Esta vez he conseguido reunir dos
asuntos misteriosos en un solo artículo. Así que espero que os guste.
Desde hace unos 20 años, se viene
sospechando que el famoso Jack el destripador pudiera haber sido un tipo
llamado James Maybrick.
En el citado diario, escrito a
mano por James Maybrick, éste decía haber sido el famoso asesino en serie.
Evidentemente, el diario, tras haber
pasado por una serie de pruebas, tiene partidarios y detractores. Unos dicen que es una prueba que ha sido
“fabricada” recientemente, por el mismo chatarrero, llamado Michael Barret.
Curiosamente, su esposa, cuando estaba soltera se apellida Chandler. Es un dato
que es muy importante, aunque ahora no lo parezca. El caso es que, en otra
ocasión, su esposa, afirmó que ese diario siempre había pertenecido a su
familia.

Incluso, en el diario se cita un
detalle que no fue publicado por la prensa. Una de las víctimas de Jack fue
hallada con una caja metálica en la mano, la cual se encontraba vacía. Ese dato
figura con todo detalle en el diario.
No obstante, creo que debemos
dejar a los investigadores que prosigan su tarea, hasta que nos ofrezcan
algunas pruebas más fehacientes de la culpabilidad de Maybrick. Ya habréis
visto que cada año aparece una nueva teoría sobre quién fue el verdadero Jack
el destripador.
Por cierto, cuando consultamos la
biografía de este personaje, nos encontramos con que murió envenenado a los 50
años. A partir de ahí, he supuesto que iba a encontrar una historia muy interesante
y os voy a contar lo que he encontrado.

Nuestro personaje se dedicó al comercio textil, concretamente, era corredor en la
compra-venta de algodón, y solía viajar
mucho a donde hubiera plantaciones de este tipo.

Ahora os voy a presentar al
personaje más importante de esta historia. Se llamaba Florence Maybrick, porque
fue su esposa, pero de soltera se llamaba Chandler. Supongo que ya os suena ese
apellido de algo.
Nació en 1862 en una localidad de
Alabama (USA). En plena Guerra Civil o Guerra de Secesión USA (1861-65). Era
hija de un banquero local, el cual murió al poco tiempo de nacer ella. Así que
su madre y ella se fueron a otro Estado, huyendo de la guerra.
En 1880, James volvía a
Liverpool, navegando en el crucero Baltic de la célebre compañía White Star, la
misma a la que perteneció el famoso Titanic. Esta nave hacía la ruta entre
Nueva York y Liverpool.

Como parece que congeniaban tan
bien a pesar de que él ya había cumplido los 42 años, su madre dio su permiso y
pocos meses después se casaron discretamente en la iglesia de Saint James, en
Piccadilly, Londres.
No sé si se casaron de esa forma
tan discreta, porque a los 8 meses ya tuvieron su primer hijo, al que llamaron
James, como su padre.

En 1884, se compraron una casa
enorme en Liverpool, para residir habitualmente en ella. La llamaron
Battlecrease. Tenía tres pisos y nada menos que 20 habitaciones. Así que
contrataron a 5 personas para el servicio doméstico.

Según parece, un día se enteró
Florence que su marido llevaba varios años teniendo relaciones con otra mujer,
incluso, desde antes de casarse y seguía teniéndolas después.
Es más, de esa relación habían
nacido nada menos que 5 hijos, los cuales, desgraciadamente, vivieron pocos años.

Unos meses más tarde, pasó por su
casa otro rico comerciante de tejidos, como James, sólo que éste era mucho más
joven. Su nombre era Alfred Brierley. Ahí empezó una relación entre Florence y
Alfred, que les llevó a verse a solas en algunos hoteles.

Está visto que en esa rígida sociedad victoriana no se
contemplaba de igual manera el adulterio del hombre que el de la mujer. Eso ya
no ocurría en USA.
A mediados de abril, Florence,
fue a su farmacia habitual y compró una serie de hojas de papel con
mata-moscas, que eran muy populares por entonces, las cuales contenían cierta
cantidad de arsénico. Parece ser que algunas jóvenes de la época, también las usaban
para suavizar la cara.
Un dato muy importante fue que,
al llegar a su cuarto, Florence, metió
estas hojas en una palangana con agua. Ese era un método que se utilizaba para
extraer el arsénico de esas hojas de papel.

