Siguiendo con el ciclo dedicado a
los reyes castellanos, que comencé con la figura de Alfonso X el Sabio, hoy me
voy a ocupar de otro de ellos.
En este caso, se puede aplicar
ese dicho de que detrás de un hombre importante siempre hay una gran mujer. Eso
es así, porque, como veréis, casi nadie se acuerda de este rey y, sin embargo,
a todos nos suena el nombre de su esposa. Posiblemente, más adelante, le
dedicaré un artículo exclusivamente a ella.
Nuestro personaje de hoy, Sancho
IV el Bravo, nació en 1258 en Valladolid.
Sus padres fueron Alfonso X y su
esposa, la reina Violante, la cual era hija del gran rey Jaime I el
Conquistador. Hay que reconocer que Sancho perteneció a una gran estirpe.
En un principio, Sancho, no iba a
heredar el trono, pues para eso estaba su hermano mayor, Fernando, llamado el
de la Cerda.
En 1275, cuando su hermano
Fernando se dirigía, con sus huestes, a enfrentarse contra los musulmanes, hizo
una parada en la actual Ciudad Real.
Ese lugar era el punto de cita, donde
habían acordado reunirse todas las fuerzas castellanas y leonesas para,
posteriormente, encaminarse hacia el territorio dominado por el enemigo.
De repente, Fernando, se sintió
mal y por alguna enfermedad, que sigue siendo desconocida al día de hoy, murió
súbitamente, con sólo 19 años y sin que los médicos pudieran hacer nada por él.
Así que Sancho, que sólo tenía 17
años, tomó el mando de esa expedición y
les propinó una contundente derrota a los musulmanes. Esto le dio una enorme
popularidad. Sobre todo, de cara a los nobles.
En esta misma operación, también
utilizó a la flota castellana y se dice que los convoyes musulmanes, que
estaban navegando por el Estrecho para traer refuerzos, al verla, se dieron,
inmediatamente, la vuelta hacia los
puertos de donde habían partido.
Aunque, a primera vista, se
podría pensar que esta victoria llenaría de júbilo a Alfonso X, la cosa no fue
así. Este acontecimiento fue el comienzo de las malas relaciones entre el rey y
su hijo. Todo ello se basaba en una diferente interpretación de la Ley.
Por una parte, el Derecho que siempre
había estado vigente en Castilla, indicaba que, a la muerte del heredero, los
derechos pasarían al siguiente hijo varón.
Sin embargo, en el nuevo Código
de las Siete Partidas, que acababa de promulgar Alfonso X y que se basaba en el
Derecho Romano, la sucesión debería recaer en el primogénito de los dos hijos
de Fernando.
Así, Alfonso X, se encontró
atacado a la vez por dos “frentes”. Por una parte, vería que Sancho podría ser
un buen heredero y se lo había ganado a pulso en sus luchas contra los
musulmanes.
Por otro lado, Fernando había
estado casado con Blanca, hija de San Luis IX, rey de Francia. Su sucesor,
el rey francés Felipe III, que era tío de esos dos jóvenes, le presionó para que nombrara
sucesor al mayor de ellos.
De todas formas, parece ser que las
relaciones entre Fernando y Sancho no deberían de ser muy buenas, pues, cuando
fue elegido heredero, nombró caballeros a sus otros hermanos, menos a Sancho,
que se negó a ser nombrado por Fernando.
Me da la impresión de que su padre
veía justo que le sucediera Sancho. Sin embargo, para aplacar estas presiones,
intentó crear un reino en Jaén, al objeto de cedérselo al hijo mayor de
Fernando. Evidentemente, esto no fue del agrado de Sancho y ahí comenzó el
enfrentamiento entre ambos.
La mayoría de los nobles a los que
nunca les había gustado la forma de reinar de Alfonso, como ya mencioné en otro
de mis artículos, se alinearon en el bando de Sancho. Así que al rey sólo le
quedaron tres ciudades: Murcia, Badajoz y Sevilla. En esta última murió en
1284.
A la muerte de Alfonso X, su
hijo, Sancho, que se hallaba en Ávila, fue a Toledo, para ser proclamado nuevo
rey.
Tras este acto, se dio por concluida
la guerra civil. No obstante, todavía le
quedaban algunos que se le opusieron. Uno de ellos fue su propio hermano Juan, que solicitaba
que se cumpliera la voluntad de su padre, el cual le dejaba, en su testamento,
las ciudades de Sevilla y Badajoz. Obviamente, Sancho no hizo ningún caso a
esta petición.
