Se me ha ocurrido hacer un nuevo
artículo sobre el Reino de León, más que otra cosa, para que se entendiera bien
el contexto de esas Cortes de 1188.


Posteriormente, en 1177, el rey Fernando
II de León, se casó con Teresa Fernández de Traba, hija ilegítima de su tutor,
el gallego Fernando Pérez de Traba. Desgraciadamente, este matrimonio sólo duró
hasta 1180, pues su esposa murió cuando iba a dar a luz a su segundo hijo, que
también murió en el parto. Lamentablemente, algo muy habitual en esa época.
En 1187, Fernando II, decidió
casarse con su amante, Urraca López de Haro, hija del señor de Vizcaya. Con
ella, ya había tenido un hijo el año anterior, Sancho Fernández de León, el
cual fue legitimado tras el matrimonio de ambos. También tuvo, anteriormente,
otros dos más, pero murieron a los pocos años de su nacimiento.


Los canónigos de la Colegiata los
recogieron y los llevaron a la Iglesia de Santa Marina de la misma ciudad.

Como Alfonso vio peligrar su
vida, si seguía permaneciendo en su reino, se fue a Portugal, para gozar de la
protección de su abuelo, el rey Alfonso I Enríquez.
Nada más enterarse del fallecimiento
de su padre, regresó a toda prisa a su reino, para ser reconocido por los
magnates del mismo, antes de que se le adelantara su hermanastro. Precisamente,
su madre, Urraca, salió de su convento para asistir a la coronación de su hijo.

No obstante, como la madrastra y
sus partidarios no cejaron en su empeño por quitarle la corona, Alfonso IX,
tuvo que reunir a toda prisa las famosas Cortes de León de 1188, donde por
primera vez en Europa, se admitió a los miembros de la plebe para discutir los
asuntos de gobie

Aun así, Alfonso IX, tuvo que luchar durante 7 largos años contra los partidarios de su madrastra, a pesar de que le dio a su hermanastro, Sancho, una serie de cargos, para que pudiera vivir cómodamente de los mismos.

Como Alfonso IX era aún muy
joven, ni siquiera había sido nombrado caballero, cosa muy importante en esa
época. Así que se desplazó a Castilla, donde ya reinaba su primo Alfonso VIII. Éste
le trató, de un modo muy humillante, a su modo de ver. Le obligó a rendirle
vasallaje y tuvo que arrodillarse y besarle la mano, públicamente. Todo ello,
posiblemente, para conseguir firmar una alianza contra el rey de Portugal.
Parece ser que en este acto
radica el origen del odio mutuo, que hubo toda su vida, entre estos dos reyes .

Efectivamente, Teresa, era prima
hermana suya, pues la madre de
Alfonso IX, Urraca, era hermana de Sancho I de Portugal.
Así que, una vez más, se
repetiría la historia de sus padres. Se casaron, inmediatamente, en 1191, en la
ciudad portuguesa de Guimarães, antigua capital de Portugal, pues Lisboa, aún
se hallaba en poder de los moros.
Seguramente, no pidieron el
oportuno permiso antes de la boda y tuvieron la mala fortuna de dar con un Papa
muy intransigente.
Posiblemente, una de las
prioridades del nuevo rey, aparte de aumentar sus ingresos, porque las arcas
del Tesoro estaban casi vacías, fue la de firmar treguas con sus belicosos vecinos.
Seguramente, por ello, firmó con los almohades una tregua por 5 años, pues la
frontera leonesa estaba situada en la ciudad cacereña de Coria.

Así que, a propuesta de Sancho I
de Portugal, se reunieron, en 1191, para firmar el llamado Pacto de Huesca, los
soberanos de Aragón, Navarra y León. Este pacto también fue llamado la Liga de
Huesca.

No obstante, muy pronto, este
tratado fue papel mojado, pues cada uno de los miembros hizo lo que más le
interesó en cada momento y no se atuvo a lo pactado.
Mientras tanto, en 1194, el Papa
Calixto III, anuló su matrimonio con Teresa, hija del rey de Portugal, al
considerarlo incestuoso, aunque ya tenían 3 hijos.

A raíz de esta derrota cristiana,
el resto de los reinos hispánicos se apresuró a pactar una tregua con los
musulmanes.

