ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 29 de mayo de 2016

OLYMPE DE GOUGES, UNA HEROÍNA OLVIDADA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA



Nuestros vecinos, los franceses, siempre han sido unos maestros para acordarse de lo que quieren y olvidar lo que no les interesa. Sobre eso, nos podrían dar muchas lecciones a los españoles.
En la época de la famosa y sangrienta Revolución Francesa, ocurrieron muchas más cosas de las que, habitualmente, suelen aparecer en los libros de Historia. Por eso, me parece que es de Justicia que alguien, como yo, ponga su granito de arena para arreglar este asunto.
Nuestro personaje de hoy se llamaba realmente Marie Gouze. Nació en la ciudad de Montauban, en 1748. Por si a alguno le suena de algo esta ciudad, allí nació el gran pintor Ingres. También murió en ella Manuel Azaña, presidente de la II República española.
Fue registrada como hija de Pierre Gouze, carnicero, y de Anne Olympe Mouiset, hija de un pequeño fabricante de ropa.
No obstante, siempre se rumoreó que, en realidad,  su padre era Jean-Jacques Lefranc de Caix, marqués de Pompignan y un autor de teatro, que disfrutaba de cierta fama, en aquel momento.
Según dicen, no tuvo una buena educación y el único idioma que realmente dominó fue el occitano, que era el que se solía utilizar en el sur de Francia. Antes de que los revolucionarios casi consiguieran dejarlo en una lengua muerta.
En 1765, con sólo 17 años, seguramente, la obligaron a casarse con un hombre, mayor que ella,  llamado Louis-Yves Aubry, que, ni siquiera lo calificaba como un buen partido.

