Como ya comenté anteriormente,
tenía pensado hacer varios artículos sobre la decadencia de la monarquía castellana
y el ascenso de los nobles de ese reino al poder. Así que, supongo, más de uno
estaría esperando que ahora le tocara el turno a este monarca.
Nuestro personaje de hoy fue
llamado Alfonso XI. Nació en 1311 y también tuvo un reinado muy poco tranquilo.
Al igual que les ocurrió a sus inmediatos
antecesores en el trono.
Como ya mencioné en mi anterior
artículo, su padre, Fernando IV, murió muy joven y él sólo tenía 1 año, cuando
se produjo ese fallecimiento.
Su tío, el infante Pedro, no
perdió el tiempo y, en Jaén, en el mismo sitio donde había donde había muerto
su padre, le proclamó rey.
Algún tiempo después, se
empezaron a ver las luchas por el poder. Todos querían ser regentes del rey.
Supongo que para poder robar impunemente, que es lo que mejor sabían hacer.
Otra vez, comenzaba esa disputa.
Se repetían los mismos nombres de los nobles. Tenemos a los infantes Pedro y
Juan, el infante Felipe, don Juan Manuel y Juan Núñez de Lara.
La cosa llegó hasta el punto de
entrar en Ávila, donde se hallaba el pequeño rey, pues se hallaba custodiado en
la iglesia de San Salvador, y querer llevárselo secuestrado. Algo que impidió
el obispo de esa ciudad, encerrándose con el chico en su catedral.
Así que, como siempre, doña María
de Molina, que empieza a ser para muchos de nosotros como de la familia, tuvo
que poner orden y alejar a esta gente de la ciudad.
En 1313, en Palencia, se llegó a
un acuerdo para crear un grupo, que lo formarían los tutores del pequeño. En el
mismo estaban su madre, la reina Constanza; su abuela, María de Molina; el
infante Juan, hermano de Sancho IV y, por fin, el infante Pedro, hermano de
Fernando IV.
Realmente, las luchas por el poder
se concentraban en dos bandos. En uno estaba el infante Pedro y en el otro, el infante Juan.
Por supuesto, cada uno estaba compuesto por miles de seguidores.
Como ya veremos, este acuerdo no
tuvo mucho futuro. Para empezar, Constanza, su propia madre, también murió muy
joven, pocos meses después y con sólo 23 años.
Entre los tutores, se formaron
dos bandos. En uno de ellos estaban María de Molina y su hijo Pedro, que serían
los tutores del rey, pero sólo en los territorios que les obedecían. Mientras
que el infante Juan sería el tutor del niño en sus territorios. Esto fue lo
acordado en las cortes celebradas, ese mismo año, en Palencia.
En 1314, tras el fallecimiento de
la reina Constanza, se celebró una reunión en Palazuelos, en la que se acordó
la entrega del niño en custodia a su abuela, María de Molina. Posteriormente,
ambos fueron a residir a Toro (Zamora).
Más o menos, la situación había
quedado controlada y así estuvo hasta que en 1319 sucedió un hecho inesperado.
El infante Pedro estaba
guerreando, como todos los años, en territorio del reino de Granada. En aquella
época, las guerras solían hacerse sólo en primavera y verano, porque el resto
del año hacía demasiado frío y los caminos estaban llenos de barro. Imposibles
para hacer avanzar a los carros.
Otra de las cosas que solían
hacer, tanto los cristianos como los musulmanes, era algo que estos últimos llamaban aceifas. Consistía en esperar a que
los campos dieran sus frutos para desplazarse hasta el territorio enemigo y
robárselos, aparte de quemarles las cosechas que no pudieran llevarse consigo. Eso
lo solían hacer casi todos los años.
Así que, esta vez, al infante
Pedro, se le unió su tío el infante Juan, llamado el de Tarifa. Es curioso que
este último se apuntara a luchar contra los moros, porque siempre se había
llevado muy bien con ellos.
No obstante, parece ser que se
rumoreaba que el infante Pedro pretendía conquistar él solo Granada y, evidentemente,
su tío, no podía permitir que esa gloria se la llevara solamente su sobrino.
Lo cierto es que el infante Juan,
con sus tropas, se unió a las fuerzas de Pedro, aunque atacaron por dos sitios
diferentes.
Como era de esperar, saquearon y
mataron a todo el que les dio la gana y, cuando ya iban con un botín más que
suficiente, el infante Juan, recomendó retirarse.
Sin embargo, el ejército granadino,
que les estaba buscando, al enterarse de que se retiraban, atacó la retaguardia
de las tropas cristianas y les causó muchas bajas.
El infante Pedro, que iba a la
vanguardia de las tropas, intentó que sus hombres se dieran la vuelta para
ayudar a las tropas de su tío, pero no lo consiguió. En la confusión del
momento, el infante cayó herido y murió, posteriormente.
