ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

sábado, 1 de agosto de 2015

JOHN HAWKWOOD, UN EXTRAÑO CONDOTTIERO



Seguramente, todos habréis oído hablar de los famosos condotieros italianos. Unos tipos que pulularon por Italia desde el final de la Edad Media hasta el Renacimiento, aprovechándose de la falta de un Estado, que cohesionara ese territorio y de la inseguridad producida por las continuas guerras.
De hecho, muchos de los apellidos de los nobles italianos de hoy en día proceden de estos mercenarios que, con sus armas, conquistaron una serie de territorios y que, más tarde, se unieron, bien a la Iglesia o al Imperio para validar sus conquistas.
En un principio, los condotieros, eran una especie de corsarios, ligados por un contrato a un Estado más o menos grande. A veces, al verse más fuertes que sus clientes, eran ellos los que les imponían sus condiciones.
Sólo buscaban riqueza y tierras y, en algunos casos, hasta la fama. No les importaba cambiarse de bando, si el otro pagaba más. Así que no podían ser considerados muy fiables.
En un principio, los condotieros fueron casi siempre extranjeros. La mayoría de ellos procedía de lo que hoy es  Alemania, pero después fueron todos ellos italianos.
Eran simples tropas mercenarias. En un principio, ni siquiera se les podría calificar de tropas, pues eran simples bandidos, unidos por una causa común y al mando de un capitán.
Más tarde, se creó la llamada Gran Compañía, que llegó a contar con unos 9.000 hombres bien armados y disciplinados, lo que era difícil para la época, y estuvo al mando de Werner de Urlingen y luego la capitaneó Konrad von Landau.
Hacían lo mismo que la Mafia. O sea, pedir dinero a cambio de protección. Lógicamente, si alguna población se negaba a pagarles, pues la arrasaban. Así obtuvieron muchas ganancias, convenientemente repartidas entre todos.
Como todo tiene su final, esta Compañía fue derrotada por otra, llamada la Compañía Blanca, capitaneada por nuestro personaje de hoy.
John Hawkwood, este condottiero de apellido tan peculiar, nació en 1320, en un pueblo de Inglaterra, en el condado de Essex. Se sabe que su familia poseía un par de fincas por esa zona, así que su niñez se podría decir que fue más o menos confortable.
En 1340, muere su padre y se desmorona todo su mundo, porque no pudo heredar, al no ser el primogénito. Así que se trasladó a Londres para aprender el oficio de sastre.
Se ve que Dios no le había llamado por el camino de la aguja y el hilo. Así que aprovechó que, unos años antes, se había declarado la inacabable Guerra de los Cien Años y se alistó en 1342, como arquero en el ejército inglés.
Debía de ser un tipo robusto y valiente, pues el arco inglés, que se usaba en esa época, medía 2 metros de alto y había que tener una fuerza y una destreza considerables para usarlo. De hecho, en Inglaterra, el rey decretó que todos los varones de cierta corpulencia deberían de ejercitarse en su manejo, al menos los domingos, al salir de misa.
Se cree que nuestro personaje luchó, al menos, en las célebres batallas de Crècy y Poitiers, que casi borraron del mapa a la arrogante caballería francesa. Tras esas victorias, logró el título de caballero, algo muy importante en esa época.
En 1360, tras el Tratado de Brétigny, se desmovilizaron muchas de esas tropas. Así que la mayoría de esta gente, que llevaba mucho tiempo guerreando y no sabía o no quería hacer otra cosa, se buscó otro lugar donde hacer fortuna con los conocimientos adquiridos.
John, se alistó en la llamada Gran Compañía, que se dedicó, desde entonces, a la rapiña en la zona de Champaña y Borgoña, muy rica por entonces. Luego, para colmo, se dirigió hacia Aviñón, donde estaba por entonces la sede papal, y no se le ocurrió otra cosa que cortar las comunicaciones de esa ciudad.
Lógicamente, al Papa de entonces, Inocencio VI, no le hizo ninguna gracia e hizo lo que todos sus colegas, excomulgó a estos mercenarios y pidió una Cruzada contra ellos. Lo que pasa es que no le hicieron ni caso, porque cada potencia estaba a lo suyo. Lo curioso es que este Papa era el que había logrado ese tratado de paz.
Lo cierto es que el Papa consiguió que le dejaran en paz, firmando con los mercenarios un tratado por el que los “colocaba” al servicio de los Estados aliados del Papado.
De esa manera comenzaron las andanzas de nuestro personaje por Italia. A mí, esto de los condotieros, me recuerda una película muy divertida que vi hace mucho tiempo y os la recomiendo. Su nombre es “La Armada Brancaleone” (1966).
El protagonista es el famoso Vittorio Gassman, el cual hace de un condottiero un tanto quijotesco, que se empeña en conquistar ciudades con sólo un puñado de guerreros y que, la mayoría de las veces,  tienen que salir por piernas de muchas de ellas, porque sus ciudadanos se les resisten.
