
Sin embargo, para los que no lo
recuerden o les suene poco, les voy a comentar un breve repaso a su biografía.
Realmente, lo de Molière era un apodo.
Su verdadero nombre era Jean-Baptiste Poquelin.
Nació en París, en 1622, hijo de
un tapicero, que prestaba sus servicios en la corte. Su padre se llamaba Jean
Poquelin y su madre, Marie de Cresse, la cual murió cuando él sólo tenía 10
años.
Hizo sus estudios y luego
sustituyó a su padre en su puesto en la corte. Así que era una persona conocida
por la familia real.
En un principio, se asoció con una
compañía de teatro, pero no le fue muy bien y las deudas le llevaron a ser
encarcelado por una breve temporada.

Parece ser que, tras haber
actuado, en una ocasión, ante la corte, tuvo mucho éxito por su forma de
representar las comedias. Así que el monarca Luis XIII lo tomó bajo su
protección y le permitió trabajar y vivir en el Palacio Real.
En 1659, tuvo su primer gran
éxito, tras la representación de su obra “Las preciosas ridículas”. Sin embargo,
también se buscó muchos enemigos entre los que solían criticar su moralidad y
los miembros de otras compañías de teatro, que no habían sido beneficiadas por
el rey.
Unos años más tarde, escandalizó
mucho más a los moralistas con la representación de “Tartufo”.
La cosa llegó a
tal punto que el propio soberano tuvo que prohibir que se volviera a representar
en los siguientes cinco años.
Durante una representación de “El
enfermo imaginario”, se sintió mal y se puso a toser sin parar en medio del
escenario, expulsando sangre. Hay que decir que ya llevaba varios años
padeciendo tuberculosis.
Poco después, fue llevado a su
casa, situada en la calle Richelieu, y allí murió al día siguiente.
Por lo
visto, ningún médico, ni sacerdote se prestó para ir a su casa a atenderle.
Parece ser que entre los actores
españoles existe la superstición de que trae mala suerte representar una obra con
algún actor vestido de amarillo. Argumentan que de esa manera iba vestido
Molière cuando murió, en 1673.
Sin embargo, parece ser que sí es
cierto que, durante la representación, llevaba una especie de camisón amarillo.
No obstante, cuando lo llevaron a su casa, que fue donde murió, le pusieron una
especie de camisón de color verde, porque el amarillo estaba manchado de sangre.
Con esa ropa verde fue con la que le enterraron.

Sin embargo, para los actores británicos,
el color de la mala suerte es el azul, mientras que para los actores italianos es
el morado.
Como era de suponer, a la
jerarquía de la Iglesia católica de Francia, nunca les hizo mucha gracia la serie
de burlas que les dedicaba nuestro personaje en sus obras teatrales. Así que,
cuando llegó el momento del entierro, se negaron, rotundamente, a enterrarlo en
un cementerio católico. Todo ello, a pesar de las gestiones del propio monarca.
Lo único que consiguieron fue que
le hicieran un funeral nocturno y que fuera enterrado en el famoso cementerio
del Père Lachaise, pero en una de las sepulturas destinadas a los bebés que
habían muerto antes de haber sido bautizados. O sea, en una tumba no católica.

Cuando se casaron, él ya había
cumplido los 40 años, mientras que ella sólo tenía 17. Tuvieron 3 hijos, aunque
dos de ellos murieron antes de cumplir un año.
En 1680, el rey fusionó todas las
compañías que actuaban ante la corte, fundando la Comédie Française. También
les cedió un ala del Palacio Real, en París, para que realizarán sus
representaciones.

A muchos autores les llama la
atención que, al principio, su compañía, que era una de las más modestas de
Francia, fuera recibida por la corte en pleno y protegida, primero, por el
hermano del rey y luego por el propio monarca. No sé si tendría algo que ver
que Molière se criara cerca de la corte y seguro que ya conocía al rey, Luis
XIV, antes de que fuera coronado.