También tuvo la oposición de los
infantes de la Cerda, ahora protegidos por el rey Alfonso III de Aragón, el
cual, en 1288, nada menos que proclamó, en Jaca, a Fernando, el mayor de los infantes,
como nuevo rey de Castilla y León.
Se puede decir que la forma de
gobierno de Sancho siempre fue muy expeditiva. Incluso, algunos de sus
biógrafos dicen que no estaba en su sano juicio.
Por una parte, detuvo a su
hermano Juan, que se había aliado con Lope Díaz III de Haro. Al primero lo
encarceló, mientras que al segundo lo mandó ejecutar.
Aparte de ello, ordenó una gran
represión en las ciudades que habían apoyado a su padre. Esto produjo varios
millares de muertos.
De todas formas, creo que debo
parar un momento, para aclarar lo ocurrido con Lope Díaz III de Haro. Este
noble estaba casado con una hermana de María de Molina. Así que el rey lo
nombró para ejercer la privanza en la Corte. Una especie de valido.
Parece ser que Lope acumuló un
poder inmenso, pues era una persona con una gran ambición. Incluso, intentó
enemistar a los reyes para que Sancho IV se divorciara y se casara con una de
sus sobrinas.
Para mayor escándalo, arrendó el
cobro de los impuestos del reino a un tipo que era judío y catalán. Incluso, le
permitió acuñar monedas de oro y eso no le gustó a nadie.
También las relaciones con
Francia fueron objeto de muchas discusiones entre el rey, el infante Juan y
Lope. Parece ser que ellos no querían firmar un tratado con Francia, porque así
volverían los miembros de la importante familia Lara y les quitarían su puesto en
la Corte.
No obstante, el rey, siguiendo el
consejo de su esposa, se dispuso a firmar un tratado con Francia. Eso no les gustó
nada a los otros dos y empezaron a montar una revuelta contra el monarca.
Por fin, el rey, les citó a ambos
en una ciudad para discutir este importante tema. Allí, les expuso sus razones
y, ante la enérgica oposición de los otros dos, mandó que los prendieran.
En ese momento, Lope, sacó su
puñal y se lanzó contra Sancho. Uno de los guardias reales lo vio y con un
golpe de su espada, le cortó de un tajo la mano donde portaba el puñal. Inmediatamente,
fue apresado y el propio monarca, que estaba encolerizado, lo atravesó con su espada, muriendo
instantáneamente.
Luego, se volvió hacia uno de los
caballeros que acompañaban a Lope y le acusó de haber asolado un territorio
real. A éste también lo mató con su espada.
No llegó a matar a su hermano
Juan, porque, en ese momento, entró María y le contuvo en su furia. Algo
bastante complicado, porque el monarca medía unos 2 metros. Este dato se
comprobó al abrir su sepultura.
Unos años antes de haber sido
proclamado rey, nuestro personaje, se
había casado con una mujer que ha pasado a la Historia con el nombre de María
de Molina.
Entre ellos existía un claro
parentesco, pues su padre era hermano de Fernando III el Santo, o sea, que también
era tío abuelo de Sancho. Por ello, concretamente, María, era tía de Sancho.
Este hecho, encendió las alarmas
en Roma y, por ello, el Papa, negó continuamente la validez de ese matrimonio a
pesar de los ruegos de ambos contrayentes. Hasta el mismo Alfonso X se opuso al mismo. También era urgente que fuera
legitimado este matrimonio, porque, en 1285, tuvieron a su primer hijo varón,
Fernando.
Posteriormente, en 1301, María llegaría a
verlo reconocido, previo pago de una bula pontificia, a pesar de que Sancho había muerto varios años antes.
En 1291, la muerte de Alfonso III
de Aragón hizo que su sucesor, Jaime II, cambiara totalmente la política de su
reino hacia Castilla. Por ese motivo, ambos monarcas firmaron el tratado de
Monteagudo. Mediante el cual, Aragón, apoyaría con su Armada a Castilla en la
conquista de Tarifa y, además, Jaime II se casaría con una hija de Sancho IV.
Este acuerdo también dio lugar a
que Aragón dejara de proteger, como había hecho hasta entonces, a los infantes de la Cerda.
Desgraciadamente, esa boda entre
el rey de Aragón e Isabel, hija de Sancho IV, nunca fue aprobada por el Papa
Nicolás IV. Así que, como nunca fue consumada, porque, en esa fecha, la novia
sólo tenía 8 años, tras la muerte de Sancho IV, esa boda fue anulada y
la niña volvió con sus padres a Castilla. Posteriormente, se casó con Juan III
duque de Bretaña.