Tuvieron un sólo hijo, Pierre, y enviudó muy pronto, a los 18 años. Acabó muy defraudada con su matrimonio. Así que no le quedaron más ganas de casarse.
Parece ser que  Montauban, donde vivían, sufrió una gran inundación y, tras ella, aparecieron las fiebres que mataron a muchos de sus habitantes. Entre ellos, a su esposo.
Tuvo siempre muy mala opinión acerca del matrimonio. Lo definía como “la tumba del amor y de la confianza”. Se mostró siempre partidaria del amor libre. Siempre se negó a llevar el apellido de su marido.
En 1770, se fue a París, pero, antes, se cambió su nombre. Llamándose, a partir de entonces, Olympe, como su madre. Modificó ligeramente su apellido y antepuso la partícula “de”, para intentar dar a entender que procedía de la clase noble.
No fue sola, en su viaje a la capital, sino que la acompañó un antiguo amigo y protector llamado Jacques Biétrix de Rozières, que se convirtió en su amante,  y su hijo, al que siempre procuró darle una buena educación. Parece ser que su amigo había obtenido un buen puesto en la Corte de Versalles.
Allí, procuró vivir en la forma habitual en que lo hacían los
burgueses. O sea, vistiendo bien, acudiendo a los salones, donde se debatían todos los temas y se podía conocer a mucha gente, etc. Uno de ellos, al que solía acudir con mayor asiduidad era el de la marquesa de Montesson, esposa del duque de Orleans.
El reinado de Luis XVI comenzó bien, pero, a causa de una de esas frecuentes crisis económicas, la cosa se torció.
Por ello, a la gente ya no le hacía tanta gracia que la reina se gastara una fortuna en sus caprichos, sin mirar que la gente se moría de hambre por las calles. Por ello, la llamaron Madamme Déficit.
No sé si será cierta esta frase, pero dicen que, cuando una manifestación llegó a las puertas del palacio real, la reina preguntó qué ocurría a sus damas de la Corte.
Le contestaron que la gente se manifestaba, porque no tenían pan para comer
Sin embargo, ella les dijo: “Pues, que coman pasteles”. Y se quedó tan pancha, porque desconocía lo que ocurría fuera de su lujoso palacio o le importaba un rábano.
Mientras tanto, Olympe, ya había llegado a ser muy conocida en los salones, gracias a su belleza y a su ingenio.
Algunos dicen que también formó parte de una Logia masónica. Es posible, porque, en aquel tiempo, era una forma muy útil y rápida de poder conocer a gente importante. Parece ser que  Mozart se hizo masón con ese mismo objetivo.
Tras esta formación intensiva, nuestro personaje vio claro que su vocación era ser escritora. El problema es que se calcula que, en aquella época,  sólo un 5% de los franceses sabía leer y le gustaba la lectura. Así que se decidió por el teatro, como forma más rápida de hacer llegar sus obras al pueblo.
En 1784, se estrenó en Paris “Las bodas de Fígaro”, de Beaumarchais.
Esta obra le causó tan honda impresión, que, poco después, ella escribió “Los amores de Querubin”, que estaría muy influenciada por la anterior, pues el famoso autor la denunció por plagio.
Parece ser que a ella no le importó demasiado, pues presumía de tener mucha facilidad para componer nuevas obras. De hecho, solía afirmar que esa primera obra la compuso en un sólo día.
Su forma de trabajar era muy curiosa, pues ella no solía escribir. Se limitaba a dictar los párrafos a sus secretarias y ellas eran las encargadas de escribirlas. Sin importarle
en absoluto que tuvieran faltas, ni el estilo ni nada de eso. Para ella, lo prioritario era el fondo de la cuestión.
Después de escribir varias obras más, las cuales fueron representadas con más o menos éxito, a partir de 1785, tuvo otro sonoro enfrentamiento.
Esta vez, escribió un drama llamado “Zamore y Mirza o el feliz naufragio”. Era un alegato contra la esclavitud. De hecho, el protagonista de la misma era un esclavo negro. Puede ser que la escribiera, porque se había afiliado al Club de los amigos de los negros.
Se podría decir que se trataba de un experimento muy peligroso, pues, hasta ese momento, nadie había escrito en Francia nada sobre este tema y podría ir a parar a la cárcel.
Incluso, la propia Comedie Française, estaba financiada por la Corte, la cual estaba repleta de gente que se estaba haciendo muy rica gracias a ese cruel negocio.
Lo cierto es que, a pesar de que montaron toda una campaña en su contra, tuvieron que dar su brazo a torcer ante la valentía de esta mujer y la obra se estrenó en 1792 en la Comedie
.
Dicen que algunos de los actores no hicieron bien su papel, al objeto de que la obra fracasara cuanto antes. Algo de lo que ella se quejó muy a menudo, escribiendo cartas a todo el mundo.
Esta obra fue un duro golpe contra la sociedad francesa del momento, pues, más de la mitad de la riqueza del país procedía de las colonias.
Así que, como se suponía, antes de estrenarse la obra, le llegó una orden para ser encerrada en la Bastilla. Afortunadamente, permaneció allí poco tiempo, pues tenía varios amigos muy influyentes.
Es posible que, entre ellos, estuviera el célebre abate Grégoire, al que ya dediqué, hace tiempo, otro de mis artículos.
Parece ser que el motivo que se buscaron para encerrarla fue que insultó a varios de los actores y que, incluso, retó a uno de ellos a un duelo a espada.
No obstante, antes de la Revolución, se permitió escribir dos obras más sobre el tema de la esclavitud.
También poco antes del comienzo del proceso revolucionario, escribió algunos folletos políticos. En uno de ellos, llamado “Carta al pueblo”, proponía que se fundara un impuesto patriótico, donde cada ciudadano diera lo que pudiera y se confeccionaran unas listas, en las cuales figurarían los nombres de los plebeyos, junto a los de los nobles. Según ella, así podría reducirse fácilmente la Deuda Pública.
También, en otros de sus folletos políticos, pidió que se hicieran una serie de centros, donde las mujeres pudieran dar a luz sin dolor. Fundar casas para huérfanos, ancianos y viudas con hijos. Crear talleres para parados y hacer una gran reforma agraria para sacarles de esa situación.
Los temas de sus escritos eran múltiples, pues también era partidaria de legalizar el divorcio. Defendía la alfabetización de toda la población y también el reconocimiento de los hijos naturales por sus padres biológicos, etc.
Curiosamente, era partidaria de la Monarquía, pero odiaba a María Antonieta, por ser una derrochadora, como pensaban la inmensa mayoría de los franceses.
Nuestro personaje estaba a favor de ponerse de acuerdo con los nobles y no de enfrentarse con ellos o exterminarlos, como pedían muchos radicales.
Precisamente, asistió en Versalles a la reunión de los Estados Generales, que no se reunían desde 1614. Allí publicó un panfleto llamado “Grito de los sabios, hecho por una mujer”, donde apelaba al entendimiento entre la clase noble y el Tercer Estado.
Conviene recordar que  el llamado Tercer Estado representaba nada menos que al 97% de la población de Francia.
De hecho, presumía de no ser de ningún partido y de que sólo le interesaba el bienestar de Francia y sus conciudadanos. Ello le restó muchas amistades, durante la Revolución.
Curiosamente, confiaba tanto en su forma de convencer a la gente, por medio de su palabra, que, tras la detención de la familia real, cuando huían hacia Austria, se presentó voluntariamente para defender al rey.
Tras la Revolución, las mujeres, pudieron alcanzar unas metas muy importantes para ellas. No obstante, esos mismos revolucionarios procuraron siempre dejarlas en un segundo plano.
La Convención decretó que “las mujeres no estaban facultadas para asistir a asamblea política alguna”. Para ello, se basaron en la famosa obra “El contrato social”, de Rousseau, donde se dice que los hombres son seres racionales, mientras que las mujeres sólo lo son emocionales.
Evidentemente, esa declaración no le hizo ninguna gracia a Olympe y en 1791 publicó la famosa “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana” y se la dedicó a la reina.
En su prefacio, se dirige a los lectores de esta manera: “Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta.
Esta declaración tuvo un  precedente en la obra de Nicolás de Condorcet, “Sobre la admisión de las mujeres al derecho ciudadano”, publicada en 1790.
La verdad es que este texto podría ser calificado de demasiado revolucionario en aquel tiempo. Aunque, hoy en día, lo veríamos como lo más normal del mundo. No obstante, muchas de las cosas que pedía ella en ese texto han tardado siglos en reconocérsele a la mujer.
Es muy curioso que, a pesar de que la Revolución Francesa fuera llevada a cabo, en buena medida, gracias al papel de la mujer, después las apartaran de la misma y no les quisieron reconocer los mismos derechos que al hombre. Ni siquiera les reconocieron el derecho al voto.
Olympe, siempre quiso tener una postura imparcial y a la vez, beligerante. Me parece que en esa época se exigía tomar partido por alguno de los bandos o tendrías a los dos contra ti.
Fruto de ese espíritu imparcial, se permitió escribir un panfleto titulado “Las tres urnas o la salud de la Patria”.
En él, defendía que cada departamento pudiera votar si optaba por un gobierno republicano centralista, federal o monárquico. Aunque no firmó el texto, alguien la denunció.
Antes de eso, había defendido la política de los girondinos, antes de que cayeran en desgracia. Curiosamente, este grupo había hecho una campaña contra ella a causa de su feminismo.
También se mostró en contra de la condena a muerte contra el rey, Luis XVI. Todo eso no pasó desapercibido para el brutal Robespierre y sus esbirros.
Así, como era de esperar, fue detenida el 20 de julio de  1793 y  llevada a la, desgraciadamente, famosa cárcel de la Conciergerie en París.
Parece ser que consiguió, a base de sobornar a sus carceleros, que se le enviase a una especie de hospital para curar unas heridas infectadas.
También aprovechó el tiempo para escribir nuevos panfletos a los que tituló “Olympe de Gouges en el Tribunal Revolucionario” y “Una patriota perseguida”.
En ellos, cargó las tintas contra los jacobinos, y, especialmente, contra Robespierre y Marat. Diciendo de él: “…me ha parecido siempre ambicioso, sin genio, totalmente dispuesto a sacrificar a la nación entera para llegar a la dictadura”. Era una forma de decir que estaba hundiendo las luces de la Revolución en el Terror. Toda una traición a los principios de la Ilustración.
Así y todo, la nueva República, quitó el estatus de ciudadana a las mujeres el 30/10/1793.
No sé si ya se vería perdida, porque vería que no la iban a llevar ante un tribunal ordinario, sino ante uno en el que no se podría defender. Así escribió: “tu aliento contamina el aire que respiramos actualmente. Tu párpado vacilante expresa, a pesar tuyo, toda la infamia de tu alma y cada uno de tus cabellos lleva un crimen”. En una palabra, que se despachó muy a gusto contra Robespierre.
El 02/11/1793 fue llevada ante el Tribunal Revolucionario, sin poder disponer ni siquiera de un abogado. Allí, se defendió como pudo, utilizando, como siempre, su dominio de la retórica.
En su defensa, argumentó haber sido siempre una buena ciudadana y no haber intentado nunca organizar un complot contra el régimen republicano. Sin embargo, se la condenó a muerte por defender los principios federales, como los girondinos.
Al día siguiente, fue guillotinada por el célebre verdugo, Henri Sanson, al que también dediqué, anteriormente,  otro de mis artículos.

Fue la segunda mujer guillotinada en Francia. La primera fue su odiada reina María Antonieta. Ejecutada unas dos semanas antes que ella.
De esa forma, se cumplió otra de sus ideas. La de que, si una mujer tiene el derecho a subir al cadalso, también debería poder subir a una tribuna política.
Ante ello, las publicaciones de los revolucionarios, paradójicamente, defendían que el puesto de la mujer estaba en la casa y no en la política.
A su muerte, quizás por miedo, nadie quiso defenderla. Incluso, su único hijo, Pierre, se mostró en contra de defender su memoria y de intentar vengar la muerte de su madre. Más tarde, se arrepintió de ello.
De todas formas, a su muerte, surgieron otras feministas que publicaron los llamados “Cuadernos de la injusticia”, donde argumentaban su malestar por el papel que había asignado el nuevo Gobierno a la mujer.
De lo que no hay ninguna duda es de que fue una mujer muy feminista y muy avanzada a su tiempo. Rompió con todos los tabúes de la época, que atenazaban a las mujeres y puso en un compromiso a los gobernantes de la nueva república.
Quizás, por ello, su obra literaria y política cayó en el olvido, pues era una persona muy molesta para los gobernantes.
Incluso, durante el siglo XIX, algunos argumentaron que sus obras no podían ser suyas, porque pensaban que era completamente analfabeta, mientras que otros la tachaban directamente de enferma mental.
Tras la II Guerra Mundial, un movimiento de intelectuales recuperó a este personaje y se le colocó a la misma altura que otros personajes masculinos ya reconocidos de la Revolución Francesa.
En 1981, Olivier Blanc, investigó a fondo sobre este personaje y escribió una biografía de la misma.
Ya en 1989, con motivo del bicentenario de la Revolución, se volvieron a representar de nuevo sus obras.
Ese mismo año, se dirigieron varias peticiones al presidente Chirac, al objeto de que su nombre figurara en el célebre Panteón de París. Sin embargo, la idea no fue aceptada por éste.
Parece ser que su asesor, el historiador Alain Decaux, le indicó que no era bueno llevar el nombre de una monárquica a ese lugar, considerado como  sagrado por el republicanismo.
No obstante, muchos municipios franceses la han homenajeado, poniendo su nombre a algunas de sus calles y centros educativos.
En 2007, Ségolène Royal, fue candidata al puesto de presidente de la República Francesa. Una de las cosas que prometió, durante su campaña electoral, fue que trasladaría las cenizas de Olympe al Panteón de París.
Esta decisión no se pudo llevar a efecto, porque el vencedor de esas elecciones, Sarkozy, no la tuvo en cuenta.
Así que en la fachada del Panteón sigue figurando el agradecimiento de Francia sólo a los grandes hombres de ese país.
Es muy curioso que, todavía, hoy en día, he podido leer algún artículo de una escritora francesa, que se muestra contraria a las ideas de nuestro personaje. En fin, nadie es profeta en su tierra.

