Siguiendo con este ciclo sobre la
vida de los reyes godos, hoy voy a dedicar este artículo a relatar la biografía
del rey Wamba.
Tal y como terminó el anterior, a
la muerte de Recesvinto en Gérticos, los nobles y obispos se reunieron en esa
misma localidad, para proclamar como rey a Wamba.
Este monarca, con un nombre que,
hoy en día, nos podría parecer un poco extraño, por entonces, ya era un hombre
mayor y se podría pensar que lo hicieron como para iniciar un período de transición,
mientras decidían a ver a quién elegían tras la muerte de éste.
Parece ser que él no estaba por
la labor de aceptar la corona, pues argumentaba que ya era muy mayor para el
cargo y no tenía las fuerzas suficientes para ejercerlo.
Estuvo rogando a unos y otros
para que cambiaran su voto hasta que uno de los congregados esgrimió un
argumento muy convincente. Desenvainó su
espada poniéndosela en el cuello le dijo que, si no aceptaba, lo mataría allí
mismo. Evidentemente, esta vez no opuso ninguna razón a su nombramiento.
Unos días después, fue proclamado
nuevo rey por el arzobispo Quirico, en
la iglesia de San Pedro y San Pablo, en Toledo.
Enseguida, empezaron a surgir las
dificultades. Tuvo que acudir con sus tropas para luchar contra los vascos, que
estaban saqueando la zona de Cantabria.
Posteriormente, surgieron nuevas
revueltas en la Galia Narbonense a la que se habían añadido algunas zonas de la
Tarraconense. Hacia allí mandó al duque Paulo, el cual, hasta esa fecha, había
sido uno de sus hombres de confianza.
Este Paulo era un magnífico
general de origen griego, aunque otros dicen que era hispano-romano. Sin embargo,
pertenecía al grupo de partidarios del rey Chindasvinto y sus sucesores y obró
conforme a su ideología.
Imagen de Chabacano en Wikipedia |
Paulo era el duque de la
Septimania, o sea, la zona del Golfo de León, que, actualmente pertenece a
Francia. Más o menos, la misma zona donde, posteriormente, se establecieron los
cátaros o albigenses.
Parece ser que los rebeldes se
hicieron con buena parte de esa provincia, pero no consiguieron tomar su
capital, Narbona. Paulo, que, cuando surgió esa rebelión, se hallaba en la Península Ibérica, se
dirigió hacia allí y, en lugar de combatirlos, se unió a ellos para tomar la
capital de la provincia.
También se unió a este grupo de
rebeldes Ranosindo, que era el duque de la importante provincia de la
Tarraconense. Eso ya era más grave, porque se sumaron a la rebelión las plazas
de Tarragona y Barcelona.
Las intenciones de Paulo se
vieron muy claramente cuando se hizo coronar en Gerona, pues allí, en el interior
de una iglesia, se hallaba una corona de
Recaredo, que había regalado a San Félix. Así que sus nuevos súbditos le
juraron fidelidad en la lucha contra Wamba.
Algunos dicen que, su primera
intención, fue crear un nuevo reino, al margen del visigodo. Seguramente, por
eso, se dirigió en algún escrito a Wamba como “rey del sur”, mientras que él se
proclamaba “rey del oriente”. De hecho, le mandó unos parlamentarios para que intentaran
negociar la paz entre ambos reinos.
Wamba se dio cuenta enseguida de
lo que estaba ocurriendo. Así que llevó a sus tropas para luchar primero contra
los vascos a los que venció en muy poco tiempo.
Posteriormente, se dirigió hacia
Septimania, donde fue tomando una por una todas las plazas que habían caído en
poder de los rebeldes. A través de Calahorra y Huesca, fue hacia Barcelona y
Gerona.
Luego dividió su ejército en tres
grupos. Uno de ellos tendría que ir por el valle del Segre hasta la Cerdaña. El
segundo de ellos marcharía por Vich hasta Ceret. Por fin, el tercero, marcharía
por la costa. El rey se hallaba al frente de este último grupo. Supongo que
Imagen de Iberia 700.svg en Wikipedia |
En Nimes, donde se hallaba el
duque Paulo, encontró una mayor resistencia, pues se habían unido a su bando un
grupo de francos. Al final del asalto, el duque y varios de sus fieles, resistieron
algo más, porque se habían refugiado en el anfiteatro.
No obstante, todos fueron
capturados. Llevados a Toledo y paseados por las calles de esa ciudad. Entre
ellos había nobles, clérigos, etc. En total, eran 28 prisioneros.
Vestían ropas
harapientas y llevaban los pies descalzos. Concretamente, a Paulo, le pusieron
en la cabeza una corona hecha con raspas de sardinas, para que la gente se
burlara de él. Posteriormente, los encerraron en una prisión y les quitaron
todos sus bienes.
Más tarde, fueron llevados ante
Wamba, el cual se hallaba reunido con los nobles del reino. El monarca preguntó
a esos nobles si les habían dado algún motivo para que Paulo se rebelara contra
ellos. Todos dijeron que no.
Luego les mostró el documento,
donde figuraba el juramento de fidelidad hacia el rey, que habían firmado todos
los nobles. Entre esas firmas se hallaban las de los conjurados.
Posteriormente, les mostró el
documento por el cual Paulo exigió a sus partidarios un juramento de fidelidad
hacia su persona.
