Hoy voy a hablar de un hombre que tuvo la valentía de decirle las verdades a los fascistas italianos en su propia cara. Cosa que, hasta ese momento, nadie se había atrevido a hacerlo.
Se llamaba Giacomo Matteotti y
nació en 1885 en una pequeña localidad italiana de la región del véneto. Fue el
único de los siete hijos, que tuvieron sus padres, y que llegó a la edad
adulta.
Parece ser que nació en el seno
de una familia burguesa y acomodada, gracias a los negocios de su familia, que
se dedicaba a la compra-venta de hierro y cobre.
Mientras realizaba los estudios
de Secundaria, coincidió con un futuro oponente político, Umberto Merlín, uno
de los líderes de la Democracia Cristiana.
Posteriormente, estudió Derecho
en la prestigiosa Universidad de Bolonia, graduándose en 1907. Por lo visto,
allí fue donde, a través de unos amigos, entró en contacto con el Partido
Socialista. Aunque su padre ya había sido concejal por ese partido.
Hay que decir que, antes de la
guerra, Italia, no era un país que tuviera grandes diferencias con otros países
europeos. Así que los dos bandos lo estuvieron cortejando para atraérselo. Sin
embargo, optó por aliarse con Reino Unido y Francia, porque estos le
prometieron una serie de territorios para crear futuras colonias.
Una vez acabada la guerra, pudo
volver a su localidad de origen, donde, en 1919, fue elegido diputado por esa
zona ante el Parlamento Italiano.
Parece ser que fue un
parlamentario muy activo e intervino en múltiples ocasiones, pronunciando
discursos o haciendo numerosas propuestas.
En 1922, hubo una grave crisis
dentro del Partido Socialista de Italia. Parece ser que a algunos de sus
dirigentes no les gustó que uno de sus líderes, Filippo Turati, hubiera acudido
a la llamada del rey para consultarle sobre el nuevo Gobierno.
Ciertamente, el período de
entreguerras, fue un período de grandes cambios en Europa. Todo ello vino,
porque la mayoría de los países habían gastado el presupuesto de varios años
para intentar vencer en la I Guerra Mundial. Posteriormente, la situación
económica se agravó tras la famosa Crisis de 1929.
Esta crisis postbélica no sólo
afectó a Alemania. También hubo otros países que quedaron muy marcados por la
guerra. No olvidemos que cayeron 4 monarquías muy antiguas: Alemania, Imperio
Austro-Húngaro, Turquía y Rusia.
Por ello, en el Partido Socialista de Italia, siguiendo la corriente habitual de aquella época, triunfó el ala de extrema izquierda, que solía escuchar las órdenes procedentes de Moscú. Así que los que creían en una socialdemocracia, como Turati o Matteotti se vieron obligados a abandonar su partido.
En agosto de 1922, las fuerzas de
la izquierda convocaron una huelga general indefinida en Italia. Eso dio pie a
que los empresarios y políticos conservadores contaran con los fascistas para
que, a base de actos violentos, reventaran esa huelga.
De esa forma, los fascistas, se
ganaron las simpatías de la nobleza, la burguesía y el empresariado.
En octubre del mismo año, la izquierda convocó otra huelga general. Esta vez, los fascistas, se veían muy respaldados y conminaron al Gobierno que, si no cortaban eso de raíz, ellos asaltarían el poder.
Hay que decir que el Gobierno
estaba formado por una coalición de partidos, llamada Bloques Nacionales, al
que también pertenecía el Partido Fascista, el cual ya había conseguido 37
diputados en el Parlamento Italiano.
Así que entre el 27 y el 29 de
octubre de aquel año, el Partido Fascista, convocó la famosa Marcha sobre Roma,
que congregó a varios miles de personas.
Sorprendentemente, el día 30, Mussolini,
fue llamado por el rey Víctor Manuel III, el cual le encargó la formación de un
nuevo Gobierno. Evidentemente, no estaba solo, sino que ya tenía los apoyos
mencionados anteriormente.
En 1924, se convocaron elecciones
generales. Sin embargo, fueron un tanto especiales, porque Mussolini había
logrado que se promulgara la llamada Ley Acerbo.
Por tanto, gracias a estas elecciones,
Mussolini, obtuvo plenos poderes y ya no se molestó en convocar ninguna más. De
hecho, ya no hubo otras en Italia hasta 1946.
Lógicamente, para obtener este
gran resultado, los fascistas, recurrieron a todo tipo de tropelías. Como
amenazas, palizas, algún asesinato y hasta robos de tarjetas de
empadronamiento.
A la vista de estos hechos, el 30/05/1924, Matteotti, secretario general y portavoz del Partido Socialista Unitario, el cual había obtenido 24 escaños, pronunció un discurso en el Parlamento, donde pidió la anulación de estas elecciones.
Lógicamente, en los escaños
fascistas, hubo división de opiniones. Como se suele decir, unos se acordaron
de su padre y otros de su madre.
Después de esto, quedó tan
impresionado, que, tras haberse sentado en su escaño, le dijo a su compañero de
partido, Antonio Priolo, que fueran preparando una oración fúnebre para su
entierro.