4 comentarios:

  1. Una vez más elogio tu habilidad para encontrar grandes personajes desconocidos.

    Bien, no debería sorprendernos que Marie fuera hija de otro señor que no fuera el marido de su madre; no sé si era muy habitual, pero sí que no era sorprendente. Creo que, para esa época, no era un tópico que los franceses eran algo libertinos; o, al menos, es algo que nos ha llegado de entonces.

    Por otra parte, entiendo que, si no estuvo contenta con su matrimonio, que tuviera el desahogo que tuvo después escribiendo. Y fue muy ingenioso llegar al público a través del teatro, eso no se le ocurrió a muchos intelectuales -creo yo-, aunque mi opinión es que debió haber tenido más cuidado con la calidad de la producción; si hubiera escrito ella misma los textos en vez de dictarlos, el resultado de su trabajo hubiera tenido más calidad: me refiero a las faltas de ortografía. Eso desmerece mucho el trabajo de cualquiera, y hemos visto que incluso puede cambiar el sentido a lo que dice, y quita las ganas de trabajar mejor, por lo menos a mí.

    Pisó demasiados callos mirando por los más desvaforecidos, a lo mejor eso hizo que quedara señalada como "peligrosa". Destacaría lo de extender la alfabetización: nada más peligroso que ayudar a que la gente piense. Y lo que su trabajo demuestra, es que, la mujer, siempre ha sido utilizada para hacer la revolución y, una vez conseguidos los objetivos, se la aparta del camino, igual que se hizo con las gentes más humildes.

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    1. Yo pienso que la burguesía francesa necesitó muchos apoyos para poder destronar al rey y al Antiguo Régimen.
      Es posible que a toda esta gente le prometieran de todo, para ganarse su apoyo.
      Sin embargo, más tarde, se fueron deshaciendo de todos los que les iban estorbando.
      Desde luego, alguien debió de tener muy claro lo que quería hacer con la Revolución Francesa. Sin embargo, la mayoría de la gente lo ignoraba.
      Saludos y muchas gracias por tus elogios.

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  2. Hola, acabo de descubrir tu blog y lo que voy viendo me encanta. Soy una apasionada de la Historia, así que desde hoy ya tienes a una nueva seguidora...
    Saludos.
    Mari Carmen.

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    1. Muchísimas gracias por tus elogios.
      Intentaré que te sigan gustando mis nuevos artículos.
      Saludos.

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