No es el caso de nuestro personaje, pues fue un célebre condottiero, cuya fama ha llegado hasta nosotros.
En un principio, fue contratado, con su Compañía, para defender al
marquesado de Montferrato, acosado por Bernabé Visconti, entonces señor de Milán. Como ya dije antes, seguro que más de uno de estos apellidos os van a sonar.
En 1363, cambió de patrón, pues le llegó el encargo de defender a Pisa de los ataques de la ciudad de Florencia. Ya sabemos, que, por entonces, los italianos preferían las ciudades-Estado, más que la unión en un solo país.
Empezó la campaña muy bien, pero la meteorología estuvo contra él, perdió muchos hombres y, al final, las dos ciudades tuvieron que firmar un tratado para acabar con las hostilidades.
En 1368, le contrató Bernabé Visconti, señor de Milán, pues se había creado una Liga contra él. La formaban el Papa Urbano V, promotor de la misma, el emperador Carlos IV, Luis I de Hungría y las ciudades de Padua, Ferrara y Mantua.
En un principio, le tocó asediar Mantua, pero luego le enviaron a detener el paso de las fuerzas imperiales, para lo cual inundó unos diques en el río Po. Ese que sale tanto en los crucigramas.
Así, Visconti pudo realizar un pacto con el emperador y, tras el oportuno pago, éste se volvió con sus huestes hacia Alemania.
En esta guerra obtuvo varias victorias. Incluso, venció esta vez a los florentinos, cuando se inmiscuyeron en la misma.
Como a Visconti le pareció que la guerra ya estaba ganada, se le ocurrió bajarle el sueldo a nuestro personaje. Así que éste, renunció a apoyarle y le dejó solo frente al Papa y sus aliados.
En 1373, como el Papa había estado observando sus grandes dotes militares, ésta vez le contrató a su servicio y así logró la victoria en varias batallas.
En 1375, acabó la guerra entre Milán y el Papa. De esa forma, muchos de estos soldados se quedaron en el paro y el Papa, que aún residía en Aviñón, los utilizó para arreglar algunas “cosillas” con Florencia, pues esta ciudad se había apropiado, durante la guerra, de algunos territorios papales.
De esta manera, nuestro personaje marchó al frente de sus tropas hacia Florencia, con ánimo de quemar todas sus cosechas, pues estas operaciones se solían realizar, comúnmente, en verano.  En España, se solían llamar aceifas y con ellas no se pretendía llevar a cabo ninguna conquista, sino, únicamente,  hacer pasar hambre al enemigo.
Los florentinos, que tenían fama de ser gente muy inteligente, pues les vieron las intenciones al condottiero y lo sobornaron para que no lo hiciera. Así que, como los mercenarios lo vieron muy fácil, pues hicieron lo mismo con otras ciudades.
Esto colmó la paciencia de varias ciudades e hicieron una coalición contra el Papado, lideradas por Florencia. Para empezar, enviaron agentes a todas las ciudades pontificias, para que se rebelaran contra su señor.
El Papa fue aún más duro, pues excomulgó a todo el gobierno de Florencia, puso en entredicho la ciudad, para que ningún otro país hiciera negocios con ella, prohibió todos los servicios religiosos en la ciudad y hasta autorizó que se esclavizaran todos los súbditos florentinos que se apresaran y la confiscación de todos sus bienes en todos los países de Europa.
La ciudad de Florencia contestó saltándose las normas papales, como los préstamos con usura, obligando a los sacerdotes a cumplir con los ritos, bajo pena de fuertes multas y confiscación de todos los bienes eclesiásticos, etc.
En un principio, John, sólo se dedicó a reprimir ciertas sublevaciones que habían nacido en las ciudades pontificias. Más tarde, abandonó al Papa y se pasó con sus tropas a la coalición liderada por Florencia.
Otros mercenarios contratados por el Papa se dedicaron a masacrar a los ciudadanos de esa alianza y a saquear los palacios y conventos que encontraron a su paso.
Lo curioso del asunto es que, a pesar de estar Florencia en guerra contra el Papa, le pagaron a John para que no les atacara y se dedicara a otros frentes. Cosa que cumplió.
La verdad es que hay que reconocer que estos italianos son unos magos de la diplomacia. No hay más que ver que en las dos guerras mundiales acabaron siempre en el bando vencedor, aunque hubieran empezado en el bando contrario.
Volviendo a lo nuestro. Esta guerra fue más importante de lo que parece, pues obligó al Papa, Gregorio XI, a volver a Roma en 1378. Desde entonces, ya todos los Papas vivieron en Roma.
 Por cierto, no le fue muy bien el viaje, pues hasta tuvo que soportar un naufragio. Es posible que eso empeorara su salud, pues murió sólo 2 meses después.
Se dice que la propia santa Catalina de Siena fue a Aviñón a hablar con el Papa, a fin de interceder por Florencia y sus aliados y lograr la paz, cosa que consiguió. Parece ser que esto fue lo que animó al Papa, Gregorio XI, a acudir a Roma a interesarse directamente sobre lo que estaba ocurriendo.

