ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 2 de junio de 2019

EL ESCÁNDALO DE LOS VENENOS


Como ya prometí en mi anterior artículo, voy a ampliar el tema de los venenos con otro acontecimiento que llegó a hacer temblar las bases de la monarquía en Francia.
Os propongo ahora viajar al siglo XVII. Desde 1643, y con sólo 5 años de edad, reina en Francia el archifamoso Luis XIV. Aquel que, según dicen, solía afirmar: “El Estado soy yo”. También conocido como “El rey Sol”. Dicen que ya nació con dientes.
Su padre fue Luis XIII, aquel que aparece en las famosas novelas de “Los tres mosqueteros”, con el cardenal Richelieu. Mientras que su madre fue Ana de Austria, hija de Felipe III, rey de España.
Como nació cuando sus padres ya llevaban muchos años casados, tuvo la desgracia de ver morir a su padre, cuando aún era muy niño. Así que su madre quedó como regente, otorgando casi todo el poder al odiado cardenal Mazarino.
Todo eso provocó un gran descontento, sobre todo, entre los nobles, los cuales aspiraban a recortar los poderes del monarca. Esto dio lugar a las llamadas guerras de las Frondas, que no fueron otra cosa que rebeliones encabezadas por los nobles y los eclesiásticos más importantes de ese país.
Muy a duras penas, la reina, consiguió salvar el trono para su hijo. De hecho, en varias ocasiones tuvieron que salir huyendo para no ser capturados. Dicen que esto dio lugar a que el soberano nunca se fiara de sus nobles.
Algunos dicen que, por eso mismo, estableció su corte en Versalles, lejos de las intrigas y del agobio de vivir en París. Incluso, cuando le otorgaba a un noble el cargo de gobernador de una provincia, le obligaba a residir en Versalles, para tenerlo controlado y que no le montara una nueva rebelión en su provincia. Para ello, se inventó unos cargos, que hoy consideraríamos como absolutamente ridículos, a fin de tenerlos ocupados y pensar que gozaban del favor real.
Otro de sus grandes aciertos fue rodearse de buenos ministros, como Colbert, que dirigió la política financiera. Al contrario que sus predecesores, al soberano, nunca le importó reclutar plebeyos para su gobierno. Por lo visto, eso también repercutió en la disminución de los poderes de la nobleza y coadyuvó a la ausencia de rebeliones de los dos principales estamentos contra el monarca.
Como ya he dicho, su madre, fue hija de Felipe III. Curiosamente, su esposa, fue una de las hijas de Felipe IV, también rey de España.
Casualmente, fue su madre, Ana de Austria, la que introdujo en Francia la costumbre de tomar chocolate a la taza, tal y como se hacía en España. Al igual que la portuguesa Catalina de Braganza, casada con Carlos II de Inglaterra, fue la que dio comienzo a la costumbre de tomar té en Gran Bretaña. Algo que, hoy en día, nos parece una tradición muy británica.
Para acabar con esta pequeña introducción, he de decir que, en un principio, Luis XIV tuvo en su haber que modernizó y saneó la economía de su país, elevando el nivel de vida de sus habitantes. Desgraciadamente, más adelante, se metió en varias guerras que vaciaron las arcas de la Hacienda francesa.
Ahora, vayamos al grano. A partir de 1670, se produjeron una serie de muertes inexplicables en Francia.
La víctima más famosa fue Enriqueta de Inglaterra, que murió con sólo 26 años. Hija de Carlos I y duquesa de Orleans, por haberse casado con Felipe uno de los hermanos de Luis XIV. Hay quien dice que el marido estaba celoso de los amantes de ella, aunque él también mantuvo varias relaciones homosexuales. Lo cierto es que el asunto se tapó oficialmente, achacando el fallecimiento a una gastroenteritis. En cambio, otros autores afirman que fue una peritonitis.
La verdad es que tampoco habría que descartar el componente político, pues Luis XIV había comenzado a enfrentarse con los protestantes franceses y la fallecida era un personaje muy conocido dentro del bando católico.
De hecho, había convencido a su hermano, Carlos II de Inglaterra, para que restaurara el catolicismo en su país.
No obstante, poco después, murieron, en París, el jefe de la Policía y uno de sus ayudantes. Al menos, en el primer caso, se demostró que había sido envenenado por su esposa.
Visto el cariz que estaba tomando este asunto, Luis XIV, que siempre tuvo un fino olfato a la hora de elegir a sus colaboradores, designó a Gabriel Nicolás de la Reynie para el puesto de jefe de la Policía. Se trataba de un miembro de la baja aristocracia que cumplió con gran éxito la labor encomendada y al que se le considera el fundador de la policía judicial francesa.
Hasta ese momento, todo esto de los envenenamientos, no había pasado de ser un simple rumor. Sin embargo, tras la detención de la marquesa de Brinvilliers, se demostró que era algo mucho más serio de lo que se había creído.
Ese caso da para un artículo aparte. No obstante, para resumirlo, podemos decir que Marie Madeleine d’Aubray, marquesa consorte de Brinvilliers, era hija de un secretario de Estado del rey. Como muchas mujeres de entonces, la casaron con un noble, no obstante, ella se buscó varios amantes.
Quizás, el más importante, fue un oficial de Caballería llamado Jean Baptiste Gaudin de Sainte-Croix. Parece ser que a su padre no le gustaron estos amoríos y no paró hasta conseguir que encerraran a Gaudin en la infame prisión de la Bastilla.
Por lo visto, allí conoció a un tal Exili, que era un alquimista italiano, con amplios conocimientos sobre venenos y que había trabajado para la reina de Suecia.
Una vez puesto en libertad, Gaudin, enseñó esas técnicas a la marquesa. Ésta era una señora a la cual todo el mundo veía como caritativa y amiga de los pobres. Nada más lejos de la realidad.
Lo cierto es que les llevaba comida a los enfermos de los hospitales, pero sólo lo hacía para ir probando sus venenos con ellos. Al igual que los probó con algunos de sus criados.
Empezó por matar, poco a poco, a su padre, por haber encerrado a su amante. Tras la muerte de éste, como le dejó una herencia menor que a sus hermanos, fue a por ellos. De hecho, les envió varios esbirros para que los asesinaran.
Parece ser que también intentó, en varias ocasiones, envenenar a su marido. Sin embargo, Gaudin, le proporcionó un antídoto para que no le hiciera efecto.
Incluso, llegó a envenenar a su propia hija, por considerarla deficiente mental y hasta a la señorita de compañía de la misma.
Todo ello se descubrió cuando, a causa de un aparatoso incendio, murió Gaudin, ya que tenía montado un laboratorio de alquimia en su propia casa.
Cuando llegó la Policía, se encontró con un cofre, donde tenía almacenados varios envases con veneno, junto con un montón de cartas comprometedoras, que le había escrito la marquesa. De esa manera, fue detenida. Posteriormente, consiguieron que confesara y, poco después, fue juzgada, condenada y ejecutada públicamente.