Sancho quiso ser magnánimo con su
hermano Juan y lo puso en libertad. Sin embargo, éste hizo un trato con los
moros, por el que los benimerines volvieron a invadir algunos territorios castellanos.
Parece ser que también les había llamado el rey moro de Granada.
No hay que olvidar que Juan
estaba casado con una hija de Lope Díaz de Haro, antiguo privado y luego
enemigo de Sancho.
Así, en 1294, se dio el célebre
episodio de Guzmán el Bueno, que impidió la rendición de Tarifa. Lo narraré
brevemente, para el que no conozca este hecho. En su avance, los moros habían capturado al hijo de Guzmán,
señor feudal de esa ciudad, y le dijeron
que, si no
rendía la fortaleza, matarían a su hijo. Él no aceptó el chantaje y,
negándose a rendir esa plaza, lanzó, desde las almenas, su propio cuchillo a
los moros, para que dieran muerte a su hijo y, según parece, eso fue lo que
hicieron.
De esa manera, fracasaron, porque
Guzmán pudo aguantar el asedio hasta que llegó la escuadra castellana, y tuvieron
que volver a sus bases en el norte de África. Previamente, tuvieron que firmar
el acuerdo de Peñacerrada, por el que tuvieron que pagar indemnizaciones por los
daños cometidos en la península.
A partir de ahí, los reyes
cristianos tuvieron muy bien vigilado el Estrecho, pues era el camino idóneo
por el que los musulmanes recibían
rápidamente refuerzos, procedentes del norte de África.
En su obsesión porque el Papa
reconociera su matrimonio, envió al abad Gómez García a hablar con el rey de
Francia a fin de influir sobre el Pontífice, que tenía buenas relaciones con el
monarca francés, porque eran de la misma nacionalidad, y también para que dejara de apoyar a los infantes de la
Cerda.
Parece ser que el famoso rey
francés Felipe IV el Hermoso no atendió a esa solicitud, sino que le hizo una contrapropuesta al
abad. Esta consistía en que Sancho debería divorciarse de
María y casarse con una de las hermanas de ese monarca. Así que el abad no
consiguió nada positivo y se volvió a Castilla. Sin embargo, no quiso
comentarle la contrapropuesta del rey francés a Sancho.
Se cuenta que Sancho se enteró
por otra persona de la respuesta del rey francés. Así que montó en cólera, como
era habitual en él, y ordenó al arzobispo
de Toledo que prendiera al abad, lo juzgara, por malversación de caudales
públicos, y lo encerrara de por vida.
Parece ser que también se
mosqueó, cuando se enteró de que el rey francés le había insinuado al abad,
que, si conseguía que Sancho se casara con una de sus hermanas, él influiría en
el Papa para que fuera nombrado arzobispo de Santiago de Compostela. Evidentemente,
esto tampoco se lo había contado el abad al rey Sancho.Una de las ilusiones del monarca hubiera sido llegar a dominar la difícil plaza de Algeciras. Sin embargo, la tuberculosis que llevaba tiempo padeciendo, lo estaba matando poco a poco y nunca pudo conseguir ese objetivo.
Así que, como ya se encontraba
muy enfermo, se hizo llevar, tumbado en una camilla desde Alcalá de Henares
hasta Toledo.
Antes de morir, dictó testamento.
En él, encomendaba la regencia del reino a su esposa, María de Molina, y hacía
jurar a Juan Núñez de Lara que se haría cargo del heredero, Fernando, que por entonces sólo
tenía 9 años, “hasta que le saliera barba”.
En abril de 1295, murió este
monarca, con sólo 37 años. Siendo enterrado en la catedral de Toledo.
Ya nos habías dejado con esta inquietud después de Alfonso X, era esperado este articulo. Gracias
ResponderEliminarNo te preocupes, porque tengo muchos más artículos pendientes de publicación.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y saludos.
Este es un claro ejemplo que por encima de la ley (ley de la primogenitura para la sucesión) se impone la voluntad (la ley del mas capaz). Bueno, con ciertas ayudas.
ResponderEliminarLa verdad es que a mi eso de que un chico tan joven se pudiera morir tan de repente, como lo hizo el infante Fernando de la Cerda, es algo que me huele muy raro. No sé si su ambicioso hermano, Sancho, tendría algo que ver en este asunto.
EliminarLa verdad es que sus hijos eran los herederos, según la costumbre de la monarquía castellana, porque Alfonso X, a pesar de haber ordenado que se compilaran las Partidas, nunca las promulgó. Sólo estuvieron vigentes a partir de Alfonso XI.
Muchas gracias por tu comentario y saludos.