
Su nombre completo fue Martín
Vázquez de Arce y se supone que nació alrededor de 1460, aunque también algunos
afirman que fue en 1461, pero se desconoce su lugar de nacimiento. Algunos
dicen que fue en Sigüenza. Sin embargo, la mayoría de los autores opinan que
fue en Guadalajara, donde solía residir su familia.

Desgraciadamente, esa provincia,
quedó muy machacada por el paso de la Guerra Civil. Así que muchos de sus monumentos
resultaron muy afectados por la misma.

No obstante, otra de sus labores
era garantizar la seguridad de su señor. Así que también fue formado a
conciencia en el manejo de las armas. En pocas palabras, se le dio la típica
formación que recibía un caballero de su época.
Antes de seguir adelante, es
preciso decir que el poderío de los Mendoza venía de haber estado siempre en el
lugar y en el momento adecuados. Aparte de haber sabido elegir muy bien el
bando al que debían apoyar.
Así que voy a empezar por mencionar la trayectoria de esa estirpe hasta la vida del Doncel.
Así que voy a empezar por mencionar la trayectoria de esa estirpe hasta la vida del Doncel.
Se trata de un linaje, cuyo
origen se encuentra en la provincia de Álava, en el País Vasco. Concretamente,
en un lugar muy cercano a su capital, Vitoria.
Por si alguno no lo sabe, durante
varios siglos, se consideraron hidalgos a todos los vascos, por el mero hecho
de serlo.

Es curioso, porque también hay
otros que se atribuyen esa hazaña. Como Sancho VII de Navarra, del que se decía
que medía más de 2 metros de altura. Dicen que, por esa razón, figuran unas
cadenas en el escudo de Navarra.

Bueno, ya comprobaréis cómo los
nombres de los miembros de esa familia se han repetido a lo largo de los
siglos. Por eso mismo, es muy fácil confundirlos.
Casi siempre, la principal función
de los Mendoza, fue tener organizado un ejército bien pertrechado, para ponerlo
a disposición del monarca de turno, cuando éste se lo requiriese.
De esa manera, empezaron a amasar
honores y fortuna, pues, en Castilla, los nobles estaban instalados en las
cúpulas de las órdenes militares.
De igual manera, copaban los concejos o ayuntamientos de las villas y hasta representaban a sus respectivos territorios, cuando los reyes convocaban Cortes.
De igual manera, copaban los concejos o ayuntamientos de las villas y hasta representaban a sus respectivos territorios, cuando los reyes convocaban Cortes.
Los Mendoza llegaron a Guadalajara
en el siglo XIV y, a través de matrimonios de conveniencia, llegaron a acaparar
el poder en esa zona.

Sin embargo, tras la deserción temporal
del rey, optaron por pasarse al otro bando, que, al final, fue el que resultó
vencedor en esa contienda fratricida.
Parece ser que, durante la
derrota en la batalla de Nájera, se codearon con la alta nobleza española.
Varios de ellos resultaron cautivos y, tras ese amargo episodio, se impulsaron
muchas alianzas matrimoniales.
En 1375, Pedro González de
Mendoza (no confundir con el cardenal del mismo nombre), obtuvo otro honor para
su hijo Diego. El rey le otorgó la mano de María de Castilla, hija ilegítima
del monarca. Así que, por vía indirecta, emparentaron con la familia real.

Así que plantearon batalla al bando portugués en la localidad de Aljubarrota.
Desgraciadamente, fue una de las derrotas más humillantes que tuvo que soportar Castilla a lo largo de su historia. Tanto fue así que, al ver Pedro González que habían matado el caballo del rey, le ofreció el suyo para que pudiera abandonar el campo de batalla.

A finales del siglo XIV, Diego
Hurtado de Mendoza, casó, en segundas nupcias, con una rica heredera y eso le
hizo añadir tierras de Asturias y Cantabria a sus ya inmensas propiedades por
toda la península. Así que, a su muerte, en 1404, fue considerado el hombre más
rico de Castilla.
Tras su fallecimiento, uno de sus
rivales, de la familia Manrique, aprovechó la ocasión para quedarse con buena
parte de los territorios de la familia Mendoza.

Para ello, se alió con otras
familias nobiliarias de las más importantes de la Castilla del momento. Me
refiero a los Guzmán, Álvarez de Toledo y Velasco.
Tomó partido por Juan II, en su
eterna lucha contra los infantes de Aragón, hijos de su tío, el rey Fernando I,
el de Antequera. De esa forma, consiguió los títulos de marqués de Santillana y
conde del Real de Manzanares.
Los miembros de esta familia, no
sólo abarcaron una gran cantidad de títulos nobiliarios, sino que también
ocuparon puestos muy importantes en la Iglesia, como el caso de Pedro González
de Mendoza, más conocido como el Cardenal Mendoza. El cual, solía estar más
tiempo en la corte, junto al rey, que en su sacristía. Incluso, llegó a tener
dos hijos.
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Durante la rebelión nobiliaria
contra Enrique IV, se pusieron del lado del rey. Obviamente, esto también les
reportó innumerables honores.
En 1474, los Mendoza, se pusieron
de parte de los Reyes Católicos, aunque antes habían defendido los derechos de
Juana, llamada la Beltraneja.
Lógicamente, pidieron cosas a
cambio, como el puesto de cardenal para el clérigo anteriormente mencionado,
los territorios que llevaban mucho tiempo reclamando, etc. Incluso, el que entonces
ostentaba el título de marqués de Santillana, también fue premiado con el de
duque del Infantado.

Lo cierto es que, por alguna
razón que se me escapa, a la muerte del famoso cardenal Mendoza, le sucedió en
la jefatura de la familia Bernardino Fernández de Velasco, condestable de
Castilla y residente en Burgos, y no Íñigo López de Mendoza, señor de las
propiedades familiares en Guadalajara.
Hasta entonces, la familia había
funcionado como un bloque monolítico, obedeciendo ciegamente las decisiones del
jefe. A partir de aquí, se crearon una serie de poderes paralelos, que
contribuyeron a debilitar el prestigio de la misma.
El famoso poeta y I marqués de
Santillana fue el que más influyó en la condena a muerte del valido de Juan II,
D. Álvaro de Luna.

Precisamente, este personaje fue
el que ordenó a Juan Guas la construcción del suntuoso Palacio de los duques
del Infantado, que aún se puede ver en Guadalajara. También fue el señor del
Doncel y de su padre.
Evidentemente, no voy más allá,
para no salirme de la época en que vivió nuestro personaje de hoy.
Volviendo al Doncel, sus padres
fueron D. Fernando de Arce y Dª. Catalina Vázquez de Sosa. Esta última, parece
ser que procedía de una familia de origen portugués. Algunos autores afirman
que el padre podría haber estado emparentado con el cardenal Cisneros, por vía
materna.

Por ello, parece ser que el
Doncel nació en Guadalajara y no en Sigüenza. Así que ese puesto tan importante
le supuso un gran enriquecimiento para su familia.
El hermano del Doncel, primero
fue obispo de Burgo de Osma (Soria) y, posteriormente, obispo de Canarias.
Hay que aclarar que el
calificativo de doncel, es totalmente inadecuado para nuestro personaje.
Una de las acepciones de ese término es para los adolescentes, que aún no han tenido pareja femenina. Sin embargo, sabemos que él la tuvo y, como resultado de ello, nació una hija, posiblemente, ilegítima, que se llamó Ana de Arce y Sosa. No obstante, no conocemos la identidad de su madre.
Una de las acepciones de ese término es para los adolescentes, que aún no han tenido pareja femenina. Sin embargo, sabemos que él la tuvo y, como resultado de ello, nació una hija, posiblemente, ilegítima, que se llamó Ana de Arce y Sosa. No obstante, no conocemos la identidad de su madre.
Tampoco parece acertada, pues D. Martín era una persona con una edad ya madura, para su época, donde la esperanza de vida no solía llegar a los 40 años.

Aparte de ello, los caballeros de esa Orden, para ser armados como tales, debían de permanecer recluidos durante un año y un día en el famoso monasterio de Uclés.
Curiosamente, esta Orden empezó
llamándose Orden de Cáceres, porque fundada por 13 caballeros de esa ciudad,
cambiándose, posteriormente, su nombre al actual.

Parece ser que la hija del Doncel
que, según los documentos, se llamaba Ana de Arce de Sosa, aunque en otros
sitios aparece como Ana Vázquez de Arce, y sólo llevaba los apellidos de su
padre, casó con D. Pedro de Mendoza, señor de Almazán, donde fijaron su
residencia.

Hay que decir que los padres del
Doncel, al otorgar testamento, favorecieron más a su hijo, el obispo de Canarias,
como agradecimiento por el apoyo financiero que siempre les había dado. Sin
embargo, este obispo, fallecido en 1522, legó, en vida, los bienes heredados de
sus padres a su sobrina Ana y a sus herederos. En el caso de que no tuviere
hijos, ese legado pasaría a su hermana Mencía, como así ocurrió.

La larga guerra de Granada empezó
en 1481 y culminó en 1492, con la toma de la capital del último reino musulmán
de España.

Es conocido el caso de Alfonso X
el Sabio, un rey que nunca fue partidario de meterse en guerras. Así que, hasta
su propio heredero, el futuro Sancho IV, se rebeló contra él, con el apoyo de
los nobles.

Por tanto, los moros veían que se estaban acercando peligrosamente a la ciudad de Granada.
En octubre del mismo año, los cristianos tuvieron que cruzar la llamada Acequia gorda, un canal de riego, que pasaba por Granada y avanzaba hacia la vega de esa ciudad. Era una corriente de agua, cuyo cauce era casi paralelo al río Genil.

Uno de ellos era un muchacho de sólo 25 años, llamado Martín Vázquez de Arce, que militaba en la Orden de Santiago.
No sé si sabría nadar, pero se me hace muy difícil que alguien pudiera flotar llevando una coraza tan pesada.
Parece ser que allí murieron otros 20 soldados, aunque, sus compañeros, luego tomaron revancha contra los musulmanes.

Sin embargo, según la crónica de Hernando del Pulgar, lo que ocurrió es que las tropas del obispo de Jaén y del corregidor Francisco de Bobadilla, habían quedado rodeadas por los moros.

En 1487, su hermano mayor, el obispo de Canarias, pidió permiso al Cabildo catedralicio de Sigüenza para depositar los restos de Martín en la capilla de San Juan y Santa Catalina, que era propiedad de su familia y le fue concedido.

La citada capilla se encuentra a la derecha del altar mayor y el
encargado de su diseño fue el citado obispo de Canarias. La fachada de la misma fue obra de Francisco de Baeza, mientras que las rejas son obra de Juan Francés.

Desde entonces, allí descansan sus restos, junto con los de sus padres, que murieron, respectivamente, en 1504 y 1505, y su hermano el obispo. El sepulcro se realizó en alabastro, posiblemente, procedente de la cercana localidad de Jadraque, donde había unas minas de ese mineral.
Tampoco se conoce al autor del mismo. Sin embargo, muchos autores coinciden en afirmar que lo realizó Sebastián de Almonacid, también llamado de Toledo, o alguien salido de su taller.