Su tío, al conocer la noticia,
parece ser que le dio una especie de ataque, que le dejó paralizado. Siendo
evacuado a lomos de un burro.
No obstante, el desastre fue tan
grande que, en la oscuridad de la noche, perdieron el cuerpo del infante Juan,
que también murió y, unos días más tarde,
tuvieron que pedir la colaboración de los moros, para que lo buscaran y
se lo entregaran.
Evidentemente, tras este
desgraciado suceso, volvieron las luchas de poder, para cubrir las plazas
vacantes como tutores del rey.
Esta vez, los principales
candidatos fueron el infante Felipe, tío del niño; Juan el tuerto, hijo del
infante Juan el de Tarifa, y el famoso escritor don Juan Manuel.
En 1321, se convocaron unas
nuevas cortes en Palencia, donde, entre otras cosas, se iban a decidir los nombres de los nuevos
tutores.
Lamentablemente, María de Molina,
que era la que había convocado estas cortes, y ya era muy anciana, murió
durante el camino y esa reunión no pudo celebrarse.
La situación, cada vez, se
tornaba más violenta. Se vivía en una anarquía constante. Cada señor feudal
hacía la guerra por su cuenta. El pueblo, absolutamente empobrecido, se
dedicaba a mendigar o a robar.
Incluso, muchos de ellos, hartos
ya de esa situación, emigraron a Portugal y a Aragón. Esto empobreció aún más
al reino.
Para intentar acabar con esta
situación, en 1325, cuando el niño cumplió 14 años, se convocaron Cortes en
Valladolid, las cuales le declararon mayor de edad.
Alfonso XI nombró como consejeros
a Garcilaso de la Vega (no se trata del célebre escritor) y a Alvar Núñez de Osorio, que se convirtieron en sus
validos.
En el nuevo reparto no les había
tocado nada a don Juan el tuerto y don Juan Manuel, así que, como de costumbre,
se reunieron para confabular contra el nuevo monarca. Seguramente, para sellar
mejor esta alianza, don Juan Manuel, le otorgó a don Juan la mano de su hija
Constanza.
Esta vez, los consejeros del rey,
adivinaron la jugada y le pidieron a don Juan Manuel la mano de Constanza para
el soberano.
Como estos tipos no tenían moral
de ningún tipo, aunque el padre ya había otorgado la mano de su hija a don Juan
el tuerto, inmediatamente, cambió de opinión y se la dio al rey. Lógicamente,
el rey premió a don Juan Manuel con unos cuantos terrenos.
Juan el tuerto tampoco había
perdido el tiempo. Se entrevistó con Alfonso IV de Aragón y éste le cedió la
mano de su nieta, Blanca, hija del futuro Pedro IV el ceremonioso. Así que su
poder fue en aumento.
No obstante, don Juan el tuerto,
viendo que el nuevo rey había ordenado ejecutar a todos los salteadores de
caminos y demás gente que ejerciera la violencia en su reino, intentó pasarse a
su bando. Sin embargo, don Juan Manuel, le advirtió a su yerno de que estaba
tramando algo contra él.
Así que, en 1326, se reunieron el
monarca y don Juan el tuerto en la ciudad de Toro. Tras esa entrevista, el rey,
ordenó que dieran muerte a don Juan y a los caballeros que le acompañaban.
También ordenó que la mayoría de las propiedades del asesinado pasaran a su
consejero Núñez Osorio.
También, Alfonso XI, para dar una
muestra de su talante, dio orden de atacar el castillo de la localidad
vallisoletana de Valdenebro, el cual se sabía que estaba habitado por bandidos.
Una vez tomado, ordenó que asesinaran a todos sus moradores. Supongo que el
resto de los salteadores de caminos, que abundaban en Castilla, tomaron buena
nota de este suceso.
Lo cierto es que el mencionado matrimonio
entre el rey y Constanza, aunque se produjo a finales de 1325, nunca se
consumó, pues la novia era muy pequeña.
Así que, en 1327, el rey
consiguió que se anulase ese enlace para casarse con la infanta María, hija de Alfonso
IV de Portugal.
Lógicamente, esta decisión no
gustó nada a don Juan Manuel. Así que se apartó del rey e intentó aliarse con
los reyes de Aragón y de Granada, para hacer una guerra contra Alfonso XI.
Desgraciadamente, este rey
tampoco dispuso de unos consejeros de su entera confianza. Se les acusaba de
abusar del pueblo.
En una ocasión en que Garcilaso
de la Vega fue enviado a Soria, estando oyendo misa, fue asesinado allí mismo.
