ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 8 de enero de 2017

FERNANDO IV EL EMPLAZADO



Nuestro personaje de hoy, el rey Fernando IV, nació en Sevilla en 1285. Sus padres fueron el rey Sancho IV y María de Molina, nieta de Alfonso IX de León.
Como ya dije, en el artículo dedicado a su padre, Fernando, sólo tenía 9 años, cuando falleció prematuramente Sancho.
En esa época, era habitual que el rey enviara a los herederos a la Corona  a educarse en casa de unos nobles de confianza. Así que a Fernando, desde muy joven, le mandaron a residir con sus tutores a Zamora.
Su padre, apenas tuvo tiempo para negociar una buena boda para él y para su reino. Así que, cuando murió, aún no estaba decidido ese tema.
A partir de la muerte del monarca, todo fueron dificultades para su familia. La primera fue darles legitimidad a sus hijos, porque, como ya comenté en el mencionado artículo, los Papas, no querían reconocerlo, porque los reyes tenían un parentesco muy cercano.
Dicho de una forma menos sutil. No lo querían reconocer, porque esta pareja no pasó, previamente, por caja. Años más tarde, María de Molina, pagó lo estipulado y todo se arregló al instante, de una forma casi “milagrosa”.
Al no poder ser  considerado Fernando como hijo legítimo, legalmente, tampoco se le podía considerar  heredero al trono de Castilla y León.
Así que, por todas partes, surgieron rebeliones de todo tipo. Uno de los rebeldes fue un conocido nuestro, el infante Juan de Castilla, ese que trajo a los benimerines a la Península.
Por cierto, creo que en ese artículo no quedó aclarado que, según parece,  el infante Juan fue el que capturó a Pedro, el hijo de Guzmán el Bueno.
Posteriormente, lo asesinaron. Le cortaron la cabeza y la lanzaron dentro del castillo, donde estaban sus padres, por medio de una catapulta.
El asedio fracasó y el infante Juan tuvo que huir y refugiarse con sus aliados, en el reino moro de Granada
Por otra parte, conviene no olvidarnos de los famosos infantes de la Cerda, que resurgieron como el ave fénix “de sus cenizas”. Siguieron teniendo el apoyo de Francia. Incluso, Portugal y Aragón se sumaron a la tarea de desestabilizar el reino de Castilla y León.
Estas sublevaciones fueron tan importantes que el infante Juan llegó a proclamarse en León rey de León, de Sevilla y de Galicia. Mientras que Alfonso, el mayor de los infantes de la Cerda, fue proclamado en Sahagún, rey de Castilla y de varios lugares más de la Península.
Realmente, todos los reinos fronterizos se decidieron por atacar a Castilla y León, pensando que, en ese momento en que no había un rey adulto en el trono, el reino sería más vulnerable y podrían arrebatarle algunos territorios. Evidentemente, se equivocaron.
No obstante, eso de ver posibles rebeliones por todas partes, como luego veremos, fue algo que le persiguió durante toda su vida al rey Fernando IV.
La situación cada vez se tornaba peor para María de Molina, que se hallaba con su hijo Fernando en Valladolid. Los sublevados se enteraron de que estaba allí y se dirigieron a esa ciudad para asediarla.
La reina tomó la decisión de enviar un escrito al rey portugués, informándole que, si atacaba esa ciudad y otras de su reino, suspendería las conversaciones para la negociación del matrimonio de Fernando con una de sus hijas.
Parece ser que esto produjo el efecto deseado, porque,  el rey portugués, al leer este mensaje, se dio la vuelta y regresó a su país. También, Juan se fue a León y Alfonso de la Cerda volvió a refugiarse en Aragón.
