Hoy voy a dedicar este artículo a
un personaje, que realizó un gran descubrimiento, pero al que apenas se le menciona
en los libros de Historia. Seguro que, si hubiera sido anglosajón, ya le hubieran
dedicado varias películas en Hollywood.
Para ello, se utilizó el famoso
Galeón de Manila, que siempre viajaba abarrotado de productos asiáticos, los
cuales eran muy demandados, tanto en América como en Europa. Estos productos
eran pagados con las monedas acuñadas con la plata obtenida en las minas americanas.
Hasta el siglo XVIII, las únicas
naves europeas, que se atrevían a navegar, desde América, por el Pacífico eran
las españolas. Por eso se le denominó “el lago español”.
Magallanes y Elcano hicieron ese
viaje, pero regresaron bordeando el sur de África. El mismo recorrido que
solían efectuar los portugueses.
Hay que decir que un importante
incentivo, para realizar esas travesías tan arriesgadas era el comercio de las
especias, que se pagaban en Europa a un precio superior al del oro.
La causa de este encarecimiento se debió a que, a mediados del siglo XV, los turcos habían conquistado el Imperio Bizantino y habían cortado el paso hacia Europa de la famosa Ruta de la Seda.
Es posible que a algunos les
parezca raro que se pagase tanto por las especias. La explicación está en que,
en aquella época, no había frigoríficos, ni congeladores y las especias y la
sal eran las únicas formas de conservar la carne de las matanzas. Así que era
algo muy demandado.
Después de esta amplia
introducción, me voy a centrar en el personaje de hoy. Andrés de Urdaneta y
Cerain, que así era cómo se llamaba, nació en 1508, en Villafranca de Ordizia (Guipúzcoa).
Su padre llegó a ser alcalde de su
pueblo. Mientras que su madre era familiar del navegante Miguel López de Legazpi.
Parece ser que se trataba de un
joven estudioso, que no quería seguir viviendo en su pueblo y tampoco quería
ingresar en un convento, como deseaban sus padres.
Por eso, su padre habló con el
famoso Juan Sebastián Elcano, también vasco, y así enrolaron al joven, como
secretario, en la expedición de Frey García Jofre de Loaysa rumbo a las
Molucas, la cual zarpó desde el puerto de La Coruña en julio de 1525.
Ya dediqué otro de mis artículos
a hablar de esa desdichada expedición, donde murieron casi todos los miembros
de la tripulación.
En 1536, regresó a la Península
Ibérica, a bordo de un barco portugués. En Lisboa le requisaron la mayoría de
su equipaje, que consistía en notas sobre esas islas y cartas de navegación. Sin
embargo, parece ser que tenía una gran memoria y, en poco tiempo, consiguió reconstruir
todo lo que le habían robado.
Parece ser que, durante su etapa
de cautivo en aquellas islas, tuvo una gran libertad de movimientos. Así que se
casó con una nativa isleña y tuvieron una hija.
Cuando regresó a la Península sólo
le acompañó su hija, pues su mujer había muerto poco antes del viaje.
Como allí no tenía oficio ni
beneficio, dejó a su hija con su familia en Ordizia y él regresó a América.
Estuvo navegando a las órdenes de Pedro de Alvarado, uno de los hombres de confianza de Hernán Cortés.
Tras unos años entre estos
conquistadores, se enteró de que su hija se había casado y, como estaba un poco
harto de esa vida, a los 45 años, profesó como agustino en un convento de
Ciudad de México.
Parece ser que su buena fama como
navegante llegó hasta los oídos de Felipe II. Así que el monarca, que estaba
empeñado en encontrar un camino en el Pacífico para regresar navegando desde
las Filipinas hasta América, encargó al virrey de Nueva España que se pusiera
en contacto con él para intentar conseguirlo.
Esta expedición, formada por 5
naves, tardó nada menos que 6 meses en atravesar el Océano Pacífico y atracar
en las Filipinas.
Parece ser que permitieron que
Urdaneta eligiese a los miembros de las tripulaciones. Ese sería el motivo por
el que un tercio de los más de 300 marineros eran vascos, igual que él. También
le acompañaron 4 frailes agustinos.
Al mismo tiempo, tuvo mucho
cuidado al elegir los víveres, al objeto de prevenir la aparición del escorbuto,
cuyos efectos ya había contemplado en sus anteriores expediciones.
En julio de 1565, la expedición
tomó el camino de regreso, al mando de Felipe de Salcedo, un nieto de Legazpi.
