Esta vez voy a narrar la historia
de un rey que siempre se creyó más un guerrero profesional que, simplemente, un
monarca.
Nació hacia 1073, aunque se
conoce con certeza su lugar de nacimiento. Fue hijo de
Sancho Ramírez, rey de Aragón y Pamplona, porque entonces todavía no se llamaba Navarra. Su madre fue Felicia de Roucy, hija de un noble de la región de Champaña y segunda esposa de Sancho Ramírez.
Sancho Ramírez, rey de Aragón y Pamplona, porque entonces todavía no se llamaba Navarra. Su madre fue Felicia de Roucy, hija de un noble de la región de Champaña y segunda esposa de Sancho Ramírez.
Como no era el mayor, sino el
segundo hijo del segundo matrimonio de su padre, desde el principio, su formación
fue encaminada para que, en el futuro, se convirtiera en uno más de los señores
feudales del reino. De hecho, en los documentos de su época como infante,
figura con el nombre de Alfonso Sánchez.
Durante el reinado de su
hermanastro, Pedro I, participó en algunas campañas, como la toma de Huesca y en
otra que se realizó para apoyar al famoso Cid Campeador. Ahí se pudo apreciar
su gran valía como guerrero. Algo muy cotizado en esa época donde se vivía en
un constante estado de guerra.
No olvidemos que Pedro I de
Aragón y el Cid siempre fueron grandes amigos y siempre se apoyaron mutuamente.
Parece ser que María Rodríguez, una de las hijas del Cid se casó con Pedro el
único hijo varón de Pedro I, el cual murió muy joven y antes que su padre.

Lo cierto es que parece que nuestro
personaje tuvo mucha suerte, porque murieron muy pronto todos los que le
precedían en el trono.

En 1104, cuando nuestro personaje
se sentó en el trono de Aragón, su reino era mucho menor que la comunidad
española que hoy conocemos con el mismo nombre.

Una de las cosas que más urgían
ahora no eran las conquistas militares, sino darle un heredero al reino. Lo
cierto es que el rey ya tenía 31 años y seguía estando soltero.

Parece ser que en las capitulaciones
matrimoniales se acordó que, si de este nuevo matrimonio nacía un varón, sus
derechos estarían por delante de los del hijo que ya tenía Urraca. Eso no gustó
absolutamente nada a los nobles castellanos, leoneses y gallegos
Así que Alfonso I tuvo que
enfrentarse a esa rebelión de nobles gallegos, encabezada por el famoso obispo
Diego Gelmirez. No le costó mucho vencerla, pues tuvo el apoyo de Enrique de
Borgoña, conde de Portugal y tío de Alfonso, el hijo de Urraca.
Parece ser que Alfonso I nunca
fue del agrado de la nobleza castellana, pues se dedicó a fomentar el ascenso
de la incipiente burguesía y no dejó que la nobleza les moliera a impuestos, tal
y como solía hacer, habitualmente.
Tampoco les cayó muy bien al
clero venido de Borgoña, invitado por Alfonso VI y que se había asentado a lo
largo del Camino de Santiago, pues no les dejaba expansionarse.

Lógicamente, Alfonso I, no tuvo
ningún problema en vencer a estos rebeldes y dejarles muy claro que el que
mandaba era él.

Parece ser que entre los dos
cónyuges había un lejano parentesco. Los dos eran nada menos que bisnietos del
rey Sancho III el Mayor de Navarra, al que también dediqué hace tiempo otro de
mis artículos.
Lógicamente, este detalle no se
les pasó por alto a los miembros del clero, que estaban descontentos con la política
de este monarca. Precisamente, el propio arzobispo de Toledo, que era uno de
esos monjes venidos de Borgoña, le pidió al Papa la anulación de ese
matrimonio.

De esa forma, se llegó a la
guerra civil entre los partidarios de ambos. Como había ocurrido anteriormente,
Alfonso I, se trajo a sus huestes de Aragón y Navarra y derrotó sin muchos
problemas a las de Castilla y León.
A todo esto, había declarado a
Urraca incapaz para gobernar y la había encerrado en una fortaleza, de la que
la liberaron sus partidarios. Esta guerra civil duró nada menos que 5 años.

Siempre fue así, hasta que, en
1114, Alfonso I se hartó de esa situación y aceptó la resolución del Papa, que
anulaba este matrimonio, por motivos de parentesco. Desde ese momento, Alfonso
I, sólo fue rey de Aragón y Navarra. Mientras que Urraca I lo fue de Castilla y
León.
Así que nuestro personaje se
dedicó de lleno a continuar la Reconquista en su reino, aunque se quedó con
algunas pequeñas zonas de Castilla.

Así consiguió que esa importante
ciudad capitulara en diciembre de 1118 y poco más tarde otras villas cercanas.
Entre ellas, Tarazona. Precisamente, puso como señor de Zaragoza a su amigo
Gastón de Bearn, que había participado en la Primera Cruzada, la cual logró la
conquista de Jerusalén.
Parece ser que los objetivos
finales de este soberano siempre fueron conquistar Tortosa y Valencia para,
desde allí, encabezar una Cruzada a Tierra Santa. Algo que nunca pudo realizar.