Sin embargo, al día siguiente,
James, se despertó enfermo y no paraba de vomitar. Incluso, dijo que no sentía
las piernas.
Parece ser que había tomado una
sobredosis de su peligroso medicamento y, cuando llegó el médico, su mujer le
informó de lo que solía tomar su marido.
Posteriormente, mejoró su estado de salud y al día siguiente
acudió a su oficina. Incluso, siguió echando esos polvillos en su plato. Cosa
que llamaba mucho la atención a los que comían con él.
Por alguna extraña razón, Florence
fue de nuevo a la farmacia, para comprar más hojas de papel mata-moscas.
A primeros de mayo, James, se
encontraba tan mal que tuvo que guardar cama en casa y contrataron a una
enfermera. El médico le diagnosticó dispepsia crónica.
En tanto que la niñera, Alice
Yapp, se dedicó a seguir continuamente a Florence y llegó a la conclusión de
que estaba envenenando a su marido. Así se lo dijo a la enfermera.
No hará falta decir que se sirvió
de esa argucia infantil para leer la carta. Parece ser que en la misma,
Florence, le decía a su amante que su marido “estaba enfermo de muerte”. Algo
que, más tarde, fue utilizado en contra
de Florence.
Dado que tanto la enfermera como
el médico tenían ciertas sospechas, éste analizó unas muestras de heces del enfermo
y no encontró nada raro. Sin embargo, al día siguiente, analizó el contenido de
una botella de caldo de carne, que estaba junto al enfermo, y encontró en su
interior restos de arsénico.
Llegó tarde, porque esa misma
noche del 11 de mayo de 1889 murió James. Por entonces, Florence tenía 26 años
y su marido ya había cumplido los 50.

Posteriormente, siguieron
buscando y encontraron cientos de medicamentos y una cantidad de arsénico
suficiente para matar a más de 100 personas.
Ciertamente, como dijo su abogado
durante el juicio, si Florence hubiera sabido que su marido tenía esa cantidad
de arsénico en su casa ¿para qué iba a ir a comprar esas tiras mata-moscas en
la farmacia?
Incluso, si ella hubiera sido
culpable de su muerte, lo normal es que se hubiera deshecho de esas pruebas,
antes de que la acusaran de ello.
Tres días después del
fallecimiento de James, la Policía detuvo a Florence y se la llevó a una
prisión, como sospechosa de la muerte de su marido.
Tras la exhumación del cadáver,
se comprobó que había restos de arsé nico en su cuerpo, pero en una cantidad muy inferior

Curiosamente, durante la
autopsia, sólo se encontraron restos de arsénico en el hígado, los intestinos y
el bazo. Sin embargo, no hallaron ese compuesto en el corazón, los pulmones o
el estómago.
También hallaron en su cuerpo, pequeños
restos de otros compuestos, pero, seguramente, procedían de otros medicamentos
que había tomado, pues siempre había sido muy hipocondriaco y le gustaba mucho
automedicarse. De hecho, decía que los polvos blancos de arsénico “le daban la
vida”.

Unos meses después, su madre,
Caroline, se volvió a casar con un oficial de la Armada Confederada, llamado Franklin
Bache du Barry. Éste también murió mientras navegaba en su barco con su esposa.
Ella se negó a que se llevara su cadáver a tierra y exigió que se le lanzara al
mar, como es habitual entre los marinos. Así que no se le pudo realizar la autopsia.

Volviendo a Florence, su juicio
comenzó el 31/07/1889. Era la primera vez que una ciudadana USA iba a ser
juzgada por un tribunal británico y eso no le gustó nada al Gobierno de
Washington.
El juicio estaba presidido por un
anciano juez, llamado Stephen. El jurado estaba compuesto, exclusivamente, por
12 hombres, traídos desde Lancashire. Ninguno de ellos era de Liverpool.
El fiscal era John Addison. Mientras
que el abogado defensor, que había sido contratado por la madre de Florence,
era uno de los mejores del Reino Unido. Se trataba de sir Charles Russell.

