Es posible que a algunos les parezca muy extraño que hable de la paz con un relato de tiempos de guerra, pero al final veréis que ha sido muy bien escogido.
Estamos en diciembre de 1943, en
plena II Guerra Mundial. Un grupo de bombarderos B-17 de USA, con base en el
Reino Unido, vuela hacia Alemania.
Una de estas aeronaves ha sido bautizada como “Ye olde Pub”. Va pilotada por el segundo teniente Charlie Brown, que es un joven de 21 años. Lleva como copiloto al segundo teniente Spencer. El resto de la tripulación la componen un navegante, un bombardero, un radiotelegrafista y 5 artilleros, que manejan las diferentes ametralladoras, que hay a bordo.
Es su primera misión y tienen
como objetivo bombardear unas fábricas de aviones de caza, situadas en la
ciudad de Bremen, la cual se halla al noroeste de Alemania. Si miráis un mapa,
está casi equidistante de Holanda y Dinamarca.
No olvidemos que, cuando los
británicos comenzaron a bombardear Alemania solían tener un 30% de bajas. Algo
inasumible. Por eso, en vez de bombardear de día, decidieron hacerlo en horario
nocturno y dejaron que los bombarderos USA, que eran mucho mejores, lo hicieran
de día.
Los bombarderos B-17 iban dotados
con 4 motores. Durante el ataque, a éste le destrozaron uno y le dejaron otro
de ellos funcionando a media potencia.
media potencia.
Aparte de eso, le averiaron su
sistema hidráulico y de oxígeno, imprescindible para volar a gran altura.
Incluso, le rompieron un trozo del timón de cola y uno de los laterales.
Stigler, a
pesar de tener sólo 28 años, ya era un piloto veterano. Antes de la guerra,
había sido piloto de la famosa aerolínea alemana Lufthansa y profesor de una
escuela de pilotos. Así que despegó en cuanto le llenaron el depósito a pesar
de que no le habían podido quitar una bala enemiga, que se le había quedado
incrustada en el radiador de su aeronave, lo cual podría provocarle un
peligroso recalentamiento en su motor.
En muy pocos
minutos, se colocó detrás del avión. La posición en la que se colocan todos los
cazas antes de proceder a un derribo. Para él, era una cuestión rutinaria, de hecho,
ese mismo día, había derribado a otros dos aviones de ese mismo tipo. En aquel
momento, ya tenía 27 derribos en su haber.
Es más, se colocó junto a la cabina y vio que Brown, a pesar de que seguía pilotando, estaba herido en un hombro y le miró a la cara.
Stigler, en
un acto de piedad con el enemigo, levantó el dedo del gatillo y apretó un rosario
que siempre llevaba encima.
En ese
momento, recordó una frase de su antiguo instructor de vuelo: “Si me entero de
que alguno de Vds. ha disparado a un hombre en paracaídas ¡lo mataré yo mismo!”.
Así que él vio que, en ese momento, se daba un caso parecido.
De momento,
Stigler, colocó su caza Messerschmitt Bf 109 G, uno de los modelos más letales
de la guerra, junto al B-17 y les hizo señas para que se dirigieran al norte,
en dirección a Suecia, un país neutral, donde recibirían atención médica.
No sabemos si Brown no entendió esas señas o no quiso cumplirlas, lo cierto es que siguió volando sin rumbo fijo. Stigler se dio cuenta y se puso justo al lado, para que no les dispararan las defensas antiaéreas alemanas.
Hay que aclarar que los alemanes habían capturado algunos B-17 y sus cazas hacían prácticas con ellos. Así que, de esta forma, engañaron a las defensas antiaéreas, pensando que se trataban de dos aeronaves de las suyas.
De esa manera,
Stigler le mostró el rumbo de regreso hacia el Reino Unido y le escoltó hasta
la costa. Después, le saludó, dio media vuelta y regresó a su base.
Increíblemente,
a pesar del mal estado de su aeronave, Brown, consiguió aterrizar en una base
británica. Es más, todos llegaron con vida, salvo el artillero de cola, que había
muerto instantáneamente a causa de un proyectil que le había estallado en el
cuello.
A su
llegada, Brown, comunicó a sus superiores lo ocurrido y lo agradecido que
estaba por el comportamiento de ese piloto alemán.
Por otro
lado, Stigler, que era más veterano, no dijo absolutamente nada, salvo que
había derribado el avión de Brown sobre las aguas del Mar del Norte. Si sus
superiores hubieran sabido lo ocurrido, lo hubieran fusilado inmediatamente.
Por lo que
se refiere a Stigler, continuó pilotando aviones de caza. Al final de la
guerra, llegó a pilotar los famosos Messerschmitt 262, los primeros cazas a
reacción que entraron en combate.
Por otra
parte, al final de la guerra, Stigler se trasladó a Canadá, donde se convirtió
en empresario.
Al final de
la misma, alguien le preguntó si les podía comentar alguna anécdota que
recordara de esa guerra. Así que ésta le vino a la memoria y la comentó a los
presentes. En ese momento, decidió que debería de ponerse en contacto con aquel
piloto que le perdonó la vida.
Sin embargo,
alguien le dio la dirección de una asociación de veteranos pilotos de combate y
les escribió.
Poco tiempo después, recibió una carta de un tal Stigler, que le daba todo tipo de detalles sobre aquel suceso. No se lo podía creer, pero ¡era él!
Así que,
poco después, le llamó por teléfono y se reunieron para recordar los viejos
tiempos en un hotel de Florida.
Por lo
visto, entre 1990 y 2008 mantuvieron varias reuniones, ya que se habían hecho
muy buenos amigos. Hasta compartieron la afición por ir de pesca.
Incluso,
ambos dieron numerosas charlas en colegios y asociaciones de veteranos de USA,
donde contaron lo que les ocurrió la primera vez que se encontraron frente a
frente.
Desgraciadamente,
ambos murieron en el año 2008, aunque con varios meses de diferencia. Stigler
ya tenía 92 años y Brown 85.
Alguien dijo que las guerras las declaraban los que se conocían para que combatieran los que no se conocían. Así que, cuando ellos se conocieron, dejaron de ser enemigos.
Así que
termino este artículo con las mismas palabras que lo he comenzado: ¡Paz a los
hombres de buena voluntad!
¡¡OS
DESEO A TODOS UNAS FELICES NAVIDADES Y UN AÑO NUEVO, QUE ESTOY SEGURO DE QUE VA
A SER MUCHO MEJOR QUE ÉSTE!!
TODAS
LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES
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