ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

lunes, 10 de agosto de 2015

MASTRO TITTA, EL VERDUGO DE LOS PAPAS



Recuerdo que en una ocasión, cuando se hacía aquello que se llamaban los cursos prematrimoniales o algo así, que, por cierto, desconozco si se siguen haciendo, pues me ocurrió una anécdota muy graciosa.
Como estos cursillos para futuros matrimonios los daban los curas que, se supone, de eso no tenían que saber nada y unos meapilas a su servicio, pues solían ser muy aburridos.
La verdad es que nunca he entendido que los curas se puedan poner a hablar sobre algo que desconocen.
Bueno, si uno va ahora a las clases que dan algunos profesores universitarios, en España, verá que ocurre lo mismo y, además, se les nota mucho.
Volviendo a los cursillos, una tarde, cuando ya me estaba aburriendo más de lo normal el meapilas de turno, le pregunté de pronto que si la Iglesia era muy amante de la vida y si se oponía a la violencia. Me contestó inmediatamente que sí. Así que yo aproveché y le lancé un “torpedo” directamente a la línea de flotación. Simplemente, le pregunté por qué, si todo era como él decía, el Vaticano había abolido la pena de muerte en fecha tan reciente como 1969.
Evidentemente, al tipo le entraron ganas de salir corriendo, porque se quedó absolutamente sin palabras. Seguramente, desconocía este hecho, así que ese día aprendió algo nuevo. Menos mal, para él,  que algunos de los allí reunidos le “echaron un capote” para poder seguir con la charla correspondiente a ese curso. A todo esto, yo pasé un buen rato, divirtiéndome mucho con sólo ver la cara que puso este hombre. Eso sí, abrevió todo lo posible y nos pudimos ir todos a nuestras casas mucho antes de lo previsto.
Bueno, seguro que a la gente que me conoce no le habrá extrañado esta anécdota, porque sabe que, de vez en cuando, suelto alguna pregunta de ese estilo, con un poco de mala uva, para diversión del público asistente.
Para empezar a centrarnos en el tema de este artículo, me parece que sería conveniente explicar brevemente qué fueron los Estados Pontificios.
Tras la caída de Roma y la invasión de la Península Itálica por parte de los lombardos, se quebró allí el poder político y así el dux de Venecia, el duque de Nápoles y el Papa tomaron posesión de sus respectivos territorios. De esa forma, pasó a llamarse Patrimonio de San Pedro a los dominios del Papa.
En un principio, el Papa, reconoció como su soberano al emperador de Constantinopla, que era el sucesor del antiguo emperador de Roma.
El problema es que el rey lombardo ansiaba someter también a Roma y le exigió al Papa que le cediera sus territorios. Éste, llamó a su soberano, el emperador de Constantinopla, pero no movió un dedo para protegerle.
Viendo que iba a perder su sede y sus territorios, el Papa, Esteban II, se dirigió ahora al rey de los francos, Pipino el breve, pidiéndole ayuda contra los lombardos.
Esta vez sí que obtuvo mejores resultados, pues, tras viajar a Francia y entrevistarse con Pipino, éste le otorgó protección militar para sus territorios y, además, le prometió que los territorios conquistados por los lombardos serían para el Papa.
En 754, el Papa ungió a Pipino como emperador en Saint Denis, otorgándole, además, el título de “patricio de los romanos”, que era uno de los que tenían los antiguos emperadores romanos.
Así, tras derrotar Pipino a los lombardos en 754 y 756, éstos tuvieron que cederle al Papa nada menos que 22 ciudades de la llamada “Pentápolis”, más la Emilia, Comacchio y Narni.
Más tarde, en 774, los lombardos lo intentaron de nuevo y el Papa apeló, como aquel antiguo anuncio de TV,  “al primo del Zumosol”, que, en este caso, fue nada menos que Carlomagno, para que les diera otro “repaso” a los lombardos. Cosa que hizo.
Por cierto, siempre me ha llamado la atención que a Pipino el breve se le llamara así debido a su corta estatura, sin embargo, Carlomagno, que era su hijo, medía unos 2 metros. Algo que se pudo comprobar en cierta ocasión en la que se abrió su tumba.
