ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

miércoles, 28 de agosto de 2024

LA INFAME OPERACIÓN AKTION T4

 

Mucho se ha hablado y escrito sobre los infames campos de concentración y de exterminio, creados por los nazis. Sin embargo, estos también crearon otras formas de matar de las que se habla mucho menos. Así que hoy vamos a conocer una operación, que dio lugar a la muerte de cientos de miles de personas.

A finales del siglo XIX, un psicólogo austriaco, llamado Adolf Lothar Jost, publicó una obra, titulada El derecho a la muerte, en la que decía que la vida dependía de dos factores. Uno era el de la combinación de alegría y dolor, que experimentamos todos los humanos. Mientras que el otro era la suma de beneficios y perjuicios que representamos para nuestros semejantes. De esa manera, abrió un largo debate sobre la eutanasia.

No se quedó ahí, sino que también defendió que las personas con enfermedades mentales debían ser eliminadas por llevar una vida inútil y consumir “una gran cantidad de valor material”.

Esas ideas fueron recogidas y ampliadas por el jurista Karl Binding y el psiquiatra Alfred Hoche, ambos de nacionalidad alemana. Este último escribió una obra titulada La liberación de la destrucción de la vida indigna, publicada en 1920.

Evidentemente, estas obras no pasaron desapercibidas para los teóricos del nazismo y sus ideas de superioridad racial.

Así que, nada más llegar al poder, se pusieron manos a la obra. El ministro del Interior, Wilhelm Frick, firmó una serie de normas legales, que teóricamente, pretendían prevenir que los descendientes de los alemanes padecieran enfermedades mentales.

Para empezar, obligaron a esterilizar a las personas que pudieran transmitir enfermedades mentales hereditarias. Eso dio lugar a la esterilización de unas 400.000 personas. Varios miles de ellos murieron durante esa operación.

No vayamos a pensar que esas ideas sólo eran propias de los nazis, ya que también hubo otros países, que dictaron normas para esterilizar a ciertos pacientes, como en USA, Canadá, Dinamarca y Suecia.

También se legalizó el aborto hasta el final del sexto mes de embarazo, en caso de que se diagnosticara una enfermedad hereditaria a los padres.

Por otra parte, también se prohibieron las relaciones sexuales con personas de otras razas. Igual que se prohibió el matrimonio de una persona con discapacidad mental con otra sana.

Una vez iniciada la II Guerra Mundial, el 27/09/1939, los alemanes probaron estas peligrosas ideas con muchos pacientes de centros psiquiátricos de Polonia y los asesinaron.

En octubre de 1939, los alemanes utilizaron varias dependencias de un antiguo fuerte polaco, ubicado en la ciudad de Poznan para encerrar y gasear a muchos pacientes procedentes de centros psiquiátricos.

Más tarde, asesinaron a unos 5.000 niños y bebés a los que se les habían detectado enfermedades mentales.

Posteriormente, comenzaron a asesinar a unos 70.000 adultos y ancianos alemanes, que estaban ingresados en hospitales y residencias de ancianos. Por lo visto, muchos de esos adultos habían quedado perturbados, tras haber luchado en la I Guerra Mundial.

Más adelante, como es sabido, asesinaron a todos los que ya no les valían para trabajar en los campos de concentración.

Parece ser que en julio de 1939 Hitler se reunió con Leonardo Conti, ministro de Sanidad del Reich; con Martin Bormann, jefe de personal de la Cancillería y con Philipp Bouhler, jefe de la Cancillería para idear una forma de eliminar a esos pacientes.

Éste último, luego se reunió con Karl Brandt, el cual seleccionó a una serie de médicos de su confianza para que llevasen a cabo esta labor.

El médico alemán Karl Brandt, uno de los hombres de confianza de Hitler, se convirtió en el principal responsable de la asistencia sanitaria en el III Reich. Éste creó una serie de centros, donde les decían a las familias de los pacientes que iban a ser tratados mejor que en sus respectivas casas. La verdad es que lo que les hacían era matarlos a base de darles sobredosis de fármacos o también a base de dejarles morirse de hambre. De esa forma, mataron a unos 30.000 pacientes.

Esta iniciativa siempre tuvo un carácter secreto, porque no quisieron tener problemas con las relaciones exteriores con otros países. Parece ser que Hitler firmó la orden, pero no se publicó en el diario oficial, aunque sí tuvieron conocimiento de ella varios responsables ministeriales.

Por lo visto, le dejaron la responsabilidad organizativa a un alto funcionario, llamado Viktor Brack, el cual se dedicó a fichar a los médicos más afines a estas ideas. También decidió que estas matanzas tuvieran lugar en el castillo de Grafeneck, situado cerca de Tubinga. También se estaban realizando en un edificio situado en Brandeburgo.

Del mismo modo, se dedicó a impartir órdenes a los responsables municipales para que tranquilizasen a las familias de los pacientes. A fin de que no se produjeran alborotos, cuando recibieran las urnas con las cenizas de sus familiares.

