ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

miércoles, 17 de mayo de 2017

EL REY GODO WAMBA

Siguiendo con este ciclo sobre la vida de los reyes godos, hoy voy a dedicar este artículo a relatar la biografía del rey Wamba.
Tal y como terminó el anterior, a la muerte de Recesvinto en Gérticos, los nobles y obispos se reunieron en esa misma localidad, para proclamar como rey a Wamba.
Este monarca, con un nombre que, hoy en día, nos podría parecer un poco extraño, por entonces, ya era un hombre mayor y se podría pensar que lo hicieron como para iniciar un período de transición, mientras decidían a ver a quién elegían tras la muerte de éste.
Parece ser que él no estaba por la labor de aceptar la corona, pues argumentaba que ya era muy mayor para el cargo y no tenía las fuerzas suficientes para ejercerlo.
Estuvo rogando a unos y otros para que cambiaran su voto hasta que uno de los congregados esgrimió un argumento muy convincente.  Desenvainó su espada poniéndosela en el cuello le dijo que, si no aceptaba, lo mataría allí mismo. Evidentemente, esta vez no opuso ninguna razón a su nombramiento.
Unos días después, fue proclamado nuevo rey por el arzobispo Quirico,  en la iglesia de San Pedro y San Pablo, en Toledo.
Enseguida, empezaron a surgir las dificultades. Tuvo que acudir con sus tropas para luchar contra los vascos, que estaban saqueando la zona de Cantabria.
Posteriormente, surgieron nuevas revueltas en la Galia Narbonense a la que se habían añadido algunas zonas de la Tarraconense. Hacia allí mandó al duque Paulo, el cual, hasta esa fecha, había sido uno de sus hombres de confianza.

Este Paulo era un magnífico general de origen griego, aunque otros dicen que era hispano-romano. Sin embargo, pertenecía al grupo de partidarios del rey Chindasvinto y sus sucesores y obró conforme a su ideología.
Imagen de Chabacano en Wikipedia
Paulo era el duque de la Septimania, o sea, la zona del Golfo de León, que, actualmente pertenece a Francia. Más o menos, la misma zona donde, posteriormente, se establecieron los cátaros o albigenses.
Parece ser que los rebeldes se hicieron con buena parte de esa provincia, pero no consiguieron tomar su capital, Narbona. Paulo, que, cuando surgió esa rebelión,  se hallaba en la Península Ibérica, se dirigió hacia allí y, en lugar de combatirlos, se unió a ellos para tomar la capital de la provincia.
También se unió a este grupo de rebeldes Ranosindo, que era el duque de la importante provincia de la Tarraconense. Eso ya era más grave, porque se sumaron a la rebelión las plazas de Tarragona y Barcelona.
Las intenciones de Paulo se vieron muy claramente cuando se hizo coronar en Gerona, pues allí, en el interior de una iglesia,  se hallaba una corona de Recaredo, que había regalado a San Félix. Así que sus nuevos súbditos le juraron fidelidad en la lucha contra Wamba.
Algunos dicen que, su primera intención, fue crear un nuevo reino, al margen del visigodo. Seguramente, por eso, se dirigió en algún escrito a Wamba como “rey del sur”, mientras que él se proclamaba “rey del oriente”. De hecho, le mandó unos parlamentarios para que intentaran negociar la paz entre ambos reinos.
Wamba se dio cuenta enseguida de lo que estaba ocurriendo. Así que llevó a sus tropas para luchar primero contra los vascos a los que venció en muy poco tiempo.
Posteriormente, se dirigió hacia Septimania, donde fue tomando una por una todas las plazas que habían caído en poder de los rebeldes. A través de Calahorra y Huesca, fue hacia Barcelona y Gerona.
Luego dividió su ejército en tres grupos. Uno de ellos tendría que ir por el valle del Segre hasta la Cerdaña. El segundo de ellos marcharía por Vich hasta Ceret. Por fin, el tercero, marcharía por la costa. El rey se hallaba al frente de este último grupo. Supongo que
Imagen de Iberia 700.svg en Wikipedia
lo haría así para que no le rodearan los rebeldes por la retaguardia. Incluso, utilizó la armada para aprovisionar al Ejército y por si los rebeldes querían escapar por el mar.
En Nimes, donde se hallaba el duque Paulo, encontró una mayor resistencia, pues se habían unido a su bando un grupo de francos. Al final del asalto, el duque y varios de sus fieles, resistieron algo más, porque se habían refugiado en el anfiteatro.
No obstante, todos fueron capturados. Llevados a Toledo y paseados por las calles de esa ciudad. Entre ellos había nobles, clérigos, etc. En total, eran 28 prisioneros.
Les afeitaron la cabeza y la barba. Iban dentro de unas carretas tiradas por burros. 
Vestían ropas harapientas y llevaban los pies descalzos. Concretamente, a Paulo, le pusieron en la cabeza una corona hecha con raspas de sardinas, para que la gente se burlara de él. Posteriormente, los encerraron en una prisión y les quitaron todos sus bienes.
Más tarde, fueron llevados ante Wamba, el cual se hallaba reunido con los nobles del reino. El monarca preguntó a esos nobles si les habían dado algún motivo para que Paulo se rebelara contra ellos. Todos dijeron que no.
Luego les mostró el documento, donde figuraba el juramento de fidelidad hacia el rey, que habían firmado todos los nobles. Entre esas firmas se hallaban las de los conjurados.
Posteriormente, les mostró el documento por el cual Paulo exigió a sus partidarios un juramento de fidelidad hacia su persona.

