Nuestro personaje de hoy se llamaba
Franz Xaver Barón von Werra y nació en 1914 en la pequeña localidad de Leuk, en
el cantón suizo de Valais. Situado al suroeste de ese país.

Por lo visto, aunque su padre era
un barón y además notario, Leo von Werra, y su madre,
Concretamente, fueron adoptados
por un matrimonio alemán sin hijos, compuesto por el mayor Oswald Carl y su
esposa, la baronesa Louise von Haber. Esta última de origen judío, aunque
convertida al catolicismo. Ese dato era muy importante en esa época, como
veremos más adelante.

Supongo que, como a tantos otros,
les afectaría la Crisis de 1929. Así que este matrimonio también se arruinó y
se divorciaron en 1932.
Ese mismo año, el joven von Werra,
que entonces no se apellidaba así, sino von Haber, tomó la decisión de viajar,
como polizón, en un barco mercante con destino a USA, pero fue descubierto y
entregado a las autoridades.

Lógicamente, si hubiera sido hijo
de Louise von Haber, cuyo origen era judío, no habría sido admitido en esa organización
nazi. De hecho, hubiera sido perseguido por ello. Por tanto, sin más obstáculos,
consiguió ingresar en las SA, los llamados “camisas pardas”, en 1934.

Para empezar, participó en la
breve invasión de Polonia, que dio comienzo a la II Guerra Mundial.
Posteriormente, luchó en la
invasión de Francia, siempre pilotando aviones Messerschmitt Me-bf 109. Una de
las mejores aeronaves que combatieron en ese conflicto.
También se hizo famoso por su
simpatía y por haber adoptado a un cachorro de león, llamado Simba, como
mascota de su unidad. Eso le valió aparecer en las portadas de varios
periódicos.

Lamentablemente, la mañana del
05/09/1940, cuando escoltaba un grupo de bombarderos, fue derribado sobre
territorio británico. Concretamente, sobre una pequeña localidad, situada al
sur de Londres.
Curiosamente, al llegar a tierra fue
capturado nada menos que por un cocinero de un campamento militar, armado con
uno de esos enormes cuchillos que se utilizan en las cocinas.

Luego lo llevaron a otro lugar,
donde solían interrogar a los prisioneros. Sobre todo, a los oficiales. Allí estuvo
dos semanas y aprendió cómo debía de actuar para que sus interrogadores no le sacaran
casi nada.
Posteriormente, fue trasladado a
otro lugar situado al norte de Inglaterra, cerca del límite con Escocia. Se
trataba de una lujosa mansión, donde solían encerrar a los prisioneros de la
Armada alemana.

Él vio el momento y, en un
descuido de estos, saltó el muro de la finca. Los guardianes tardaron bastante
en percatarse de lo ocurrido. Sin embargo, luego dieron enseguida aviso a la
Policía y a los reservistas.
Tardaron 12 días en capturarle y
lo lograron, porque se refugió en una cabaña, enfermo y sin provisiones a causa
de la incesante lluvia.

Sin embargo, allí coincidió con
otros 5 prisioneros que habían planeado escapar a través de un túnel. Tardaron
más de un mes en construirlo. Todavía se puede ver el citado túnel.
A finales de diciembre se dieron
las circunstancias perfectas para escapar. Empezó a cantar el coro de los
prisioneros y, además, apagaron las luces para defenderse de un ataque aéreo.

Se hizo con un mono de piloto
británico. Hay también quien afirma que era su propio mono de vuelo. Como
hablaba bastante bien inglés, se hizo pasar por un piloto holandés, que luchaba
en el bando aliado y que había sido derribado. Así que deseaba volver cuanto antes
a su base.
Curiosamente, lo interrogó una
patrulla de la Policía, que andaba buscando a los evadidos y consiguió convencerles
de que era un piloto de cierta base. Así que llamaron a la base más cercana y
hasta le enviaron un coche para recogerlo.