Tal y como había predicho, el
10/06/1924, Matteotti, fue secuestrado por un grupo de individuos, cuando
paseaba cerca de su domicilio. Estos lo metieron en un coche y huyeron con él.
Este hecho sirvió para unir a la
oposición, cuyos diputados se retiraron del Parlamento y declararon que no
volverían hasta que no se investigara todo este asunto a fondo.
Ciertamente, a mí, todo esto me
recuerda mucho a otro asesinato que tendría lugar unos años después. El de
Calvo Sotelo, que fue perpetrado en 1936 y que aceleró los preparativos para el
fallido golpe de Estado, que dio lugar a la guerra civil.
Por lo visto, Matteotti, había sido
secuestrado por uno de estos grupos violentos, al mando de un tal Amerigo
Dumini, que tenía fama de ser un profesional, en todo lo tocante a los
asesinatos.
Sin embargo, no debería de ser
muy valiente, pues, en cierta ocasión, se citó para un duelo con un periodista
socialista y, cuando vio que éste era un gran esgrimista, Dumini, tiró su sable
y salió corriendo despavorido.
Parece ser que, tras ser
detenido, a mediados de julio de ese año, confesó que había participado en ese
secuestro, junto con Albino Volpi, Augusto Malacreia, Amleto Poveromo y
Giuseppe Viola. Precisamente, fue este último el que le clavó a Matteotti una
daga en una axila y en el pecho. Lo que provocó su muerte.
Por lo visto, hubo algunas
personas que tomaron la matrícula del coche. Luego se supo que pertenecía a un
director de un periódico afín al fascismo.
Como la instrucción recayó en uno
de esos jueces que todavía creen en la independencia del poder judicial, pues
el propio Mussolini dio la orden de que lo trasladaran fuera de Roma. Aun así,
ese juez ya había señalado la responsabilidad en el hecho de varios cargos
fascistas, los cuales tuvieron que dimitir.
Ciertamente, volvieron a ser
juzgados en la posguerra, pero sólo fueron condenados a unas penas muy inferiores
a las que les deberían haber correspondido. Aparte de que volvieron a
beneficiarse de otra amnistía.
Curiosamente, cuando siempre se
había pensado que el móvil de ese crimen habían sido las denuncias de Matteotti
contra los fascistas, en los años 80, se encontró un documento del propio
Dumini donde aclaraba el caso.
Por lo visto, Dumini, había
escrito este informe para ser publicado, en el caso de que Mussolini quisiera
eliminarle y lo había entregado para su custodia a un bufete de abogados de
USA. País en el que había nacido Dumini.
Es posible que este informe le
llegara a Matteotti procedente de otra compañía rival, la Anglo-Iranian Oil
Company, que también estaba interesada en la posible explotación de esos
yacimientos.
Por lo visto, este asunto saltó
cuando en la Shell se dieron cuenta de que Sinclair había actuado, no por
cuenta propia, sino como agente de Standard Oil, la cual estaba intentando
bloquear la ampliación del negocio de los británicos en territorio italiano.
Por ello, los primeros en cobrar
esos sobornos fueron Arnaldo Mussolini, hermano del Duce, y Filipo Filipelli,
dueño del periódico Il Corriere Italiano y también del coche con el que
perpetraron ese secuestro. Los siguientes en cobrar fueron los propios miembros
del Gobierno italiano.
Parece ser que, tras este
asesinato, la prensa británica, y, especialmente, Daily Herald, un periódico
muy afín a ese partido, comenzaron una campaña para culpar a varios miembros
del Gobierno italiano y, concretamente, a Arnaldo Mussolini.
Así que este tremendo escándalo
provocó que Mussolini cancelara los acuerdos con Sinclair Oil en noviembre de
1924.
Para no alargar más este artículo, diré que, actualmente, se sigue sin tener constancia de la presunta responsabilidad de Mussolini en este suceso. En su momento, él sólo admitió cierta responsabilidad moral en ese asunto. Incluso, hay algunos autores que piensan que el propio rey de Italia también cobró sobornos de esa Empresa y podría estar implicado en ese suceso.
También hay otros autores que
afirman que Mussolini estaba en conversaciones con el Partido Socialista, de
donde se había ido Matteotti, para concederles algunos ministerios y, por ello,
nuestro personaje, quiso denunciar la política del Gobierno fascista.
Durante la guerra civil española,
una de las unidades republicanas que combatieron en la misma, se llamaba Batallón
Matteotti. Incluso, en la II Guerra Mundial, se crearon las Brigadas Matteotti,
que fueron uno de los grupos de la resistencia italiana contra los invasores
alemanes.
Una de las hazañas más famosas de
esas Brigadas fue la liberación dos famosos políticos italianos, condenados a
muerte y encarcelados en una cárcel de Roma: Sandro Pertini y Giuseppe Saragat.
Para terminar, muchas ciudades de
Italia dedicaron calles y monumentos a Giacomo Matteotti, cuyo cadáver fue
enterrado en su pueblo natal.
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