Según parece, en aquella época, se había puesto de moda eso de ir envenenando a la gente. De hecho, empezaron llamando al veneno “polvo de sucesión”. Así que,  movido por su conciencia uno de los sacerdotes de Notre Dame, de París, fue a hablar con La Reynie para decirle que cada vez recibía más confesiones de feligreses, que decían haber envenenado a alguien. Lógicamente, no dio ningún nombre, pues eso lo tienen prohibido.
A pesar de ese golpe de suerte, parece ser que el Policía no tuvo mucho éxito en sus investigaciones, hasta que, al parecer, ocurrió un caso fortuito.
Por lo visto, un joven abogado fue invitado a cenar a una conocida casa de París, donde se reunieron varias personas. Madame Bosse, que era una de ellas, debió tomarse unas copas de más y eso le hizo aflojar la lengua.
Por lo visto, llegó a comentar que se estaba forrando con el comercio de los venenos. Está claro que estaría muy bebida, porque ningún empresario reconocería, ni siquiera bajo la más terrible de las torturas, que se está forrando.
Así que el abogado se apresuró a denunciar el tema ante La Reynie y éste no perdió el tiempo. Inmediatamente, arrestó a Madame Bosse y a la dueña de la casa, Madame Vigoureux.
Por lo visto, ni siquiera necesitaron utilizar la tortura para que las detenidas confesaran que, sólo en la capital, había unas 400 personas dedicadas a esta actividad.
El problema es que La Reynie se estaba dando cuenta de que igual estaba picando demasiado alto, pues estaban saliendo nombres pertenecientes a la alta nobleza, que eran el principal apoyo de la monarquía.
Así que fue a contárselo a su superior, el ministro Louvois y, ambos, fueron a ver al rey. Supongo que al monarca se le caería hasta su peluca del susto. Así que ordenó que este asunto no pasara a la Justicia ordinaria para no ser conocido a nivel popular.
Con este fin, creó la llamada Cámara ardiente, formada por magistrados de su absoluta confianza, que juzgarían a puerta cerrada. Algo que disgustó mucho al resto de los jueces.
Por lo visto, durante los careos y los interrogatorios, se obtuvieron confesiones muy jugosas. Como que unas mujeres habían envenenado a los maridos de otras o que una de ellas, enamorada de un hombre casado, se había cargado a la mujer del mismo.
No sé si Luis XIV estaría informado de esas investigaciones. En caso de que hubiera sido así, no me extrañaría que le hubieran salido muchas canas, pues salieron nombres emparentados con la propia familia real y hasta con el cardenal Mazarino.
Incluso, hasta se vio involucrada en estos hechos una de las camareras de la marquesa de Montespan, amante oficial del rey, la cual también había tenido relaciones con el soberano, fruto de las cuales había nacido una niña.
Durante el interrogatorio a otra de las encausadas, Madame Voisin, declaró que había realizado unos 2.000 abortos. Incluso, llegó a decir que se habían secuestrado niños en los barrios pobres de París para ofrecerlos en sacrificio en ritos diabólicos.
Por lo visto, Voisin, era la mujer de un joyero, que había quedado arruinado y, por eso, empezó a dedicarse a esas actividades.
Parece ser que la propia marquesa de Montespan había utilizado los servicios de Voisin para que le vendiera filtros amorosos a fin de que el rey no buscara la compañía de una amante más joven. Sin embargo, esto no quedó nunca claro.
Voisin, Bosse y Vigoureux fueron interrogadas bajo tortura, muriendo la última de ellas en una de las sesiones. Las otras dos fueron condenadas a muerte, por brujería, y quemadas vivas.