Además, como el nuevo Papa, León III, coronó a Carlomagno, lo que hizo fue romper con su teórico soberano, que era el emperador de Constantinopla y tomar como nuevo soberano al emperador de los francos.
Incluso, los siguientes emperadores se permitieron, a partir de Lotario I, reafirmar el poder imperial sobre el Papa, al controlar los actos políticos y administrativos de éste. Todo esto dio lugar, durante toda la Edad Media,  a muchas fricciones e incluso, guerras, entre los partidarios del emperador y los del Papa. Los llamados güelfos y los gibelinos.
Algunos autores llegan a afirmar que esta lucha dio lugar a una separación entre la Iglesia y el Estado, que llegó a conformar una nueva sociedad en el Renacimiento, algo alejada de la Medieval, donde todo giraba en torno de la figura divina.
Bueno, para no alargarme mucho, puedo decir que los Estados Pontificios sobrevivieron durante muchos siglos, algo extraño en Europa, y tuvieron momentos importantes, como durante el período llamado del Renacimiento.
Incluso, las tropas de Napoleón, que asaltaron Roma, quisieron eliminar estos Estados, pero no lo consiguieron, porque, tras el Congreso de Viena, se le devolvieron al Papa todos sus territorios.
En 1870, se aliaron un revolucionario profesional, llamado Garibaldi, con el rey Víctor Manuel II de Piamonte y Cerdeña, para intentar unificar Italia en un sólo reino.
Puede ser que lo consiguieran, aprovechando que los franceses, que protegían al Papa, tuvieron que ir a luchar contra los prusianos. Lo cierto es que se formó un nuevo reino en Italia y los Estados Pontificios se perdieron, quedando solamente el Estado del Vaticano, muy a pesar del Papa Pío IX, que se llevó un tremendo disgusto que, con el tiempo,  lo llevaría a la tumba. Como ejemplo, todas las cortinas del vaticano estuvieron cerradas, en señal de luto, hasta el día de su muerte. También prohibió a todos los católicos que participaran en cualquiera de las  elecciones que se realizaran en el nuevo país.
Esta situación quedó así, hasta que nada menos que a Benito Mussolini se le ocurrió firmar los Pactos de Letrán, por los que, por fin, Italia y la Ciudad del Vaticano, se reconocían mutuamente como estados independientes y soberanos.
Bueno, dejando aparte los rollos introductorios, vamos
a ir de cabeza al tema. Cuando estábamos estudiando, nos enseñaron lo que hacía la Inquisición, la española y las de los demás países, a la hora de ejecutar a sus reos. Siempre nos explicaban que la Inquisición, por formar parte de la Iglesia, no podía matar, así que encargaba al poder civil que lo hiciera en su lugar. Esto era más o menos así, pero no es del todo cierto y es lo que vamos a ver ahora.
Concretamente, me voy a fijar en la figura de un conocido verdugo vaticano. Su nombre real fue Giovanni Battista Bugatti, aunque todo el mundo lo conoció, en su época, por el apodo de “Mastro Titta”.
Fue un verdugo con una carrera excesivamente larga. No sé si sería porque le iba la marcha o porque la Iglesia no encontró a otro para que hiciera su trabajo.
Ya en 1796, con sólo 17 añitos, fue fichado por el Papa Pío VI, para que ejerciera como verdugo y ejecutara las penas de muerte, que hubieran sido dictadas por sus tribunales eclesiásticos.
Parece ser que, durante sus primeros cinco años en el cargo, no tuvo mucho trabajo, ejecutando sólo a unas seis personas.
Tras la Revolución Francesa, como las tropas republicanas invadieron
estos Estados, se le fue acumulando el trabajo.
Ya no sólo se dedicaba a ejecutar asesinos, sino que también lo hacía con cualquier opositor al poder de Francia. Esto le obligó a realizar ejecuciones casi diariamente. Lo cual es una barbaridad.
Tras su jubilación, ya con 85 años de edad y 69 en su puesto de trabajo, se calcula que realizó 596 ejecuciones, que no está nada mal. No sé ni cómo podría ejecutar a nadie con una edad tan avanzada.