Como von Werra empezó a olerse que
la cosa no iba muy bien, mientras el oficial estaba haciendo una llamada telefónica,
él le dijo que iba al aseo. Desde allí, pudo ver que en la pista de
aparcamiento había un mecánico, que acababa de reparar un avión, el cual estaba
ya situado en la línea.

No obstante, como en el Ejército
siempre hay mucha burocracia, el mecánico fue a por un documento para que lo
firmara el piloto. Éste, mientras se fue el mecánico, se puso a estudiar los mandos
del aparato.
Cuando ya todo parecía irle de
fábula, sintió que alguien le ponía una pistola en las costillas. Se trataba
del oficial con el que había hablado antes, que se había percatado del engaño.
Parece ser que el oficial inglés
llegó a elogiar su sangre fría y el hecho de que estuvo a punto de conseguir
evadirse en un avión británico.
Así que lo enviaron de vuelta a
su campo de prisioneros, donde estuvo varios días confinado en una celda de
aislamiento. Aunque estaba muy sano.
En enero de 1941, fue trasladado,
junto con otros compañeros, a un campo de concentración en Canadá. Hicieron por
tren el trayecto desde el puerto de Halifax hasta el citado campo.
Aprovechando un momento de
descuido, saltó y llegó andando hasta el río San Lorenzo, que hace frontera
entre Canadá y USA. Se hizo con una canoa y consiguió llegar hasta la orilla
opuesta, donde se halla el Estado de Nueva York. Allí se entregó a la Policía,
confesando que se trataba de un oficial alemán.
Supongo que, a causa del intenso
frío, se le congelarían las orejas, pues en las fotos aparece con las orejas
vendadas.

Así que sólo podía ser acusado de
violar las fronteras de ese país, por lo que fue sancionado con una multa, que
pagó el consulado alemán en Nueva York.

Le dieron un pasaporte alemán
falso y así consiguió entrar en México y de allí volar a Brasil, haciendo transbordos
para despistar en Perú, Barcelona, Roma y, por fin, Berlín. A donde llegó en
abril de ese año.
Parece ser que en la Cancillería
le recibieron por todo lo alto, donde, durante varios días, corrió a discreción
el champán. Incluso, lo condecoraron de nuevo y le ascendieron a capitán.
Por otra parte, su experiencia en
los interrogatorios, sirvió para asesorar a los especialistas alemanes a fin de
conseguir sacarle más información a los prisioneros.

Parece ser que allí pudo comprobar
que los alemanes no trataban tan bien a los prisioneros británicos y consiguió que
se les tratara mejor.
También tuvo tiempo para casarse
con su novia de siempre, Elfi Traut. A la ceremonia acudieron varios personajes
del Alto Estado Mayor alemán.
Sin embargo, tuvo la infeliz
ocurrencia de escribir un libro sobre sus experiencias como prisionero. El
problema es que, en esa obra, a los censores les pareció que hablaba demasiado
bien de los británicos. Por lo tanto,
prohibieron su publicación.
Igual, por eso mismo, su próximo
destino fue el frente de la antigua URSS, a donde solían enviar a los que
estaban castigados. Sin embargo, allí también consiguió lucirse a base de
derribar varios aviones de esa nacionalidad.
No obstante, muy pronto le dieron
la orden de regresar a Alemania para probar un nuevo modelo de Me-109 y después
fue destinado a una base en Holanda.
Parece ser que sus compañeros
vieron que se lanzaba en paracaídas.
No obstante, nunca fueron encontrados ni
el piloto, ni su aeronave y hubo muchos rumores sobre ese extraño accidente.
En total, tuvo un palmarés de 21
aviones derribados en todos los frentes en los que combatió. Lo cual no está
nada mal.
Por lo visto, no llegó a conocer
a sus verdaderos padres, los cuales continuaban vivos en el momento de su
muerte.
En 1957, se rodó una película
sobre su vida, titulada “El único evadido”, protagonizada por el famoso actor
Hardy Krüger.
Curiosamente, parece ser que este
actor alemán también recibió formación como piloto al final de la II Guerra
Mundial.
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