Al año siguiente, en 1297, la reina firmó el Tratado de Alcañices con el rey de Portugal. Por medio de este documento se trazaron las fronteras entre España y Portugal y lo hicieron de una forma casi definitiva, porque apenas se han modificado desde entonces. Aparte de ello, se acordó la cooperación entre ambos monarcas para el caso de que alguien de sus reinos quisiera  disputarles su derecho al trono. Ya podemos suponer por qué pusieron esta cláusula.
Precisamente, María, para poder llevar a cabo la boda entre Fernando IV y la hija del rey de Portugal, más la de otra de sus hijas con el heredero portugués, convocó, en 1301, unas Cortes en Burgos, donde consiguió que aprobaran la cantidad necesaria para que el Papa legitimara su boda y sus hijos.
No fue tan fácil como podría parecer, en un principio, pues, el reino, tras varios años de guerras, se hallaba en un estado calamitoso y el hambre y las enfermedades se daban por todas  partes.
Lo cierto es que lo consiguió y ese fue un momento de una importancia trascendental. Se le pagó al Papa y éste reconoció el matrimonio, los hijos del mismo y hasta dio su consentimiento para el matrimonio de Fernando con la Constanza, la hija del rey de Portugal.
Casualmente, el rey Dionis de Portugal, era nieto, por parte materna de Alfonso X el Sabio. Así que Fernando IV y Constanza eran también parientes cercanos. En este caso, por lo que se ve, las monedas de oro deslumbraron al Papa y le hicieron mirar hacia otro lado.
Así que, a partir de ese momento,  muchas de las reivindicaciones de los sublevados se borraron de un plumazo y Fernando encontró el camino libre para poder ser proclamado rey.
Otra de las habilidades de María de Molina fue apoyarse en las Hermandades de los municipios, para poder hacer frente al poderío de los nobles.
A partir de entonces, viendo que la regente no tenía pensado ejercer una represión sobre los sublevados, la mayoría
de ellos se pasó a su bando.
Concretamente, el infante Juan, fue a Valladolid a rendir pleitesía, como vasallo del rey Fernando y, por ello, se le dieron nuevas tierras y las rentas de las mismas.
Las reivindicaciones de Alfonso de la Cerda fueron acalladas a base de pagarle unas rentas a cambio de la renuncia de sus derechos.
En 1301, al llegar el rey a su mayoría de edad, éste se encontró con un reino totalmente pacificado. Sin embargo, los infantes Enrique y Juan, junto con los de la importante familia de los Lara, a partir de ahora, se dedicaron a enemistar al rey con su madre.
La cosa llegó al punto que el rey ordenó que se le rindieran cuentas sobre las finanzas administradas por ésta.
Una vez revisadas las cuentas, se demostró que, no sólo lo había hecho con mucho acierto, sino que había tenido que vender sus propias joyas para hacer frente a los gastos de esas guerras.
En aquella época, donde los nobles solían comer en platos fabricados en plata, ella lo hacía en platos de barro, como la gente del pueblo.
La verdad es que el rey siempre fue un chico enfermizo y consentido. Aparte de tener muchas manías.
Estas fueron utilizadas con mucha maestría por los nobles, que se dedicaron siempre a influir sobre el rey a fin de predisponerlo, con falsas acusaciones, hacia el bando contrario. Parece ser que nunca más pudieron predisponerlo contra su madre que fue el verdadero “cerebro gris” de su reinado.
En una ocasión, los nobles,  se atrevieron a proponerle a María que participara en un plan para deponer del trono a Fernando.
Este plan consistía en casar a una hija de María con Alfonso de la Cerda y proclamarle rey de León. Mientras que Pedro, hermano de Fernando, se casaría con una hija de Jaime II de Aragón. Evidentemente, María, se negó a aceptarlo.
En 1302, se pudo celebrar ya la boda entre Fernando IV y Constanza, hija del rey Dionis I de Portugal.
En 1304, se consiguió firmar una paz duradera con Jaime II de Aragón, al perfilar definitivamente la frontera entre ambos reinos.
