
Quizás, algunos me dirán que
vinieron como enemigos de España, pero, ante eso, he de argumentar que ellos seguramente
no vinieron por su gusto. Además, eran seres humanos iguales que nosotros.
Seguro que a todos nos habrán
enseñado en la escuela que, en 1808, tuvo lugar una batalla en Bailén (Jaén)
entre las tropas de Napoleón Bonaparte y las españolas, comandadas por el
general Castaños.

Precisamente, en esa batalla combatió en las filas de la Caballería española el que luego fuera uno de los libertadores de Sudamérica, el futuro general José de San Martín. Su actuación en ese combate le valió su ascenso a teniente coronel del Ejército español.
Contra todo pronóstico, el
20/07/1808, las tropas españolas vencieron a las francesas. Hay un cuadro de
Casado del Alisal, que retrata el momento de la rendición. En él podemos ver al
general Castaños, con su habitual uniforme blanco, que saluda a su huraño oponente
quitándose su sombrero bicornio.

Como era normal en esa época, se
hizo un pacto entre los contendientes por el que los vencidos no volverían a
tomar las armas contra España. Algo que, hoy en día, nos parecería algo
ridículo. Sin embargo, era muy habitual en esa época.
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Volviendo al tema de hoy, el primer
obstáculo fue que no se encontraron los suficientes barcos para devolver a esos
prisioneros a Francia. Los únicos que podrían llevar a cabo esa misión eran los
británicos, pero ellos no estaban por la labor, ya que no se fiaban de que esos
soldados cumplieran su promesa.
De esa manera, sólo los generales
y los jefes del Estado Mayor pudieron volver con sus equipajes a Francia,
mientras que los oficiales y sus soldados permanecieron en España.

Por eso mismo, cuando el general
Dupont llegó al Puerto de Santa María, se encontró con que la gente se amotinó
y le quitó su famoso “equipaje”.
Lógicamente, éste se hallaba
compuesto por todo lo que había saqueado en sus correrías por España. O sea,
dinero, obras de arte, objetos de culto, etc.
Por lo visto, este general
francés se puso un poco chulo y exigió que le devolvieran su equipaje a lo que
el capitán general de Andalucía le respondió: “Deponga VE. Semejantes ilusiones
y conténtese con que la Nación española, por su noble carácter, se abstendrá de
hacer, como dexo dicho, el vil oficio de verdugo”.

El resto de esas tropas pasó a
ser custodiada en los llamados pontones. Se trataba de una serie de barcos dados
de baja para la navegación, a los que se les habían quitado los palos donde
iban las velas y se hallaban fondeados en la Bahía de Cádiz.
Posteriormente, las autoridades
españolas, decidieron trasladar a los prisioneros al islote de la Cabrera, en
las Islas Baleares.

Por lo visto, en un principio,
pensaron que estarían allí muy poco tiempo, pues sólo les dieron suministros
para 3 días.

Parece ser que las autoridades
españolas nunca respetaron el pacto para entregar ropa y otros suministros a
los prisioneros. Así que, ya cuando llegaron a esa isla, muchos de ellos iban
descalzos y con los uniformes destrozados.

En su desesperación, unos intentan
cultivar huertos, pero no tienen apenas éxito. Otros intentan recoger mariscos
o huevos de aves marinas en la playa. Incluso, los que hay que mueren, por comer
plantas venenosas.
Por lo visto, para no llamar la
atención de los curiosos, las autoridades de Baleares corrieron la voz de que
esa gente se hallaba allí en cuarentena a causa de una enfermedad muy
contagiosa. Posteriormente, esa malnutrición dio lugar a ciertas enfermedades
como el escorbuto y la sarna, que antes no habían padecido.

En esa situación de precariedad,
llegó a establecerse un mercadillo, donde un ratón llegaba a cotizarse a cambio
de 5 habas. En cambio, una rata ya podía ser una especie de caza mayor y se
pagaban 25 habas por cada una de ellas.

También hubo otros cuyas dotes
para los trabajos manuales les llevaron a realizar botones con los huesos de
los cadáveres de sus compañeros, labores con algodón y cestos de mimbre. Todo
eso era comprado por los comerciantes mallorquines y vendido, sacando un buen beneficio
en la península.

Incluso, se atrevieron a realizar
funciones de teatro, memorizando obras de Molière y hasta consiguieron
representar diversas óperas.
Es más, llegaron a darse unas
situaciones muy curiosas. Dado que alguno s militares solían

Lógicamente, esto provocó el
escándalo de un cura español, que había sido enviado por las autoridades españolas
a esa isla.
Por otra parte, organizaron su
convivencia, basándola en la costumbre a falta de otras normas legales. Al que
pillaban robado, la primera vez, le cortaban las orejas. A la segunda, era
ejecutado y tirado al mar.
No obstante, también es cierto que algunos consiguieron asaltar las naves de aprovisionamiento y escapar por mar.

No obstante, se dieron algunos
casos de canibalismo. Se conoce el caso de un prisionero de origen polaco, que
declaró haber matado a varios de sus compañeros, para luego comérselos, ya que
no llegaban regularmente los suministros prometidos.
También habría que recordar que,
durante y tras la Guerra de la Independencia, España pasó por una situación de
hambruna brutal, que dio lugar a epidemias y a una enorme mortandad. Todo ello,
agravado, en 1816, por el llamado “Año sin verano”.
No hará falta decir que esta
situación fue aprovechada por comerciantes mallorquines. Hombres sin
escrúpulos, que sólo pensaban en el enriquecimiento personal sin pararse a
pensar que estaban tratando con personas, que vivían en condiciones infrahumanas.


Por fin, tras el tratado de
Valençay, firmado en diciembre de 1813, que permitió el regreso de Fernando
VII, los prisioneros empezaron a atisbar una cierta salida para su comprometida
situación.
Posteriormente, en mayo de 1814,
se permitió que dos goletas francesas se acercaran hasta el islote de la Cabrera
para embarcar a los supervivientes y llevárselos de vuelta a su país.

Por supuesto, a estos prisioneros
no les importó que esas naves francesas llevaran el nuevo pabellón de Luis
XVIII y no la misma bandera tricolor que es la que tiene actualmente Francia.
Por lo visto, unos años después, muy
pocos de estos supervivientes quedaban vivos. Las privaciones y las
enfermedades sufridas durante esos 5 años pasaron factura y a muchos de ellos
les llevó a una temprana muerte. Incluso, se menciona que algunos fueron tratados a su regreso como si fueran espías españoles.
Hoy en día, este episodio es,
prácticamente, desconocido en España. Sin embargo, parece ser que, durante
varias décadas, las madres francesas, amenazaban a sus hijos, cuando se
portaban mal, con enviarlos a Cabrera.
En 2009, hubo un acto de homenaje, durante el cual, se reunieron en esa isla tropas de los dos países, acompañados de las autoridades de ambos Estados.
Ya sé que no es una historia muy
navideña, pero me apetecía contarla. Espero que os haya gustado.
TODAS LAS ILUSTRACIONES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES
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