Mientras que el comportamiento de
Núñez Osorio también dio lugar a que una serie de ciudades se rebelaran contra
el rey. Para deponer su actitud, le exigieron al monarca que cesara a su valido
y le quitara todos los honores que le había dado.
Al rey no le quedó más remedio
que hacerlo. No obstante, como luego vio que su antiguo valido se quería pasar
al bando de don Juan Manuel, ordenó que lo asesinaran.
Por otra parte, el rey, pactó la boda
entre su hermana y Alfonso IV de Aragón. De esa manera, consiguió que don Juan Manuel
se quedara aislado y tuvo que volver con el monarca.
Una vez que consiguió pacificar
el reino, puso sus miras en la Reconquista. También, el rey de Granada, al ver
que Alfonso XI iba esta vez en serio, pidió ayuda a los benimerines. Gracias a
ellos, en 1333, consiguió tomar Gibraltar.
En 1337, Alfonso XI, formó una
gran alianza para intentar culminar esa gran empresa de la Reconquista. Supo atraer a su bando a los
reyes de Aragón, Portugal y Navarra. También dispuso de una escuadra de Génova
y de contingentes terrestres venidos de Inglaterra y de Alemania.
En 1340, gracias a esa gran
cantidad de efectivos terrestres, alcanzaron una importante victoria en la
famosa batalla del Salado.
Tras varios años de lucha, en
1344, consiguieron tomar Algeciras, que era el puerto que solían utilizar los
musulmanes para traer refuerzos de África.
En 1349, los cristianos, se dispusieron
a intentar reconquistar Gibraltar. Desgraciadamente, un año antes, había
llegado una terrible plaga a la Península Ibérica. Se trataba, nada menos, que
de la famosa Peste Negra.
Así que esta enfermedad llegó
hasta el campamento cristiano y produjo una gran cantidad de muertos. Entre
ellos, el propio Alfonso XI, que murió, con sólo 39 años, en marzo de 1350.
Lo más positivo de su reinado es
que fue capaz de pacificar el país a base de castigar duramente a los
salteadores de caminos. De esa forma, tampoco, los nobles, se atrevieron a seguir utilizando la violencia
contra el pueblo.
También es preciso decir que el
reinado de este monarca no le dio estabilidad a la corona, sino todo lo
contrario.
Como ya mencioné anteriormente,
había casado con una hija de Alfonso IV de Portugal. Esta le dio dos hijos.
El
primero murió muy pronto, mientras que el segundo fue el futuro Pedro I,
llamado el cruel. Lo cierto es que la reina tardó varios años en quedarse
embarazada.
En sus correrías por Andalucía,
Alfonso XI, conoció a una dama noble y que tenía fama de ser muy hermosa. Se
llamaba Leonor de Guzmán. Aunque la conoció cuando ella sólo tenía 19 años, ya
era viuda y también era un año mayor que el soberano.
Así que, de estos amores, el rey
llegó a tener un hijo, un año antes de que quedara embarazada su mujer.
Esto hizo que Leonor fuera
siempre la favorita del rey y que la reina viviera sola con su hijo en un
palacio de Sevilla, sin que el rey les hiciera ningún caso.
Tampoco los demás les hacían caso,
porque, como todos sabían que el rey le daba todos los caprichos a Leonor, pues
todos se acercaban a la favorita para pedirle algo.
Esa relación duró muchos años y
Leonor le dio nada menos que 10 hijos al rey. Sólo acabó con la muerte de éste.
Uno de esos hijos llegaría a ser rey con el nombre de Enrique
II, aunque, para ello, tuvo que matar a su hermanastro, Pedro I.
Tras la muerte de Alfonso XI y la
llegada de Pedro I al trono, a Leonor, las cosas le fueron de mal en peor.
Fue apresada, cuando acompañaba a
la comitiva fúnebre de Alfonso XI, camino de Sevilla. La encerraron en
distintas prisiones, hasta que, en 1351, María la madre de Pedro I, dio la
orden para que la mataran en Talavera de la Reina.
Como no Juan, claro que era esperado este articulo y tomar a Alfonso X como punto de partida de esta serie, era natural ya que muchos historiadores nombran a su reinado como el punto de partida del estado moderno ya que Las Partidas era un nuevo ordenamiento jurídico que tenia un carácter Supra-estatal. Otros lo nombran como un lejano precursor del Renacimiento.
ResponderEliminarFinalmente, te felicito por esta serie de artículos que nos hace recordar que tan importante fue el legado de Alfonso X.
En principio, yo creo que a Alfonso X se le ha sobrestimado. Si uno se pone a leer los textos de su tiempo, se da cuenta de que a los nobles no les agradaba, porque, prácticamente, paró en seco la Reconquista, que era su principal fuente de ingresos y sólo permitió hacer de vez en cuando una aceifa en territorio musulmán. Incluso, para molestar más a sus nobles, intentó llevar una política de buena vecindad con los musulmanes.