Durante su reinado hubo multitud de problemas internos. Uno de los más sonados fue la reivindicación del infante Juan para que el rey intercediera a fin de que su mujer tomara posesión del Señorío de Vizcaya, en lugar de Diego López V de Haro. Este pleito duró varios años.
En 1307, cuando el rey se hallaba asediando una pequeña ciudad, que había sido ocupada por un noble rebelde, recibió un mensaje del Papa Clemente V, donde le ordenaba que confiscara todo el patrimonio de la Orden del Temple en su reino y lo mantuviera bajo su custodia, hasta que se le indicara qué hacer con ello. Eso fue lo que hizo.
En 1308, Rodrigo Yáñez, maestre del Temple en Castilla y León, entregó algunas de sus fortalezas al infante Felipe, hermano del rey. Algo que no gustó nada al infante Juan. Así que, en el futuro,  los templarios entregarían sus castillos directamente al rey.
En 1309, los  monarcas de Castilla y Aragón se reunieron en Alcalá de Henares a fin de coordinar sus esfuerzos para luchar contra el rey de Granada. De hecho, Fernando IV, siempre estuvo muy interesado en continuar la labor de la Reconquista.
La campaña estuvo muy bien organizada y obtuvo todas las bendiciones y hasta apoyo financiero por parte del Papa.
Intervinieron en ella caballeros de varios países. También Aragón, que aportó su Armada, además de tropas terrestres. Incluso, Portugal, que desplazó unos cientos de caballeros.
Los objetivos de los reyes eran la conquista de Almería, por parte de Aragón. Mientras que de Algeciras y Gibraltar, se ocuparía Castilla.
Ciertamente, muchos caballeros no estaban muy contentos con el desarrollo de esta expedición, pues, más que la conquista, buscaban el saqueo del territorio enemigo.
Así que, cuando ya llevaban un tiempo asediando Algeciras, desertaron del campo cristiano el infante Juan, don Juan Manuel y algunos caballeros más, argumentando que el rey no les había pagado unas deudas.
A raíz de esto, un año más tarde. El rey dio orden de matarlo, pero el infante Juan fue advertido a tiempo y pudo huir a refugiarse en una fortaleza. Posteriormente, la madre del rey, le convenció para que no lo matara.
Lo cierto es que el único triunfo importante que obtuvieron en esa contienda fue la conquista de la estratégica plaza de Gibraltar. Así que en  1310, firmaron un tratado de paz con Granada.
En abril de 1311, el rey, empezó a dar muestras de que también padecía la tuberculosis. La misma  enfermedad de la que murió su padre.
Los nobles comenzaron a reunirse, pues los reyes no habían tenido ningún heredero varón y eso era muy preocupante.
Afortunadamente, por fin, en agosto de ese mismo año,  la reina dio a luz y esta vez se trataba de un varón, que sería el futuro Alfonso XI.
Hubo unas pequeñas discusiones entre los padres, pues Fernando IV era partidario de que el niño fuera criado por su madre, María de Molina. Mientras que la reina Constanza, prefirió que la custodia del niño la tuviera el infante Pedro, hermano del rey. Esta vez, la reina, se salió con la suya.
No obstante, en el otoño de 1311, se descubrió una conjura protagonizada por los actores habituales. O sea, el infante Juan, Juan Núñez de Lara y Lope Díaz de Haro, para deponer a Fernando IV y colocar en el trono a su hermano Pedro. Afortunadamente, fracasaron en el intento.
Así y todo, los nobles importantes del reino, encabezados por el infante Juan, le hicieron una especie de plante, obligándole a que los admitiera en su consejo privado. Cosa que tuvo que hacer el rey.
A finales de 1311, se volvieron a reunir en Calatayud los reyes de Castilla y Aragón. Entre otras cosas, acordaron volver a guerrear contra Granada, pero, esta vez,  cada uno por su cuenta.