Su lema fue siempre querer “hacer
reír a la gente honrada”. Así que en sus obras era muy habitual que, aparte de
los anteriores, se metiera con los falsos sabios, los médicos presumidos e
ignorantes y los burgueses que se estaban enriqueciendo, pero que no tenían
apenas cultura.

Ciertamente, es llamativo, pues,
en aquella época, algunos que no habían ido tan allá como Molière, en las
críticas a los nobles o a la familia real, habían acabado con sus huesos en la
cárcel.
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La verdad es que la cara que
aparece en un conocido retrato de Molière, se parece bastante a la de Luis XIV.
Siguiendo esa línea misteriosa,
también hay que decir que, al igual que ocurre con Shakespeare, al que ya
dediqué otro de mis artículos, tampoco existe ningún retrato fidedigno de
Molière. Son todos posteriores y están pintados por gente que nunca conoció a
nuestro personaje.
Para mayor mosqueo, la propia
“Gazzette de France”, una especie de periódico de la época, donde solían
aparecer todos los escritores del momento, ni siquiera habla de él.
Para colmo, hasta ha habido gente
que ha llegado a pensar que se trataba del desconocido prisionero, conocido
como “La máscara de hierro”.
Sin embargo, hay otros autores
que tienen una teoría diferente. Ya en 1919, el escritor belga Pierre Louys,
especializado en Literatura erótica, afirmó que las obras de Molière habían
sido escritas por otro famoso escritor, Pierre Corneille. Alegó que era muy
similar la estructura de los versos en las obras de ambos.
Es posible que Louys lo hiciera
para ganar popularidad, porque no andaba muy sobrado de ella. Lo cierto es que
dio que pensar a mucha gente, por los argumentos que aportaba.
A partir de él, otros muchos
especialistas han opinado sobre este caso. Sin que se haya llegado a ninguna
conclusión.

Curiosamente, cuando Molière
empezó a tener éxito, Corneille, llevaba varios años sin publicar nada y, según
parece, estaba casi arruinado.
También dicen otros que es
posible que aceptara el encargo de escribir para otra persona, porque siempre
había sido un afamado autor de tragedias y no quería que le reconocieran
también como autor de comedias, porque se consideraba un género menor.
Lo cierto es que, mientras vivió
Molière, parece que mejoró su situación económica. Sin embargo, como murió 11
años después, tuvo que pedir una pensión al rey. Petición que fue aceptada por
el monarca.
Como todos sabemos, Corneille,
siempre fue un gran dramaturgo, pero es posible que, en los últimos años de su
vida, ese género ya estuviera un poco pasado de moda.

Parece ser que, para ello, se
basaron en estudiarlas mediante alg
oritmos informáticos y estadísticos. De esa
manera, vieron que los textos atribuidos a ambos autores estaban escritos con
una estructura muy parecida. Eso sólo ocurre con las obras de Molière
posteriores al mencionado año de 1659.
Incluso, en varias de las obras
de Molière, aparecen una serie de palabras propias del dialecto normando, que
era el que se utilizaba en Ruán, casualmente, donde había nacido y seguía
viviendo Corneille. También la misma ciudad donde quemaron a Juana de Arco.

También se sabe que Molière nunca
utilizó este seudónimo hasta 1658, año en que pasó nada menos que 6 meses en
Ruán, donde visitó muy frecuentemente a Corneille.
Lo cierto es que, a partir de la
publicación de estas obras, ha habido todo tipo de argumentos a favor y en
contra. Con lo cual, tampoco se ha llegado a ninguna conclusión. Como siempre
ocurre en estos casos. Precisamente, por eso es un enigma.
Como cabía de esperar, las
instituciones de un país tan nacionalista, como Francia y, concretamente, la
Universidad de la Sorbona y la Academia Francesa, han calificado como “absurdas”
las conclusiones a las que han llegado, en este tema, tanto Labbé como los demás
investigadores.
TODAS LAS IMÁGENES DE ESTE ARTÍCULO PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES
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