Desgraciadamente, tras el viaje del Papa a Roma y su repentina muerte, se dio un fenómeno conocido como el Cisma de Occidente, donde, en poco tiempo, se llegaron a dar 2 y hasta 3 Papas, simultáneamente. Ya que hubo Papas en Roma y Aviñón, a la vez.
Tras esta guerra, los pasos de John se dirigen otra vez hacia Milán. Esta vez ya es un guerrero muy conocido y, posiblemente, para asegurarse esta vez la paga, llega a un acuerdo con Bernabé Visconti para casarse con su hija ilegítima, Donnina Visconti.
Ella aportará al matrimonio una serie de villas y la boda se realizó en 1377. De esta unión nacieron 3 hijas y un hijo.
Por otra parte, se sabe que ella ya tenía dos hijos y una hija, habidos en  un matrimonio anterior
Casualmente, al año siguiente, cuando John y Bernabé estaban organizando un ataque contra Verona, se produjo un altercado entre ambos, que dio lugar a que se rompiera su alianza y no volviera a combatir para el milanés.
Parece ser que John trabó amistad con el célebre poeta y diplomático Geoffrey Chaucer, autor de los Cuentos de Canterbury, y eso le valió para realizar algunos encargos diplomáticos a favor de Inglaterra en los estados de la península Itálica. También mantuvo contactos con los famosos Jean Froissart y Petrarca.
Más adelante, pretendió dejar las armas y retirarse a vivir tranquilamente, con su mujer y sus hijos, en sus dominios de la Romaña, pero los acontecimientos no se lo permitieron.
En 1381, tuvo que aceptar una proposición de Florencia, consistente en defender algunos de sus dominios contra ciertas ciudades vecinas.
También, en ese mismo año, Ricardo II de Inglaterra, le nombró su representante ante el Papa. Algo parecido a un embajador actual. También lo nombró Sir.
En 1385, su cuñado, Carlo Visconti, le informó que Bernabé había sido apresado y encerrado en una fortaleza por Gian Galezzo Visconti, su sobrino.
Como Gian Galeazzo no puso sus pies en los dominios de John, éste se negó a intervenir y la situación se resolvió pronto, ya que Bernabé murió en prisión, ese mismo año, y Gian pudo nombrarse primer duque de Milán.
En 1386, entró al servicio de Padua para luchar contra Verona. A pesar de mandar unas tropas muy inferiores, logró un clamoroso éxito, al vencer a las tropas veronesas y apresar a sus dirigentes.
En 1389, comienza una guerra ente Florencia y Siena, que como ocurrió en el caso de la I Guerra Mundial, la política de pactos, implicó a casi todos los Estados de Italia.
Inmediatamente, Siena, se puso bajo el amparo de Milán, que movilizó también a Perugia, Mantua, Ferrara y Rímini. En el bando de Florencia, se situaron Bolonia, Faenza, Luca y Padua.
Esta vez, ninguno de los dos bandos escatimó en gastos y contrataron a los mejores condotieros del momento.
John, lógicamente, optó por el bando florentino y le encomendaron la defensa de Bolonia. Cumplió bien con su cometido y, cuando las tropas enemigas se replegaron, su bando decidió atacar.
No fue posible atacar Milán, pues el resto de las tropas no llegaron a tiempo y tuvieron que replegarse. Logrando pronto un acuerdo de paz.
Así que John, en sus últimos años, vivió en un palacio cercano a Florencia, donde le llegó la muerte en marzo de 1394. También fue conocido por sus contemporáneos italianos como Giovanni Acuto.
La ciudad de Florencia siempre le estuvo muy agradecida por sus servicios, ya que les salvó en varias ocasiones de ser ocupados por los milaneses,  y decidió darle una pensión vitalicia a su viuda y levantar un monumento en su memoria. Desgraciadamente, por falta de presupuesto, no pudo realizarse este monumento.  
Sin embargo, le encargaron al gran maestro del Renacimiento, Paolo Ucello, el pionero de la perspectiva en la pintura, un fresco imitando la estatua que habían pensado erigir en su honor. Aún se puede ver hoy en la catedral de Florencia, junto al sitio donde fue enterrado con todos los honores. Se puede decir que gracias a hombres como él podemos contemplar las obras que surgieron en Florencia durante el Renacimiento.
Otros condotieros famosos fueron Muzio Attendolo Sforza, Giovanni dalle Bande Nere (hijo de Caterina Sforza y padre de Cosme I de Médicis), Francisco II Gonzaga y hasta Andrea Doria.
Los condotieros acabaron sus días a partir de la invasión de Italia, por las fuerzas de Carlos VIII de Francia. Tampoco pudieron vencer a las tropas del emperador  Carlos V, que utilizaban gran número de cañones,  y no les quedó otra que unirse a ellos y desaparecer a partir de 1550.



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