Posteriormente, Fernando, reunió unas Cortes en Valladolid, las cuales aprobaron una serie de impuestos para financiar esa nueva guerra.
No obstante, el soberano, aprovechó para que se aprobasen también una serie de medidas con objeto de reorganizar toda la Administración y asegurarse de que su poder estaría por encima del de los nobles del reino.
En el verano de 1312, se produjo el episodio por el que es más conocido este rey. Parece ser que Juan de Benavides, uno de los secretarios del monarca, fue asesinado en Palencia y de este delito fueron acusados los hermanos Pedro y Juan Carvajal. Siendo ambos caballeros de la Orden de Calatrava. Esta familia era originaria de Valencia de don Juan, en León. También los Benavides procedían de esa zona de España.
Parece ser que, desde el principio, las sospechas fueron hacia ellos por este crimen, porque todo el mundo sabía que los Benavides y los Carvajal siempre se habían llevado muy mal. Incluso, algunos miembros de estas dos familias, en el pasado, habían dirimido sus diferencias mediante duelos a muerte. Curiosamente, durante la Reconquista, ambas familias se asentaron en la zona de Baeza (Jaén).
Posteriormente, en agosto y estando el rey en el pueblo de Martos, estos dos hermanos fueron capturados. Allí, el rey los juzgó y los condenó a muerte, sin haberles dejado defenderse. Según parece, la ejecución se llevó a cabo, ante la presencia del monarca, y de una manera horrenda.
Se encerró a ambos en una jaula de hierro, con puntas muy afiladas en su interior y se la echó a rodar desde lo alto de una colina situada en esa ciudad.
Parece ser que los condenados defendieron su inocencia hasta el último minuto y luego le emplazaron al rey a que muriera en un plazo de 30 días, para responder ante Dios por este hecho.
Efectivamente, el rey murió justo un mes después en el castillo de Jaén. Curiosamente, nadie le vio morir, porque el monarca se fue a dormir la siesta y, cuando fueron a despertarle, lo encontraron ya muerto en su cama.
Así que esta vez, el reino, se quedaba sin monarca y con un heredero que sólo tenía un año de edad. O sea, más difícil todavía.
Inicialmente, el monarca fue enterrado en la Mezquita y Catedral de Córdoba. Varios siglos después, sería trasladado a otra iglesia de la misma ciudad.
Los cadáveres de los hermanos Carvajal fueron enterrados en la iglesia de Santa Marta de la ciudad de Martos, en Jaén. En esa ciudad existe un monumento en forma de pilar con una cruz, llamado la Cruz del Lloro, donde, según la tradición, fue el lugar donde paró de rodar la jaula con los dos cadáveres dentro.
Algunos autores afirman que, desde entonces, el escudo de los Carvajal, compuesto por una banda negra, que lo atraviesa desde la parte superior izquierda a la inferior derecha, sobre un fondo amarillo, anteriormente era roja, pero se cambió de color, en señal de luto perpetuo por este desgraciado hecho.
Curiosamente, en el caso de los famosos jefes del Temple, que fueron quemados en París, también emplazaron a los que les habían llevado a la hoguera a comparecer en el plazo de un año ante Dios y eso fue lo que ocurrió.

2 comentarios:

  1. Alfonso X, El Sabio...se entiende. Sancho IV El Bravo, también se entiende, pero Fernando IV "EL EMPLAZADO", porque?.

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    1. Pues, al final del artículo, podrás ver muy claramente por qué se le puso ese apelativo.Concretamente, porque fue emplazado por los hermanos Carvajal, antes de ser ejecutados, para que compareciera ante Dios en el plazo de un mes, para ser juzgado.
      Por otra parte, con esta línea monárquica hereditaria quería mostrar cómo fue decayendo el poder de los reyes y aumentando el de los nobles. Eso fue así hasta que reinaron los Reyes Católicos e impusieron la disciplina a ese colectivo.
      Muchas gracias por tu comentario y saludos.

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