En estos casos, el castigo
previsto por la Ley era la pena de muerte o dejarlos ciegos. Wamba no quiso
aplicarles esas penas. Así que les conmutó la condena por la reclusión en un
monasterio, tal y como había prometido al obispo Argebaldo de Narbona. Parece
ser que este obispo fue el que informó a Wamba de la traición del duque Paulo,
aunque luego se unió a los rebeldes.
No se debe pensar que esta
campaña fue una especie de rebelión de los hispano-romanos contra los
visigodos, pues la inmensa mayoría de los jefes capturados eran de origen godo.
Los detalles de esta campaña lo
conocemos gracias a una obra escrita por San Julián de Toledo, obispo de esa
ciudad.
Parece ser que nunca hubo buenas
relaciones entre los visigodos y los galos que vivían en Septimania, territorio
que se encontraba dentro del reino visigodo.
Wamba se dirigió más de una vez a
ellos, argumentando que los visigodos eran sus protectores y siempre lo habían
sido. Por eso, les decía San Julián que eran unos desagradecidos.
Incluso, se decía que los galos
trataban mejor a los judíos. Es posible que, por ello, Wamba, diera la orden de
expulsarles de Narbona.
Algunos autores opinan que,
detrás de esta rebelión se hallaban los francos, que se llevaban muy mal con
los visigodos y que ambicionan quitarles la Septimania a éstos.
De hecho, los godos habían tenido
la mitad de Francia dentro de su reino,
cuando tuvieron
su capital en Toulouse. Eso fue hasta que fueron derrotados por los
francos en la batalla de Vouillé, muriendo su rey, Alarico II, y tuvieron que replegarse a sus dominios en
Hispania.
Más tarde, nuestro personaje se
enfrentó a un gran problema, que había tenido durante esa campaña. Se trataba
de la falta de efectivos para combatir a los rebeldes. Así que en el 673
redactó una ley, por la que, en casos de este tipo, se obligaba a todo el mundo
a presentarse con su equipación militar.
En el caso de los laicos, las
penas serían de esclavitud o muerte. Los clérigos sufrirían la confiscación de
todos sus bienes y a los obispos se les obligaría a exiliarse.
Todo esto surgió porque la
sociedad visigoda se hallaba inmersa en un incipiente período de feudalización,
lo cual implicaba que cada noble iba por su cuenta, sin importarle ya las
necesidades del reino.
Parece ser que ya, durante su
reinado, hubo un pequeño enfrentamiento en aguas del Mediterráneo, entre una
flota árabe y otra visigoda. Venciendo la segunda.
Nuestro personaje también luchó
contra el creciente aumento del poder de la Iglesia. Así que creó nuevos
obispados, en donde colocó obispos que le fueran fieles. Incluso, quiso poner
dos obispos en la propia ciudad de Toledo. También dictó leyes contra aquellos
obispos que se enriquecían sin mesura.
Sin embargo, se tienen noticias
de que en los concilios provinciales de Toledo y de Braga, celebrados durante
su reinado, los obispos quisieron atraerse hacía sí a los nobles. Con el fin de
ejercer presión como un solo bloque contra la política del rey. De hecho, no
dieron validez a las nuevas sedes obispales creadas por el rey, para intentar reducir el poder de los obispos.
Precisamente, en el 680, una
conjura de los nobles cayó sobre nuestro personaje. Un domingo por la
tarde se fue a tomar su acostumbrada
infusión.
Sin embargo, esta vez, alguien
había depositado en su interior un producto que lo dejó en un estado de coma.
Es posible que algunos pensaran
que el rey estaba a punto de morir, pues ya era un anciano. Así que, siguiendo
las costumbres godas, llamaron al obispo San Julián de Toledo, el cual preparó
una gran ceremonia, donde se le tonsuró y se le vistió con un hábito adecuado
para su futuro entierro. Incluso se le dio la penitencia, pues se hallaba en
peligro de muerte.
Cuando pasó el efecto del bebedizo,
el monarca se recuperó sin recordar nada de lo que le había pasado.
No obstante, cuando quiso
recuperar su trono, se le indicó que se eso ya no podía ser, porque se le había
tonsurado y se le había administrado su penitencia. Aunque él protestó, nadie
le hizo caso. Así que tuvo que firmar los documentos de su abdicación, en los
que nombraba sucesor suyo al conde Ervigio, el cual, es posible que estuviera al frente de esa
conjura.
Curiosamente, en el siguiente
concilio, se le excusó expresamente de haber tenido ningún tipo de responsabilidad en este caso.
Lo cierto es que nadie lo había
acusado de nada. Un siglo más tarde, surgieron otras versiones alternativas del
hecho, donde se daba a entender la responsabilidad de Ervigio.
En el caso de Wamba, hubo de
retirarse a vivir como fraile en un convento en Pampliega, cerca de Burgos. Allí
vivió los 7 años que le restaban de vida. Murió en el 683.
De esta manera, los nobles, se
vengaron por las medidas que había tomado el rey contra los rebeldes.
En el caso de los clérigos, aprovecharon
el momento para eliminar todas las medidas que había tomado el monarca para
reducir su poder y su riqueza.
Tras este complot contra la
figura de un rey, el Estado visigodo se fue resquebrajando hasta su total
aniquilación en el siglo siguiente, como ya veremos en los siguientes artículos.
¿Estaba casado? ¿Tuvo hijos?
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