Una prueba de la importancia de Zaragoza
es que en 1120, los almorávides, intentaron recuperarla, pero fueron vencidos
por las huestes de nuestro personaje en la batalla de Cutanda. Más adelante,
reconquistó Calatayud y Daroca.

En 1126, murió Urraca I de
Castilla y llegó al trono su hijo, Alfonso VII, que se autotituló como “el
Emperador”.
Lo primero que se le ocurrió a
este nuevo rey fue intentar recuperar las tierras de Castilla que estaban en
poder del monarca aragonés. Cuando los dos ejércitos se hallaban fre nte a frente,
unos mandatarios aragoneses consiguieron que no hubiera lucha y que se
firmara el tratado de Támara. Mediante este documento, Alfonso I devolvería las
tierras castellanas a Alfonso VII y éste no se volvería a titular como
“Emperador".

Nuestro personaje, siguió
dedicándose a guerrear en su zona de influencia. En 1130, apoyó a su aliado
Gastón de Bearn, en sus luchas al otro lado de los Pirineos. Incluso, llegó a sitiar
y conquistar la plaza fuerte de Bayona.
Más tarde, atacó Lérida y Fraga.
Incluso, atacó la villa de Mequinenza mediante galeras. Parece ser que el
ataque a Lérida, que era la capital de otro reino de taifa, se produjo, porque
había hecho un pacto con algunos condes catalanes a espaldas suyas y eso no le
gustó nada.

A este monarca no le quedó otra
que huir con los pocos supervivientes de su ejército y refugiarse tras los
muros de Zaragoza. Las graves heridas
recibidas en esa batalla hicieron que su estado de salud empeorase y murió sólo
20 días después de su llegada a esa ciudad. Tenía 61 años.
Esta vez perdió, pero su marcador
tiene un saldo muy positivo, pues se cree que venció en nada menos que 29
batallas. Fue uno de los guerreros más apreciados de su tiempo. De hecho, a su
muerte, había duplicado la superficie de los reinos que había recibido de su
antecesor.
Su tumba se halla, actualmente,
en el antiguo Monasterio benedictino de San Pedro el Viejo, situado en la
ciudad de Huesca.

El segundo lo dictó en la villa
de Sariñena, unos días antes de morir.
Este fue el más conflictivo. No se le ocurrió otra cosa que hacer testamento en favor de Dios y legar sus reinos a las órdenes militares del Temple y a los Hospitalarios.
Este fue el más conflictivo. No se le ocurrió otra cosa que hacer testamento en favor de Dios y legar sus reinos a las órdenes militares del Temple y a los Hospitalarios.

Lo cierto es que este testamento
era completamente ilegal en aquel reino, porque, según las leyes aragonesas, él
sólo podría disponer libremente de los territorios que hubiera conquistado. Los
que hubiera recibido al llegar al trono pertenecían al patrimonio de la Corona
y como tal deberían ser cedidos a su sucesor.

También otro amigo del monarca,
llamado Lope Garcés, el peregrino, a su muerte, legó parte de sus bienes a la
Orden del Santo Sepulcro.

Curiosamente, se dice que el
primer caballero de la península que se hizo templario fue Ramón Berenguer III,
conde de Barcelona, el cual se casó con María Rodríguez, hija del Cid, cuando
ésta enviudó de su matrimonio con el hijo de Pedro I de Aragón.

Hoy en día, algunos piensan que
la famosa leyenda del rey Arturo y los caballeros de la tabla redonda estuvo
basada en Alfonso I el batallador. De hecho, el primer relato que recogió las
leyendas sobre este rey mitológico se escribió en vida de nuestro monarca.
Incluso, en algunas crónicas
musulmanas se habla de él como “el rey pescador”, pues, junto con sus
tropas, tuvo que pescar para
alimentarse, durante la campaña de Granada. O sea, aquel que custodiaba el
famoso Santo Grial.
No olvidemos que el famoso cáliz
que se custodia, actualmente, en la catedral de Valencia y que se tiene, por
algunos, como el verdadero Santo Grial, en la época de este soberano, se
hallaba oculto en el monasterio de San Juan de la Peña, en Huesca. Tras haber
pasado por varios escondites a causa de la invasión musulmana de la Península
Ibérica.

Por cierto, no olvidemos que la
novia era hija de Felipe de Suabia, rey de Alemania, y de Irene Ángelo, hija
del emperador de Bizancio Isaac II.
En 1215, Eschenbach, escribió una
obra llamada “Parzival”. Lo curioso es que siempre dijo que había conocido esta
historia durante este viaje, acompañando a la novia hasta la ciudad de Toledo.

Algunos autores identifican a
algunos amigos de Alfonso I con personajes que aparecen en el mito de Arturo.
Para ellos, Perceval podría ser Rotrou III du Vall de Perche. Por lo que se
refiere a Galvern podría tratarse de Gastón IV de Bearn.
En el caso de Lancelot, podría
ser Pedro González de Lara, que estaba enamorado de la reina Urraca I y la
liberó de su cautiverio. Parece ser que en su escudo se podía observar una gran
lanza de la que colgaba el pendón real.
En fin, espero que os haya
gustado, aunque me ha quedado un poco largo. También habréis visto que he
separado lo que es Historia de lo que es un mito más. Con respecto a lo
segundo, cada cual es muy libre de creer o no en esas cosas.
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