
Juana de Arco a la que también se
conoce como “la doncella de Orleans”, nació, aproximadamente, en 1412, en un
pequeño pueblo de la zona de los Vosgos, llamado Domrémy. Ahora, han cambiado
su nombre por Domrémy-La Pucelle. Es decir, la doncella.
Esa localidad está
situada en la tantas veces disputada región de la Lorena, que, por entonces, no
pertenecía a Francia.
Su padre, Jacques Darc, era un
campesino, que poseía varias parcelas y también hacia las veces de alguacil en
su pueblo. Así que se podría decir que su familia no fuera pobre, pero sí
modesta.
En cuanto a su madre, la mayoría
de los autores dicen que se llamaba Isabelle Romée. Aunque otros dicen que ese
pudo ser un apodo, por haber peregrinado alguno de sus familiares a Roma. Por
ello, dicen que, posiblemente, se llamaba Isabelle de Vouthon.

En 1337 se inició una de las
guerras más largas de la Historia. Me refiero a la llamada Guerra de los Cien
Años, que duró, realmente, 115 años.
Por entonces, el reino de Francia
no abarcaba el territorio actual de ese país, sino sólo la zona norte. El sur y
buena parte del oeste eran territorios feudales de los reyes de Inglaterra,
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Así que, entre que el rey Felipe
VI de Francia, se había empeñado en apoderarse de esos territorios, y el rey
Eduardo III de Inglaterra pensaba que tenía más derechos que el monarca francés
a la corona de Francia, se inició esta feroz guerra.
En medio de este conflicto, tuvo
lugar otra guerra civil entre los seguidores de la Casa de Borgoña y los de la
Casa de Orleans, pues ambos afirmaban tener el mismo derecho al trono de
Francia.
Como los ingleses siempre habían
tenido problemas con los reyes de Francia, optaron por aliarse con los de
Borgoña.
Así que, en 1422, Francia, llegó
a tener dos reyes. Uno era Enrique II, que también era rey de Inglaterra y
tenía el apoyo de los borgoñones y otro Carlos VII, con el apoyo de los
Orleans.
Sin embargo, al propio Carlos
VII, le traicionó su propia madre, al declarar que era bastardo, para así dejar
el camino libre al rey inglés.

Parece ser que cuando Juana sólo
tenía unos 12 años, estando en la iglesia de su pueblo, empezó a oír unas
voces, las cuales le decían que tenía que ir a Francia para echar de allí a los
ingleses. Ella identificó esas voces como las del Arcángel San Miguel, por aquella época, muy venerado en ese país.
También las de Santa Margarita de
Antioquía y Santa Catalina de Alejandría.
Es posible que eligiera a esos
santos, porque sus imágenes se hallaran en esa iglesia y alguien le dijera
quiénes eran, pues ella era completamente analfabeta, aunque, al final de su
vida, aprendió a leer y a escribir.
Por lo visto, Domrémy, fue invadida en dos ocasiones, en 1428 y al año siguiente, por parte de las tropas
borgoñonas, los cuales atacaron a su familia e hicieron que la gente huyera
despavorida a otras localidades de los alrededores.

Éste la recibió, pero no la hizo caso. Así que regresó muy defraudada a
su pueblo.

Durante ese viaje, hicieron
escala en un pequeño pueblo, cuya iglesia estaba dedicada a Santa Catalina.
Parece ser que pidió que le entregaran una antigua espada, que se hallaba
oculta, enterrada tras el altar. Esa fue la espada que utilizó en todas sus
expediciones militares.
Parece ser que el rey no acababa
de creerse lo que decía esta chica. Así que, antes de recibirla, se vistió de
criado, poniendo a un noble en su trono, y luego la hizo pasar ante su corte.


Así que éste, tras consultar con
sus asesores, decidió ponerla a prueba, cediéndole unos 5.000 hombres de su
ejército. Con ellos, Juana, se dirigió a la estratégica ciudad de Orleans, que
se hallaba sitiada por los ingleses, tal y como le habían ordenado esas voces,
y cuyo sitio levantó con una facilidad asombrosa. Algo en lo que acababan de
fracasar Carlos VII y sus tropas.

Lógicamente, tras conquistar la
importante ciudad de Orleans, fueron cayendo otras menos importantes, que se
situaban a su alrededor.
De esa manera, Carlos VII,
consiguió ser coronado solemnemente, el 17/07/1429, en la catedral de Reims,
donde siempre habían sido coronados todos los reyes de Francia.
Dado que la vida de los
cortesanos consiste en estar en la corte a fin de atraerse los favores del rey, para
no tener que trabajar, esta joven llegó a preocuparles, porque ya acaparaba
toda la atención del rey, pues a ella le debía su corona.

Parece ser que esto es lo que le
había aconsejado otra mujer llamada Katherine de la Rochelle, que se había
presentado en la corte de la misma forma que Juana, sin embargo, era partidaria
de dejar la lucha armada y tomar la vía diplomática para acabar cuanto antes
con la guerra.
De esa forma, Juana, fue
capturada por los borgoñones, los cuales pidieron por ella un rescate, que
Carlos VII se negó a pagar.
Sin embargo, los ingleses, sí que
pagaron el rescate y la llevaron ante uno de sus partidarios, Pedro Cauchon,
obispo de Beauvais, para que la procesara por herejía.
Parece ser que Juana no se vio
sorprendida por su arresto, ya que las famosas voces ya le habían advertido que
sería detenida antes de su santo, el 24 de junio.