EliminarParece ser que tampoco fue muy popular entre sus súbditos, pues los machacó a impuestos en un contexto de pobreza generalizada, simplemente, con el fin de obtener una quimera, como fue el famoso Fecho del Imperio o intento de ser nombrado emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico.
Por lo que se refiere a las Partidas, según parece, están claramente inspiradas en el Derecho Romano. No hay que olvidar que, ya en el siglo XII, se vivió un intento de crear una especie de Renacimiento en Europa y seguro que este monarca sabía mucho de ese tema, gracias a sus contactos con el Imperio.
Sin embargo, la mayoría de los medievalistas creen que Alfonso X mandó escribir estas normas, porque le interesaba tener un poder lo más centralizado posible, que era la tendencia de los monarcas desde el siglo XII, y para contrarrestar el poder de los nobles de su reino. Para él, era más favorable “resucitar” el Derecho Romano, que continuar con las costumbres procedentes del Derecho Visigodo. No obstante, se cree que las Partidas no entraron en vigor hasta el reinado de Alfonso XI. Precisamente, cuando los herederos de los infantes de la Cerda cejaron en su empeño de acceder al trono de Castilla.
Muchas gracias por tu comentario y saludos.
Nunca dije que las Partidas eran algo por así decir inédito, al igual que Napoleón impuso su código civil (que tomaba mucho del derecho romano) que mas allá de sus intereses personales (al igual como indicas de Alfonso X), las consecuencias se manifiestan a largo plazo, En el caso de Napoleón, su código es el edificio jurídico de occidente y las Partidas de Alfonso X, el inicio de un verdadero estado,
ResponderEliminarEfectivamente, uno de los aspectos más positivos del reinado de Napoleón fue su Código Civil, que, aunque sólo estuvo vigente en Francia, fue el origen de otros muchos a nivel europeo.
EliminarDesgraciadamente, hoy en día, yo creo que se abusa de la codificación. Si antes fue una forma de marcar, claramente, los derechos y deberes de los ciudadanos, en cambio, ahora, está planteada de una forma que va coartando las libertades de los mismos. Me parece que no se puede legislar hasta el más mínimo acto que realice una persona en su vida.
Por otra parte, es loable el intento de este monarca por compilar cierta legislación, vigente en ese momento, y mezclarla con las normas del Derecho Romano. Hay quien dice que lo hizo por unificar la legislación del país, pues así pensaba unificar las leyes con las del resto del Imperio.
Incluso, apeló a que su padre, Fernando III, le había encargado que escribiera este texto legal y así lo hizo. Es posible que lo mencionara, porque sabía que su padre siempre había tenido mejor aceptación, entre la población, que él mismo. Incluso, afirmó dentro de las Partidas que muchos pueblos que no tenían un fuero propio, se lo habían pedido.
Sin embargo, cuando ya vio que nunca iba a ser emperador, siguió confirmando privilegios de ciertas ciudades.
No obstante, poco después, se publicaron las llamadas “Leyes de Estilo”, por las que daban a conocer fallos de los tribunales en su afán por implantar ese nuevo fuero real.
De todas formas, muchos han sido los gobernantes que han encargado la compilación de textos legales, como el caso de Justiniano. Sin embargo, creo que todos ellos lo han hecho para intentar ampliar su poder e, incluso, mejorar la recaudación fiscal, como es el caso de Alfonso X. Lógicamente, eso iba en contra de los intereses de los nobles del reino, porque ellos ponían las leyes en sus dominios y recaudaban lo que les daba la gana.
Muchas gracias por tu comentario y saludos.
Hola amigo. No te puedes ni imaginar lo que se está sirviendo tu blog para entender un poquito más la historia de España. Hay vida más allá de la Guerra Civil y cada vez que leo alguna de tus entradas me enriquezco más y más. Mis felicitaciones y un abrazo grande Aliado
ResponderEliminarMe alegra que te gusten los temas que trato en mi blog. Intento que sean entretenidos a la vez que formativos.
EliminarA mí también me gusta el tema de la Guerra Civil, sobre todo, porque me he especializado en Historia Contemporánea, pero me parece que es un tema bastante trillado y que, desde hace algunos años, se está intentando manejar desde ciertos sectores de la política española. Parece ser que se premia hablar sólo de lo que hicieron los de un bando y, como a mí me gusta hablar de lo que hicieron todos, pues no les hago mucha gracia.
Aparte de que me parece que se ha escrito ya mucho sobre ese tema y es como una mina que ya se está agotando y no se puede sacar mucho más. De todas maneras, me parece encomiable la labor que hacen algunos blogs, como el de Guerra en Madrid.
Muchas gracias por tu comentario y saludos.