder, que fue aprovechado por el arcediano para atacar a los judíos. Por ello, a partir de 1391, se dieron lugar las mayores persecuciones contra los judíos, que realizaron sus esbirros, que se autodenominaban los "matadores de judíos".

Parece ser que el arcediano basó sus actos en una bula papal de 1375, en la que se exhortaba a Enrique II de Castilla a segregar a los judíos. Tal y cómo se había decidido en anteriores concilios.

También hay que decir que los judíos ya habían sido expulsados de Inglaterra y de Francia y en Castilla quisieron hacer lo mismo con todos aquellos que no quisieran convertirse.

Sus sermones produjeron un número cada vez mayor de seguidores, tanto en Sevilla como en otras ciudades de Castilla. De hecho, prometía la salvación eterna a los que matasen a los judíos.

Destruyeron sinagogas, quedándose con todo lo que había en ellas. Asaltaron las viviendas de los judíos, matando a muchos de ellos. No se conoce el número exacto de víctimas, pero se cree que fueron unos 4.000 muertos.


Curiosamente, los corregidores de Sevilla y el conde de Niebla lograron detener a los primeros cabecillas de esos asaltos y fueron condenados a la horca. Después, parece que este asunto se les fue de las manos. Por lo visto, fueron muchos los que se apuntaron a asaltar las aljamas, pensando en las grandes riquezas que podrían obtener en esos barrios.

Así que no es de extrañar que se produjeran muchas conversiones de judíos al Catolicismo. Precisamente, fue entonces cuando se produjo la del mencionado Pablo de Santa María, junto con varios de sus familiares y sus antiguos fieles judíos.

De hecho, llegó a atemorizar tanto a los judíos, que, cuando alguien gritaba ¡que viene el arcediano! todos los judíos corrían a esconderse o a convertirse.

Incluso, algunos autores afirman que el arcediano envió a algunos de sus seguidores a otros reinos peninsulares para que fomentasen los asaltos contra las juderías.

No obstante, las mayores y más importantes aljamas de la Península Ibérica se encontraban en Castilla. Concretamente, en Toledo, Burgos, Sevilla y Murcia. En esas ciudades comerciales, la incipiente burguesía veía a los judíos como a unos rivales que había que eliminar cuanto antes.

Increíblemente, aunque el nuevo monarca y su madre no eran partidarios de estos ataques, en principio, no se opusieron a ellos. Algunos autores creen que los reyes no querían amenazar fuertemente a estos matones, porque les hacían el trabajo sucio con los judíos.

Los judíos se dieron cuenta de que no iban a estar seguros en los lugares de realengo, o sea, los administrados por el rey, y se mudaron a los señoríos, donde algunos nobles les ofrecieron la debida protección. Eso hizo que muchas aljamas se quedaran, prácticamente, vacías.

Sin embargo, en 1395, cuando el nuevo monarca, Enrique III, ya llevaba 2 años reinando, al arcediano, se le prohibió pronunciar sermones y hasta le detuvieron durante unos meses.

Recordemos que Enrique III fue el primer heredero del trono de Castilla, que fue nombrado príncipe de Asturias, por exigencia de los ingleses, y que casó con Catalina de Lancaster. De esa manera, volvieron a unirse los herederos de Enrique II y los de Pedro I, pues una hija de este último, se había casado con un heredero al trono de Inglaterra.

También Juan I fue el último rey que fue coronado. A partir de entonces, todos los reyes de España han sido proclamados, pero no coronados.

Curiosamente, en aquella época, el título de príncipe de Asturias, llevaba consigo la propiedad de ciertos territorios de esa comunidad. Precisamente, esos territorios les habían sido incautados por Juan I a su hermanastro Alfonso, conde de Noreña, el cual siempre había apoyado la causa de los descendientes de Pedro I el cruel.

Catalina de Lancaster, esposa de Enrique III, siempre fue una mujer muy cercana al clero, pero supongo que no le gustaría nada la forma de actuar del arcediano e influiría sobre su marido para intentar bloquearle. Así que no sería de extrañar que esa decisión hubiera venido por esa vía.

Por tanto, unos años después, ya sin el apoyo del trono, ni de la propia Iglesia, vemos que el arcediano dejó de lanzar sermones contra los judíos.

Lo último que sabemos de él fue que dotó de mejores medios al Hospital de Santa Marta de Sevilla. Edificio ocupado, actualmente, por el Convento de la Encarnación. Poniéndolo, en 1404, bajo el patronazgo del Arzobispado de Sevilla.

Aunque muchos de los que lo conocieron lo calificaban de hombre muy piadoso y hasta de un santo, lo cierto es que, a partir de esas persecuciones casi dejó de existir la convivencia, que siempre había existido, entre los cristianos y los judíos.

