ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

lunes, 8 de abril de 2013

EL CASO DEL PASTELERO DE MADRIGAL


Hoy traigo al blog un célebre caso de suplantación de personalidad, aunque ha habido muchísimos en la Historia. Se trata de Gabriel de Espinosa, también llamado “el pastelero de Madrigal”, debido a su oficio.
            Para empezar con este tema, habría que explicar antes que al rey don Sebastián de Portugal, un jovencito con un carácter, por lo que se ve, parecido a uno que nos quiere dar la lata ahora en Corea del Norte, no se ocurrió otra cosa que intentar la conquista del norte de África para apoderarse del oro de ese continente. Hay que decir que en el norte no hay oro, pero es por donde solían comercializarlo. De hecho, algunos califas de Córdoba también se apoderaron mucho antes de esos puertos, con el mismo propósito.
            Lo cierto es que don Sebastián, que nunca antes había combatido, marchó con sus nobles a Marruecos y allí fue derrotado en la batalla de Alcazarquivir, en 1578, pereciendo el monarca, que era un veinteañero, y buena parte de su ejército.
            En Portugal, según parece, siempre albergaron esperanzas de que el rey no hubiera muerto y que volvería más adelante para hacerse cargo de su reino.
            Como murió sin descendencia, Felipe II de España, que era uno de sus parientes más cercanos, aprovechó el momento y mand
ó al duque de Alba al frente de sus tropas para conquistar el país, lo cual consiguió en poco tiempo.
            A pesar de que el nuevo rey de Portugal fue Felipe II, en el vecino país se formó la idea del Sebastianismo, por la que siguieron sin creer en la
muerte de su rey y, por ello, muchos pillos se hicieron pasar por el rey difunto que había regresado.
            Quizás la idea del Sebastianismo se formó en torno a las trovas de un poeta popular portugués llamado Antonio Gonçalves Bandarra (1500-1556), el cual se dedicó a escribir poemas de tipo profético, donde pronosticó que el rey moriría de esa manera y también que volvería un día a Portugal. Por ello, fue perseguido por la Inquisición.
            Una vez terminado el preámbulo, ahora ya puedo dedicarme a contar la historia de nuestro pastelero.
            La verdad es que no se sabe a ciencia cierta cuándo nació ni dónde. Unos dicen que en Madrigal de las Altas Torres y otros, que en Toledo. Parece ser que se conserva un documento que hace referencia a su persona, aunque no nos saca de dudas, y se refiere a su examen para entrar en el gremio de los pasteleros.
            No se conocen sus padres. Así que entramos en el terreno de las discusiones. Unos opinan que podría ser huérfano y otros que pudiera ser un hermanastro de D. Sebastián, fruto de unas relaciones entre D. Juan Manuel de Portugal, padre de ese monarca, y una mujer de Madrigal llamada María Pérez o María de Espinosa, que había sido doncella de una casa ilustre.
            Lo único real es que en 1594 Gabriel llegó a Madrigal, para asentarse allí, siendo ya pastelero. Le acompañaban su hija de 2 años y una mujer.
            Algunos lo describen como de baja estatura, delgado y de rostro curtido, con una nube en su ojo derecho, lo que le hacía parecer algo más viejo de los 40 años que decía tener.
            A los lugareños les llamó la atención que el nuevo artesano dominara también idiomas como francés o alemán y cabalgara muy bien, pero, según parece, pudo haberlos aprendido cuando estuvo en los Tercios.
            En ese mismo pueblo, no sabemos si fue fruto de la casualidad o no, también residía fray Miguel de los Santos, un  agustino portu
gués, vicario de un convento de Madrigal, que había sido confesor en la Corte de D. Sebastián y que apoyó al Prior de Crato, en sus ambiciones para hacerse con la corona portuguesa. Por ello, Felipe II lo había mandado allí desterrado. Parece ser que este fraile fue también el autor de un conocido sermón leído en los Jerónimos de Lisboa en 1578, donde se lloraba la muerte del rey.
            Algunos creen que Gabriel y el fraile se conocieron cuando era militar en la guerra con Portugal. Parece ser que lo defendió en un asalto de los soldados a su convento.
            Como esto realmente se trató de una conspiración, pues había más personajes importantes en ella. Tenemos a Dª María Ana de Austria, entonces con 26 años, hija natural de D. Juan de Austria, a la cual, para quitársela de en medio, Felipe II había dado la orden de encerrarla en un convento de clausura. El problema es que esta chica, que había llegado al convento con 6 años, no tenía ningún interés por la vida de monja. Siempre le había atraído la vida aventurera y Fray Miguel lo fomentaba, contándole fantasías como que el rey volvería y se casaría con ella.
            Parecen demasiadas casualidades que estos 3 personajes convergieran en esa localidad de un modo fortuito.
            Lo cierto es que Fray Miguel observó que el pastelero tenía cierto parecido con el difunto rey y el propuso el plan. No era la primera vez que alguien decía ser el rey portugués. Unos diez años antes se dieron dos casos más. Concretamente, el primero fue en 1584 y fue llamado “el rey de Penamacor”. El segundo, en 1585, se trataba de un natural de las Azores llamado Mateus Alvares. Posteriormente, aparecería otro candidato en Calabria en 1584.
            Luego puso en contacto al pastelero con la monja y consiguió que se prometieran en matrimonio. Lógicamente
, ella necesitaría la dispensa papal. En el caso de Gabriel era más sencillo, porque no estaba casado.
            Por cierto, en abril de 1595 fue bautizado con el nombre de Gabriel el segundo hijo del pastelero y de Isabel Cid, que era la mujer con la que llegó al pueblo.
            Un buen día, comenzaron a pasar por el pueblo una serie de nobles portugueses, los cuales dijeron reconocer en el pastelero a su rey.
            También llevó el fraile a un médico portugués llamado Joao Mendes Pacheco, el cual se decía que había tratado en una ocasión a un herido, que se tapaba la cara con un paño de tafetán y al que todos trataban con muchísimo respeto. Sin embargo, el médico no quiso meterse en la conjura y se negó a reconocerle.
            Gabriel partió hacia Valladolid, no se sabe si para vender unas joyas que le había entregado la monja o para contactar con otra gente. Allí se movió por muchos sitios, pero como hablaba del rey en un tono muy irrespetuoso, fue detenido.
            Aparte de las joyas, se sorprendieron de encontrarle 4 cartas. Dos de Fray Miguel en las que se refería a él como “Majestad” y otras dos de la monja, donde le llamaba su prometido. Así que las autoridades encomendaron este caso a los tribunales de la Corte.
            También se desplazaron otros alguaciles a Madrigal para detener a Fray Miguel y encerrar a la monja. También confiscaron toda la documentación que les hallaron.
            En el interrogatorio, el fraile confiesa que cree haber hallado en Gabriel a su rey, pues, aparte de su parecido físico, también utiliza gestos muy semejantes. Así que la Justicia les encausa por suplantación de la personalidad del monarca portugués.
            Lógicamente, siguiendo
las costumbres de la época, tanto el pastelero como el fraile fueron interrogados mediante tortura. Parece ser que Gabriel dijo que ese no era su verdadero nombre, pero no se le pudo sacar mucho de sus confesiones, pues unas veces afirmaba una cosa y otras, la contraria.
            Parece ser que el mismo rey, Felipe II, tuvo gran interés en esta causa y se le remitió periódicamente gran cantidad de documentación sobre este proceso. Para asegurarse el castigo a los religiosos, también encomendó esa tarea al doctor Juan de Llano Valdés, sacerdote y antiguo inquisidor, el cual podía investigar dentro del mundo de los religiosos.
            También hay otras curiosidades, como que el mercader más rico de Medina, Simón Ruiz, le mandaba comida a la celda de  Gabriel en una vajilla de plata.
            Les sometieron a un juicio, el cual acabó el 01/08/1595. La sentencia fue de condena a muerte para Gabriel y el fraile y estricta clausura para la monja en un convento de Ávila.
            Gabriel subió al patíbulo luciendo una mirada muy orgullosa, más propia de gentes de la nobleza. Se puso la soga al cuello y fue ahorcado. Posteriormente, fue decapitado y sus miembros fueron descuartizados, colocándose cada uno en las 4 puertas de la ciudad, mientras que  la cabeza se expuso en la fachada del Ayuntamiento de la misma, siguiendo los preceptos legales de la época.
            El fraile, que fue convertido en laico, fue ahorcado en octubre de ese año en la Plaza Mayor de Madrid. También fue decapitado y su cabeza fue enviada a Madrigal. Se dice que, hasta el último momento, pensó que Gabriel era su rey perdido en Marruecos.

            La monja, como ya he dicho anteriormente, fue castigada con un encierro muy severo en su convento, pero, tras la llegada de su primo, Felipe III, al trono, le envió una serie de cartas. Así pudo conseguir que fuera perdonada y trasladada de nuevo a su convento en Madrigal, del que llegó a ser su priora y luego, en 1611, fue nombrada abadesa del monasterio de las Huelgas Reales de Burgos, que era el cargo de mayor categoría que podía ostentar una monja española en esa época. Con ella, también fueron castigadas otras dos monjas, que eran sus confidentes en el convento.
            Por último, Inés Cid, la madre de los hijos del pastelero fue azotada en público y desterrada del pueblo. Así que se fue de allí con sus hijos y nunca más se supo de ella.
            La verdad es que parece muy extraño, como ya dije antes, que estos tres personajes se encontraran de manera casual en ese pueblo de Castilla. Seguramente, alguien que les conocía a los tres les puso en contacto
            Seguramente, buscaban con la excusa del parecido con el monarca, quitarle Portugal a Felipe II, porque no olvidemos que el fraile era s
eguidor del otro pretendiente.
            También es muy curioso que en una época donde había una gran diferencia social entre los 3 estamentos, un simple pastelero estuviera prometido con la sobrina del rey. Algo realmente escandaloso para esa época y que hubiera sido conocido inmediatamente en todas las Cortes de Europa. A lo mejor, hasta lo hubieran incluido en nuestra “leyenda negra”.
            La documentación sobre el  proceso, que fue guardada en el Archivo de Simancas (Valladolid), con la orden expresa del duque de Lerma de considerarlo como secreto de Estado. Este secreto no fue levantado hasta mediados del XIX.
            Es curioso, porque en esa documentación se puede ver que el investigador Santillán, que fue el que les detuvo y al que le fue encargado el caso, al ver que en las cartas que llevaba se le llamaba Majestad, trató a Gabriel como Majestad durante todo el interrogatorio, porque ya no tenía tan claro que no lo fuera.
            Incluso, el fraile pide que vaya el propio Felipe II a ver a Gabriel para ver si lo reconoce como su sobrino.
            Parece ser que, cuando iba camino del cadalso, Gabriel comentó: “Merezco mi suerte, pero si supiesen quién soy…”. Como el sacerdote que tenía al lado le preguntó que quería decir con ello, él contestó: “Mi muerte descubrirá el secreto de mi existencia y el misterio todo”.
            Según dicen, cada vez que el alguacil iba diciendo que la sentencia era por suplantar a otras gentes, siendo su origen plebeyo, él decía “¡Eso no! Y otras veces: ¡En cuanto a eso, Dios lo sabe!
            Francamente, yo creo que a Gabriel le pasó como a muchos actores, que, tras repetir una y otra vez la misma obra, se creen que son el personaje de la misma.
            Este célebre caso ha dado lugar a varias obras literarias, quizás la más conocida es “Traidor, inconfeso y mártir”, escrita en 1849 por Zorrilla. Incluso dio lugar a varios folletines muy vendidos a finales del siglo XIX.
            Lo cierto es que hoy en día algunos autores siguen pensando que el pastelero pudiera haber sido el rey.
            Otros dicen que el plan lo tramó el fraile. La idea era convencer a la monja de que él era el rey. Irse los dos a Portugal. Casarse y levantar al pueblo contra los invasores españoles. Proclamarse nuevos soberanos y luego abdicar a favor del prior de Crato.
            Lo cierto es que algunos autores nos indican que las dos primeras conspiraciones nacieron dentro del ambiente popular y tenían el apoyo del mismo. En cambio la del pastelero y la última fueron ideadas por gente de la nobleza.

2 comentarios:

  1. Muy buen post, Aliado. Da escalofríos pensar que Gabriel pudiera ser el rey de Portugal y que acabara como ocurrió. Pero igual que en el caso de Justo Armas o Anna Anderson, los cuales podían ser Maximiliano de México y la gran duquesa Anastasia de Rusia, y yo creo que sí podían ser, en este caso no dudo que Gabriel no era el rey.

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  2. Aparte de que dicen que el rey podría andar en ese momento, si hubiera sobrevivido, por los cuarenta, mientras que el pastelero ya estaba en los cincuenta. De hecho, se dice que se teñía las canas para no parecer tan mayor.

    De todas formas, a mi me parece que a los portugueses no les fue tan mal con la unión, porque no fue política, sino personal alrededor del rey. Así que cada país conservó sus costumbres y sus leyes, pero los portugueses pudieron comerciar en la América hispana. Creo que salieron ganando con el cambio. Saludos.

    Saludos.

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