Otras obras de este autor son el retablo de la catedral de Toledo, la capilla del condestable (situada en el mismo templo) y los sepulcros de D. Álvaro de Luna y su esposa, dentro de la misma capilla. Incluso, en la misma catedral de Sigüenza, esculpió un altorrelieve sobre la Piedad, para la tumba de D. Fadrique de Portugal, que fue obispo en esa sede.
La tumba de D. Martín, construida no antes de 1497, se sitúa a la izquierda de la entrada de esa capilla. Está inscrita bajo un arcosolio, que es, simplemente, un arco construido en la cara de un muro, sin salida al otro lado del mismo.
Existen precedentes de este tipo de arcos en las catacumbas de Roma. Ese era el lugar elegido para enterrar a los mártires.
Sobre el arco podemos apreciar una decoración correspondiente al estilo llamado gótico flamígero. Bajo el arco, se puede ver una pintura, de estilo flamenco, relativa a la Pasión de Cristo, que algunos han atribuido a Antonio de Contreras. A los lados hay
pequeñas estatuas, representando a Santiago y a San Andrés. Por lo visto, se trataba de los santos preferidos por esa familia.
Bajo ella, hay una lápida escrita y grabada en la pared con letras góticas, que dice lo siguiente: “Aquí yace Martín Vázquez de Arce, caballero de la Orden de Santiago, que mataron los moros, socorriendo al muy ilustre señor duque del Infantado, su señor, a cierta gente de Jaén, a la Acequia Gorda, en la vega de Granada. Cobró en la hora su cuerpo Fernando de Arce, su padre, y sepultolo en esta capilla año 1486. Este año tomaron la ciudad de Loja, las villas de Illora, Moclín y Montefrío por cercos en que padre e hijo se hallaron”.
En el sepulcro del doncel siempre ha llamado mucho la atención su postura recostada, que me recuerda mucho a los sepulcros etruscos. En sus manos sostiene un libro, que parece estar leyendo. Sobre esto, hay muchas teorías. Unos dicen que era una persona muy culta, otros dicen justamente lo contrario y hasta hay quien afirma que se trata de un libro religioso.


En el sepulcro del doncel siempre ha llamado mucho la atención su postura recostada, que me recuerda mucho a los sepulcros etruscos. En sus manos sostiene un libro, que parece estar leyendo. Sobre esto, hay muchas teorías. Unos dicen que era una persona muy culta, otros dicen justamente lo contrario y hasta hay quien afirma que se trata de un libro religioso.


Yo pienso que, en aquella época, lo normal era representar a los fallecidos con las características que adornaron su personalidad. Así que es posible que el Doncel fuera un gran lector y aprovechara cada momento de ocio para leer un libro.

La escultura representa a la figura del fallecido, llevando un bonete en la cabeza, sobre el pelo que le llega hasta los hombros y vistiendo una esclavina con la cruz de la Orden de
Santiago, popularmente, conocida como “el cangrejo”.
Santiago, popularmente, conocida como “el cangrejo”.

Tiene las piernas estiradas y cruzadas, en un rasgo de gran realismo. A sus pies, se pueden ver las figuras de un paje y un león, símbolos de la inmortalidad.
En la parte inferior del sepulcro se pueden ver, a ambos lados, unos motivos vegetales más propios del arte renacentista. En el centro aparecen las figuras de dos pajes, sujetando el escudo del difunto y, bajo ellos, tres pequeños leones que parecen sostener el peso de ese sepulcro.
Afortunadamente, aunque la Guerra Civil afectó mucho a Sigüenza y, sobre todo, a su catedral, pues en su interior se refugiaron milicianos republicanos, que hicieron frente a las tropas nacionales, esto no afectó a la capilla del Doncel. Aunque sí afectó a otras. Incluso, al altar mayor.

Esto no es de extrañar, porque, en aquella época, el arzobispo de Toledo, también procedía del país vecino y se trajo a muchos monjes de la Orden cluniacense, a fin de restaurar la Iglesia católica en los territorios reconquistados.
De hecho, éste fue el primer obispo de Sigüenza, pues se ocupó de reconquistar dicha localidad y, más tarde, fue nombrado señor de la misma por el rey Alfonso VII de Castilla.
Parece ser que no tuvo una vida muy tranquila, pues al estar en una zona fronteriza con los reinos musulmanes, tuvo que luchar, frecuentemente, contra estos.
Precisamente, murió en 1152, cuando los combatía en otra localidad cercana a Sigüenza.
Espero que os haya gustado y que no os haya resultado demasiado pesado, aunque reconozco que me ha quedado un poco largo.
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