Urdaneta, que viajaba en la nao
San Pedro, aconsejó navegar hacia el norte hasta casi llegar a Japón y luego seguir hacia el
norte hasta las costas de California, para luego virar hacia el sur y regresar
a México. Concretamente, desembarcaron en Acapulco.
Curiosamente, tras haber
conseguido esta gesta, Urdaneta se limitó a llevar un informe al rey y regresó
a su convento mexicano, donde murió sólo 3 años después, en junio de 1568.
Por el contrario, Legazpi fue
nombrado nuevo gobernador de las Islas Filipinas y fue el que creó la ruta del
célebre galeón de Manila.
Por lo visto, el Consejo de
Indias no quería dejar marchar a Urdaneta y hasta le ofrecieron un puesto de
director de una escuela de navegación. Sin embargo, él recurrió al rey, el cual
le notó muy envejecido, a pesar de que todavía no había cumplido los 60 años, y
autorizó su regreso a su convento en México.
Hasta esas islas llegaban muchos
productos chinos, que se compraban para embarcarlos rumbo a Nueva España
(México) y desde allí hacia la Península Ibérica. Incluso, con el tiempo, emigraron
miles de chinos para residir en las Islas Filipinas.
Por ello, esos productos se pagaban con la plata de los yacimientos de América. Incluso, se cree que nada menos que un tercio de la plata obtenida en América acabó en manos chinas. Parece ser que, en Asia, la plata tenía una cotización superior a la que le daban en Europa.
Así que algunos la califican como la primera globalización mundial.
Parece ser que este comercio tuvo
tanto éxito, que los comerciantes sevillanos, que era donde atracaban estos barcos
venidos de América, se quejaron y las autoridades tuvieron que reducir el
número de viajes anuales de 6 a 2.
El viaje de vuelta comenzaba en el puerto filipino de Cavite y terminaba en el puerto mexicano de Acapulco. Allí se desembarcaba la mercancía, atravesaba México y era de nuevo embarcada en Veracruz, con destino a Sevilla. Al galeón de Manila también se le conoció como la Nao de la China.
Ni siquiera se molestaban en ir
escoltados por otros barcos militares y hasta eliminaban algunos cañones al
objeto de poder embarcar más kg. de mercancía.
Aunque parezca mentira, a lo
largo de los siglos, los piratas sólo consiguieron capturar 4 convoyes llegados
desde América.
Por eso
mismo, Alonso de Arellano, hijo ilegítimo de un noble, que era el capitán del
San Lucas, otro de los barcos de aquella flota, que era más rápido que el de
Urdaneta, cuando ya casi habían llegado a su destino, dejó atrás al resto de la
flota y atracó en un puerto mexicano, llamado la Barra de Navidad, situado en
el Estado de Jalisco, reivindicando para él la consecución de ese logro.
Eso dio lugar a varios pleitos entre Legazpi y Arellano, que terminaron con el reconocimiento oficial de Urdaneta como descubridor de esta importante vía marítima.
Desgraciadamente, cuando se
produjeron las guerras de independencia de las provincias de Hispanoamérica,
las Cortes de Cádiz decretaron, en 1813, la supresión del Galeón de Manila.
No obstante, éste se mantuvo en
servicio hasta 1815, año en el que un galeón denominado San Fernando, hizo su último
viaje, ya que las nuevas autoridades mexicanas requisaron todo su cargamento, que
había sido embarcado en las Filipinas.
TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN
DE WWW.GOOGLE.ES
Gracias por compartir está lección de historia.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Saludos
Muchas gracias por tu amable comentario. Si te gusta la Historia, aquí tienes otros 610 artículos sobre diferentes temas. Saludos.
EliminarBuen artículo. Es interesante ver cómo el comercio entre continentes fue configurando las sociedades de uno y otro lado.
ResponderEliminarSin embargo, los españoles tratamos a los indígenas en igual de condiciones. No como hicieron los franceses, portugueses, británicos y mucho menos los belgas o los holandeses.
EliminarEnhorabuena por tu artículo e informarnos de la importancia del tornaviaje
ResponderEliminarHa sido un placer. Gracias por tu amable comentario. Saludos.
EliminarMe ha encantado, he aprendido mucho, gracias por compartir lo que sabes. Un abrazo Alberto Antonio "Ávalon".
ResponderEliminarHa sido un placer. Gracias por tu amable comentarios. Saludos.
EliminarUna publicación muy enriquecedora, como siempre Juan, mis felicitaciones.
ResponderEliminarSiempre busco enseñar cosas nuevas y de una forma entretenida.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y saludos.