En un principio, el Ministerio del Interior, dirigió un escrito a todos los hospitales de Alemania, donde les preguntaba cuántos enfermos mentales había ingresados en cada uno de los centros y la descripción detallada de las enfermedades de esos pacientes. Alegando que era para hacer una serie de estadísticas.

Esos datos se enviaron a la sede central de la T4, donde unos expertos decidían sobre la vida o la muerte de esos pacientes.

Posteriormente, sin haber informado a las autoridades de esos hospitales, se ordenaba que los pacientes seleccionados para morir fueran enviados a Grafeneck y otros 6 centros más utilizados, para este propósito, por los médicos nazis.

Sin embargo, en agosto de 1941, el cardenal alemán von Galen, al que ya dediqué otro de mis artículos, levantó la “liebre” y denunció públicamente lo que estaba haciendo el Gobierno alemán con los deficientes mentales.

Evidentemente, eso dio lugar a un escándalo internacional y hasta el propio Papa Pío XII tuvo que pronunciarse sobre este grave asunto.

Parece ser que Hitler se mostró muy alarmado, pero, lejos de terminar con estas masacres, lo que ordenó fue que esos centros y su personal se trasladasen a Polonia, para estar lejos de las miradas de los alemanes y de los aliados.

Los nazis no se contentaron con asesinar a estos pacientes, sino que sus médicos firmaron falsos certificados de defunción, donde indicaban otros motivos de fallecimiento, sino que también, una vez fallecidos, les extraían sus piezas dentales de oro.


También se engañaba a los familiares, para que no fueran a visitar a los pacientes. Les decían que les habían ingresado en centros muy alejados de sus domicilios, pues les enviaban cartas con membretes de esos lejanos centros, aunque la verdad es que estaban en otros centros más cercanos, donde los iban asesinando.

De esa forma, asesinaron a unas 70.000 personas, aunque, durante el juicio a los médicos, celebrado durante la posguerra, se dijo que, seguramente, habrían sido el doble, pero no había pruebas para poder demostrarlo. Desde el principio, habían previsto asesinar a unos 100.000 pacientes. De hecho, se sabe que, a finales de 1941, ya habían vaciado 93.521 camas de los hospitales alemanes.


Así que se calcula que asesinaron a unas 200.000 personas en Alemania y Austria y otras 100.000 en los países ocupados.

No sólo asesinaban a estos pacientes en el interior de esos centros, sino que también utilizaban unos autobuses grises, donde los asfixiaban mediante el CO.

Durante el transcurso de esa infame operación, hubo un joven juez muy valiente, llamado Lothar Kreyssig, al que el habían adjudicado la tutela de varios de esos enfermos.

Parece ser que algunos de ellos fueron trasladados a esos centros para asesinarlos. Así que este juez les siguió la pista y se dio cuenta de lo que estaba pasando. Por ello, ordenó que no se trasladase a ningún paciente más de los que estaban bajo su tutela, si no lo había autorizado él por escrito.

Incluso, tuvo el valor de denunciar al responsable de Aktion T4, Philipp Bouhler e, incluso, fue a entrevistarse con el propio ministro de Justicia.

Por lo visto, éste le enseñó la orden firmada por Hitler, pero el juez le respondió que eso no tenía ningún valor legal.

Como era de esperar, le amenazaron con enviarle a un campo de concentración. Sin embargo, lo único que le hicieron fue expulsarle de la carrera judicial. Cargo que tampoco recuperó durante la posguerra, ya que le tocó vivir en la zona de ocupación soviética.

Como era de esperar, en la posguerra, se llevaron a cabo muchos juicios contra los nazis. En este caso, médicos, enfermeras y funcionarios fueron llevados ante la Justicia.

Curiosamente, las sentencias fueron más duras, en los juicios llevados a cabo durante los años 40. Supongo que sería porque tenían más fresca las imágenes de la guerra. Así que varios de los acusados fueron condenados a muerte y ejecutados.


Sin embargo, a partir de los años 50, ya se les impusieron unas penas más leves e, incluso, en muchos casos, fueron absueltos por falta de unas pruebas concluyentes.

En 1987, la enfermera y víctima de una esterilización forzada, Klara Nowak, creó la Asociación de Víctimas de la Eutanasia y personas esterilizadas a la fuerza, a fin de obtener una serie de indemnizaciones para las víctimas y sus familiares.

En 1988, se erigió un monumento a las víctimas de esta infame operación, junto a la antigua sede de la T4, en la Tiergartenstrasse 4 en Berlín. También se han erigido otros monumentos, tanto en Alemania como en Austria.

Por otra parte, en 2010, la Sociedad Alemana de Psiquiatría, Psicoterapia y Neurología dio a conocer en uno de sus congresos, que sus miembros pedían perdón por el sufrimiento y el silencio causado por esta operación, realizada durante el período nazi.

 

TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES

2 comentarios:

  1. Interesante, no estaría de más que en otro bloc escribieras algo sobre los campos de exterminio en regímenes con los que hubo en Camboya, Unión Soviética, corea del Norte y China.

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    1. Salvo de los de la antigua URSS, de los demás hay muy poca información, pero lo tendré en cuenta.
      Gracias por tu comentario y saludos.

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