Incluso, capturaron a la adivina Magdelaine de la Grange, íntima amiga de Louvois, ministro del Interior. 
Por lo visto, dio muchos nombres, pero ni eso consiguió salvarla de ser ahorcada.
Sin embargo, otras de las encausadas, dado su carácter de nobles e, incluso, en algunos casos, parientes del rey o de los jueces, sólo fueron condenadas a reclusión en diversos conventos.
Poco más tarde, parece ser que se subió el listón y empezaron a conocerse otros casos de envenenamiento entre los miembros de la más alta nobleza.
Esta vez, fue el propio monarca el que avisó a algunos de ellos para que se exiliaran antes de que fueran detenidos. Varios de los cuales no pudieron regresar nunca a Francia.
Muchos de ellos, llegaron a reconocer en un juicio público haber sido clientes de la Voisin, pero no se les pudo, o no se les quiso, probar nada. Así que fueron absueltos. Incluso, en el caso del duque de Luxemburgo, mariscal de Francia, cuyo juicio duró nada menos que 14 meses.
Lo cierto es que hubo muchos implicados en este caso. Hasta el célebre dramaturgo Jean Racine, cuya joven amante había muerto de repente, pero fue absuelto de todos los cargos que se le imputaban.
En la prisión de Valenciennes, situada en las afueras de París, llegaron a encerrar a cientos de personas relacionadas con este caso. Había de todo: adivinas, secuestradores de niños, sacerdotes que oficiaban misas negras, alquimistas, gente que realizaba abortos, vendedores de venenos y filtros de amor…
Como si todos hubieran sido asesorados por un buen abogado, se pusieron a decir que la marquesa de Montespan había sido una de las principales clientes de la Voisin. 
Incluso, que solían verse tanto en el castillo de Clagny, domicilio de la marquesa, como en el Palacio de Versalles, donde solían celebrar misas negras para pedirte el apoyo del Diablo. Parece ser que algunos de esos sacerdotes fueron los abades Étienne Guilbourg y Mariotte.
Por lo visto, Guilbourg, era una buena pieza. Decía ser un bastardo del duque de Montmorency, uno de los nobles que se rebelaron contra Luis XIII. Estuvo destinado en la famosa Basílica de Saint Denis, donde se hallan las tumbas de los reyes de Francia. También tuvo varios hijos con una mujer, con la que solía convivir. Fue condenado a cadena perpetua.
Parece ser que la Policía encontró, durante un registro, los cuerpos de varios niños, que, presuntamente, habían sido sacrificados en esas misas negras, los cuales habían sido comprados vivos por Voisin a varias prostitutas.
Además, dijeron que la Voisin fabricó una serie de filtros de amor, que la marquesa consiguió que se tomara el rey. El caso es que el monarca llevaba una temporada aquejado por unas migrañas, de origen desconocido.
Es más, dijeron que, cuando fue detenida la Voisin, estaba preparando un documento, totalmente impregnado de veneno, que debería de llegar directamente a las manos del rey y unos guantes, también envenenados, para regalárselos a la duquesa de Fontanges, virtual sustituta de Montespan y que murió con sólo 20 años.
Lo cierto es que pusieron en una situación muy complicada al rey. De hecho, llegó a utilizar unos criados para probar antes todas sus comidas y bebidas. No hay que olvidar que Montespan era su amante oficial, vivía con él en Versalles y le había dado nada menos que 7 hijos. Así que reunió a sus ministros y, durante varios días, debatieron sobre lo que se debería de hacer.