En un principio, utilizó varios medios para llevar a cabo esas ejecuciones. Supongo que serían los admitidos, por entonces,  por la Ley eclesiástica.
Así que unas veces usó el hacha para decapitar. Otras, le tocó utilizar la famosa horca. Aunque, de todos los métodos, el más usado en Roma fue el aplastamiento del cráneo de la víctima, por medio de un golpe con un pesado martillo.
Evidentemente, tras la llegada de los franceses, en Roma se modernizaron y empezaron a utilizar la famosa guillotina, como en muchos otros sitios.
Dicen que solía referirse a los condenados como sus “pacientes” y que les solían dispensar un trato amable. Incluso, les ofrecía tabaco o les daba palabras de aliento, antes de realizar su trabajo. A las ejecuciones les llamaba “tratamiento”.
Una vez llegado el momento de la ejecución, cumplía su cometido de
una manera impasible y luego mostraba al público la cabeza del ajusticiado, tal y como ordenaban las leyes. En ese momento, los padres que solían asistir con sus hijos, les daban a éstos una bofetada para indicarles que no debían acabar como los reos.
Está claro que, según el delito cometido por el reo, se utilizaba un medio más o menos brutal para ejecutarlo. Con los reos que cometían delitos muy graves, una vez ejecutados, se les descuartizaba y se colgaban sus miembros en las esquinas del cadalso.
Eso es lo que hacía en su papel de verdugo. En cambio, diariamente, hacía una vida muy normal. Vivía en el barrio romano del Trastévere, muy cerca del Vaticano, en la zona llamada del Borgo, concretamente, en el número 2 de la Vía del Campanile, donde se dedicaba, junto con su esposa, a pintar paraguas y sombrillas,  los cuales luego vendía a los turistas.
Parece ser que uno de los “apartados de su contrato”, suponiendo
que hubiera firmado uno, es que nunca podía abandonar su barrio, salvo que fuera requerido para realizar su trabajo como verdugo. Dicen que esa era una forma de protegerlo de las venganzas de los familiares y amigos de sus “pacientes”.
Se cuenta que, cada vez que cruzaba el río, vestido con su capa roja, propia de su oficio, se hacía correr la voz de que iba a realizarse una nueva ejecución, para que todo el mundo fuera a presenciarla. Lo cual hacían todos de manera voluntaria, incluso, llevando de la mano a sus propios hijos. Se hizo muy popular la frase: “Maestro Titta passa ponte”.
En 1865, ya con 85 años, el Papa Pío IX, le permitió retirarse. Incluso, le otorgó una buena pensión. Algo inusual, pues lo normal era darle unas tierras y que se alimentara con lo que sacara de ellas.
Tras su jubilación, ya sólo se realizaron 11 nuevas ejecuciones, hasta 1870, o sea, un chollo para su sucesor en ese horrendo cargo. En ese año se produjo la unificación italiana. Precisamente, su sucesor fue un discípulo suyo, Antonio Balducci, que había sido su ayudante desde 1850.
Como ya dicho, en 1929, se firmaron los Pactos de Letrán, por los que se creó el Estado Vaticano. No obstante, a pesar de ser un nuevo Estado, conservó la pena de muerte dentro de su Código Penal y no se produjo su abolición hasta 1969. También es cierto que no se produjeron ejecuciones en esos 40 años.
En el Museo Criminológico de Roma se pueden leer las anotaciones del diario de este verdugo, donde anotaba los detalles de cada una.
Algunos autores, como el famoso Lord Byron, presumieron de haberle visto realizar sus ejecuciones. Concretamente, el británico presenció una triple a mediados de mayo de 1817.
Incluso, el poeta italiano Giuseppe Gioachino Belli le dedicó unos sonetos, compuestos entre 1830 y 1835. Todos ellos alabando su labor durante tantos años.
Con el tiempo, su nombre se ha hecho tan famoso que le han dedicado varias películas y hasta se realizó una comedia musical, donde aparecía la figura de este verdugo.
Nuestro personaje murió en su querida Roma a la edad de 90 años. Una edad muy avanzada, incluso para hoy en día.

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