No fue el primero, que recurrió a la violencia contra las comunidades judías. En 1328, un franciscano navarro, llamado Pedro de Ollogoyen, también se dedicó a incitar a la gente a asaltar los barrios judíos.

El asalto que tuvo las más graves consecuencias se produjo en la aljama de Estella. Sin embargo, en ese caso, las autoridades navarras intervinieron para imponer el orden. Por ello, detuvieron a todos los implicados y, posteriormente, los liberaron a todos, salvo a Ollogoyen. Éste fue juzgado y condenado a muerte. Sin embargo, los miembros de su Orden, le rogaron al rey de Navarra que les permitiera custodiarlo. El monarca aceptó y este clérigo terminó sus días en un convento de clausura en Olite.

Llegados a este punto, no puedo indicar la fecha de la muerte de Ferrán Martínez, ni su lugar de enterramiento porque no se conocen.

Espero que os haya gustado esta historia. No he podido aportar más datos, porque, sencillamente, no los conocemos.

 

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jueves, 27 de abril de 2023

LA INCREÍBLE VIDA DE NELLIE BLY

 

A veces, surgen algunas personas con una mentalidad muy abierta y una capacidad para cambiar muchas cosas. No voy a decir que siempre lo consigan, pero sí que lo pueden conseguir a pesar de las frecuentes críticas de los que las rodean.

Después de esta pequeña introducción, voy a presentar a nuestro personaje de hoy.

Se llamaba Elizabeth Jane Cochran y nació en 1864 en una pequeña localidad del Estado de Pensilvania (USA).

Su padre era un modesto trabajador de un molino, que fue progresando hasta llegar a ser propietario de ese molino, de las tierras que lo rodeaban y hasta fue elegido juez de ese condado.

Tenía 10 hijos de su primer matrimonio y luego tuvo otros 5 del segundo. Precisamente, Nellie fue la decimotercera de esos 15 hijos.

Desgraciadamente, su padre se murió cuando ella sólo tenía 6 años. Eso dio lugar a que la familia tuviera que trasladarse, frecuentemente, a otras ciudades.

En 1879, se matriculó en la Escuela de Magisterio de Indiana, que se había inaugurado sólo 4 años antes. Desafortunadamente, no pudo completar esa carrera a causa de los problemas económicos que arrastraba su familia desde la muerte de su padre. 

En 1885, parece ser que se indignó al leer un artículo en el periódico Pittsburgh Dispatch, titulado “Para qué sirven las niñas”. En él se decía que sólo servían para tener hijos y cuidar la casa. Así que escribió una carta a ese periódico, contestando a ese artículo y firmándolo como “Una niña huérfana solitaria”.

Por lo visto, consiguió llamar la atención de George Madden, editor de ese periódico, el cual la llamó a su despacho y le ofreció trabajar en su empresa.

Su primer artículo, que firmó bajo el mismo seudónimo, se tituló algo así como El puzzle de las chicas. En él, defendía que se deberían de crear más puestos de trabajo para las mujeres, porque muchas de ellas suelen quedarse solteras.

Su segundo artículo se tituló Malos matrimonios. Éste lo firmó bajo el seudónimo de Nellie Bly. Parece ser que, en aquella época, las mujeres periodistas no solían firmar sus artículos con su propio nombre. Por eso, su director le sugirió éste, que era parecido al nombre de una canción muy popular en aquel momento.

En este segundo artículo mostraba los efectos de los divorcios en la vida de las mujeres y pedía que se modificara esa ley para que las mujeres no resultasen tan perjudicadas.

Parece ser que sus artículos, donde describía la mala vida de las mujeres, que trabajaban en las fábricas, levantó muchas ampollas entre los empresarios. Por ello, se quejaron a su director y éste la destinó a la sección de modas, sociedad, etc.

Con sólo 21 años, pidió ser enviada como corresponsal a México y, desde allí, fue relatando las míseras condiciones de vida de ese país.

Sin embargo, parece que chocó con el presidente Porfirio Díaz, al protestar por el encarcelamiento de un colega suyo, que había criticado al Gobierno mexicano.

Tras haber publicado su informe en su periódico, tuvo que salir huyendo, antes de la capturasen las autoridades mexicanas.

A su regreso, su director se empeñó en que volviera a las páginas de sociedad a lo que ella se negó. Así que, en 1887, abandonó su periódico.

Por lo visto, se trasladó para probar fortuna en Nueva York, pero allí lo pasó muy mal, porque no le daban trabajo en ningún periódico.

La necesidad le hizo acudir a las oficinas del New York World, un periódico dirigido por el famoso Joseph Pulitzer. Parece ser que le gustó su estilo, pero le encargó una misión bastante peligrosa. Se trataba de que la ingresaran en un manicomio para poder espiar lo que allí les hacían a los enfermos mentales. La verdad es que se asemeja a un ejercicio de supervivencia.