En estos casos, el castigo previsto por la Ley era la pena de muerte o dejarlos ciegos. Wamba no quiso aplicarles esas penas. Así que les conmutó la condena por la reclusión en un monasterio, tal y como había prometido al obispo Argebaldo de Narbona. Parece ser que este obispo fue el que informó a Wamba de la traición del duque Paulo, aunque luego se unió a los rebeldes.
No se debe pensar que esta campaña fue una especie de rebelión de los hispano-romanos contra los visigodos, pues la inmensa mayoría de los jefes capturados eran de origen godo.
Los detalles de esta campaña lo conocemos gracias a una obra escrita por San Julián de Toledo, obispo de esa ciudad.

Parece ser que nunca hubo buenas relaciones entre los visigodos y los galos que vivían en Septimania, territorio que se encontraba dentro del reino visigodo.
Wamba se dirigió más de una vez a ellos, argumentando que los visigodos eran sus protectores y siempre lo habían sido. Por eso, les decía San Julián que eran unos desagradecidos.
Incluso, se decía que los galos trataban mejor a los judíos. Es posible que, por ello, Wamba, diera la orden de expulsarles de Narbona.
Algunos autores opinan que, detrás de esta rebelión se hallaban los francos, que se llevaban muy mal con los visigodos y que ambicionan quitarles la Septimania a éstos.
De hecho, los godos habían tenido  la mitad de Francia dentro de su reino, cuando tuvieron
su capital en Toulouse. Eso fue hasta que fueron derrotados por los francos en la batalla de Vouillé, muriendo su rey, Alarico II, y tuvieron que replegarse a sus dominios en Hispania.
Más tarde, nuestro personaje se enfrentó a un gran problema, que había tenido durante esa campaña. Se trataba de la falta de efectivos para combatir a los rebeldes. Así que en el 673 redactó una ley, por la que, en casos de este tipo, se obligaba a todo el mundo a presentarse con su equipación militar.
En el caso de los laicos, las penas serían de esclavitud o muerte. Los clérigos sufrirían la confiscación de todos sus bienes y a los obispos se les obligaría a exiliarse.
Todo esto surgió porque la sociedad visigoda se hallaba inmersa en un incipiente período de feudalización, lo cual implicaba que cada noble iba por su cuenta, sin importarle ya las necesidades del reino.
Parece ser que ya, durante su reinado, hubo un pequeño enfrentamiento en aguas del Mediterráneo, entre una flota árabe y otra visigoda. Venciendo la segunda.
Nuestro personaje también luchó contra el creciente aumento del poder de la Iglesia. Así que creó nuevos obispados, en donde colocó obispos que le fueran fieles. Incluso, quiso poner dos obispos en la propia ciudad de Toledo. También dictó leyes contra aquellos obispos que se enriquecían sin mesura.
Sin embargo, se tienen noticias de que en los concilios provinciales de Toledo y de Braga, celebrados durante su reinado, los obispos quisieron atraerse hacía sí a los nobles. Con el fin de ejercer presión como un solo bloque contra la política del rey. De hecho, no dieron validez a las nuevas sedes obispales creadas por el rey, para intentar reducir el poder de los obispos.
Precisamente, en el 680, una conjura de los nobles cayó sobre nuestro personaje. Un domingo por la tarde  se fue a tomar su acostumbrada infusión.
Sin embargo, esta vez, alguien había depositado en su interior un producto que lo dejó en un estado de coma.
Es posible que algunos pensaran que el rey estaba a punto de morir, pues ya era un anciano. Así que, siguiendo las costumbres godas, llamaron al obispo San Julián de Toledo, el cual preparó una gran ceremonia, donde se le tonsuró y se le vistió con un hábito adecuado para su futuro entierro. Incluso se le dio la penitencia, pues se hallaba en peligro de muerte.
Cuando pasó el efecto del bebedizo, el monarca se recuperó sin recordar nada de lo que le había pasado.
No obstante, cuando quiso recuperar su trono, se le indicó que se eso ya no podía ser, porque se le había tonsurado y se le había administrado su penitencia. Aunque él protestó, nadie le hizo caso. Así que tuvo que firmar los documentos de su abdicación, en los que nombraba sucesor suyo al conde Ervigio, el cual,  es posible que estuviera al frente de esa conjura.

Curiosamente, en el siguiente concilio, se le excusó expresamente de haber tenido ningún tipo de responsabilidad en este caso.
Lo cierto es que nadie lo había acusado de nada. Un siglo más tarde, surgieron otras versiones alternativas del hecho, donde se daba a entender la responsabilidad de Ervigio.
En el caso de Wamba, hubo de retirarse a vivir como fraile en un convento en Pampliega, cerca de Burgos. Allí vivió los 7 años que le restaban de vida. Murió en el 683.
De esta manera, los nobles, se vengaron por las medidas que había tomado el rey contra los rebeldes.
En el caso de los clérigos, aprovecharon el momento para eliminar todas las medidas que había tomado el monarca para reducir su poder y su riqueza.

Tras este complot contra la figura de un rey, el Estado visigodo se fue resquebrajando hasta su total aniquilación en el siglo siguiente, como ya veremos en los siguientes artículos.

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