Hoy traigo al blog un célebre
caso de suplantación de personalidad, aunque ha habido muchísimos en la
Historia. Se trata de Gabriel de Espinosa, también llamado “el pastelero de
Madrigal”, debido a su oficio.
Para
empezar con este tema, habría que explicar antes que al rey don Sebastián de
Portugal, un jovencito con un carácter, por lo que se ve, parecido a uno que
nos quiere dar la lata ahora en Corea del Norte, no se ocurrió otra cosa que
intentar la conquista del norte de África para apoderarse del oro de ese
continente. Hay que decir que en el norte no hay oro, pero es por donde solían
comercializarlo. De hecho, algunos califas de Córdoba también se apoderaron
mucho antes de esos puertos, con el mismo propósito.
Lo
cierto es que don Sebastián, que nunca antes había combatido, marchó con sus
nobles a Marruecos y allí fue derrotado en la batalla de Alcazarquivir, en
1578, pereciendo el monarca, que era un veinteañero, y buena parte de su
ejército.
En
Portugal, según parece, siempre albergaron esperanzas de que el rey no hubiera
muerto y que volvería más adelante para hacerse cargo de su reino.
Como
murió sin descendencia, Felipe II de España, que era uno de sus parientes más
cercanos, aprovechó el momento y mand
ó al duque de Alba al frente de sus tropas
para conquistar el país, lo cual consiguió en poco tiempo.
A
pesar de que el nuevo rey de Portugal fue Felipe II, en el vecino país se formó
la idea del Sebastianismo, por la que siguieron sin creer en la
muerte de su rey
y, por ello, muchos pillos se hicieron pasar por el rey difunto que había
regresado.
Quizás
la idea del Sebastianismo se formó en torno a las trovas de un poeta popular
portugués llamado Antonio Gonçalves Bandarra (1500-1556), el cual se dedicó a
escribir poemas de tipo profético, donde pronosticó que el rey moriría de esa
manera y también que volvería un día a Portugal. Por ello, fue perseguido por
la Inquisición.
Una
vez terminado el preámbulo, ahora ya puedo dedicarme a contar la historia de
nuestro pastelero.
La
verdad es que no se sabe a ciencia cierta cuándo nació ni dónde. Unos dicen que
en Madrigal de las Altas Torres y otros, que en Toledo. Parece ser que se
conserva un documento que hace referencia a su persona, aunque no nos saca de
dudas, y se refiere a su examen para entrar en el gremio de los pasteleros.
No
se conocen sus padres. Así que entramos en el terreno de las discusiones. Unos
opinan que podría ser huérfano y otros que pudiera ser un hermanastro de D.
Sebastián, fruto de unas relaciones entre D. Juan Manuel de Portugal, padre de
ese monarca, y una mujer de Madrigal llamada María Pérez o María de Espinosa, que
había sido doncella de una casa ilustre.
Lo
único real es que en 1594 Gabriel llegó a Madrigal, para asentarse allí, siendo
ya pastelero. Le acompañaban su hija de 2 años y una mujer.
Algunos
lo describen como de baja estatura, delgado y de rostro curtido, con una nube
en su ojo derecho, lo que le hacía parecer algo más viejo de los 40 años que
decía tener.
A
los lugareños les llamó la atención que el nuevo artesano dominara también
idiomas como francés o alemán y cabalgara muy bien, pero, según parece, pudo
haberlos aprendido cuando estuvo en los Tercios.
En
ese mismo pueblo, no sabemos si fue fruto de la casualidad o no, también
residía fray Miguel de los Santos, un
agustino portu
gués, vicario de un convento de Madrigal, que había sido
confesor en la Corte de D. Sebastián y que apoyó al Prior de Crato, en sus
ambiciones para hacerse con la corona portuguesa. Por ello, Felipe II lo había
mandado allí desterrado. Parece ser que este fraile fue también el autor de un conocido
sermón leído en los Jerónimos de Lisboa en 1578, donde se lloraba la muerte del
rey.
Algunos
creen que Gabriel y el fraile se conocieron cuando era militar en la guerra con
Portugal. Parece ser que lo defendió en un asalto de los soldados a su
convento.
Como
esto realmente se trató de una conspiración, pues había más personajes
importantes en ella. Tenemos a Dª María Ana de Austria, entonces con 26 años, hija
natural de D. Juan de Austria, a la cual, para quitársela de en medio, Felipe
II había dado la orden de encerrarla en un convento de clausura. El problema es
que esta chica, que había llegado al convento con 6 años, no tenía ningún
interés por la vida de monja. Siempre le había atraído la vida aventurera y
Fray Miguel lo fomentaba, contándole fantasías como que el rey volvería y se
casaría con ella.
Parecen
demasiadas casualidades que estos 3 personajes convergieran en esa localidad de
un modo fortuito.
Lo
cierto es que Fray Miguel observó que el pastelero tenía cierto parecido con el
difunto rey y el propuso el plan. No era la primera vez que alguien decía ser
el rey portugués. Unos diez años antes se dieron dos casos más. Concretamente, el
primero fue en 1584 y fue llamado “el rey de Penamacor”. El segundo, en 1585,
se trataba de un natural de las Azores llamado Mateus Alvares. Posteriormente,
aparecería otro candidato en Calabria en 1584.
Luego
puso en contacto al pastelero con la monja y consiguió que se prometieran en
matrimonio. Lógicamente
, ella necesitaría la dispensa papal. En el caso de
Gabriel era más sencillo, porque no estaba casado.
Por
cierto, en abril de 1595 fue bautizado con el nombre de Gabriel el segundo hijo
del pastelero y de Isabel Cid, que era la mujer con la que llegó al pueblo.
Un
buen día, comenzaron a pasar por el pueblo una serie de nobles portugueses, los
cuales dijeron reconocer en el pastelero a su rey.
También
llevó el fraile a un médico portugués llamado Joao Mendes Pacheco, el cual se
decía que había tratado en una ocasión a un herido, que se tapaba la cara con
un paño de tafetán y al que todos trataban con muchísimo respeto. Sin embargo,
el médico no quiso meterse en la conjura y se negó a reconocerle.
Gabriel
partió hacia Valladolid, no se sabe si para vender unas joyas que le había
entregado la monja o para contactar con otra gente. Allí se movió por muchos
sitios, pero como hablaba del rey en un tono muy irrespetuoso, fue detenido.
Aparte
de las joyas, se sorprendieron de encontrarle 4 cartas. Dos de Fray Miguel en
las que se refería a él como “Majestad” y otras dos de la monja, donde le
llamaba su prometido. Así que las autoridades encomendaron este caso a los tribunales
de la Corte.
También
se desplazaron otros alguaciles a Madrigal para detener a Fray Miguel y
encerrar a la monja. También confiscaron toda la documentación que les
hallaron.
En
el interrogatorio, el fraile confiesa que cree haber hallado en Gabriel a su
rey, pues, aparte de su parecido físico, también utiliza gestos muy semejantes.
Así que la Justicia les encausa por suplantación de la personalidad del monarca
portugués.
Lógicamente,
siguiendo
las costumbres de la época, tanto el pastelero como el fraile fueron
interrogados mediante tortura. Parece ser que Gabriel dijo que ese no era su
verdadero nombre, pero no se le pudo sacar mucho de sus confesiones, pues unas
veces afirmaba una cosa y otras, la contraria.
Parece
ser que el mismo rey, Felipe II, tuvo gran interés en esta causa y se le
remitió periódicamente gran cantidad de documentación sobre este proceso. Para
asegurarse el castigo a los religiosos, también encomendó esa tarea al doctor
Juan de Llano Valdés, sacerdote y antiguo inquisidor, el cual podía investigar
dentro del mundo de los religiosos.
También
hay otras curiosidades, como que el mercader más rico de Medina, Simón Ruiz, le
mandaba comida a la celda de Gabriel en
una vajilla de plata.
Les
sometieron a un juicio, el cual acabó el 01/08/1595. La sentencia fue de
condena a muerte para Gabriel y el fraile y estricta clausura para la monja en
un convento de Ávila.
Gabriel
subió al patíbulo luciendo una mirada muy orgullosa, más propia de gentes de la
nobleza. Se puso la soga al cuello y fue ahorcado. Posteriormente, fue
decapitado y sus miembros fueron descuartizados, colocándose cada uno en las 4
puertas de la ciudad, mientras que la
cabeza se expuso en la fachada del Ayuntamiento de la misma, siguiendo los
preceptos legales de la época.
El
fraile, que fue convertido en laico, fue ahorcado en octubre de ese año en la
Plaza Mayor de Madrid. También fue decapitado y su cabeza fue enviada a
Madrigal. Se dice que, hasta el último momento, pensó que Gabriel era su rey
perdido en Marruecos.
La
monja, como ya he dicho anteriormente, fue castigada con un encierro muy severo
en su convento, pero, tras la llegada de su primo, Felipe III, al trono, le
envió una serie de cartas. Así pudo conseguir que fuera perdonada y trasladada
de nuevo a su convento en Madrigal, del que llegó a ser su priora y luego, en
1611, fue nombrada abadesa del monasterio de las Huelgas Reales de Burgos, que
era el cargo de mayor categoría que podía ostentar una monja española en esa
época. Con ella, también fueron castigadas otras dos monjas, que eran sus
confidentes en el convento.
Por
último, Inés Cid, la madre de los hijos del pastelero fue azotada en público y
desterrada del pueblo. Así que se fue de allí con sus hijos y nunca más se supo
de ella.
La
verdad es que parece muy extraño, como ya dije antes, que estos tres personajes
se encontraran de manera casual en ese pueblo de Castilla. Seguramente, alguien
que les conocía a los tres les puso en contacto
Seguramente,
buscaban con la excusa del parecido con el monarca, quitarle Portugal a Felipe
II, porque no olvidemos que el fraile era s
eguidor del otro pretendiente.
También
es muy curioso que en una época donde había una gran diferencia social entre
los 3 estamentos, un simple pastelero estuviera prometido con la sobrina del
rey. Algo realmente escandaloso para esa época y que hubiera sido conocido
inmediatamente en todas las Cortes de Europa. A lo mejor, hasta lo hubieran
incluido en nuestra “leyenda negra”.
La
documentación sobre el proceso, que fue
guardada en el Archivo de Simancas (Valladolid), con la orden expresa del duque
de Lerma de considerarlo como secreto de Estado. Este secreto no fue levantado
hasta mediados del XIX.
Es
curioso, porque en esa documentación se puede ver que el investigador
Santillán, que fue el que les detuvo y al que le fue encargado el caso, al ver
que en las cartas que llevaba se le llamaba Majestad, trató a Gabriel como
Majestad durante todo el interrogatorio, porque ya no tenía tan claro que no lo
fuera.
Incluso,
el fraile pide que vaya el propio Felipe II a ver a Gabriel para ver si lo
reconoce como su sobrino.
Parece
ser que, cuando iba camino del cadalso, Gabriel comentó: “Merezco mi suerte,
pero si supiesen quién soy…”. Como el sacerdote que tenía al lado le preguntó
que quería decir con ello, él contestó: “Mi muerte descubrirá el secreto de mi
existencia y el misterio todo”.
Según
dicen, cada vez que el alguacil iba diciendo que la sentencia era por suplantar
a otras gentes, siendo su origen plebeyo, él decía “¡Eso no! Y otras veces: ¡En
cuanto a eso, Dios lo sabe!
Francamente,
yo creo que a Gabriel le pasó como a muchos actores, que, tras repetir una y
otra vez la misma obra, se creen que son el personaje de la misma.
Este
célebre caso ha dado lugar a varias obras literarias, quizás la más conocida es
“Traidor, inconfeso y mártir”, escrita en 1849 por Zorrilla. Incluso dio lugar
a varios folletines muy vendidos a finales del siglo XIX.
Lo
cierto es que hoy en día algunos autores siguen pensando que el pastelero pudiera
haber sido el rey.
Otros
dicen que el plan lo tramó el fraile. La idea era convencer a la monja de que
él era el rey. Irse los dos a Portugal. Casarse y levantar al pueblo contra los
invasores españoles. Proclamarse nuevos soberanos y luego abdicar a favor del
prior de Crato.
Lo
cierto es que algunos autores nos indican que las dos primeras conspiraciones nacieron
dentro del ambiente popular y tenían el apoyo del mismo. En cambio la del
pastelero y la última fueron ideadas por gente de la nobleza.
Muy buen post, Aliado. Da escalofríos pensar que Gabriel pudiera ser el rey de Portugal y que acabara como ocurrió. Pero igual que en el caso de Justo Armas o Anna Anderson, los cuales podían ser Maximiliano de México y la gran duquesa Anastasia de Rusia, y yo creo que sí podían ser, en este caso no dudo que Gabriel no era el rey.
ResponderEliminarAparte de que dicen que el rey podría andar en ese momento, si hubiera sobrevivido, por los cuarenta, mientras que el pastelero ya estaba en los cincuenta. De hecho, se dice que se teñía las canas para no parecer tan mayor.
ResponderEliminarDe todas formas, a mi me parece que a los portugueses no les fue tan mal con la unión, porque no fue política, sino personal alrededor del rey. Así que cada país conservó sus costumbres y sus leyes, pero los portugueses pudieron comerciar en la América hispana. Creo que salieron ganando con el cambio. Saludos.
Saludos.