Parece ser que se fue a una pensión, donde no durmió en toda la noche y se dedicó a asustar a los demás huéspedes. Así que llamaron a la Policía y el juez ordenó su ingreso en un manicomio.

Allí estuvo durante 10 días, durante los cuales pudo comprobar lo mal que trataban a los enfermos y escribió un largo informe, que luego se convirtió en un libro.

Incluso, la sometieron a malos tratos y a duchas frías en mitad del invierno. Es más, contó que había varios internos que no tenían ninguna enfermedad. Su único problema es que eran unos inmigrantes, que no sabían hablar en inglés.

Al término de ese plazo, el director de su periódico consiguió 

sacarla del manicomio. Mientras que su informe sirvió a las autoridades para exigir amplias reformas en esos centros sanitarios.

Parece ser que le llamó mucho la atención el famoso libro “La vuelta al mundo en 80 días”, publicado en 1873 y cuyo autor es Julio Verne.

Así que, desde 1888, le estuvo dando la lata a su director para que le dejase hacer algo parecido e, incluso, en menos tiempo.

Por fin, consiguió convencerle y el 14/11/1889 embarcó en el puerto de Hoboken, en Nueva Jersey. A pesar de que muchos de sus colegas creían que todas las mujeres viajaban con mucho equipaje, ella sólo llevó el vestido que llevaba puesto, un abrigo, varias mudas de ropa interior, artículos de cosmética y algo de dinero.

Por otra parte, su periódico montó un concurso en el que sus lectores tenían que adivinar en qué fecha llegaría a cada etapa de ese viaje. Todo ello, para mantener el interés del público y aumentar sus ventas.

Su barco la dejó en el Reino Unido. Desde allí viajó a Francia. Estaba tan segura de batir el récord de la famosa novela, que se desvió hacia Amiens para entrevistarse con Julio Verne.

Desde allí, fue a Italia. Luego cruzó el canal de Suez, hasta su siguiente etapa en Colombo (actual Sri Lanka). Recalando posteriormente en Singapur, Hong Kong y Japón. Menos el último, todos esos territorios pertenecían al Imperio Británico.


Mientras tanto, el Cosmopolitan de Nueva York, un diario rival del suyo, les copió la idea y le encargó hacer ese viaje a su reportera, Elizabeth Bisland. Con la diferencia de que lo hizo en sentido contrario, o sea, hacia el oeste.

Por el contrario, Nellie, embarcó en Yokohama con destino a San Francisco. Su editor, el famoso Pulitzer, también colaboró. Alquiló un tren privado con el único objetivo de llevarla cuanto antes a Nueva York.  De esa forma, completó su viaje de unos 40.000 km alrededor del mundo en 72 días, 6 horas y 11 minutos. Sin embargo, su rival, Bisland, llegó 4 días más tarde.

Aunque también es cierto que ese récord fue batido, sólo unos meses después, por George Francis Train, dejándolo en 67 días, a Bly le sirvió para alcanzar fama mundial y fue todo un ejemplo para muchas mujeres.

Posteriormente, se dedicó a escribir novelas por entregas, que fueron publicadas en otro periódico.

En 1895, se casó con un multimillonario y empresario USA llamado Robert Seaman, que era mucho mayor que ella. Parece ser que él no tenía muy buena salud y falleció en 1904. Así que Bly no tuvo más remedio que hacerse cargo de su empresa, cuyo objeto era la fabricación de recipientes metálicos, como los bidones para el combustible.


Parece ser que obró con muy buena voluntad, haciendo grandes reformas para que el trabajo fuera más llevadero. Sin embargo, las cosas no salieron como suponía y tuvo que cerrar la empresa.

Por lo visto, quedó arruinada. Así que se volvió a dedicar al periodismo, trabajando para varios periódicos.

Fue una convencida sufragista y, al comenzar la I Guerra Mundial, trabajó como reportera de guerra en el frente oriental. Incluso, fue arrestada en Austria, al confundirla con una espía británica. Afortunadamente, todo se aclaró pronto y enseguida la dejaron en libertad.

Sus reportajes se caracterizaban por el énfasis que ponía en el sufrimiento de las viudas y de los huérfanos, provocados por ese conflicto bélico.

Parece ser que les gustó este tema, porque, unos años después, la ficharon para otro periódico, donde escribía una columna dedicada a buscar un hogar para los niños huérfanos.

Sabía llegar a la gente a través de sus artículos periodísticos y supongo que eso sería una especie de imán para que muchas mujeres también decidieran dedicarse al periodismo.

Incluso, muchos directores de periódicos, como Pulitzer, decidieron contratar a más mujeres periodistas, porque comprobaron que así vendían más periódicos.

Desgraciadamente, Nellie Bly, falleció el 27/01/1922, a causa de una neumonía, a la temprana edad de 58 años. Curiosamente, fue enterrada en el mismo cementerio que su competidora, Elizabeth Bisland.

 

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