En 1196, los leoneses volvieron a
invadir Castilla, para que les devolvieran las plazas perdidas, sin embargo,
Castilla se alió con Portugal para atacar León y Galicia.
Para intentar asegurar la paz con
Castilla no se le ocurrió otra cosa que casarse con su sobrina Berenguela, hija
de Alfonso VIII. O sea, que volvió a casarse con un familiar, pues su padre y
el de Alfonso VIII eran hermanos.
En 1197, tuvo lugar la boda en la
iglesia de Santa María, de Valladolid. Esta vez reinaba otro Papa, igual de
intolerante o aún más que el anterior, nada menos que el célebre Inocencio III,
al que ya dediqué otro de mis artículos.
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Aparte de los hijos de esos dos
matrimonios, el rey tuvo como amante a Teresa Gil, la cual le dio otros 4 hijos.
También tuvo amoríos con otras damas, con las que tuvo una decena de hijos,
pero no vamos a entrar en detalles.
Tras su boda con la hija del rey
de Castilla, se aseguró, momentáneamente, la paz con este reino, por lo que
ahora se dirigió contra Portugal, para recuperar las plazas que su rey le había
arrebatado.
Tras el divorcio con Berenguela,
surgió de nuevo el conflicto con Castilla, hasta que se acordó que Fernando, el
hijo habido con Berenguela, se quedara con las plazas en conflicto.


No obstante, a la vuelta de
Alfonso VIII, firmó un pacto con el rey leonés para continuar con la lucha
contra los moros.
En 1214, a raíz de la muerte de
Alfonso VIII, nuestro personaje,
intentó entrometerse en los asuntos de
Castilla.
En ese reino, por una parte, tenían el problema de la minoría de edad del
príncipe Enrique y, por otra, que un cierto número de nobles, encabezados por Álvaro
Núñez de Lara, habían intentado quitarle la tutela a Berenguela sobre el
heredero. Al mismo tiempo, también intentaron eliminar los derechos de
Fernando, hijo de Alfonso IX, sobre la corona de Castilla.
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Estos dos problemas se
resolvieron con la prematura muerte de Enrique I, a los 13 años, debida a una
pedrada en la cabeza, cuando jugaba con otros chicos de su edad, lo cual provocó que Berenguela fuera la nueva
reina de Castilla.
Contra todo pronóstico, en la
misma ceremonia de coronación, Berenguela, renunció a la misma, para entregar
el reino a su hijo Fernando.
El mismo Alfonso IX quedó asombrado
con este comportamiento y, como siempre había anhelado ceñir la corona de
Castilla, se presentó en ese reino al frente de sus tropas.
No hubo quien le convenciera para
que diera marcha atrás, pero, al llegar a Burgos, allí le esperaba su hijo Fernando,
encabezando una multitud de tropas castellanas. Eso hizo que diera media vuelta
y regresara a León, reconociendo a su hijo como nuevo rey de Castilla.
Incluso, en 1218, los dos reyes
se reunieron en Toro (Zamora) para firmar una paz definitiva entre ambos
reinos.
Esta paz le dio una gran tranquilidad
a Alfonso IX que, a partir de esa fecha, se dedicó casi exclusivamente a
combatir a los musulmanes.

Ese mismo año, intentó peregrinar
a Santiago, para dar gracias por las nuevas conquistas, pero murió por el
camino, concretamente, en Sarria. Está enterrado en la catedral de Santiago.
En sus últimos años, no tuvo muy claro
a quién debía de legar la corona de León. Desde luego, nunca quiso unirla a
Castilla.
El heredero natural hubiera sido
su primer hijo, llamado también Fernando, pero había muerto en 1214. Así que
decidió que la heredaran sus hijas Sancha y Dulce, hermanas del fallecido.
En 1230, tras la muerte de Alfonso
IX, hubo un grave problema sucesorio, pues Fernando III, al que había
desheredado su padre, amenazó a sus
hermanas con invadir León, si no le cedían el reino a él.
No obstante, el mismo año, se
reunieron Teresa de Portugal y Berenguela de Castilla, ambas, antiguas esposas
de Alfonso IX, las cuales llegaron a un acuerdo, por el que las herederas
cederían León a Fernando III a cambio de una generosa pensión vitalicia. Ese acuerdo
se llamó la Concordia de Benavente. Así quedaron definitivamente unidos, en la
persona de Fernando III el Santo, los reinos de León y Castilla.
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La política económica de este
rey, hizo que aumentara la riqueza de su reino, al favorecer a grandes capas
sociales y así disminuyó el peso de la nobleza en las decisiones políticas.
En 1208, se creó en Castilla la
antigua Universidad o Estudio General de Palencia, inexistente hoy en día, a la
que solían acudir muchos jóvenes leoneses.
El problema es que no les era
fácil ir allí, debido a las frecuentes guerras entre ambos reinos. Así que, en
1218, creó el Estudio General de Salamanca, antecesor de la famosa Universidad
de Salamanca.
Por tanto, se puede decir que, a pesar
de las frecuentes guerras a las que sometió a su reino, su reinado fue muy positivo
y su labor ha sido injustamente olvidada hoy en día.
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