Por supuesto, ese juicio era una
mera formalidad, porque la sentencia ya estaba decidida, desde el principio.
Así que no escucharon a los que se presentaron ante ese tribunal para
defenderla.
Tal y como tenían previsto, la
sentenciaron a muerte y no permitieron que pudiera apelar ante el Papa.
El 30/05/1431, con sólo 19 años,
fue llevada a la hoguera, donde fue quemada viva delante de unas 10.000
personas. Concretamente, en la plaza del Mercado viejo de Ruán.

Curiosamente, aunque Juana
siempre llevaba desenfundada su espada y en la otra mano enarbolaba un
estandarte blanco con los nombres de Jesús y María y a un lado una figura de Dios con un ángel de rodillas a cada lado, nunca participaba en los
combates, aunque sí diseñaba la estrategia a utilizar por sus tropas.
Sin embargo, se sabe que fue
herida en dos ocasiones. En una de ellas, durante el sitio de Orleans, se obró
un milagro, pues le clavaron una flecha, que entró por el cuello y le llegó a
penetrar en el hombro.
Parece ser que sangró
abundantemente, no obstante, en pocos minutos se incorporó a la dirección de la
batalla, como si no hubiera pasado nada, y siguió dando ánimos a los soldados
franceses. Lo cual maravilló a todos los presentes.
No obstante, también se dice que
se enfadaba cuando veía que el campamento militar se había llenado de
prostitutas. Así que, en más de una ocasión, desenvainó su espada contra ellas,
para echarlas de allí.

Curiosamente, durante su proceso,
un sacerdote, que hablaba francés con un marcado acento extranjero, le preguntó
en qué idioma le hablaban esas voces. Ella le contestó que lo hacían en un
francés
mucho mejor que el que hablaba él.
Casualmente, Gilles de Rais, que
llegó a ser mariscal con sólo 25 años, le acompañó en todas sus campañas,
convirtiéndose en su mayor admirador. No se sabe si la ejecución de Juana le
hizo perder la razón. Lo cierto es que, a partir de entonces, se dedicó a
secuestrar y matar a muchos de los niños que vivían alrededor de su castillo.
Perrault se inspiró en su historia para escribir su cuento “Barba Azul”.

Unos 25 años después de la muerte
de Juana de Arco, su familia y amigos, solicitaron que se revisara su condena,
considerando que su juicio no había sido justo.
No fue hasta 1456, siendo el Papa
Calixto III, de origen español, el que ordenó la reapertura de ese proceso. De
esa manera, se consiguió declararla inocente de todos los cargos que se le
imputaban. Por el contrario, fueron condenados como herejes los jueces que
ordenaron su ejecución. Especialmente, el mencionado Cauchon, aunque había
muerto en 1442.
Realmente, el objetivo primordial de los ingleses, al juzgar a Juana de Arco, era desacreditarla y también a su gran valedor, el rey Carlos VII de Francia.
La idea era intentar demostrar que era una bruja y así declarar que Carlos VII era un usurpador al trono de Francia, ya que había recibido ayuda de las “diabólicas maquinaciones de una hereje”. Afortunadamente, no lo consiguieron.

El propio Jean Tressart, secretario del rey de Inglaterra exclamó, al ver cómo lanzaban las cenizas de Juana al Sena: “¿Qué hemos hecho” ¡Hemos quemado a una santa!”
Lo cierto es que la primera petición vino, por parte de varios obispos franceses, a finales del siglo XIX. Sin embargo, fue rechazada por el Papa Pío IX.
En cambio, su sucesor, León XIII, fue más receptivo y la admitió para que fuera estudiada por la comisión correspondiente


Parece ser que la sociedad francesa se dividió y empezó a poner en duda sus ideas religiosas católicas. De esa época, procede el famoso templo “expiatorio” del Sacre Coeur, que se encuentra en París.
Seguramente, las autoridades políticas y religiosas de Francia buscaron un nexo para unir a la sociedad alrededor de un personaje que fuera, a la vez, un héroe nacional y un líder religioso. De hecho, tras su canonización, Santa Juana de Arco, se convirtió en la patrona nacional de Francia.
Curiosamente, la misma Iglesia católica que ordenó que la quemaran en la hoguera, fue la misma que luego la declaró santa.
Paradójicamente, ella nunca fue francesa. En una de sus frases dijo lo siguiente: “Por amor de Dios he dejado yo mi patria y he venido a este país de Francia”. De hecho, hasta 1918, Alsacia y Lorena no volvieron a ser de Francia. Tras haberlas perdido en 1871, durante la Guerra Franco-Prusiana.
Para terminar, la festividad de Santa Juana de Arco se celebra el 30 de mayo. Precisamente, el mismo día en que fue ejecutada en la hoguera.
Todas las ilustraciones de este artículo proceden de www.google.es
.
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