El principal testigo aportado por
el fiscal, fue Michael, el músico hermano de James. Al abogado defensor no le
costó demasiado rebatir su declaración. Sobre todo, cuando le preguntó si sabía
que hubo adulterio por ambas partes. Él contestó afirmativamente. Eso era muy
importante, porque ella podría haber pedido el divorcio y no le hubiera hecho
falta asesinarle.

Los peritos médicos, presentados
por ambas partes, sólo llegaron a la conclusión de que el fallecido había
muerto a causa de una gastroenteritis. Sin embargo, el que presentó la defensa
dijo que James no presentó casi ninguno de los síntomas de una muerte por
arsénico. Mientras que el presentado por el fiscal afirmó que no todos los
muertos por este tipo de envenenamiento muestran los
mismos síntomas y que, en
su opinión, había muerto por sobredosis de arsénico.
De todas formas, la viuda declaró
que, en cierta ocasión, unos días antes del fallecimiento, le dio unos polvos
de arsénico a su marido, porque así se lo pidió él. No olvidemos que este
hombre los había estado tomando durante toda su vida. Luego dijo ella que le había alejado el envase de los polvos
de la habitación, para que su marido no tomara más.

El juicio llegó el 6 de agosto a
la fase de conclusiones. Allí se vio que el juez no era imparcial, pues intentó
convencer, durante dos días, al jurado
de la culpabilidad de Florence.
De esa forma, con sólo 45 minutos de deliberación, los
miembros del jurado la declararon culpable y Florence fue condenada a morir en
la horca.
Así de sencillo era, en aquella época,
condenar a una persona a la pena de muerte. Curiosamente, el juez que la
condenó fue ingresado pocos años después en un sanatorio para enfermos mentales
y allí murió.
La ejecución de Florence fue
fijada para 20 días después. Parece ser que hubo miles de personas que estuvieron
en contra del veredicto y escribieron cartas al Gobierno y al palacio Real, para
que fuera indultada.

En el bando contrario, también
había mucha gente que opinaba que Florence había matado a su marido, porque él se quería
divorciar y eso la iba a dejar en la miseria y, posiblemente, sin sus hijos.
Enseguida llegaron más de medio
millón de firmas, entre ellas, las de algunos prestigiosos médicos británicos,
donde se pedía el indulto, pues no estaba claro que el arsénico hubiera sido el
causante de la muerte de James, sino, quizás, la gastroenteritis crónica,
producida por el consumo habitual de diversos productos farmacéuticos.
Incluso, el ministro del Interior
llegó a convocar al juez, el fiscal y el abogado defensor de este juicio, junto
con notorios especialistas científicos en esta materia.

Su abogado siguió intentado que
se pusiera en libertad a su defendida. Incluso, en 1895, cuando fue nombrado ministro
de Justicia.
Es más, cuando lord Asquith fue nombrado
nuevo ministro del Interior, recibió l a visita de

Por fin, en 1904, tras 15 años de
cárcel, fue puesta en libertad bajo palabra. Poco después, regresó a los USA y
allí se enteró de que su hijo, al que no veía desde que fue arrestada, había
muerto. Nunca más volvió a ver a sus hijos.
El resto de su vida lo dedicó a
dar conferencias sobre la necesidad de una reforma penitenciaria. También escribió
un libro al que tituló “Mis quince años perdidos”.
A partir de 1907 se creó en el Reino Unido una corte de apelaciones, que no existía, cuando se juzgó a esta mujer.
A partir de 1907 se creó en el Reino Unido una corte de apelaciones, que no existía, cuando se juzgó a esta mujer.
Florence Elizabeth Maybrick murió
en 1941, pobre, sola y rodeada de gatos, en una pequeña localidad del Estado de
Connecticut, cuando acababa de cumplir los 79 años.
Parece ser que tras su muerte, se
encontró, entre sus escasas pertenencias, una Biblia, dentro de la cual, se hallaba
una receta escrita a mano, donde se explicaba cómo extraer arsénico para
utilizarlo como maquillaje para la cara.
Se dice que Isabel I de
Inglaterra, también llamada “la reina virgen” solía utilizar muy a menudo el
arsénico para empolvarse la cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario