ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

miércoles, 16 de enero de 2019

ANATOLI LUNACHARSKI Y EL JUICIO DE DIOS


Nuestro personaje de hoy fue un curioso intelectual marxista, que llegó a ser famoso, no por sus obras, sino por una de sus curiosas ocurrencias. No obstante, no conviene adelantar acontecimientos.
Su nombre completo fue Anatoli Vasilievich Lunacharski. Nació en 1875, en la ciudad de Poltava, situada, actualmente, en el centro de Ucrania.
Parece ser que nació del fruto de las relaciones extra-matrimoniales del consejero de Estado Alexander Ivánovich Antónov con Alexandra Yakovlevna Rostovtseva.
Posteriormente, su madre se casó con Vasili Fyodorovich Lunacharski, el cual, al adoptarlo, le dio sus apellidos. Supongo que sería de origen polaco, porque es un apellido con una terminación propia de ese idioma.
Por lo visto, su infancia no fue muy feliz a causa de las malas relaciones entre su madre y su padrastro, el cual siempre se opuso a firmar el divorcio.
Parece ser que éste era un alto funcionario, pues, a pesar de haber sido también un bastardo, su padre fue un noble, que se ocupó de darle una buena posición social.
Anatoli estudió en el llamado Primer Gimnasio, en Kiev. Lo que en España se llama un instituto de Enseñanza Secundaria. Parece ser que fue un comunista muy precoz, pues, cuando se hallaba en quinto curso, ya militaba en organizaciones revolucionarias.
A la salida de esa institución, seguramente, debió de estar ya fichado por la Ojrana, o sea, la policía zarista. Así que no fue aceptado por la mayoría de las universidades del Imperio Ruso.
Sin embargo, en 1895, convenció a su madre para que le dejara ir a estudiar Filosofía en la Universidad de Zurich.
En ese centro, estudió con el profesor Richard Avenarius, donde conoció a fondo las obras de Marx y Engels. También tuvo como condiscípulos a destacados marxistas, como Plejanov.
Curiosamente, Avenarius, estaba emparentado con el célebre compositor Richard Wagner. El músico favorito de Adolf Hitler.
En 1898, volvió a Rusia, donde retomó su actividad revolucionaria. Por ello, fue detenido en varias ocasiones. Sufriendo diversas penas de cárcel y destierro.
En 1903, se produjo el II Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, cuyas sesiones tuvieron lugar en Londres y en Bruselas. Allí, entre otras, se tomó la medida de dividir ese partido en dos facciones. Una fue la de los mencheviques y la otra la de los bolcheviques. Nuestro personaje tomó partido por estos últimos.
Parece ser que, al año siguiente, se trasladó a Ginebra, donde tomó contacto con Lenin y otros líderes de su partido, exiliados en Suiza. De esa manera, él también pasó a ser uno de los líderes principales de su partido.
Por lo visto, a partir de 1910, Lunacharski se fue radicalizando y tuvo varios enfrentamientos dialécticos con el propio Lenin. A pesar de que siempre habían sido muy buenos amigos. Eso le costó salir de la cúpula del partido.
Más adelante, sus ideas evolucionaron hasta defender que el comunismo era una nueva religión para el hombre y se basaba en la solidaridad mutua entre todos. Eso tampoco gustó nada a Lenin, porque nuestro personaje proponía integrar algunos dogmas católicos dentro del comunismo, para así atraerse a los creyentes. Sin embargo, Lenin decía que “la religión es sólo una fantasía nociva con la que los hombres se autoengañan”
En esa época, Anatoli, trabajó como periodista, escritor y crítico literario. Aparte de ejercer como orador en las reuniones de su partido. Era una persona muy preparada. Hablaba 6 idiomas modernos y dos lenguas clásicas.
Es más, propuso que el ruso abandonara su escritura tradicional, en caracteres cirílicos, y empezara a utilizar los caracteres latinos. Parece que no le hicieron mucho caso.
Posteriormente, tras la Revolución Rusa y el triunfo de los bolcheviques, fue nombrado comisario popular de Educación en el primer gobierno de la URSS.
Según parece, Lenin buscaba mostrar, en la persona de Lunacharski, la cara amable del comunismo, para así poder atraerse a los intelectuales y académicos rusos. Precisamente, la mayoría de los profesores eran de ideología liberal y opuestos al comunismo. Seguramente, por eso mismo, en el Gobierno optaron por mantener esa cierta autonomía que tenían los centros educativos.
En 1918, Anatoli, se plegó a las exigencias de Lenin para llenar la URSS de propaganda política del nuevo régimen. Así que se dedicó a animar a los artistas a realizar carteles para ensalzar al nuevo régimen.
No obstante, nunca exigió que los artistas utilizaran un único estilo oficial. Tal y como ocurrió, posteriormente, tras la llegada al poder de Stalin, que prohibió el arte de vanguardia, sustituyéndolo por el denominado “realismo socialista”.
Paradójicamente, ese nuevo estilo era demasiado conservador para un Gobierno soviético que siempre presumió de progresista.
Curiosamente, siempre fue un gran defensor del legado arquitectónico heredado de la antigua Rusia. Consideraba que era fundamental conservarlo, dada la importancia histórica del mismo.
Algo que era muy difícil, pues las masas identificaban esos palacios con los nobles que los habían habitado y que siempre les habían hecho la vida imposible.
No obstante, consiguió que las masas obreras llegaran a respetar la cultura y, además, que muchos de esos antiguos palacios no fueran demolidos, para así convertirlos en centros educativos, hospitales, etc.
Por lo visto, a finales de 1917, alguien le dijo que la catedral de San Basilio acababa de ser demolida a causa de las revueltas populares. Así que montó un gran escándalo y hasta dimitió de su cargo. Luego, volvió a retornar su puesto, tras enterarse de que esa información era totalmente falsa. Esto le dio mucha popularidad en aquel momento.
Sin embargo, por lo que más se recuerda a este personaje fue por un hecho realizado en enero de 1918.
Fue uno de los más implicados en la persecución a la Iglesia. Solía decir: “La religión es como un clavo. Cuanto más se le golpea en la cabeza, más penetra”. Así que no se le ocurrió otra cosa que dar un golpe de efecto.
El 16 de enero de ese año, dio comienzo a un célebre proceso contra Dios, cuyo tribunal fue presidido por nuestro personaje. Nada menos que le acusaron de crímenes contra la Humanidad y el tribunal se declaró competente para procesarlo y enjuiciarlo.
Los fiscales presentes tardaron casi 5 horas en realizar la lectura de los cargos de los que acusaban a Dios y, además, decían hacerlo en representación de toda la Humanidad. Para personificar, de alguna manera, en la sala, la figura de Dios, colocaron un ejemplar de la Biblia en el banquillo de los acusados.
En esta mascarada de juicio, los abogados, nombrados por el Estado soviético, basaron su estrategia de defensa en que el acusado padecía “una grave demencia y trastornos psíquicos”. Por lo tanto, no se le podría achacar una responsabilidad penal por sus actos.
Tras haber oído a los fiscales, los abogados defensores y los testigos de las dos partes, el tribunal, sentenció que el acusado era culpable de los delitos que se le imputaban.
Precisamente, fue el propio Lunacharski, como presidente de ese tribunal, el encargado de leer la sentencia. Condenó a muerte a Dios y fijó la ejecución de la sentencia para las primeras horas del día siguiente. Sin opciones a recursos, ni aplazamientos de ningún tipo. Algo muy normal en la “justicia” soviética.
Para concluir esta mascarada, al día siguiente, se reunió a un pelotón de soldados, al mando de un oficial, el cual, ante la orden de fuego, efectuaron cinco descargas con ametralladoras hacia el cielo de Moscú.
Curiosamente, en aquel momento, los bolcheviques, sólo controlaban Moscú, San Petersburgo y la zona central de Rusia. Estaban en plena guerra civil, la cual no acabaría hasta 1922.
Sólo llevaban 3 meses gobernando y ni siquiera habían empezado a asesinar clérigos, como hicieron poco después. Se calcula que, mientras gobernó Lenin, fueron encarcelados unos 25.000 clérigos. De ellos, unos 16.000 fueron ejecutados. Desgraciadamente, con la llegada de Stalin, esas cifras crecieron exponencialmente.
Posteriormente, se hicieron muchos actos anticlericales. Como representaciones teatrales para mofarse de todas las religiones, las cuales se realizaban delante de las iglesias.
También, en las Navidades de 1923, se realizaron unos carnavales, donde, al final de los mismos, se quemaron figuras religiosas.
En 1924, tras la muerte de Lenin, parece que el nuevo Gobierno soviético se paró a pensar cómo podría solucionar el tema religioso. Ese año se detuvieron a unos 7.000 clérigos, pero no se ejecutó a ninguno.
Por lo visto, buscaban contrarrestar la influencia de la Iglesia utilizando una serie de argumentos pseudocientíficos con los que pretendían dejar en evidencia a los clérigos. A fin de no tener a las masas populares en contra.
No obstante, pronto se dieron cuenta de que habían fracasado, porque los funcionarios del Gobierno no sabían contrarrestar los sermones de los clérigos, ya que estos últimos apelaban a los sentimientos de la gente, mientras que los primeros no supieron hacerlo.
Así que el Gobierno soviético no se lo pensó más y volvió la persecución contra los religiosos. Durante el período 1929-31, fueron arrestadas casi 60.000 personas vinculadas a la Iglesia ortodoxa. Siendo asesinadas 5.000 de ellas. Parece ser que no hay datos sobre las detenciones y asesinatos de miembros de otras religiones.
Hasta llegaron a eliminar la semana de 7 días para que no existiera el domingo. Así, colocaron en cada semana un día festivo, que no siempre era el mismo. Eso duró 11 años.
Dado que, en el censo de 1937, descubrieron, que todavía existían muchos millones de creyentes en el territorio de la
URSS, decidieron aumentar la sangría. Entre ese año y el siguiente, se produjeron nada menos que 100.000 asesinatos y 200.000 deportaciones a los campos de concentración. El llamado “Archipiélago Gulag”. Esto sólo acabó cuando Hitler invadió ese país y Stalin necesitó de todos para defenderse de los alemanes.
Seguramente, por eso mismo, los soviéticos que enviaron a España, durante la Guerra Civil, animaron a los comunistas locales para que perpetraran varios miles de asesinatos y se cebaran con los clérigos.
En España, hasta se atrevieron a fusilar la estatua del Corazón de Jesús, que está situada en el Cerro de los Ángeles, situado en el término municipal de Getafe y considerado el centro geográfico de la Península Ibérica.
No obstante, nuestro personaje, luchó, junto a la esposa de Lenin, por dotar a los niños de una formación integral, donde se conjugaran los intereses del mundo laboral, que pedía el Estado soviético, con una buena educación humanística. Aunque también hay que decir que utilizó las escuelas para lo que él llamó “la lucha sin cuartel contra toda oscuridad, como herencia del pasado”. O sea, contra todas las religiones.
Por ese motivo, también declaró que “tener maestros creyentes en la escuela soviética es una burda contradicción” y animaba a los directores de las delegaciones provinciales a sustituir a esos maestros.
Incluso, dio las órdenes oportunas para que las escuelas permanecieran abiertas durante la Pascua, para que los niños no acudieran a los ritos en las iglesias. Ofreciendo actividades que fueran atractivas para ellos.
En 1929, dimitió definitivamente de su puesto en el Gobierno soviético, ya que no le permitieron realizar sus proyectos, pues los intereses del Estado, en lugar de formar intelectuales, más bien, preferían formar nuevos obreros para las fábricas.
Es preciso decir que tampoco dotaron de muchos fondos a su ministerio, porque, en esos momentos, su país se hallaba en plena guerra civil y la mayoría de los recursos eran destinados a fines militares.
No obstante, también hay que mencionar que muchos de los maestros tenían una ideología totalmente opuesta al comunismo. Por otra parte, los mismos bolcheviques, nunca fueron amantes de la cultura.
También experimentaron con nuevas colonias infantiles. En ellas, se abolieron los castigos, se fomentaban las actividades teatrales y el acercamiento entre los profesores y los alumnos. Aparte de que aportaban comida y ropa a los alumnos.
Esto gustó más a Lenin, pues ayudaría a crear generaciones enteras con una nueva mentalidad comunista. Así que les fue dotando de una mayor cantidad de fondos. No obstante, también les envió varios ayudantes que, desgraciadamente, no tenían esa forma de actuar tan tolerante hacia los alumnos.
En 1929, tras su salida del ministerio, fue enviado a París, como embajador de la URSS en Francia.
Supongo que también lo aceptaría para estar fuera del alcance de Stalin, el cual solía hacer, periódicamente, purgas entre sus colaboradores.
Aunque se demostró en más de una ocasión, que nadie estaba lejos de sus garras, tal y como he mencionado en algunos de mis anteriores artículos.
Aparte de ello, también fue nombrado director de un comité en la Academia de Ciencias de la URSS.
También estuvo en Suiza, como jefe-adjunto de la Delegación Soviética, durante la conferencia de desarme, desarrollada en la sede de la Sociedad de Naciones, en Ginebra.
En 1933, fue nombrado nuevo embajador de la URSS ante la II República Española. Hay que recordar que España, como muchos otros países del mundo, había roto sus relaciones diplomáticas con Rusia, tras el asesinato de los zares. Así que éste era el primer embajador soviético, que llegaba a Madrid, desde la creación de la URSS.
Desgraciadamente, nunca pudo llegar a su destino. Cuando viajaba hacia España, el 26/12/1933, sufrió una angina de pecho, que le llevó a la muerte, con sólo 58 años.
El suceso tuvo lugar en la localidad francesa de Menton. Una ciudad ubicada en plena Costa Azul.
Es posible que ese nombramiento estuviera motivado por el interés que siempre demostró Lunacharski por la cultura española. Concretamente, escribió una obra de teatro titulada “El Quijote libertado”, que fue publicada en España después de su muerte.
Fue enterrado en el cementerio reservado a las grandes personalidades soviéticas y situado en el muro del Kremlin. Sus cenizas reposan en una tumba colocada en el lado derecho del mismo.

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1 comentario:

  1. Bueno, ya desde Napoleón se consideraba "modernizar España" y entre ello reformar la Iglesia Católica. Hay un documento muy interesante sobre este punto: PLAN DE REFORMA DE LA IGLESIA ESPAÑOLA IMPULSADO POR NAPOLEÓN BONAPARTE por LUIS ARBASTRO GIL.

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