Al final, hicieron lo que se suele hacer en estos casos, por aquello de salvar al Estado. O sea, poner fin a las investigaciones y no hablar más de ese asunto. 
El único que se opuso a esa medida fue el policía la Reynie, que sugirió que, si no había otra forma de hacer justicia, el rey, en uso de sus poderes absolutos, ordenara el encierro en diversas cárceles, sin un juicio previo, para las 81 personas que seguían encarceladas por este caso y eso se hizo. Allí fueron todos los imputados. Tanto los que eran inocentes, como los presuntos culpables.
Incluso, les prohibieron hablar. Por tanto, ordenaron a sus carceleros que les azotaran, si los veían hablando.
La mencionada Cámara Ardiente se disolvió en 1682, tras haber condenado a 36 personas a ser quemadas vivas, 4 a galeras y otras 36 exiliadas y multadas.
También fueron cerrados los laboratorios privados y penalizadas la práctica de las artes ocultas y la superchería.
Luis XIV no encerró a madame de Montepan, pero la mandó a otra planta inferior, dentro de Versalles. 
También la sustituyó por madame de Maintenon, precisamente la institutriz de los hijos de Montespan, que había tenido con el monarca.
Tanta fue la influencia de Madame de Maintenon en la corte que, en 1683, tras la muerte de la reina, el rey decidió casarse con ella. 
Lógicamente, no tuvo más remedio que ser un matrimonio secreto, ya que, en aquella época, donde daban tanta importancia a los estamentos sociales, el rey podría haber perdido el trono, si se hubieran enterado de que se había casado con una persona de menor rango social.
Para terminar, os quisiera decir que como Luis XIV eran tan católico, pues se tomó muy en serio eso de “multiplicaos y poblad la Tierra”. Así que tuvo 6 hijos con su esposa, la española María Teresa de Austria, Otros 4 con su primera favorita, Luisa de la Vallière. Otros 7 con la marquesa de Montespan y 3 más con otras tantas mujeres.
En fin, espero que os haya gustado, aunque reconozco que me ha quedado un poco largo.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Me alegro que te haya gustado.

      Muchas gracias por tu comentario y saludos.

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  2. Respuestas
    1. Me alegra mucho que le haya gustado y le invito a leer más artículos en mi blog.

      Muchas gracias y saludos.

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